A través del terreno helado
Les llevó algo de esfuerzo cavar a través de la nieve, pero Boxer se las arregló para hacerlo. Algunos de sus hombres lo venían siguiendo, pero eventualmente todos lograrían salir. Aun así, ese no era el problema. El problema era que su enemigo ahora tenía una ventaja en la distancia. Estaba mucho más adelante, y eso significaba que tenía una oportunidad mayor de descubrir el método de su misión.
– ¡Muy bien, muévanse! ¡Conozco un atajo! – ordenó Boxer, antes de impulsarse hacia adelante, junto con los pocos que podían seguirlo. – ¡Pase lo que pase, no podemos dejarlo llegar al extremo este de la región!
Toda esta operación dependía de lo que estaba localizado allí, y el Armor Soldier que lideraba a los demás sospechaba que el Hunter azul descubriría una de las partes cruciales de esta operación eventualmente.
...
Un poco más adelante, si Trinity estaba en lo correcto, esta área era donde la Unidad Polar tenía su base de operaciones mientras se encontraban lejos de la ciudad. Pero entonces, si ese era el caso, ¿dónde estaba todo mundo? X miró a su alrededor; sus mejoras para las piernas le ayudaban a navegar a través de la nieve con mayor facilidad que antes, pero se mantenía en donde estaba para echar un vistazo a su entorno. Lo único que lo rodeaba eran unas estructuras pequeñas con forma de iglús, y al entrar en una de ellas, X descubrió que eran áreas de alojamiento para los Hunters. Pero no había signos de que nadie hubiera estado allí en algún tiempo.
La maquinaria seguía funcionando, pero no había nadie para mantenerla, y la red de comunicaciones estaba caída, lo que impedía cualquier contacto con el exterior.
– ¿Sabotaje, tal vez? – pensó X. – Si ese es el caso, ¿quién es el responsable?
Al salir del iglú, X continuó, con los ojos muy abiertos en busca de cualquier señal de fuerzas enemigas, mecaniloides o reploides.
– ¡Allí está! – Como si le respondieran, el Hunter azul oyó una voz gritando a sus espaldas. Al girarse, vio que los Armor Soldiers habían logrado salir de la nieve y ahora estaban apuntándole con sus armas. – ¡Disparen!
Una ráfaga de balas de energía voló en su dirección, a lo cual X se agachó para evitarla mientras se movía rápidamente por la nieve fuera del camino. Los Armor Soldiers continuaban persiguiéndolo, y entonces X vio otra estructura cerca de allí, que estaba en peores condiciones incluso que el almacén. Toda la pared donde estaba la entrada había sido demolida, mostrando nada más que un enorme agujero que llevaba al otro lado. Pero al aproximarse al edificio, notó que había una enorme pendiente de hielo enfrente de él. Y estaba sorprendentemente muy cerca del techo.
La pregunta era ¿podría lograrlo?
Sólo había una forma de averiguarlo. Lanzándose hacia adelante, X ganó suficiente impulso para mantenerse en el aire por un breve instante, permitiéndole alcanzar el techo de la estructura. Y entonces, al ver a sus perseguidores debajo de él, el Hunter azul continuó avanzando. Boxer y sus hombres entraron al edificio, apuntándole con sus armas hacia el techo, listos para disparar.
– ¡No dejen que escape de aquí! – ordenó Boxer. Luego echó un vistazo a un par de máquinas en la distancia. Parecían viejas, pero todavía funcionales. – Tengo una idea.
Desde arriba, X corría por el techo del edificio, pero pronto se encontró el camino bloqueado por una oleada de disparos de plasma que atravesaban la superficie. Desde atrás, incluso más balas continuaban atravesando el techo, rodeando a X. Cuando se volvió evidente lo que sus agresores estaban tratando de hacer, era demasiado tarde: X se vio arrastrado por la gravedad cuando la porción del techo donde estaba parado se desplomó y cayó hacia el suelo abajo. El reploide azul aterrizó sobre su rodilla y se encontró rodeado por Armor Soldiers, al igual que algunos mecaniloides que habían emergido desde la nieve.
Un par de Spikys empezaron a rodar en dirección hacia X. El Hunter azul esquivó el primero, pero no estaba preparado para que el mecaniloide se pusiera en posición horizontal y empezara a girar por la superficie helada del piso. Los picos en la máquina rozaron el muslo izquierdo de X, dejando una pequeña rasgadura en la cobertura color cian. Este momento de debilidad les dio la señal a los Armor Soldiers para que empezaran a disparar desde todos los lados, forzand echarse a tierra para mantenerse fuera del radio de fuego. Los Spikys continuaban volviendo por él, deslizándose por el piso, pero en ese momento X vislumbró su oportunidad. Aunque sabía que tenía que medir bien el tiempo, de lo contrario podría terminar con un montón de picos filosos clavados en la cara.
Los Spikys vinieron hacia él girando, y entonces en el último segundo él los esquivó rodando. El mecaniloide no pudo detenerse antes de chocar contra varios de los Armor Soldiers. El otro Spiky vino girando hacia él, pero X le lanzó un disparo cargado, que destruyó los relés de su motor. El mecaniloide se fue dando vueltas en la dirección opuesta, fuera de control hasta que se estrelló contra una pared creando una pequeña explosión. Aprovechando la oportunidad, X se puso de pie y se impulsó de frente, adelantando a los Armor Soldiers que empezaron de nuevo a perseguirlo desde atrás.
– "No dudes. Sólo actúa." – Las palabras de Zero hacían eco en la mente de X de nuevo. Aunque si el Hunter azul era honesto, no estaba haciendo un muy buen trabajo siguiendo esas palabras.
Al llegar más adelante, un par de mecaniloides altos y de color violeta estaban de pie bloqueando su camino. Se parecían mucho a unas grullas robóticas, pero sus "copetes" eran unas sierras giratorias listas para ser lanzadas en la dirección del Hunter azul. Los Flammingles agitaron sus cabezas haciendo un giro completo de 360°, enviando el adorno de picos sobre su cabeza hacia X. Las sierras atravesaron la superficie de las paredes congeladas, sin siquiera quedarse atascadas antes de volver a la cabeza de los pájaros robóticos. Era sólo una pequeña muestra de lo que podían hacer, y los mecaniloides casi parecían estar retand avanzar. Y fue en ese momento que oyó a las fuerzas que había dejado atrás acercándose.
El Flammingle a la izquierda decidió atacar de nuevo a X, pero cuando la sierra voladora vino en su dirección, el Hunter azul disparó una ráfaga de plasma, y la fuerza del disparó desvió de su curso a la sierra y la envió de vuelta hacia el mecaniloide. El pájaro agachó su cabeza, pero esto le dio a X una abertura para un disparo claro, lanzando una ráfaga cargada que destruyó la cabeza del Flammingle, y a su vez, la explosión del mecaniloide provocó que su gemelo decidiera tomar represalias. Esta vez, sin embargo, X logró enviar la sierra voladora de vuelta al pájaro robótico, y el instrumento afilado atravesó el procesador central del mecaniloide. Al ver que ya esos dos no eran más una amenaza, X continuó su camino, todo el tiempo tratando de poner tanta distancia como fuera posible entre él y sus perseguidores.
Estaba perdiendo mucho tiempo pensando, en lugar de actuar. Tenía la sospecha de que tendría más opciones que hacer más lo segundo pronto.
Saliendo del edificio, X avanzó rápidamente por la nieve y continuó, pasando por varios iglús que estaban totalmente vacíos de vida, fuera de reploides o humanos. Aunque el Hunter azul asumió que, si este era territorio Maverick territory, no quedaría ninguna oposición. Especialmente después de lo que ahora sería conocido como el "Día de Sigma". ¿Pero por qué no había evidencia alguna de que quedaban algunos leales a los Maverick Hunters? ¿Dónde estaba la evidencia de que hubo alguna escaramuza o batalla?
No encontró ningún indicio de que algo como eso hubiera tenido lugar. Nada de cuerpos, nada de marcas de impacto en las paredes de las estructuras por donde había pasado, nada de nada. Aunque trataba de mantener alguna esperanza, X sabía que era improbable que aquellos que se habían vuelto Mavericks habrían dejado a cualquier oposición potencial con vida. Pero incluso con todo eso, tendría que haber al menos alguna evidencia de que algo había pasado. Fue como si todos hubieran simplemente desaparecido. Perdidos en las montañas para siempre.
Justo entonces, X vio algo en la distancia, una figura de gran tamaño que se alzaba imponentemente sobre la nieve se presentó al Hunter azul, situado entre algunos iglús. Al estudiarla más de cerca, X vio que no se trataba de una, sino de dos. Un Armor Soldier se había metido en una Ride Armor, cuyo torso, antebrazos y piernas eran de un verde marino mientras que las articulaciones eran de amarillo brillante. X en ese momento vio otra Ride Armor del mismo color, aunque ésta estaba desocupada. La figura en el traje móvil permaneció donde estaba, permitiéndole a X acercarse.
– ¡No vas a escapar de mí esta vez! – declaró Boxer, maniobrando su traje móvil para que apuntara hacia X. – ¡Métete en ese traje, y pelea contra mí!
X no tardó mucho en entender lo que el Armor Soldier quería decir, y su mirada se fijó en la otra Ride Armor. X cerró sus ojos, sombríamente.
– Parece que no tengo alternativa. – admitió mientras se subía a la Ride Armor. Tardó unos momentos para ajustarse, pero eventualmente logró controlar la máquina. – ¿Supongo que ahora empezamos?
– Sí. ¡Pero yo voy primero! – respondió Boxer, lanzándose de frente con un puño masivo en la dirección de X.
El reploide azul apenas logró esquivarlo maniobrando su Ride Armor fuera del camino, pero esto sólo le permitió al Armor Soldier lanzar otro golpe hacia el abdomen del traje móvil de X. El golpe también afectaba al piloto del traje, por lo que X sintió dolor en la parte inferior de su cuerpo, casi perdiendo el balance en el proceso y desplomándose sobre un iglú.
– Por eso me llaman Boxer. – dijo el Armor Soldier, cruzando los brazos de su Ride Armor sobre el pecho. – Tú pareces nunca haber lanzado un puñetazo en tu vida.
X adoptó una expresión amarga. – Admito que no piloteo trajes móviles a menudo.
– Pues parece que tendrás que adaptarte. – se burló Boxer, preparándose para otro ataque. – Pero somos reploides, ¿no? ¡La adaptabilidad es parte de nuestro ser!
Lanzó otro puñetazo, pero esta vez X logró esquivar el golpe, y en cuanto Boxer le dio la espalda, el Hunter azul lanzó un gancho de izquierda directo a la espalda de la Ride Armor, enviando a Boxer y a su traje móvil a estrellarse contra uno de los iglús cercanos. X sabía que no se quedaría así por mucho tiempo, así que no podía bajar la guardia todavía. Pronto se dio cuenta de que tenía razón ya que Boxer volvió a incorporarse y se preparó para otro ataque. Empujó las manos de su Ride Armor hacia adelante, agarrando el antebrazo derecho de la de X, y con un giro rápido, Boxer lanzó la Ride Armor de X por encima del hombro, haciendo que el reploide azul casi se cayera de su traje cuando impactó en el suelo, destrozando otra base de iglú.
Esto no iba a funcionar, pensó X. Aunque dudaba que lo fuera a dejar pasar por las buenas, la misión del Hunter azul era investigar los misteriosos terremotos y avalanchas que estaban ocurriendo. ¿Pero cómo iba a quitarse de encima a este sujeto y a su Ride Armor?
Fue en ese momento que X estudió los dedos de su máquina, mientras intentaba levantarse de nuevo. Sería una maniobra arriesgada, y tendría que actuar rápido, pero si funcionaba, creía tener una forma de terminar esta pelea. Pero sólo tendría una oportunidad, así que tenía que hacerla valer.
– ¡Suficiente de esto! – gritó Boxer, golpeando el puño de su Ride Armor contra la palma de la otra mano. – ¡Ya deja de estar jugando, y pelea conmigo!
Se impulsó hacia delante de nuevo, con las manos estiradas para agarrar a su oponente, tratando de inhabilitar y desmantelar el otro traje móvil. ¡Este era el momento que X estaba esperando! Controlando las manos de su Ride Armor de la misma manera, los dedos de sus manos se entrelazaron con los de Boxer, dejando a ambas Ride Armors atrapadas en un forcejeo mutuo.
– ¡H-Hey! ¡Suéltame, maldición! – ordenó Boxer, pero X no tenía intenciones de soltarlo. Había dejado los componentes de los brazos fijos en un agarre muy fuerte sujetando los de la otra Ride Armor, lo que le dio la oportunidad de llegar hasta el otro piloto.
Dándose cuenta que la oportunidad ya había llegado, X abandonó su cabina y usando los brazos entrelazados de las Ride Armors como puente llegó hasta donde estaba Boxer, apuntándole con su buster. – Dime de dónde vienen las avalanchas. – le ordenó X al Armor Soldier.
– ¿Y luego qué? – cuestionó Boxer.
– Y si abandonas tu lealtad a Sigma, no tendré que recurrir a medidas drásticas. – le dijo X. De nuevo, no estaba haciendo un buen trabajo siguiendo el consejo de Zero, pero si podía evitarse conflictos innecesarios, tomaría la oportunidad. – Aunque te sugiero que mejor te rindas, si no es sólo por tu propio bien.
Boxer miró fijamente el barril del buster que le apuntaba el Hunter azul, maldiciéndose a sí mismo por dentro de haberse puesto en esa posición. Al parecer, ahora era él quien no tenía opciones, con esa arma apuntándole directo a la cabeza.
– Está más adelante. El Comandante de aquí ha activado más de una de las máquinas responsables, así que no creas que será fácil.
– ¿Comandante? – X levantó una ceja. ¿Acaso el Armor Soldier hablaba sobre Sigma?
– Sí, tampoco puedo creerlo. – replicó Boxer. – Pensar que Sigma lo pondría a ÉL a cargo de este lugar, mucho menos de esta operación.
– ¿Quién? – cuestionó X.
– ¡Ve y averígualo tú mismo! – gritó Boxer, antes de insertar un código y abandonar el panel de panel. – ¡Si sobrevives a la explosión!
– ¡¿Explosión?! – Fue entonces que X se dio cuenta que la Ride Armor estaba a punto de autodestruirse, así que tenía que escapar. Al ver una cornisa cerca, el Hunter azul se impulsó hacia el borde y saltó hacia arriba, desde el borde del risco y escaló saltando hasta llegar arriba a tierra plana. Apenas cubrió suficiente distancia, pero todavía sintió la explosión cuando el temporizador de la Ride Armor llegó a cero, llevándose también el otro traje móvil consigo. Esperó unos momentos, esperando que la explosión no hubiese provocado otra avalancha. Por suerte todo parecía estar bien, y X se puso de pie, listo para continuar.
Al menos, eso creyó antes de sentir otro temblor debajo de sus pies. X miró arriba, y vio a una serie de figuras lejanas de pie en una línea uniforme, paradas encima de un pico que sobresalía de toda la Región Polar. Específicamente, las ruinas de Abel City. Un acto de "amabilidad" que Sigma había tenido, acorde con lo que dijo Zero, fue haber apagado las llamas furiosas que quedaron tras el impacto de los misiles. Le llevó algún tiempo, pero eventualmente las llamas habían sido extinguidas.
...
– ¿Por qué? – X recordaba haberle preguntado a Zero. El Hunter rojo ahora nombrado comandante, se encogió de hombros.
– Ahí sé tanto como tú. – respondió el rubio. – Pero dudo que sea porque Sigma haya cambiado de opinión. Más bien, creo que es porque tiene en mente algo para los que quedan aquí.
A pesar de lo vago de su declaración, X sintió un escalofrío al pensar en las posibilidades. – ¿Como qué?
Zero negó con la cabeza. – Lo que quiera que sea, no es nada bueno. – dijo el líder Hunter sombríamente. – Ni para los humanos, o los reploides que se opongan.
...
Eso incluía a todos los que se encontraban en la ciudad, al igual que cualquier sobreviviente potencial que hubiese quedado fuera de sus fronteras durante el ataque de misiles. Y aunque necesitaba mirar más de cerca para ver lo que eran realmente, las figuras sobre la cima de la colina podrían tener la respuesta sobre qué estaba causando las avalanchas.
Al divisarlo abajo, una de las figuras pareció levantar su brazo y arrojarle un objeto, que cayó en la nieve y empezó a rodar colina abajo, aumentando más y más de tamaño hasta convertirse en una masa enorme de hielo muy denso. X saltó fuera del camino esquivando la bola de nieve gigante, que continuó rodando por la colina hasta que explotó de repente, enviando polvo blanco por todos lados y sacudiendo la tierra que había perturbado. ¿Serían esas explosiones la causa de las avalanchas?
Cualquiera que fuese el caso, las bolas de nieve podrían causar daño muy serio allá abajo si no se encargaba de ellas. La única pregunta era ¿cómo iba X a llegar hasta allá arriba? No tenía mucho tiempo para pensar una estrategia, ya que uno de los mecaniloides verdes con ojos rojos, Snow Shooters, lo vieron aproximándose. Al divisar a su enemigo, el mecaniloide produjo otra pequeña bomba plateada que arrojó, y al aterrizar la esfera comenzó a acumular nieve de camino hacia abajo. Y más todavía, ¡venía directo hacia X!
Pronto se dio cuenta que, luego de esquivar la primera bola de nieve, más de ellas venían por detrás. No pasó mucho antes que los Snow Shooters comenzaran a descargar contra el Hunter azul, lanzando bolas de nieve de diferentes tamaños en su dirección. Literalmente era una batalla cuesta arriba, pero tenía que viajar por allí para llegar a la cima.
Cuando una bola de nieve de tamaño considerable rodó en su dirección, X salió corriendo hacia un lado, y luego volvió hacia donde estaba para evitar otra esfera blanca que venía rodando hacia él. El patrón continuaba, y el Hunter azul era incapaz de disparar, a riesgo de provocar una reacción en cadena de explosiones que podría generar una gran y terrible avalancha.
Los Snow Shooters continuaban haciendo rodar explosivos contra el reploide que venía acercándose, hasta que finalmente X vio una abertura donde podría hacer que sus disparos valieran. Al llegar a la cúpside, X saltó sobre la cara del risco hasta llegar arriba, y su primera acción fue quitar del medio al Snow Shooter que estaba a punto de lanzarle otra bomba. Parecía ser que, al menos por ahora, el conflicto era inevitable. X no tuvo tiempo para pensar en sus reservas y visiones complicadas sobre los mecaniloides, tenía una misión que cumplir. Y también una ciudad a la cual debía proteger de ser enterrada bajo montañas de nieve.
Los Snow Shooters desviaron su atención de su programación inicial, pasando de arrojar los explosivos por las pendientes a combatir al intruso, pero era una batalla perdida. Aunque fueran un poco más durables que otros mecaniloides a los que se había enfrentado antes, las máquinas verdes terminaron cayendo ante el poder de fuego de X. Un solo disparo cargado acabó con varios Snow Shooters, uno tras otro. Había muchos, pero debido a su falta de piernas, los autómatas verdes eran mayormente estacionarios, lo que facilitaba un poco el trabajo de X. Aun así, había muchos de ellos, pero finalmente X logró deshacerse de ellos, dejando docenas de piezas destruidas y humeantes de todos los Snow Shooters a su alrededor.
Mientras X inspeccionaba el daño, se preguntó si se habría encargado ya o no de la fuente de las avalanchas. Aun así, al preguntarse eso, otro temblor sacudió toda el área, sacando de su trance al Hunter azul y forzándolo a echarse al suelo. Una vez que cesó el temblor, X se puso de pie y continuó avanzando, notando la fuerza del terremoto que acababa de pasar. Sólo era una teoría, pero X sospechaba que ya se estaba acercando a la fuente de los movimientos en la región. La única pregunta era ¿quién era el responsable de ellos?
No muy lejos de allí, X vio otra estructura, igual de congelada que las demás. ¿Pero esta también estaba abandonada? Sólo había una forma de averiguarlo.
Acercándose al edificio, X encontró la puerta frontal sellada, con un pequeño panel de teclas de combinación junto al marco izquierdo. Estaba destruido, dejando los controles inútiles, dejando a X sin más opción que abrir la puerta a la fuerza. Agarrando ambos lados, el Hunter azul lentamente separó los dos lados, creando apenas suficiente espacio para entrar por él.
La puerta se cerró detrás de él, sellando a X dentro de la pequeña sala. Parecía ser poco más que un corredor que se extendía por una corta distancia, pero parecía bajar por una pendiente. El camino parecía llevar hacia debajo de la tierra. Con un solo camino por el cual continuar hacia adelante, X comenzó a descender, hasta entrar debajo de la tierra cubierta por la nieve. Luego de correr por un corto período, vio una puerta en la distancia, similar a la que acababa de atravesar antes. Pero al llegar a ella, en lugar de abrirla, X se detuvo.
Ciertamente era inútil lamentarse por esas cosas ahora, pero el Hunter azul no pudo evitar preguntarse quién estaba en esta sala oculta. ¿Quién estaba a cargo aquí? Dada la cantidad de Hunters que estaban desaparecidos o habían sido exterminados, el que estaba bajo el mando de Sigma podría haber sido cualquiera. El Hunter azul sintió que su núcleo se hundía al pensar a quién podría encontrarse una vez que atravesara esa puerta. Podría equivocarse, y esperaba que así fuera, pero aquel a quien se enfrentaría posiblemente sería alguien familiar. Alguien a quien conocía, quizás demasiado bien.
Independientemente de ello, las avalanchas tenían que ser detenidas, y también los responsables de ellas. Pero en lugar de tener que abrir la puerta, esta se abrió para él, permitiéndole al Hunter azul entrar a la pequeña cámara. Dicha cámara estaba un poco oscura, con el piso cubierto de una capa helada, cristales alineados por todas las paredes y por el techo. Había una especie de polea o palanca en la parte superior de la sala en todo el centro, aunque para qué sería, X no tenía idea. Pero el elemento que más atraía la atención en ese entorno cerrado eran los múltiples pilares de hielo que estaban situados por todos lados.
X se aproximó a uno de ellos, preguntándose qué eran. Y al hacerlo, la respuesta lo horrorizó.
Había un rostro dentro del hielo, que literalmente estaba congelado en estado de shock y, si estaba en lo correcto, desesperación. El reploide sellado adentro parecía ser uno de los que fueron construidos específicamente para trabajar con los Maverick Hunters, y al mirar a su alrededor, X vio a más reploides en estado similar al Hunter, todos congelados.
– ¿Qu-qué demonios...? – tartamudeó X, mientras sus ojos verdes continuaban observando la enorme colección de rostros congelados en un momento de sorpresa y miedo. – ¡¿Qué... es esto?!
Se quedó con la boca abierta del shock, totalmente sorprendido y perplejo de lo que tenía frente a él. Figuras congeladas encerradas en el hielo, inmóviles y en silencio. ¿Cuánto tiempo habrían estado aquí? X continuó mirando alrededor hasta que se encontró con una figura más grande que las otras, cuya vista hizo que el reploide azul echara un paso atrás. No podía creer quién estaba frente a él, un cuerpo muy grande atrapado en un cristal de hielo sólido. El reploide atrapado estaba mayormente cubierto con una armadura blanca, con la parte media del torso y un comunicador de color turquesa en la cabeza, con una barba azul en su rostro cuyos ojos azules estaban muy abiertos. A pesar de su apariencia intimidatoria, el reploide tenía ojos de aspecto gentil.
– ¡¿M-Marth?! – tartamudeó X, casi incapaz de creer quién estaba frente a él. ¡¿El Comandante de la Unidad Polar en persona no fue capaz de enfrentarse a lo que fuera que acabó con todos sus hombres?!
– Ni te molestes en tratar de liberarlos. – declaró de repente una voz. – Han estado congelados durante los últimos días, y sus núcleos ya casi se han extinguido.
La voz era muy familiar, casi como un pájaro. X se giró para ver quién se estaba dirigiendo a él, y al descubrir la identidad de su interlocutor, se quedó aún más impactado que antes.
– Aunque pronto podrás unirte a ellos.
A pocos metros de X se encontraba un pájaro rechoncho y de baja estatura, que claramente estaba basado en un pájaro semi-acuático, cuyas marcas faciales y contenedores de color rojo en su espalda eran inconfundibles. El Hunter azul deseaba que lo que estaba viendo frente a él no fuera verdad. Toda esta escena era una pesadilla.
– ¡¿Chill Penguin?! – exclamó, dando un paso atrás.
– Sorprendido, ¿verdad? – preguntó Chill Penguin, hinchando su pecho. – Apuesto a que no creías que alguien como yo podría haberse hecho de un lugar en las filas de Sigma, ¿verdad? – No se molestó en dejar que X le respondiera, así que continuó con su discurso. – ¡Bueno, pues te equivocaste! ¡Ahora estoy a cargo de toda esta montaña! ¡Y de todas las operaciones que se llevan a cabo aquí! Seguro habrás notado unos cuantos movimientos sísmicos ocurriendo desde que llegaste, ¿verdad? Por supuesto, también le di a los Snow Shooters algo de trabajo, ya que parece que los temblores no funcionan lo bastante rápido.
Sonrió malignamente, causando que los ojos verdes de X se ensancharan. – Tú... ¿tú hiciste todo esto?
– No actúes tan sorprendido. – Penguin resopló. – Ya sabes que no podemos dejar que haya ninguna oposición estorbándonos. – Sus ojos escudriñaron el área, mirando las "esculturas" que los rodeaban a él y a X. – Tú de todos los reploides deberías saber eso a estas alturas... espera, ¿qué es eso?
Penguin había notado los componentes en las piernas de X, que desvió la mirada hacia abajo. – ¿Esto?
– No me digas que encontraste la cápsula. – gruñó Chill Penguin, aunque pudiera ver que la respuesta estaba justo frente a él. – ¡Maldición! ¡Les DIJE a esos ineptos que la ocultaran en un sitio más seguro!
– Espera un momento, ¿sabes sobre la cápsula? – cuestionó X sorprendido. – ¿Dónde la encontraste?
– Yo no la encontré, y tampoco lo hizo Sigma. – respondió Chill Penguin. – Fue el Dr. Cain. Por lo que nos dijo, empezaron a aparecer entre sus excavaciones después de que te uniste oficialmente a los Maverick Hunters.
– ¡¿El Dr. Cain?! – exclamó X, olvidándose momentáneamente de su peligro. – ¡¿En dónde está?!
– Está vivo, eso te lo aseguro. A diferencia de Fujiwara, el viejo parece haberse puesto en el lado bueno de Sigma. – replicó Penguin, antes de lanzarle una mirada furiosa al Hunter azul. – Igual que tú, de alguna manera.
X entrecerró su cejo, nervioso. – ¿Qué?
– Sí, lo creas o no, el Comandante Sigma NO quiere que te mate. – dijo el ex Hunter con forma de pájaro. – Por alguna razón, todavía te quiere con vida.
– No tengo intenciones de unirme a él, o a su causa. – proclamó X, manteniéndose firme en su decisión. – Pero en cuanto a ti, ¿por qué? ¿Qué estás haciendo aquí?
– ¡A diferencia de esos humanos o cualquier otro, Sigma me ha pagado por el uso de mis habilidades! – respondió Chill Penguin con orgullo. – ¡Trabajar para él es un millón de veces mejor que estar atrapado aquí sin nada que hacer! Además, no es como que ellos hubieran respetado mi decisión de todas maneras. – Observó a los numerosos reploides que los rodeaban. – Ellos nunca me habrían seguido, especialmente él.
Señaló hacia la forma cristalizada de Marth. X se quedó sin palabras. Miró hacia el suelo, azul y lleno de baldosas. Pese a la escasa iluminación, el interior de la cámara se asemejaba al interior de un iglú.
– Chill Penguin...
– ¡No actúes como si te doliera! ¡Sigma tenía razón, tú no eres diferente de ellos! – gritó de repente Penguin. Luego gruñó en voz baja. – Los que siempre se reían de mí.
– ¿Qué dices? – preguntó X.
– ¡No es asunto tuyo! – gritó el pájaro mecánico, luego se fijó en los componentes en las piernas del reploide azul. – Sólo mírate, crees que esas mejoras te hacen mejor y superior, ¿no es así?
Pese a que contrastaban con el resto de su armadura, significaban que Penguin había fallado parcialmente en su misión.
– Sabes, Sigma te quiere vivo, pero al diablo con eso. – Así que, con sorprendente velocidad, se deslizó por el hielo sobre su estómago, cargando contra X. – ¡Después me lo agradecerá!
Esta historia continuará...
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