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Capítulo 2: Manos que sostienen el tiempo


La luz cálida del atardecer se filtraba por las ventanas del hospital, pintando la habitación de un naranja suave. Sin embargo, para Sunny, todo estaba teñido de gris. Los colores, los sonidos, incluso las personas que lo rodeaban, todo parecía parte de un sueño del que no podía despertar.

Parpadeó lentamente, dejando que sus ojos repasaran los detalles a su alrededor: el monitor que marcaba su ritmo cardíaco, la sábana blanca que lo cubría, el pequeño jarrón vacío en la mesita junto a la cama. Todo era real y a la vez, increíblemente distante.

Un ruido de pasos apresurados en el pasillo rompió la quietud. La puerta se abrió de golpe, y Kel irrumpió como una ráfaga de viento.

-¡Sunny! -exclamó, con la voz llena de alivio y energía-. ¡Estás despierto!

Sunny giró la cabeza hacia él, parpadeando. Era difícil procesar lo que veía: Kel, tan lleno de vida, tan brillante. El mismo Kel de siempre, y sin embargo, tan ajeno.

-¡Hombre, pensé que ibas a estar dormido para siempre! -continuó Kel, acercándose a la cama con pasos rápidos. Luego hizo una pausa, notando la expresión en el rostro de Sunny-. Uh, digo, no para siempre, siempre... ya sabes a lo que me refiero.

Sunny no respondió, pero el rastro de una sonrisa temblorosa cruzó sus labios. Algo en la torpeza de Kel rompía, aunque fuera un poco, la burbuja de irrealidad que lo envolvía.

-Kel... -murmuró Sunny, su voz apenas un susurro.

Kel abrió los ojos como platos.

-¡Wow, hablaste! Bueno, no te esfuerces mucho, no tienes que decir nada si no quieres, pero igual es genial que estés despierto. Todos estábamos súper preocupados por ti.

Antes de que Kel pudiera continuar, la puerta se abrió de nuevo. Hero entró, seguido de Aubrey y Basil.

-Kel, ¿qué te dije sobre no hacer ruido? -preguntó Hero, lanzándole una mirada de advertencia mientras se acercaba a la cama.

Kel se encogió de hombros.

-¿Qué? No estoy haciendo tanto ruido.

Aubrey frunció el ceño mientras entraba, llevando un ramo de flores que parecía haber sido elegido con cuidado.

-¡Sí estás haciendo ruido! Sunny acaba de despertar, y lo último que necesita es que lo asustes con tus gritos.

Kel levantó las manos en señal de rendición.

-¡Está bien, está bien! No grito más.

Aubrey colocó las flores en la mesita junto a la cama, ajustándolas hasta que quedaron perfectamente alineadas. Luego se volvió hacia Sunny, sus ojos mostrando una mezcla de preocupación y alivio.

-¿Cómo te sientes? -preguntó en voz baja.

Sunny la miró por un momento antes de desviar la vista. Las palabras seguían siendo difíciles de formar.

-Está bien si no quieres hablar... -añadió rápidamente Aubrey, torciendo un poco los labios-. Solo... me alegra que estés bien.

Hero se acercó, apoyándose en el borde de la cama.

-Sunny, todos estábamos muy preocupados. Pero me alegra mucho que estés despierto. -Su voz era calmada, casi como una melodía.

Basil, que había permanecido en silencio, finalmente dio un paso adelante. En sus manos sostenía un pequeño cuaderno, y sus dedos lo apretaban como si fuera un tesoro frágil.

-Sunny, traje esto para ti... -dijo, abriendo el cuaderno para mostrar una página llena de dibujos de flores delicadamente trazados. Bajo los dibujos, había escrito en letras grandes y cuidadas: "Recupérate pronto."

Sunny observó el cuaderno, sus ojos recorriendo cada detalle de las flores. Basil había capturado algo en ellas, algo que parecía más vivo que cualquier otra cosa en ese momento.

-Espero que... te haga sentir mejor -añadió Basil, su voz temblando un poco.

-¡Es muy bonito, Basil! -dijo Aubrey, rompiendo el silencio con una sonrisa. Luego miró a Sunny-. ¿Ves? Todos queríamos hacer algo para animarte.

Kel asintió con entusiasmo.

-¡Sí! Aunque yo no traje nada... pero, oye, mi presencia cuenta, ¿no?

Aubrey resopló.

-¡Kel!

-¿Qué? Es cierto...

Sunny dejó escapar un leve suspiro, lo más parecido a una risa que podía reunir.

El ruido de la puerta abriéndose interrumpió la conversación. Todos se giraron para ver a Mari entrar, llevando un pequeño tarro de mermelada de fresa.

-Vaya, parece que la habitación está llena -dijo, cerrando la puerta con cuidado. Su sonrisa era suave, pero sus ojos estaban cargados de algo más. Algo que Sunny reconocía con demasiada facilidad.

El aire en la habitación cambió al instante. Todos miraron a Mari como si su presencia fuera suficiente para traer calma. Pero Sunny no podía dejar de notar la tensión en su postura, la manera en que sus dedos temblaban ligeramente al sostener el tarro.

-¡Mari! -exclamó Kel, saludándola con entusiasmo-. Estaba diciéndole a Sunny que no puede asustarnos así otra vez.

Mari dejó el tarro en la mesita y le dedicó una sonrisa a Kel, pero era una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

-Estoy segura de que Sunny entiende, Kel.

Se acercó a la cama y se inclinó ligeramente, examinando a Sunny con cuidado.

-¿Cómo te sientes? -preguntó en voz baja.

Sunny intentó responder, pero las palabras no salían. No sabía cómo explicar lo que sentía, lo que pensaba.

Mari tomó aire, como si intentara llenarse de valor.

-Sé que no es fácil, Sunny. Todo esto debe ser... mucho. Pero estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Su voz tembló ligeramente al final, y Sunny lo notó. Algo en su pecho se retorció, un eco de las emociones que intentaba suprimir.

Aubrey miró a Mari con curiosidad, rompiendo el silencio.

-Bueno... supongo que deberíamos dejarte descansar.

Hero asintió, poniéndose de pie.

-Sí, es lo mejor por ahora. Sunny necesita tiempo.

Basil cerró su cuaderno, abrazándolo contra su pecho.

-Volveremos pronto, Sunny...

Kel recogió su pelota del suelo.

-¡Nos vemos, Sunny! Esta vez, ¡prometo no hacer tanto ruido!

-Eso espero... -murmuró Aubrey, cruzando los brazos mientras los seguía hacia la puerta.

La puerta se cerró suavemente tras el último de sus amigos, dejando a Sunny solo en la habitación. El silencio cayó pesado, pero no era solo el vacío lo que lo agobiaba. Era el peso de estar allí, de despertar en ese lugar después de lo que había hecho.

El dolor físico en su costado palidecía en comparación con el torbellino emocional que lo consumía. Cerró los ojos, pero las imágenes volvieron, tan vívidas que era como si estuviera reviviéndolas: el auto acercándose, el claxon ensordecedor, el impacto. Había corrido sin pensar, como si pudiera escapar de lo que había visto, de lo que sabía que había hecho.

Pero no era solo el accidente lo que lo atormentaba. Era todo lo que había dejado atrás en esa línea de tiempo que ahora parecía un sueño lejano: la ausencia de Mari, los rostros marcados por la tragedia, el vacío que él mismo había creado. Y ahora, estaba aquí, enfrentando algo que nunca creyó posible: una segunda oportunidad.

La puerta se abrió de nuevo, sacándolo de sus pensamientos. Mari entró, con pasos cautelosos, como si temiera que cualquier movimiento pudiera romperlo.

-Sunny... -comenzó, su voz tan suave que apenas era audible-. ¿Cómo te sientes?

Él levantó la vista hacia ella, pero no respondió. Sus ojos estaban oscuros, cargados de emociones que ni siquiera él podía identificar.

Mari cerró la puerta detrás de ella y se acercó a la cama, sentándose en la silla que había dejado Hero. Durante un momento, no dijo nada, simplemente lo observó con una mezcla de alivio y culpa.

-Cuando te vi ahí, en la calle... pensé que te había perdido.

Sunny apartó la mirada, sintiendo que las palabras se clavaban en él como agujas.

-No puedo dejar de pensar en cómo llegaste a esto... -continuó ella, su voz temblando ligeramente-. En cómo... cómo permití que pasara.

El silencio que siguió fue insoportable, pero Sunny no tenía nada que decir. Mari se inclinó hacia adelante, su rostro cubierto por sus manos.

-Sé que te he presionado mucho, Sunny. Siempre quise que fueras fuerte, que siguieras adelante sin importar qué. Pero... nunca pensé que eso podría hacerte daño.

La sinceridad en su voz era desgarradora, y Sunny sintió un nudo formarse en su garganta. Quería decirle que no era su culpa, que todo lo que había pasado era por él, por las decisiones que había tomado. Pero las palabras se quedaban atrapadas.

Mari levantó la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas.

-Siempre pensé que si te empujaba a ser mejor, a superar tus miedos, estaba haciendo lo correcto. Pero ahora... ahora no estoy tan segura.

Sunny bajó la mirada, incapaz de enfrentar la intensidad de su expresión.

-Cuando corriste... pensé que era por mi culpa. Que te había fallado como hermana.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, pesando sobre ambos. Sunny apretó los puños, sintiendo la presión en su pecho volverse insoportable.

-Mari... -murmuró finalmente, su voz apenas un susurro.

Ella lo miró, con los ojos llenos de una mezcla de esperanza y desesperación.

-Lo siento... -continuó Sunny, aunque no estaba seguro de qué exactamente estaba disculpándose.

Mari sacudió la cabeza, una sonrisa triste en sus labios.

-No tienes que disculparte, Sunny. Solo... quiero que sepas que estoy aquí para ti. Que siempre estaré aquí, pase lo que pase.

Se inclinó hacia él, dejando una mano en su hombro. Era un gesto simple, pero cargado de significado. Sunny sintió una oleada de emociones que casi lo derrumban.

Mari se levantó lentamente, limpiando sus lágrimas con la manga.

-Descansa un poco, ¿de acuerdo? Yo estaré cerca si necesitas algo.

Le dedicó una última mirada antes de salir de la habitación, dejando a Sunny solo una vez más.

Sunny permaneció en silencio, mirando la sombra que la puerta proyectaba en la pared. La habitación estaba vacía ahora, pero su mente no lo estaba. Sentía el peso de sus palabras, la sinceridad de su culpa, y también el eco de algo mucho más oscuro.

El aire parecía enfriarse, y una voz conocida, una que no era completamente suya, comenzó a resonar en su mente.

-Siempre te han querido, Sunny.

La voz era suave, casi consoladora, pero tenía un filo cruel que lo hizo estremecer.

-Y, sin embargo, aquí estamos.

Sunny cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar la voz, pero esta continuó, persistente como una sombra.

-Todos son tan buenos contigo, ¿no es así? Pero ellos no saben lo que tú sabes. No saben lo que hiciste.

Su respiración se aceleró, sus dedos se cerraron en puños sobre la sábana.

-Puedes pretender que esto es un nuevo comienzo. Pero tú y yo sabemos la verdad.

El eco de la risa oscura llenó su mente, y Sunny sintió que algo frío y pesado se asentaba en su pecho.

Abrió los ojos, mirando fijamente el techo, su corazón latiendo con fuerza. El silencio en la habitación era opresivo, pero no lo suficiente para ahogar las palabras que seguían repitiéndose en su cabeza.

-No puedes escapar, Sunny. No de mí. No de ti mismo.

Sunny intentó ignorar la voz, pero su presencia era insoportable, como un peso invisible que lo aplastaba. Sabía que lo que había hecho, la culpa que cargaba sobre sus hombros, era algo que no podía borrar. No podía escapar del pasado, ni siquiera aquí, en este segundo intento de vida que se le había dado.

Pero, a pesar de todo, había algo dentro de él que seguía luchando. Algo que no podía rendirse por completo.

La puerta se abrió de nuevo, cortando sus pensamientos. Esta vez, nadie entró. Era solo la brisa, entrando por una ventana que se había quedado abierta.

Sunny se quedó allí, mirando el vacío, tratando de encontrar alguna respuesta, alguna forma de reconciliar lo que había hecho con lo que ahora era. La habitación estaba fría, pero no importaba. El verdadero frío estaba en su alma, y lo que más le aterraba era saber que, en el fondo, el verdadero enemigo no era el pasado, sino lo que aún residía dentro de él mismo.

QUE ONDA? Aquí strike presentándose como prometí ayer con la reescritura del cap 2...y dios vaya mejora, seguramente haya alguna errata pero entendanme, la corrección ortografía de este capítulo la tuve que hacer solito porque mis panas tuvieron que hacer otras cosas, pipipi
En fin, nos vemos en el capítulo 3
OYASUMI

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