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Capítulo 6

—No me apetece cantar. Hazlo tú, yo pediré algo de comer.

Aira examinó detenidamente el menú, reflexionando sobre cuál sería la mejor opción para ordenar. El restaurante donde se encontraban, El gato sonriente, era un refugio popular entre los estudiantes que buscaban escapar de las aulas. El murmullo constante de risas y conversaciones llenaba el ambiente, pero ella apenas lo notaba, ensimismada en sus propios pensamientos.

—Hay muchas canciones buenas, necesito escoger sabiamente —dijo Jiji con los ojos brillando al repasar el extenso catálogo del karaoke.

Aira rodó los ojos discretamente. Esa energía despreocupada que irradiaba él era a la vez frustrante y extrañamente contagiosa. Mientras ella estaba preocupada por no llamar la atención, Jiji parecía no tener problema alguno en destacar.

Antes de que pudiera decidir qué ordenar, una mesera se acercó con una sonrisa.

—Hola, chicos. ¿Ya saben qué van a pedir?

—¡Aira, elige por mí! —dijo Jiji rápidamente sin despegar la mirada del catálogo de canciones, empujándole toda la responsabilidad.

—Ah… —Frunció el ceño. Ni siquiera había elegido para sí misma, y ahora también tenía que decidir por él— Bueno, es que…

—Les recomiendo el especial del día. —La mesera señaló un combo en el menú— Además, hay una oferta especial para parejas.

El corazón de Aira dio un pequeño vuelco y el calor subió a sus mejillas. Antes de que pudiera procesarlo, Jiji, como siempre, reaccionó sin filtro.

—¿¡Pa-parejas!?

—Sí, si piden como pareja obtendrán un descuento en el combo. —La mesera notó el rubor en el rostro de Aira y se apresuró a corregirse— Oh, disculpen, debí haberme equivocado. Pensé que eran pareja.

—Lo somos. —La voz despreocupada de Jiji la sacó de su ensoñación, y antes de que pudiera protestar, él pasó un brazo alrededor de sus hombros con una naturalidad irritante.

Aira sintió cómo su cuerpo se tensaba ante el contacto.

—Oh, perfecto. Entonces ese combo será ideal para ustedes.

—Así es. Pediremos ese porque estamos muy enamorados. —Jiji acompañó sus palabras con un guiño y una sonrisa a la mesera, quien se retiró sonriendo.

Cuando estuvieron solos, Aira dejó escapar un largo suspiro.

—No esperaba que me siguieras la corriente —comentó Jiji, impresionado.

—Entendí perfectamente que querías el descuento. —Aira cruzó los brazos, aún tratando de ignorar la sensación del brazo de Jiji sobre sus hombros— Además, nuestras mochilas están en la escuela, mi monedero y tu billetera también. No traemos mucho dinero, así que era lógico elegir la opción más barata.

—Increíble, eres brillante, Aira —Jiji la miró con admiración.

Aira solo suspiró,  Enjoji se emocionaba por cosas tan insignificantes.

La mesera regresó al poco tiempo con una sonrisa, depositando dos bandejas sobre la mesa con el especial para "parejas". Una de las bandejas tenía una decoración extra: un pequeño corazón dibujado con salsa en el centro del plato.

—¡Aquí tienen! Espero que disfruten su comida. —La mesera les guiñó un ojo antes de alejarse, dejándolos solos con una atmósfera incómodamente íntima.

Aira miró fijamente el corazón de salsa, con las cejas ligeramente fruncidas.

—Así que este es el combo para parejas.

—¿Qué tiene de malo? —preguntó Jiji, tomando los palillos y empezando a comer como si nada— Es una ventaja adicional. Nos dieron decoración gratis.

—Es... ridículo. —Aira suspiró y tomó sus propios palillos, intentando ignorar el leve calor en sus mejillas mientras comenzaba a comer.

Mientras masticaba, Jiji la observó detenidamente.

—¿Qué pasa? —preguntó Aira sin mirarlo, incómoda por la intensidad de su mirada.

—Nada, solo pensaba que podríamos haber hecho esto antes. Ya sabes, salir a comer juntos, solos...

Aira dejó caer los palillos sobre la bandeja con un golpe seco y lo miró fijamente.

—Esto no es una cita, Enjoji. Solo estamos aquí porque no queríamos que nos atraparan por saltarnos clases.

—Pero nadie dijo que no podía parecer una cita —Jiji sonrió, dándole un aire juguetón a sus palabras mientras llevaba un bocado a su boca.

Aira puso los ojos en blanco y volvió a centrarse en su comida, pero no pudo evitar sentir que su corazón latía un poco más rápido de lo normal. Si ella venía a es lugar con Takakura podrían pedir el mismo combo, para parejas.

No, Aira, debes de olvidarte de esos pensamientos. Se dijo así misma mientras disfrutaba de la comida, qué para ser el combo más barato era muy delicioso. Aunque Enjoji no era su persona favorita si que estaba empezando a disfrutar de su compañía por muy rara que fuera.

—No es una cita. Jamás saldría a una cita con el uniforme de la escuela.

Aira se sorprendió de lo que ella misma había dicho. Era casi como si dijera que, si estuvieran vestidos de otra forma aquello sí que sería una cita. Pero Jiji no pareció tener nada que decir y ella estuvo agradecida por ello.

Jiji siguió comiendo en silencio por unos minutos, antes de señalar el karaoke al fondo del restaurante.

—Entonces, si no quieres cantar, ¿puedo hacerlo yo? Prometo escoger una canción épica.

—Haz lo que quieras. —Aira levantó una mano en un gesto de rendición, intentando ocultar una sonrisa mientras lo veía levantarse emocionado.

Mientras Jiji se dirigía al karaoke, con una energía casi infantil, Aira se recostó ligeramente en su silla y suspiró. Aunque lo odiara admitir, la compañía de Enjoji no estaba siendo tan desagradable como esperaba.

Y entonces, el micrófono resonó con una voz demasiado desafinada para ser real.

—¡ME GUSTAS TÚUUUU! —cantó Jiji, tan fuerte que varias mesas cercanas giraron a verlo.

Aira se cubrió la cara con las manos, deseando que la tierra se la tragara.

¿Por que precisamente esa letra?

—Por favor, alguien deténgalo... —murmuró entre dientes, mientras la mesera volvía a acercarse, tratando de contener la risa.

—¿Tu novio es siempre así de apasionado? —preguntó con tono divertido.

Aira no respondió. Solo hundió más el rostro en sus manos, rogando que la canción terminara pronto.

...

Aira se calzó los zapatos con lentitud, sintiendo cómo la poca energía que le quedaba se había desvanecido después de pasar el día al lado de Enjoji. Los murmullos de los estudiantes resonaban como un eco lejano en su mente. Las clases habían terminado y, tal como lo esperaba, nadie dijo nada cuando entró al salón para recoger su bolso. Lo tomó y se marchó en silencio, sin dirigir la mirada a nadie.

Los prejuicios de sus compañeros seguían sobre ella. Aira había sido admirada, casi idolatrada, y esa caída desde lo alto solo había intensificado las críticas. Al principio, no podía soportarlo: las miradas penetrantes y juiciosas, los susurros cargados de malicia. Pero con el tiempo, había aprendido a ignorarlos, aunque eso no significaba que dejara de doler. Especialmente las miradas de quienes alguna vez consideró como amigas.

Un suspiro escapó de sus labios mientras ajustaba la correa de su bolso y salía de la escuela.

Los pasos apresurados detrás de ella la hicieron girar la cabeza.

—¡Aira! —Jiji apareció a su lado, ajustándose la mochila con una sonrisa despreocupada— Voy a pasar por mi ropa. Te veo en tu casa.

—¡Sshhh, no lo digas tan alto! —Aira lo reprendió, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Enjoji no tenía precaución al hablar como siempre.

—¡Lo siento! —Jiji inclinó la cabeza hacia ella, bajando la voz hasta un susurro que solo ella pudo escuchar mientras mantenía la sonrisa en su rostro— Nos vemos luego, Aira.

Aira desvió la mirada mientras lo veía alejarse con paso ligero. Su corazón latía con fuerza, su nombre nunca se había escuchado tan distinto en un susurro. Sentía como si no supiera manejar la confusión que le provocaba todo lo que ocurría entre ellos.

Mientras ella intentaba calmar su mente caótica, a lo lejos, dos figuras observaban la escena desde el exterior de la escuela.

—¿Qué estamos mirando? —preguntó Vamola, ladeando la cabeza con curiosidad.

—Vamola, tú sabes algo de Jiji y Aira, ¿verdad? —respondió Momo, frunciendo el ceño.

—¿Verdad? —Vamola parpadeó, visiblemente perdida— No sé.

—Es imposible que esos dos estén saliendo. ¡Digo, Aira está obsesionada con Okarun! —Momo apretó los puños con fuerza— No podría fijarse en Jiji de la noche a la mañana. ¡Eso jamás pasaría!

—¿Y a ti te molesta que Aira salga con Jiji? —Vamola ladeó la cabeza, observando con detenimiento a Momo.

—No es que me moleste... Es solo que... —Momo se cruzó de brazos, desviando la mirada con incomodidad. No podía evitar sentirse extraña. Esa sensación era similar a la que había tenido cuando Aira intentaba coquetear con Okarun— No lo sé.

Vamola miró aún más confundida a Momo. No entendía nada de las emociones humanas. Los terrícolas eran, definitivamente, un enigma.

...

¿Qué le está pasando? pensó el hombre de mediana edad mientras el eco del reloj marcaba los segundos. Su hija, siempre tan disciplinada, ahora parecía envuelta en problemas uno tras otro.

—Me informaron que evadiste tus clases, Aira —Su voz salió más dura de lo que pretendía. Trató de suavizarla con una pregunta—: ¿Es eso cierto?

El asentimiento silencioso de Aira no lo tranquilizó.

No podía explicarle que ese día las risas y los cuchicheos en el salón fueron más fuertes que otros días, que las miradas de sus compañeros eran como dagas clavándose en su espalda. Pero, sobre todo, no podía decirle que había alguien más detrás de su falta de control emocional: Enjoji Jin.

Desde que comenzó a pasar más tiempo con él, algo dentro de ella había comenzado a cambiar, aunque no sabía exactamente qué. Estar cerca de Enjoji era agotador, pero también reconfortante de alguna manera, le ayudaba a no pensar todo el tiempo en Takakura aunque terminaba por colarse en sus pensamientos. Él la sacaba de su zona de confort con su despreocupación y esa sonrisa boba que siempre llevaba puesta. Pero esa misma facilidad para romper barreras hacía que todo fuera más difícil en su vida escolar con tanto rumor que había comenzado a surgir.

Sí, los rumores no habían tardado en aparecer. "¿Aira saliendo con Enjoji? Imposible, es demasiado para él." O cosas peores que sus compañeros decían con suficiencia, como si supieran algo que ella no sabía. Aunque no fuera verdad, aunque no hubiera nada entre ellos, la sola idea de que alguien como Enjoji se preocupara por ella parecía molestarles.

—Primero fue el incidente en la escuela, cuando te encontraron en ropa interior, y ahora esto. No lo entiendo. ¿Qué te está pasando? ¿Es por algún chico? ¿Tienes novio? —preguntó, aunque temía la respuesta. A veces sentía que su hija se estaba alejando de él, y no sabía cómo alcanzarla.

Las palabras de su padre hicieron que Aira levantara rápidamente la cabeza, con el corazón latiendo con fuerza. ¿Cómo lo sabía él? ¿Se había enterado de los rumores también?

—N-no, no es nada de eso. —Negó rápidamente, pero su mente traicionera la llevó de vuelta a los eventos de ese día. La forma en que Enjoji se acercó para decirle que iría a su casa, la sonrisa despreocupada con la que la dejó sola frente a muchos en la salida de la escuela.

¿Por qué hacía esas cosas sin importarle lo que los demás pensaran?

Su padre suspiró, cansado, y Aira sintió una punzada de culpa. No podía decirle que parte de su agotamiento era por culpa de Enjoji, por la confusión que él le causaba. Que, aunque lo encontraba molesto la mayor parte del tiempo, había momentos en los que su cercanía hacía que todo el ruido de las burlas y los prejuicios desapareciera, aunque solo fuera por un instante.

—Que no se repita, Aira. Tengo suficiente con el estrés del trabajo como para lidiar con esto también.

Aira lo observó mientras ajustaba su corbata y miraba el reloj.

—Hoy me toca una jornada nocturna.

—Te estás esforzando demasiado, papá.

Sus palabras lo hicieron detenerse por un instante. Le hubiera gustado sonreír, decirle que no se preocupara, pero no tenía fuerzas para mentirle.

—Lo sé. Pero si renuncio ahora, es probable que no consiga otro trabajo. Me hago mayor, Aira. Las empresas de hoy no quieren contratar a alguien como yo.

Cuando él salió por la puerta, Aira se quedó sola en la sala, con el eco del reloj llenando el silencio. Abrazó sus rodillas y dejó caer la cabeza sobre ellas.

Aira dejó escapar un suspiro largo, esperando que, con ese suspiro, todo el estrés acumulado durante el día se desvaneciera. Su mente, sin embargo, seguía aturdida. Consideró, por un breve instante, cancelarle a Jiji. Tal vez lo mejor sería apagar las luces, meterse en la cama y olvidarse de todo, al menos por esa noche. Pero ella era alguien de palabra, y aunque la idea de lidiar con Jiji en ese momento le parecía agotadora, sabía que no podía echarse atrás.

Media hora después de que su padre se marchara, el timbre resonó en la casa. Arrastrando los pies, Aira se dirigió a abrir la puerta. Al hacerlo, se encontró con Jiji, quien como siempre irradiaba energía, contrastando con su propia fatiga.

—¡Voy a pasar! —exclamó él con entusiasmo. Se quitó los zapatos rápidamente, entrando como si la casa fuera suya.

Aira lo guio en silencio hasta el baño, dejando que sus pensamientos vagaran mientras él seguía parloteando algo que ella apenas escuchaba.

—Déjate la ropa interior —dijo finalmente, su tono seco y sin emoción, mientras señalaba un canasto— Y pon tu ropa sucia ahí. No me gusta el desorden. Puedes comenzar mojando tu cabello, no te preocupes el agua no comenzará a salir fría, iré a tomar algo a la cocina y luego vendré enseguida.

—Entendido... —Jiji dejó de hablar de repente, notando algo en su semblante— ¿Te sientes bien, Aira?

Ella lo miró por un instante, sorprendida por la genuina preocupación en su voz. Quiso apartar la mirada, pero en lugar de eso, sus labios se curvaron en una sonrisa. No era una sonrisa cualquiera; era aquella que solía ofrecer a todo el mundo, porque ella era hermosa, antes de que su vida se viera envuelta en el caos de yokais y alienígenas.

—Sí. Lo estoy.

Pero mientras Jiji le devolvía la sonrisa y desaparecía tras la puerta del baño, Aira sintió un peso que no podía ignorar. ¿Estaba realmente bien? Esa pregunta había empezado a rondar su mente con demasiada frecuencia últimamente, estaba afrontando que sus sentimientos por Takakura no eran mutuos y de repente su corazón comenzaba a latir por Jiji llenando de confusión su mente. Y aún así, al menos con Jiji, distrayéndola con su torpeza y entusiasmo, podía enfocar sus pensamientos en él y no en tantas cosas al mismo tiempo.

Ella se apoyó contra la pared, escuchando el ruido del agua al caer y cerró los ojos. A veces, el cansancio no era solo físico.












N/A: gracias por todo el apoyo y los comentarios! No creí que el JijiAira se hiciera más conocido!

Les deseo a todos felices fiestas!

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