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Capítulo 3

Jiji se revolvió inquieto mientras miraba el reloj. Aira le había pedido que no saliera de la habitación hasta que ella lo buscara, pero cuando vio que ya eran las 6:30 a.m, empezó a desesperarse. El hambre le hacía gruñir el estómago y cada minuto se volvía más difícil de soportar.

—¿Por qué tarda tanto? —masculló, irritado. Sabía que no debía salir y arriesgarse a toparse con los padres de Aira, pero su estómago no le estaba ayudando.

Con el uniforme escolar ya puesto, se sentía fuera de lugar en la casa de Aira, especialmente después de recordar que la noche anterior, él había aparecido sin cambiarse el uniforme a la cena en casa de las Ayase. Aira, en cambio, se había presentado a la cena vestida de forma sorprendentemente atractiva y elegante, algo que no había dejado de rondarle en la cabeza.

"¿Se habrá vestido así para que Okarun la viera?" pensó Jiji, apoyando la frente contra la puerta con un suspiro. No era un secreto que Aira estaba locamente atraída por Takakura pero una parte de él quería pensar que aquello podía no ser el caso.

Jiji suspiró, incapaz de calmarse. La idea de Aira arreglándose solo para que Okarun la viera lo incomodaba. No era la primera vez que la veía hacer un esfuerzo especial por Takakura, pero nunca había sentido incomodidad por eso. Hasta ese momento.

—Esto es ridículo —murmuró, cruzándose de brazos mientras su estómago volvía a rugir.

Al final, su hambre pudo más que la preocupación. Salió de la habitación en puntillas, intentando no hacer ruido mientras caminaba por el pasillo.

Al llegar a la cocina, esperaba encontrar algo rápido para calmar su hambre. Pero en cambio, se quedó inmóvil en la entrada sorprendido al ver a Aira en el otro extremo, preparando algo.

—¿Qué haces aquí? Te dije que debías esperar en la habitación hasta que fuera por ti —murmuró ella sin mirarlo, con un tono de ligera irritación.

—¿Y qué querías que hiciera? Mi estómago está muriendo de hambre ¿esperabas que me quedara quieto para siempre? —protestó él, sin poder ocultar la incomodidad en su voz.

Ella dejó escapar un suspiro, finalmente levantando la vista hacia él. Al ver su expresión de queja, una leve sonrisa asomó en sus labios.

—Eres tan impaciente —dijo Aira con una ligera sonrisa en los labios— Ya casi estaba listo. Además, mis padres se fueron temprano, así que no te preocupes.

—¿¡Entonces por qué no fuiste a buscarme si ya se habían ido!?

—Quería aprovechar un poco de paz. No te lo tomes a mal. —Aira sirvió un par de huevos revueltos y una rebanada de pan en un plato, acompañándolos con un vaso de jugo de naranja. Colocó el desayuno en la mesa y le hizo un gesto a Jiji para que se sentara— Come, tienes diez minutos.

Jiji se sentó en silencio, y al principio comía con algo de timidez. Pero en cuanto Aira se sentó frente a él con su propio plato y empezó a desayunar como si nada, él empezó a relajarse. La incomodidad se fue disipando poco a poco, y pronto sus bocados se volvieron más naturales, como si todo fuera más sencillo desde que Aira comenzó a desayunar.

—Tus padres salieron temprano, ¿verdad? —comentó Jiji, mirando lo que le quedaba de desayuno.

—Sí, papá sale más temprano de lo que debería por el tráfico —respondió Aira sin levantar la mirada.

—¿Tu mamá también se va con él? —preguntó Jiji, curioso.

Aira se quedó en silencio un momento. Jiji sintió que quizá había tocado un tema que no debía. Pasaron unos segundos sin palabras, los suficientes para que Aira pensara cómo responder. No quería hablar de su madre, de cómo había fallecido cuando ella era pequeña. Así que decidió no decir nada.

—No. Ella trabaja lejos, por eso no viene —dijo finalmente, como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Trabaja fuera del país? —preguntó Jiji, sin saber si estaba siendo demasiado insistente.

Aira se limpió los labios con una servilleta y se tomó un segundo antes de responder, dándole un toque de ligereza a la conversación.

—Mucho más lejos —respondió, con una sonrisa que dejaba claro que no quería profundizar en el tema.

Cuando terminaron de desayunar, salieron de la casa. El instituto no quedaba tan lejos, pero de todas formas tendrían que darse prisa si querían llegar con tiempo. Mientras caminaban, Jiji no pudo evitar soltar lo que había estado pensando desde que llegó.

—Gracias por dejarme ducharme en tu casa, Aira —dijo, con tono sincero.

—De nada —respondió ella, sacando un frasco de perfume de su bolso y poniéndose un par de toques detrás de cada oreja. Jiji notó la etiqueta que decía "Miss Dior" y, aunque no lo mencionó, pensó en lo bien que se notaba que Aira cuidaba hasta los detalles más pequeños. Ella guardó el perfume, suspiró y lo miró con una sonrisa tranquila.

—Recuerda venir a mi casa después de la escuela para que te duches —le recordó. Luego, como si fuera lo más normal, añadió—: Trae ropa, así te vas directo después.

—Sí —Jiji llevó una mano firme a su frente, asintiendo.

Ambos caminaron en silencio, pero Jiji no podía dejar de pensar en Aira. Su cabello rosado estaba impecablemente peinado, y el maquillaje ligero acentuaba su rostro de una forma sutilmente encantadora. Incluso el perfume dulce y fresco que llevaba parecía envolverlo en cada paso.

De pronto, la imagen de Momo y Okarun del día anterior se le cruzó por la mente, y no pudo evitar preguntarse cómo habría afectado eso a Aira.

—¿Sigues enamorada de Okarun? —preguntó, sin pensarlo mucho.

Aira reaccionó, pero no le devolvió la mirada.

—No sé. ¿Y tú? ¿Sigues enamorado de Momo? Escuché que eres su primer amor, y por cómo la miras, cualquiera diría que aún te gusta.

—Ah... —Jiji se rascó la nuca, sintiéndose algo incómodo. Hablar de Momo nunca era fácil; ella había sido su amiga de toda la vida, y aunque siempre supo lo que ella sentía por él, nunca la trató como debió. Recordar todo eso le causaba una presión en el pecho, como si no pudiera escapar de la culpa. Por eso, le prestaba más atención de la normal, tratando de compensar su indiferencia pasada— Momo está saliendo con Okarun. Bueno, o al menos, lo estarán muy pronto.

—¿Pero aún te gusta? No te juzgaré. De hecho, si te sigue gustando Momo, podríamos hacer un trato: ayudarme a separarlos y yo me quedo con Takakura-sama.

—Aira... —Jiji la miró, sorprendido por su propuesta— ¿De verdad serías capaz de hacerle eso a una amiga?

Por primera vez desde que salieron de la casa, Aira lo miró directamente. Jiji vio algo en sus ojos oscuros y en la tensión de sus labios que no pudo interpretar. Había algo extraño, como si hubiera más detrás de sus palabras que lo que ella estaba dejando ver.

—¿Y tú qué piensas, Enjoji? ¿Crees que soy capaz de hacerlo? —su tono era suave, pero había algo desafiante en él.

Aira miró al suelo, sin decir nada. La verdad es que sí le gustaba Takakura. Tal vez más de lo que quería admitir. Los celos la consumían, y aunque una parte de ella deseaba interferir entre Momo y él, no se veía capaz de hacer algo tan directo. Sin embargo, el problema era que todos la veían como alguien en quien no se podía confiar por completo. A fin de cuentas, ella era la chica que había inventado los rumores sobre Ayase Momo, y esa mancha no desaparecería tan fácil.

—No creo que lo hagas —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Jiji la miró, serio. Cuando sus ojos se encontraron, algo en la intensidad de su mirada la hizo sentirse vulnerable, como si estuviera viendo algo que no quería ver.

—¿De verdad? —preguntó Aira, sorprendida.

—Sí. No te imagino haciendo algo así —Jiji sonrió, tratando de transmitir calma. Sus palabras eran suaves, pero firmes— Eres una chica linda, valiente, y a tu manera te preocupas por los demás. Sé que, aunque te cueste llevarte con Momo, nunca harías algo tan bajo. Esa no eres tú, Aira. No eres esa clase de persona.

El corazón de Aira se aceleró, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella se resistía a dejarse llevar por esos sentimientos. Necesitaba distanciarse antes de que eso se volviera más fuerte

—Vámonos, llegaremos tarde —dijo con un tono apresurado, casi trotando para alejarse de Jiji y de la tensión que había entre ellos.

—¡E-Espera, Aira!

...

Durante el receso, Jiji no podía dejar de pensar en cómo había reaccionado con Aira esa mañana. Cuanto más lo recordaba, más le subía el calor a la cara.

—¡Agh! ¡Qué vergüenza! Ahora seguro piensa que soy un bicho raro... —se quejaba, cubriéndose la cara con las manos y rodando de un lado a otro en el suelo de la azotea.

A su lado, Kinta lo observaba con una expresión entre confundida y curiosa, como si intentara resolver un acertijo. Vamora por su parte, no paraba de reírse con las ocurrencias de Enjoji.

—¿De qué hablas, Jiji? —preguntó Kinta, arqueando una ceja.

—¡Jiji, quiero rodar también! —exclamó Vamora, tirándose al suelo e intentando imitarlo.

Antes de que pudiera comenzar, Jiji la detuvo con las manos en los hombros.

—No, Vamora, vas a ensuciarte. Déjame revolcarme solo esta vez.

Vamora soltó una risita y se acomodó cerca para observarlo, sin perder detalle de sus exagerados gestos.

—En serio ¿Qué pasó? —insistió Kinta, mirando a Jiji con más interés.

Jiji suspiró, mirando al cielo, tratando de explicarse sin entrar en demasiados detalles.

—Le dije algo a Aira... algo que creo que sonó raro. Pensé que estaba siendo cool, pero ahora siento que... —se interrumpió, otra vez sintiendo la vergüenza quemarle la cara. Kinta, al escuchar las quejas de Jiji, frunció el ceño y pareció molesto, como si le hubieran quitado algo importante.

—¿Te gusta Shiratori? —preguntó Kinta con una sonrisa de superioridad.

Jiji se sonrojó y negó con fuerza, haciendo una mueca exagerada.

—¡No! No me gusta, es solo que...

—¡No finjas! ¡Quieres quitarme a una de mis chicas del harem! —exclamó Kinta, levantando una ceja. —Ayase, Shiratori, Sawaki y mi dulce Vamora... no dejaré que me opaques. Yo seré un héroe mejor que tú y...

Kinta se detuvo, notando que tanto Jiji como Vamora lo miraban con una expresión entre confundida y casi con desprecio.

—Deberías dejar tus fantasías a un lado —dijo Jiji con seriedad, lanzándole una mirada de horror que lastimó el ego de Kinta— Te tomaríamos más en serio si hablaras en serio.

Kinta se levantó de golpe, claramente molesto, y comenzó a caminar hacia la salida de la azotea.

—Me voy por hoy —murmuró, sin mirar atrás— Pero no creas que me voy a dejar vencer por ti y por Takakura.

Se fue sin que nadie pudiera decir una palabra, dejándolos más confundidos que antes. A veces, Jiji no entendía qué pasaba por la cabeza de ese chico, no es como si el fuer el mas normal de todos, pero al menos si que era mas normal que Kinta.

—Tú puedes, Jiji —dijo Vamora, poniéndose de pie con más rapidez de la que Jiji hubiera imaginado. Ya hablaba el idioma bastante bien y podía formular frases con facilidad— Aira es una buena chica.

Jiji la miró, aún incómodo con sus propios pensamientos.

—No es algo como eso, Vamora, de verdad no me gusta Aira —respondió, aunque al ver los ojos llenos de sinceridad y apoyo de la alienígena, se preguntó si, como extraterrestre, Vamora podría ver algo más allá de lo que su propio corazón ocultaba.

Vamora le sonrió con dulzura, sentándose junto a él y mirando las nubes en el cielo.

—Te entiendo. A veces no es fácil saber cómo actuar. Pero no te preocupes, Aira no pensará que eres raro. Ella es más comprensiva de lo que crees.

Jiji la miró en silencio, sorprendido por lo tranquila que era Vamora. Ella aunque no hablaba mucho, cuando lo hacia, hablaba con tanta certeza, como si tuviera el poder de ver más allá de las palabras y los gestos torpes. Tal vez, solo tal vez, su forma de ver el mundo tenía algo de razón.

—¿De verdad crees que no piensa eso de mí? —preguntó, todavía dudoso.

Vamora asintió sin dudar.

—Sí, porque cuando alguien es sincero, aunque a veces suene raro, no significa que sea malo. Todos somos raros, de alguna manera.

Jiji se quedó pensativo, sintiendo un ligero alivio al escuchar sus palabras. Quizás no todo estaba perdido, tal vez lo que había dicho no había sido tan terrible. Y aunque no tenía todas las respuestas, al menos no estaba solo en sus dudas.

—Gracias, Vamora —dijo finalmente, sonriendo, sintiendo cómo la tensión en su pecho comenzaba a relajarse.

Vamora, con su típica energía, le dio un pequeña palmada en el brazo. Un gesto que había aprendido de el.

—¡Siempre estaré aquí para ti, Jiji! Pero ahora, ¿me dejas rodar por el suelo como tú?

Jiji soltó una risa nerviosa y apartó un poco para darle espacio.

—Está bien, pero prométeme que no te ensuciarás demasiado.

Vamora hizo un gesto gracioso y se tiró al suelo, dando vueltas como una niña pequeña mientras Jiji la observaba, por fin relajado. Tal vez no tenía todas las respuestas, pero por ahora, eso era suficiente.

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