1. Pasado y presente.
Luan
Ojos acaramelados, como dulce de miel.
Cejas pobladas color negro.
Pestañas azabaches, con un tamaño promedio.
Atractivo, sin lugar a dudas.
Pero para mí, era un reverendo imbécil.
Siempre queriendo presumir sus calificaciones, preguntando tanto a alumnos como a profesores, ¡ja! Lo hacía sólo para molestar. E intentó hacerlo conmigo, pero Luan Lether no se iba a callar.
— ¿Por qué se le llama lengua materna y no lengua paterna? —le preguntó a uno de mis compañeros de grupo llamado Tom alzando las cejas, quien se quedó estático.
—Creo que no tiene que ver mucho con el tema —contestó Tom, el impertinente inquisidor soltó una risita socarrona. Hijo de puta.
— ¿Por qué preguntas si es algo que tú deberías saber siendo el director de grupo? —fue mi turno de hablar. Caminé hacia su mesa, poniendo mis manos en ella y mirándolo frente a frente— Que yo sepa, las preguntas evaluativas vienen de parte del docente, no de los estudiantes. Pero si tu capacidad de investigación no es lo suficientemente buena como para buscar la etimología no importa, lo digo yo. Se le llama lengua materna pues en la crianza de los niños suele haber un lazo más fuerte con la madre, y es de quien aprenden muchas cosas, incluyendo la lengua con la que se desenvuelven por el resto de su vida. ¿Contento con la respuesta, señor Doubell?
—Completamente, señorita Lether.
Caleb
Cabello dorado cual oro egipcio.
Orbes color verde espeso, como un bosque húmedo.
Labios salmones, delgados y finos, delicados.
Preciosa, como perla extraña.
Pero un potencial dolor de culo.
Competitiva, siempre queriendo ser la mejor en todo, dando largas respuestas que se convertían en aburridos sermones que sólo expresaban lo que investigaba para hacerte la vida imposible. Pero Caleb Doubell también tenía ingeniosas respuestas.
—... Es por eso que, según mi perspectiva, arte son pinturas, dibujos y esculturas, nada más —expresó cruzando los brazos, luego de poner un mechón de pelo tras su oreja.
—Difiero. El arte en general es una forma de expresión, según varias fuentes que le han creado un concepto, es decir, todo lo que hace un individuo que identifica sus sentimientos, tus ejemplos quedan claros, pintura, dibujo, escultura, pero déjame agregar a la lista la danza, el teatro, la música y la escritura —debatí—. Pues de cierta perspectiva, son medios que se usan para demostrar cómo te sientes, ¿no es así? ¿No te has sentido identificada alguna vez con una canción triste? ¿O bailado de felicidad? ¿Un poema que te de un sentimiento largo de incertidumbre? Son maneras de comunicar la forma en la que te sientes, maneras artísticas, hechas para el disfrute, ¿no es así, señorita Lether?
—Podría ser, señor Doubell.
-
Caleb y Luan habían estado siempre a la delantera académicamente. Haciendo trabajos extras para subir su índice, entrando a clubs, talleres y conversatorios también.
Siempre para sobrepasar al otro, aunque nunca lograron hacerlo.
De alguna manera u otra, ambos se habían graduado de la preparatoria con un mismo índice, 10.
Y fue en un pequeño reencuentro escolar, siete años luego de ser egresados, cuando se vieron nuevamente.
—Señorita Lether, siempre un placer verla —saludó Caleb, Luan rió levantándose para darle un corto abrazo—. ¿Cómo estás? ¿Cómo está todo?
—Muy bien, gracias. ¿Tú qué tal? —el pelinegro se había sentado a un lado de ella, en la mesa que compartían con otros ex compañeros.
—Excelente. Felicitaciones por tu reciente graduación en medicina, ¿harás pronto un posgrado?
—Estoy durante mi año de pasantías, así que pienso hacerlo en unos cuantos meses —contestó ella, Caleb asintió—. Felicidades a usted, don Licenciado en Arquitectura.
—Bien recibidas su buenaventuras, Licenciada en Medicina General —ambos rieron ante la formalidad.
Y es que el tratarse siempre con los términos más elegantes había sido su forma de comunicarse, siempre intentando demostrar superioridad.
Después de varias copas de vino blanco, la conversación se había vuelto animada, pues estaban recordando su adolescencia, y la gran cantidad de discusiones y debates que ambos compartieron, tocando temas en los que diferían y siempre buscaban los mejores argumentos.
—Cuéntame, Luan, ¿no tienes hijos o alguna relación amorosa entablada? ¿Alguien por fin es capaz de soportarte? —inquirió Caleb juguetonamente, Luan rió ante las preguntas.
—Mucho trabajo para mí cuidar de niños, mucho tengo con Axenneth viviendo en mi casa, es como un bebé que hay que cuidar —mencionó, y es que para Luan, Axenneth siempre había sido alguien que merecía su amor y atención, más ahora con lo que estaba ocurriéndole—. Y con respecto a relaciones amorosas, no hay nada aún. En tu caso, ¿hay alguien capaz de tragarse tu carácter y tus sonrisas socarronas? ¿O tienes pequeños niños que sacaron la herencia de su padre?
—No, aún no he conocido a nadie con ganas de vivir deleitándose con mis sonrisas sin igual. Mucho menos engendros de mí, el mundo no está listo para ver mi descendencia.
Horas y horas pasaron, con ambos envueltos en conversaciones que indagaban en su vida, desde cuánto habían cambiado las cosas desde hace casi una década, hasta la nostalgia al ver a nuevas personas se egresadas de la misma institución que los formó.
—Mi prima se graduó el año pasado, y al ver a los mismos profesores que me instruyeron se me escaparon sonrisas involuntarias. Fue bonito saber que aún recuerdan los años en los que vagué por los pasillos —comentó Luan, ya varias personas habían empezado a irse, y en el recinto quedaba muy poca gente.
—Me pasó lo mismo hace unos meses cuando mi hermano se graduó, los docentes que más exigían de mí seguían presentes, fue genial el oír que siempre piensan en los alumnos de esa generación.
—Fuimos inolvidables, eh —aportó la rubia levantando su copa, el castaño asintió haciendo los cristales chocar. Luego dieron un sorbo, brindando por aquella época que consideraban dorada.
La reunión había acabado, sin embargo el par de estudiantes de notas impecables quería seguir charlando, por lo que decidieron irse al departamento de Cal, conversando en el auto sobre temas triviales.
—Voy a llamar a mi mamá para avisarle que llegaré más tarde —anunció Luan sacando su teléfono celular de la cartera negra que hacía juego con el vestido del mismo color. Su madre no contestó, por lo que decidió llamar a Axenneth, quien respondió con la voz gangosa.
— ¿Lu? Es casi medianoche, ¿por qué no has llegado? —preguntó, con su voz blanca típica de adolescente común.
—Voy a casa de un amigo, ¿pasó algo? ¿Necesitas que vaya? ¿Estuviste llorando, Axie?
—No, no pasa nada. Bien, avisa cuando llegues, ¿sí?
—Vale, llámame cualquier cosa, Ax —con ello, la llamada terminó.
—No tienes hijos, pero eres una mamá gallina con Axenneth, eh —se burló Cal, Luan le dio una sonrisa de labios cerrados, demostrando la molestia de ese comentario—. Oh, lo siento, Lu. No fue mi intención molestarte, no es mi problema cómo tratas a tus familiares, me disculpo.
—No es nada —Luan encogió los hombros, y luego le sonrió con sinceridad—, es sólo que últimamente estoy muy al pendiente de Ax pues ha tenido una situación escolar y familiar difícil, por eso vive en mi casa. Cómo sea, ¿tienes mascotas?
—Un gato, se llame Leen.
—Bonito nombre.
— ¿Tanto como yo? —Cal guiñó un ojo, Luan negó con la cabeza divertida— Hey, eso es ofensivo.
—Uy, perdón por herir tu ego.
Al llegar al departamento de Cal las charlas siguieron, esta vez comentando cosas sin sentido, y riéndose de los rumores que hace varios años tuvieron un fuerte impacto en su vida, pero que ahora simplemente eran objeto de burla.
—Hubo personas que decían que me gustabas —Luan rió, ambos estaban sentados en el sillón carmesí del castaño.
—A mí sí me gustabas —soltó Cal, Luan abrió los ojos de par en par—, por lo menos por un tiempo. Luego me caíste mal.
—A mí también me llegaste a gustar. Pero luego quería acariciarte el cuello con un cúter.
—Querías algo conmigo, ¿eh? —Luan sonrió ante la broma.
—Claro que sí, el chico bonito, alto, delgado, de cabellos lacios y negros como el carbón, de ojos desafiantes, eras un espectáculo para la vista y una tortura para los oídos.
—Sólo quería ser el mejor, y una esbelta rubia de ojos boscosos y decididos, destacante tanto en modelaje como en el colegio se interpuso en mi camino.
—No iba a destronar a la reina aunque quisiera, señor Doubell —Luan guiñó un ojo.
—Pero logré compartir el trono, señorita Lether.
Se inmiscuyeron tanto en recuerdos y temas actuales, que las horas pasaron fluidamente, y no le dieron importancia al hecho de que la bebida se acabó, simplemente conversaron como nunca lo habían hecho.
— ¿Qué hora es? —La pregunta desinteresada de Cal hizo que Luan revisara su celular, su rostro mostró tanta sorpresa que logró que el chico le preguntara— Dios, ¿es tan tarde como para que pongas esa cara?
—Son las cuatro de la mañana, Doubell.
—Uy... Es muy tarde para manejar, ¿y si te quedas a dormir? Prometo llevarte por la mañana hasta tu casa, Lether.
—Debo estar en la clínica a las ocho, Caleb.
—Te llevo a tu casa a las siete entonces. Y te preparo el desayuno para que no te quejes, Lu.
—Si no te despiertas te quemo la casa, mocoso.
Cal le dejó la habitación para invitados a Luan. Luego de que ambos descansaran cómodamente, se encontraban nuevamente en el auto, pero esta vez de camino a casa de la rubia.
—De verdad fue una noche magnífica, Cal. Fue lindo recordar contigo y decir cosas que no se dijeron antes.
—Fue bonito, claro que sí. Tu madre creerá que tu novio es un irresponsable que trae a su niña al día siguiente —habló Cal estacionándose, Luan rió. Había estado riendo mucho desde que volvió a ver a Caleb.
—Mi madre sabe que no tengo novio —Lu sonrió bajándose del auto, dejando al castaño estupefacto. No fue hasta que ella dio la vuelta y se paró del lado de la ventana del conductor que Cal volvió en sí—, aún —dicho esto, plantó un beso en su mejilla y se fue, adentrándose a la casa color hueso.
Pero para ella no pasó desapercibido el corto sonrojo de Caleb. Y para él no pasó desapercibido el brinquito de emoción de Luan.
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