[4] Muzan Kibutsuji
Maldita sea la época.
Maldito sea el lugar.
Malditas sean las circunstancias.
Nezuko maldecía una y otra vez todo aquello que le impedía mirar hacia adelante, que le impedía soñar y que le impedía aferrarse al futuro. Maldecía a Muzan por haberse metido en su vida y quitarle lo que más amaba en el mundo: su familia.
Porque si no fuera por él y su mundano deseo de alcanzar la luz del sol, mamá estaría viva, sus hermanos estarían vivos y su hermano no tendría que cargar con el peso de una mano muerta y su ojo inservible; ella nunca hubiera tenido la desdicha de convertirse en un demonio y por lo tanto, no habría conocido a Giyuu y Yuki seguiría siendo feliz a lado de su familia biológica.
Sin embargo, tampoco tendría todo lo que en este momento tenía. No habría tenido la oportunidad de conocer a Inosuke y Zenitsu, dos de las personas más maravillosas que le enseñaron el valor de la amistad; Urukodaki jamás se habría convertido en un padre para ellos; Tanjiro no se habría comprometido nunca con Kanao, ni ella misma estaría tan enamorada de Giyuu.
En ese momento, Nezuko se dio cuenta de lo egoísta que estaba pensando.
No valía de nada lamentarse por algo que ya había pasado y, ninguno de sus seres queridos debía pagar por los hechos pasados. Era por eso que se sentía tan frustrada consigo misma y con la situación; porque Tanjiro no tenía la necesidad de posponer su compromiso por causa de ella y, sin embargo, lo hizo.
Lo que menos deseaba, era retrasar la vida de los demás. Especialmente la de su hermano.
«Todo es tu culpa, ¿ya te diste cuenta?»
—No —le respondió a la voz en su cabeza, perteneciente al demonio mayor—. No es mi culpa, no es-
«Eres la culpable de todo. Si no existieras, todos serían más felices...»
—Cállate... —Se abrazó a sí misma, apoyándose contra la pared de su dormitorio—. No es verdad. No creeré en tus palabras.
«Ven conmigo. Soy tu única salvación...»
—¡Cállate! —gritó tan fuerte como sus cuerdas vocales se lo permitieron—. ¡No quiero escucharte! Vete... ¡Sal de mi cabeza!
Hubo silencio durante los próximos minutos y su pequeño cuerpo tembló. Nezuko no sabía si en este momento prefería que el demonio hablara o hiciera silencio, ya que cuando sucedía lo último, siempre la aterrorizaba con su profunda voz llena de odio después de que decidía hablarle autoritariamente.
Hoy fue diferente. Muzan se encontraba frente a ella, con aquellos ojos escarlata ardiendo en ira.
—¿Cómo te atreves a levantarme la voz?
La gravedad de su voz le dijo que corriera, que huyera, que se escondiera en cualquier lugar, lejos de ese tipo; pero poco podía hacer, ya que Muzan la seguiría y la encontraría hasta el fin del mundo. Él era parte de ella, después de todo.
—Yo, yo... L-lo siento.
No lo sentía. Solo que le aterraba la idea de estar a solas con él, que la mirara tan fijamente y ella se encontrara petrificada ante la acción, con la vista clavada en el suelo; Tanjiro se encontraba fuera, pescando en el río con Inosuke y Zenitsu; y Giyuu se había quedado al cuidado de Yuki en la Finca Mariposa. No había nadie cerca, por lo que gritar por auxilio no serviría de nada.
De igual forma, estaba segura de que nadie más era capaz de ver a Muzan. Esa escoria formaba parte de sus pensamientos subconscientes.
—Puedo escuchar lo que piensas, querida... —Se acercó lentamente hacia donde ella estaba—. Da igual si gritas o pides ayuda, nadie te creerá. Todos pensarán que tus instintos demoníacos al fin despertaron. Y eventualmente, cuando caigas en la locura, lo harán... Entonces, cuando hayas saciado tu hambre con la carne humana, vendrás hacia mí.
—No.
—Dime... —Él la ignoró y en cambio, la acorraló en la pared con ambas manos al costado de su cabeza—. ¿No sé te antoja ni un poco? ¿No sientes curiosidad por saber qué sabor tiene la carne de tu hermano?
—No.
—¿No anhelas la sangre de Tomioka en tus colmillos?
—N-no.
Titubeó con la voz temblorosa. Con ese demonio cerca de ella, su cabeza daba vueltas y podía apreciar un rastro de bruma que la confundía y la hacía enloquecer silenciosamente. Porque no deseaba hacer nada de lo que dijo, sin embargo, el extraño cosquilleo en sus muñecas le indicaban una sed indescriptible. Por primera vez desde que se convirtió en demonio, tenía hambre.
Ella no se atrevería a hacerle daño a Giyuu. Ni a su hermano. Ni a nadie.
—No niegues lo que eres —musitó el hombre, aspirando el olor de su cabello—, a dónde perteneces.
Nezuko cerró los ojos con fuerza, esperando que por algún milagro de los dioses, Muzan se desvaneciera y todo quedara como una horrible pesadilla. No iba a ser así, empero, deseaba que el martirio terminara ya.
—Eres mía.
Esa fue la gota que derramó el vaso. El silencio se apoderó del lugar, dejando como único sonido, la respiración entrecortada de la fémina; Muzan simplemente sonreía, lamiéndose los labios y dejando expuestos sus afilados colmillos, como si estuviera listo para morder la suave carne en ella y chupar toda su sangre. Era repugnante siquiera pensar eso.
Por ello, cuando abrió los ojos y enfocó su vista en él, todo lo que pudo ver fue rojo. La ira en su interior crecía exponencialmente a medida que ocupaba el mismo espacio y respiraba el mismo aire que ese ser despreciable. Quería tomarlo del cuello y desgarrar con sus uñas su piel, hasta llegar a la yugular y romperla de un rasguño. Aunque sabía que con eso no podría detenerlo, Nezuko deseaba tanto hacerle daño con sus propias manos.
Si tan solo—
¿Qué?
No tenía idea. Kibutsuji le dijo que podía escuchar sus pensamientos, por lo que no sabía qué pensar. En este momento quizás ya se había dado cuenta de su odio; la maldita sonrisa en él se agrandó después de eso. Lo estaba disfrutando.
—Desgraciado.
—Ten cuidado de cómo me hablas, Nezuko —advirtió él con firmeza—. Sigo siendo tu amo, tu señor... tuyo.
—Déjame en paz.
—¿Y dejar que vivas felizmente con aquel imbécil? —exclamó más alto—. Yo lo sé todo. Tu maldito amor por Tomioka me cabrea. Eres mía, ¿entendiste?
Si Nezuko hubiera estado consciente de las palabras del mayor, las habría negado rotundamente. Porque al exterior podía decir que no era amor lo que sentía por Giyuu, que no se había enamorado de él; pero en el interior sabría que estaba mintiendo. Ella estaba profundamente enamorada del pilar.
Empero, ese amor no era suficiente para aceptar la idea de afirmarlo. Giyuu era un humano, después de todo. Él tenía todo el derecho de construir su futuro con una mujer humana, no con un demonio que tal vez nunca volvería a la normalidad. Además, estaba segura de que tampoco la veía de la misma forma que ella lo veía a él. ¿Quién se fijaría en ella estando en esa condición?
—Ven conmigo. Gobernemos juntos.
Solo alguien de su misma clase.
Sus manos temblorosas se movieron inconscientemente hasta tomar la tela de su pulcro saco negro, apretándolo entre jadeos; Muzan hizo una nueva, no muy contento con la acción de la joven, no obstante, no hizo nada por alejarla de él. Al contrario, la tomó de la barbilla con sus dedos pulgar e índice y le obligó a mirarlo, mientras lentamente se acercaba a sus tiernos y atrayentes labios. Sus ojos carmesí ardían en deseo: un deseo inconmensurable de tomar su cuerpo y hacerla su posesión de una vez por todas; adueñarse de ella y así cumplir su más grande objetivo a lo largo de los siglos al conquistar el sol.
Estaba tan cerca. Un solo sello de sus labios y podría—
Un golpe en la puerta se escuchó. Seguido de ese, otro. Y otro.
Y Muzan ya no se encontraba ahí.
—¡Nezuko, estamos en casa!
—¡Nezuko-chan, ¿me extrañaste?!
—¡Cierra la boca, Monjiro! Nezuko no-
Voces se escuchaban a lo lejos, pero no podía apreciar de quién se trataba. Lo más seguro era que su hermano había llegado, pero era indistinguible debido al mareo que Muzan le había dejado. Ni siquiera se había dado cuenta de que su rostro estaba empapado en un sudor caliente que la estaba dejando cada vez más hambrienta y con ganas de destrozar algo, lo que fuera.
¿De verdad estaba considerando la idea de ese demonio?
Sus dedos picaban.
Era cierto que todos estarían mejor si ella no existiera. Si tan solo no pusiera en riesgo sus vidas cada día que pasaba; también era cierto que no había pasado nada ni había perdido el control en todos estos años, empero no podía esperar lo peor. Con Kibutsuji merodeando sobre su nuca, se sentía más insegura que nunca.
Sus pupilas se alargaron.
¿Y si solo abandonaba todo? Quizá sería lo mejor para ellos, lo mejor para ella. Si se iba lejos de sus vidas y nunca más volvían a saber de ella, sería más fácil; el instinto demoníaco aún persistiría, así como la sugestión que Muzan se empeñaba en meter en su cerebro. Sin embargo, su querido hermano estaría a salvó, Giyuu y todos sus seres queridos también.
Su boca comenzó a salivar.
—Nezuko, ¿dónde estás? Nosotros... Nezuko.
Ella juraba que no le haría daño a nadie. Tanjiro se esforzó por demostrarlo. Todos confiaban en ella y su increíble autocontrol.
¿Por qué de pronto sucedía esto?
El vínculo inquebrantable se vino abajo en un segundo. Nezuko no quería, no deseaba hacerle daño a la gente y sin embargo ahí estaba; frente a un atónito Tanjiro que no podía creer lo que veía. Su pequeña y querida hermana de pie, encorvada y con las manos en puños para esconder sus largas uñas, cuyo filo rasgaba la piel de sus palmas; pronto, la sangre brotó de su carne y goteó lentamente, manchando el piso de madera. Pero no importaba, su piel se regeneran en cuestión de segundos.
—¡Inosuke, Zenitsu! —gritó aterrorizado, sin moverse de su lugar.
El dúo llegó tan rápido como pudo. Cuando la vieron, se quedaron estupefactos por un instante.
Esa no era Nezuko. Aquella mujer con la apariencia que no habían visto desde la misión en el Distrito Rojo definitivamente no era ella.
—Nezuko-chan... —Zenitsu se alejó lentamente del umbral de la puerta.
La menor de los Kamado habría llorado en ese instante, si no estuviera poseída por el instinto asesino que Muzan le transmitía desde su interior. Porque dolía en demasía el miedo e incredulidad que le mostraban; le rompía el corazón ver cómo el hogar que tanto se había esmerado en construir, se viniera abajo por su propia culpa. Todo lo que podía ver, eran tres siluetas borrosas que prontamente se movieron sigilosamente, como si se mantuvieran a la espera de un ataque suyo.
—La nichirinto. ¿dónde dejaste la nichirinto? —Escuchó una voz grave.
—¡¿Estás loco?! No usaremos las espadas-
—¡Cálmense, o la vamos a alterar!
Las voces se volvían cada vez más difusas, pero el sentimiento seguía tan latente como al principio. Su propia voz se había ido de repente y estaba segura de que si intentaba gritar, de su boca solamente saldría un gruñido que los alertaría aún más.
Lo único que quería era que se detuviera. Su cabeza dolía, su pecho dolía.
«Mátalos... Mátalos... Mátalos...»
La voz de Muzan —ahora en su cabeza— apareció de nuevo para terminar de martirizarla. Se jaló los cabellos con desesperación y emitió un chillido que probablemente les erizó la piel; las sombras ya no estaban a su vista, pero ahora sentía sus brazos ser sostenidos con fuerza mientras ella intentaba zafarse del agarre.
¿Había alguna posibilidad de recuperar lo que quedaba de su cordura?
—Nezuko, por favor reacciona.
Esa voz.
¿Por qué esa voz sonaba tan clara como el agua?
«Mátalo... ¡Mátalo!»
—Si a ti te pasa algo, me muero.
Pese a que fue un susurro, aquella voz pudo superponerse ante la tortuosa de Muzan. Pero no había sido únicamente eso lo que logró ponerla en un estado de trance; fueron los cálidos brazos alrededor de su cuerpo, que la abrazaban temblorosamente contra su pecho; fue el sonido de los latidos de su corazón; fue un sentimiento desconocido que le decía que todo estaría bien. Que él estaría ahí para ella. Siempre lo estaría.
—Te amo tanto, Nezuko. No soportaría perderte, por favor, déjame verte una vez más.
¿Giyuu?
No supo cuándo dejó de moverse. No supo cuándo dejó de luchar. No supo cuándo perdió la fuerza y la energía para levantar la mirada del suelo y enfrentar la realidad... No necesitaba saber nada, al menos en este momento.
Lo único que necesitaba, era seguir recibiendo el cariño de aquella persona que parecía aferrarse a ella con su vida.
No supo cuándo el panorama se oscureció tanto que terminó en un lúgubre negro, pero no cayó al suelo, como esperaba. Y realmente no importaba.
Los brazos de Giyuu siempre estarían sosteniéndola, aún si perdía el conocimiento.
Aún si perdía el control.
Notas:
1.- Tardé más de lo esperado. Pero esta temporada estoy a full con la inspiración, así que trataré de escribir lo que resta de la historia mientras tenga esta inspiración.
2.- Este capítulo y el siguiente son el único drama intenso que pondré. Los capítulos restantes serán el clímax y desenlace fluffy que prometí (?)
¡Gracias por leer!
Siguiente capítulo: Cómo destruir a un ángel.
Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge
Posibilidad 2019 © Sultiko
—Febrero 26, 2021—
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