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[3] Una nueva familia

—Nezuko. 

Impotente. Iracunda. Se sentía una completa basura por ser de una especie que había causado tanto daño a la humanidad; pese a que ella jamás hubiera dañado directamente a los humanos e incluso los hubiera protegido, no dejaba de sentir esa rabia que la consumía lentamente por llevar la sangre podrida de Muzan.

—Nezuko.

¿Qué podía hacer para terminar con su calvario? La voz de Muzan seguía ahí, tan presente como cuando lo vio por primera vez, justo antes de que asesinara a su familia sin piedad alguna. Y le calaba hasta la médula, como el más frío de los inviernos.

—Nezuko.

Quería gritar, correr, huir de todo de una vez. Estaba comenzando a creer que eso era una pérdida de tiempo... Jamás iba a volver a ser humana. Jamás iba a volver a ser feliz. Quería—

—Por favor.

Y de repente, calma.

Esa voz.

La paz inundó sus malos pensamientos después de escuchar aquella voz masculina. Sonaba tan suave, pero a la vez, tan profunda que, de una u otra forma la hizo sentirse protegida de todo; sin embargo, también parecía preocupada por algo, pero, ¿qué?

—Despierta.

Y así fue.

Despertó de golpe, como si alguien hubiera recitado las palabras mágicas para ayudarla a salir de sus pesadillas; lentamente volvió a la realidad, dándose cuenta de que su cara estaba bañada en un sudor frío y su respiración era errática. Empero, su sorpresa se hizo presente al sentir el tacto de una mano ajena sobre la suya.

—Despertaste, Kamado-san.

Estaba apretando con fuerza la mano de Giyuu Tomioka.

Miró desconcertada al pilar de agua, que parecía llevar un tiempo sentado a un lado de su cama; giró su vista en todas direcciones, esperando encontrar a alguien más en la solitaria habitación, sin éxito alguno.

Por su parte, Giyuu parecía incómodo, como si quisiera preguntarle algo.

—Gra-gracias.

El hombre agrandó los ojos sin comprender el porqué de su agradecimiento; Nezuko agachó la mirada, centrando su atención en la mano que aún sostenía la del pilar. Por alguna razón, estaba segura de que la voz que la llamaba entre sueños, le pertenecía a él. Aunque juraba que anteriormente había sonado mucho más suave... Con más cariño.

—Tu voz me ayudó a despertar —añadió con una sonrisa—. Te agradezco por eso.

Notó cómo la mano del hombre se tensó después de haber dicho aquello, por lo que no pudo evitar fruncir el ceño con desdén.

—¿Escuchaste... Lo que te dije?

—Si —respondió dudosamente—. Me dijiste que despertara, ¿no es así?

Al instante siguiente lo sintió relajarse súbitamente; incluso lo observó soltar un corto suspiro, como si estuviera aliviado de algo.

No le tomó demasiada importancia, puesto que inmediatamente el calor ascendió a sus mejillas, coloreando sus pómulos de un leve tono rosáceo. No tenía idea del porqué, o para qué, pero no había querido soltar la mano ajena hasta que él hizo el ademán de separarla; y cuando lo hizo, se sintió una brisa helada que le enfrió la extremidad, haciéndola añorar el contacto que le transmitió una calidez indescriptible.

—Iré a dar aviso a Tanjiro.

Cuando él se levantó de su lugar, entró en Nezuko un vacío inexplicable. Pero sobre todo, el miedo de quedarse en soledad, le recorrió la médula; era una sensación atemorizante que, presentía, se instalaría en su ser eternamente, solamente para recordarle la vileza de ser un demonio que no tenía derecho a la felicidad.

Antes de que el pilar se alejara más, lo tomó del brazo y lo jaló hacia ella, haciendo que accidentalmente éste tropezara con sus propios pies y cayera al suelo con un sonoro golpe; Nezuko chilló aterrorizada de que se hubiera golpeado la cabeza con el borde de la cama, por lo que se levantó inmediatamente con el propósito de auxiliarlo.

—¡Perdón! —Hizo rápidas reverencias antes de ayudarlo a levantarse—. ¿Te encuentras bien?

—No te preocupes, estoy...

No pudo terminar la frase, ya que al hacer contacto visual con la chica, todas las palabras que tenía pensado decir se esfumaron por completo, dando paso a un silencio que a ambos les pareció eterno. Sin embargo, Giyuu era el más afectado.

No podía evitarlo. Ver sus ojos rosas sin sentir emociones inexplicables, era a diario un reto para él. Desde hacía algún tiempo, la demonio se había convertido en su centro de gravedad; sus pensamientos, sus deseos y sus acciones. Todos ellos iban dirigidos con un propósito en particular: Nezuko Kamado. Y simplemente no lo entendía. No entendía la razón por la que era de esa manera.

Y sin querer, sus ojos azules se desviaron a los labios femeninos. Tan suaves y brillantes a primera vista; Giyuu se preguntaba si también lo eran al tacto; se entretenía imaginando el sabor que desprenderían sobre los suyos; se volvía loco al anhelar un contacto tan íntimo y especial con la demonio, cayendo prontamente en una lamentable realidad en la que recordaba que esa muchachita —aunque mayor de edad— era siete años menor.

Él no se involucraría de esa forma con alguien siete años menor. Jamás.

Aunque-

Por una vez. Una maldita vez quería ser capaz de mandar la realidad al carajo y adentrarse en ese submundo donde sus emociones eran tomadas en cuenta, aunque fuera un par de segundos; deseaba llenarse de regocijo al saberse el primer —y único— hombre en provocar alguna apasionante reacción en Nezuko; dejar su huella personal en el alma de la chica para que así, pasara lo que pasara, no lo olvidara nunca... Ser egoísta.

No lo pensó demasiado —No quería pensarlo, porque sabía que el arrepentimiento llegaría al instante—, así que dirigió su mano titubeante hacia la mejilla sonrojada de una inmóvil Nezuko; y se acercó lentamente a su rostro, inhalando profundamente el aroma de su piel; estando a muy pocos centímetros de sus labios, siendo golpeado por su acelerada respiración, la cual le indicaba nerviosismo. Cerca, más y más cerca hasta que-

—¡Hey, mitad mitad! Dice Monjiro que...

Silencio.

Un silencio sepulcral que provocó en Giyuu, unas ganas inmensas de cortar el cuello de Hashibira con su katana.

Como era de esperarse, ambos se separaron en un santiamén, completamente nerviosos y sonrojados; por su parte, Inosuke tardó un momento más en salir de su ensimismamiento, quedándose extrañamente quieto. No fue hasta que el pilar se aclaró la garganta que volvió en sí, exhalando un vapor caliente que salió a través de las fosas nasales de su máscara.

—¡¿Qué diablos le hacías a Nezuko?!

—¿Inosuke? —La nombrada no pudo evitar cuestionar ante el aparente tono enfurecido de su amigo.

—¿Acaso pretendías dejarla inconsciente con un cabezazo? —Se acercó retadoramente, señalándolo con el dedo medio—. ¿Cómo lo hizo Tontaro conmigo?

—¿De qué hablas?

El de cabeza de jabalí gritó un par de palabras poco inteligibles antes de quedarse repentinamente callado, intercalando miradas de asombro —que no podían distinguirse gracias a su máscara— entre ambos jóvenes, como si estuviera tratando de descifrar un mensaje en código secreto; ulteriormente, exclamó un «¡Ah!» que provocó un respingo en ellos.

—¿Ustedes dos estaban... Haciendo lo que hacen Kentaro y Kanao? —Para desgracia de Giyuu, Inosuke vociferó demasiado cerca de su oreja—. ¿Cómo se les llama? ¿Be... Be...?

—¿Besos? —intervino el mayor con irritación y sin prestar atención al fuerte sonrojo de la chica—. Pues en realidad-

Estaba claro que el día de hoy se había vuelto en contra del pilar, pues una irritante y chillona voz lo interrumpió:

—¡Oigan, idiotas, ¿qué es todo ese escándalo? ¿No se dan cuenta de que Nezuko-chan está...?

Zenitsu dejó la frase inconclusa después de percatarse de que la fémina se hallaba de pie, completamente despierta; no pasó mucho tiempo para que el sonrojo se apoderará de las mejillas del rubio e inevitablemente éste comenzara a recitar todo un poema relacionado a los hermosos ojos de Nezuko-chan iluminando el día gris.

Giyuu gruñó en respuesta... Qué patético.

—¡Nezuko, estás despierta!

Tanjiro se unió a ellos minutos después. Venía acompañado del niño al que rescataron días antes; al verlos, la chica no pudo ocultar la gran sonrisa en su rostro. Lucía feliz. Sin embargo, era diferente.

Tomioka no supo la razón por la cual se sintió dolido cuando ella abrazó tan amorosamente a ese pequeño niño. Parecía que con su mera presencia, todo lo demás dejaba de existir a su alrededor, incluído él.

¡Era un niño, maldita sea!

No podía sentirse así por un niño.

Tuvo que obligarse a sí mismo a reprimir ese sentimiento; y lo hizo, concluyendo que su presencia sobraba en ese lugar lleno de alegría, por lo que salió de ahí, sin molestarse siquiera en despedirse de los presentes. No hacía falta.

No la hacía, aunque Nezuko no le hubiera quitado la vista de encima desde que decidió irse.

Aunque ella se hubiera quedado con las mariposas en el estómago después de que casi se besaran.

Cuando vio la sonrisa enternecida de Mitsuri, supo que algo era más extraño que de costumbre. No era precisamente la sonrisa de la bella mujer, puesto que ella siempre mostraba felicidad en su rostro; era más bien a quién se la dedicaba.

El pequeño niño de ojos azules se encontraba jugando con los mechones verdosos en la pilar del amor, mientras ésta lo sostenía amorosamente en sus brazos; Iguro se mantenía en una posición estoica a su lado, observando de reojo a su esposa hablarle a Kaburamaru acerca de lo lindo que sería adoptarlo.

Adoptarlo.

Un nudo en su garganta se formó. Por alguna razón, esa declaración le había causado un trago amargo en su boca, como si no deseara que dicha acción se concretara. Y no era que Nezuko desconfiara de la capacidad para ser padres del matrimonio Obanai; empero, había algo dentro de ella que le decía que ese niño no querría aquello.

—Entonces... —Kanroji lo sentó sobre su regazo, mirándolo emocionada—. ¿Dicen que no saben su nombre? ¿Y que es huérfano?

—Estuvimos investigando y comprobamos que toda su familia fue asesinada —explicó Tanjiro—. Además, no ha hablado en todo el tiempo que ha estado aquí... Por ahora, Nezuko le dio el nombre Yuki, así que así lo llamamos.

—¿Están seguros de que no se trata de una enfermedad, o la técnica de sangre de algún demonio?

Nezuko se estremeció.

La pregunta de Iguro la devolvió a la realidad a la que estaba sometida: era un demonio, y los demonios estaban destinados a herir a los demás; no importaba que ella no lo hubiera hecho aún, sabía de antemano que lo haría en algún momento. Pensar que tal vez podría hacerse cargo del niño por un tiempo más, era simplemente una idea descabellada e inconcebible. Entonces lo sintió.

«Nezuko, sigo aquí...»

Tuvo que apretar con fuerza la tela de su kimono después de escuchar en su cabeza la voz de Muzan. No podía dejar que la ira la dominara nuevamente... No frente a tantas personas.

—Ya lo he revisado previamente —acotó Kanao, sentada a un lado de su prometido—, por lo que descartamos ambas posibilidades.

—¡Es un alivio! —Exhaló la mayor—. No puedo esperar para que vayamos a casa como familia, ¿no estás de acuerdo, Iguro?

Hubo diferentes reacciones después de que la mujer pronunciará esas palabras.

Iguro se puso rígido, alegando después que era demasiado pronto para pensar en eso, pero por supuesto, no se negaría a una petición de su querida esposa; Tanjiro y Kanao no dudaron en expresar su sorpresa, para después sonreír aprobatoriamente y tomarse de las manos; en cambio, Nezuko no pudo desviar la vista del niño, cuyo rostro ahora mostraba incomodidad. Era como si la mención de irse con el matrimonio no le hubiera gustado del todo. Y la demonio lo sabía.

—Tanjiro, ¿Podrías venir un momento? Quiero-

La llegada de Giyuu Tomioka capturó la atención de todos los presentes, en especial la del menor, que se removió de los brazos de Mitsuri para ir en su encuentro y rodearlo con sus pequeños brazos en un cálido abrazo. Aquello no hizo más que confundir a los demás.

El corazón de Nezuko se detuvo. Era como si estuviera viendo a un hijo recibir a su padre después de una larga jornada de trabajo. Y eso se sentía bien, se sentía en paz.

«No te distraigas, Nezuko. Tu prioridad soy yo.»

Una punzada en la cabeza la invadió, simulando pequeños, pero dolorosos martilleos que pretendían volverla loca en ese preciso instante.

Maldito Kibutsuji.

Hizo todo lo posible por evitar llamar la atención con sus quejas silenciosas. No dejaría que Muzan la dominara, en éste ni en ningún otro momento. Ella le demostraría que era más fuerte que él y dejaría de ser un demonio de una vez por todas.

Kanao se dio cuenta de las gesticulaciones que hacía, pero afortunadamente decidió mantenerse en silencio y se acercó sigilosamente a ella, sabiendo lo que le ocurría; colocó una mano sobre su hombro, en un intento por calmarla y, cuando Nezuko la miró a los ojos, le sonrió como sólo Tanjiro lo hacía: como una hermana mayor.

—Tranquila —susurró, procurando alejarla discretamente de la multitud—. No dejes que te domine.

«Nezuko...»

—Nezuko —llamó la mayor, apoyando la otra mano en su hombro—. Piensa en Tanjiro, en tu familia... En Yuki.

Yuki.

El niño que no se había alejado de Giyuu. El niño al que quería abrazar y mimar como una madre lo hacía con sus hijos. El niño que desvío su inocente mirada hacia ella y le sonrió, pese a que ella mostrara sus amenazantes colmillos, listos para desgarrar su tierna y nívea carne.

La voz de Muzan no volvió a golpearla ese día.

Yuki. El niño que le hizo desear con todo su corazón tener una familia.

Notas:

1.- Wattpad anda mam0n, no me deja subir imágenes. 

2.- Capítulo corto porque ando corta de inspiración con esta historia.

3.- Esto será más family-friendly que drama, así que no esperen ver escenas demasiado pesadas para los protagonistas. Ya bastante han sufrido en el manga. Además, sólo tendrá 10/11 capítulos (quizás menos).

Siguiente capítulo: Muzan Kibutsuji.

Kimetsu no Yaiba | ©-Koyoharu Gotōge

Posibilidad 2019 | ©-AruBell

[Abril 17, 2020]

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