"Ojos que destilan calor."
Sangre era todo lo que podía percibir.
Si hubiera algo que a Tanjiro de verdad le irritara su agudo sentido del olfato, eso era aquel líquido viscoso que emergía de los cuerpos recién mutilados por algún demonio. Pero le resultaba aún más irritante —porque él lo sabía, podía esforzarse aún más— el hecho de no llegar a tiempo para salvar a las personas de una horrible muerte. En muchas ocasiones deseó ser más rápido y no pasar por la sensación desgarradora de ver sus rostros sin vida, pero aún así, aterrados de sobremanera.
Esta era una de esas ocasiones.
El olor a una muerte hórrida abrumó todos sus sentidos y, el jadeo que dejó escapar su acompañante al ver a más de diez personas muertas —entre ellas varios infantes—, le hizo corroborar que, efectivamente había sido a manos de un demonio, el cual había desaparecido sin dejar rastro alguno.
—Si no fuera porque Muzan está muerto, juraría que él estuvo detrás de esta masacre.
Aquellas palabras lo hicieron tragar saliva con pesadez. Kanao aún seguía con la vista posada en un cadáver en especial, manteniendo el ceño fruncido, como si no comprendiera porqué el demonio que había hecho esto se había largado sin devorar los cuerpos; empero, con una fuerte corazonada manifestada en aquella frase dicha.
Y Tanjiro tenía el mismo mal presentimiento. Si bien, los demonios llevaban las células de Muzan corriendo por sus venas, el olor del mismo debió haber desaparecido en el momento de su muerte. Si hubiera la más mínima posibilidad de que el demonio mayor siguiera vivo y fuera el dueño de aquel olor nauseabundo, entonces Nezuko...
—Ella está afuera, revisando los alrededores —la fémina cortó el hilo de pensamientos que comenzaban a inquietarlo—. No te preocupes, parece ser que no hay ningún demonio cerca.
—Kanao... —Llamó. La aludida le dio un asentimiento, atenta a lo siguiente que tenía por decir—: ¿tú crees que Muzan-?
—¿Siga vivo? —Completó como si nada. Tanjiro asintió con la cabeza gacha—. Todos lo vimos desintegrarse bajo el sol. Él pereció, tú mismo lo escuchaste decir sus últimas palabras... ¿Cómo puede ser posible que ese bastardo siga vivo, después de que fuimos testigos de su muerte?
El chico levantó la cabeza, notando la voz amarga de su compañera. Entonces la observó mejor. Ella se mordía el labio inferior con fuerza y apretaba demasiado el mango de su katana... Aquello no hizo más que darle la razón. Estaba asustada.
—Quisiera decirte que es así —continuó, él solamente atinó a arrugar el entrecejo—. Pero algo dentro de mí me dice que no es verdad, que debemos tener absoluto cuidado a partir de ahora y...
Calló de repente. No tenía ningún sentido seguir hablando de un tema que a ambos les resultaba desagradable de digerir, pero que aún necesitaban corroborar; Tanjiro vio en los ojos de Kanao la misma angustia que él sentía en ese momento. Fue entonces cuando supo que no se trataba de un simple presentimiento. Había algo más, algo que no se atrevía a imaginar.
—Sea lo que sea, lo solucionaremos —se acercó a ella y le rodeó los hombros con un brazo—. Quiero que sepas que yo nunca te dejaré sola. Te protegeré con mi vida si es necesario... A ti y a mi hermana.
—Lo sé. Yo también haría lo mismo por ustedes.
Se sonrieron el uno al otro, calmándose entre sí con una sola mirada llena de determinación. Tanto Kanao como Tanjiro sabían que ninguno abandonaría al otro y tampoco lo harían con Nezuko. Si por obra de algún milagro —si se le podía llamar de esa manera a tal hecho— Muzan no hubiera muerto y buscara a su hermana menor, tendría que pasar no sólo por encima de él, sino que ahora también tendría que pasar por encima de su prometida.
—Kanao —juntó su frente a la de ella, acariciando su mejilla—. Te a-
Un ruido afuera de la cabaña los hizo respingar. Tanjiro entonces olfateó una presencia más en el lugar y se sintió estúpido por no haberlo detectado antes. No necesitaron nada más para correr en dirección al sonido con sus nichirinto en mano, listos para atacar de ser necesario; lo que encontraron al llegar, no sólo los hizo detenerse en seco, sino también, ahogar un jadeo de sorpresa.
Nezuko se encontraba de pie, con el cuerpo tembloroso y lágrimas en los ojos.
—Nezuko-
—Rokuta.
El chico se sobresaltó al escuchar el nombre de su hermano. Dirigió la mirada a donde Nezuko señalaba y pronto se vio en la necesidad de cubrir su boca para callar el grito que casi se le escapaba.
Un niño.
Escondido entre un montón de leña, se escondía un niño no mayor a los siete años, notoriamente asustado y con rastros de lágrimas en sus pálidas mejillas. ¿Acaso él tenía algo que ver con la familia a la que acababan de encontrar muerta?
—¿Estás bien?
Kanao fue la primera en reaccionar. Se acercó rápidamente al pequeño amedrentado mientras se quitaba la capa que llevaba puesta, con el objeto de arroparlo; sin embargo, el niño hizo el ademán de gritar si ella se acercaba y la chica no tuvo más remedio que detenerse.
Nezuko, por su parte, no dejaba de mirarlo. Ese niño lucía tan frágil e indefenso, que no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera el día en que su familia fue asesinada; sus memorias eran aún distorsionadas, empero si había algo que ella jamás olvidaría, era el recuerdo de ver morir en sus brazos a su hermano más pequeño, Rokuta.
Una culpa que hasta la fecha no había podido superar. Y es que, si ese día hubiera corrido más rápido, si hubiera huido de las garras de Muzan como su madre le pidió, entonces Rokuta seguiría vivo. Él estaría-
—¿Qué hacemos? —Tanjiro cuestionó, mirando a ambas chicas—. Está claro que no podemos dejarlo solo, pero si nos acercamos a él... ¡Nezuko, no te acerques!
Demasiado tarde para reaccionar. Ella ya corría en dirección al menor y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo rodeó con ambos brazos en un protector abrazo; acarició su cabeza suavemente para que el niño no gritara, como estaba a punto de hacer.
—Tranquilo, ya todo pasó... Estoy aquí.
Tanjiro abrió la boca con sorpresa. Detrás de él, su prometida sonrió aliviada.
Y contra todo pronóstico, el pequeño le devolvió el abrazo, aferrándose al haori que ahora lo cubría del intenso frío. Y lloró. Lloró con la cabeza hundida en el pecho de Nezuko, buscando la calidez que sus palabras manifestaron; encontrándose con los latidos de su corazón... Tan suaves que le hicieron recordar a los arrullos de su madre.
—Toc, toc, conejito de la pequeña montaña. ¿Por qué tus orejas son tan largas?
Después de unos cuantos minutos de sollozos, ella comenzó a cantar una canción de cuna para el menor, la cual Tanjiro reconoció perfectamente: esa canción, la misma que les cantaba su madre cuando eran pequeños y la misma que le cantó a Nezuko la noche que casi perdía la humanidad... Aquella canción que para ambos hermanos significaba demasiado.
Sonrió con los labios temblorosos, conmovido por la escena frente a sus ojos. Parecía mentira, un sueño, empero él juraba que ahora más que nunca, Nezuko mostraba su lado más humano. Nunca antes la había visto de una manera como en ese momento la veía con aquel niño.
Se parecía tanto a su madre.
Para las personas que frecuentaban la finca Mariposa, ya no era novedad toparse con Giyuu Tomioka en los pasillos, jardines o incluso en las habitaciones. Nadie lo sabía, pero desde la muerte de Shinobu, el pilar de agua se había prometido a sí mismo visitar a su hermana adoptiva de vez en cuando y ofrecerle algún tipo de ayuda; después de todo y, aunque Kochou le hubiera dicho que todos lo odiaban, él sabía que ella le tenía estima. Y viceversa.
Si las cosas se hubieran tornado diferentes, tal vez en ese momento habrían sido buenos amigos.
Era por eso que, en su funeral, Giyuu le había prometido en silencio a su tumba —meramente ocupada por su nichirinto y algunas pertenencias personales, pues no había un cuerpo al cual enterrar— cuidar de Kanao, aunque ésta no lo necesitara.
Y ahora que estaba próxima a casarse, no necesitaría de su compañía.
Una parte de él se alegraba por ella, pues su futuro esposo, Tanjiro, era una de las mejores personas que había tenido el gusto de conocer; no sólo le había demostrado demasiada convicción y fuerza de voluntad al enfrentarse a tantos demonios y salir vivo, de una u otra forma, sino que también, lo ayudó a tener una nueva perspectiva sobre la vida, sobre los demonios... Pero sobre todo, ella.
Si bien, desde el primer instante en que vio a los hermanos Kamado supo que ambos formarían parte de su vida, nunca llegó a imaginar que serían una parte fundamental de su existencia.
Sobre todo-
—Tomioka-san...
Había algo que lo tenía intranquilo. Algo relacionado a-
—Tomioka-san...
Pronto debería dejar de frecuentar la finca Mariposa y continuar con su solitaria vida. Pronto-
—¡Tomioka-san!
Pegó un respingo cuando se encontró de repente con la mirada confundida de Aoi frente a él. La chica incluso estaba agitando frenéticamente su mano, intentando vanamente llamar su atención. ¿En qué rayos estaba pensando?
—¿Si?
—La comida... Está lista. D-digo, por si...
Y de nuevo su mente vagó en sus recuerdos. No lo comprendía, en el fondo, él no deseaba ver casada a Kanao. Tal vez —sólo tal vez—, le tenía un poco de envidia a Tanjiro por haber encontrado el amor antes que él; no era que pensara en casarse todavía, en absoluto. Era sólo la espina de la soledad que llevaba atorada desde que su hermana murió.
Pero eso nada tenía que ver con la boda de Kanao y Tanjiro.
—¡Tomioka-san!
Era suficiente. Observó con una mueca a la encargada del lugar y notó que ahora se encontraba molesta. Por un momento se sintió culpable, no le había prestado atención en lo más mínimo.
—¿Si?
—Dije que... ¡Oh, llegaron!
De un momento a otro, Aoi ya se encaminaba a la entrada principal para recibir a los recién llegados; por inercia, Giyuu dirigió la mirada al mismo lugar, encontrándose con Tanjiro tomando la mano de su futura esposa y más atrás, un par de ojos rosas llenos de desesperación.
—Aoi-chan, por favor... Ayúdame.
Su estómago se revolvió.
Fue un impulso. Sus piernas se movieron instintivamente hacia donde Nezuko se encontraba, sin embargo, antes de llegar a ella se detuvo en seco. No venía sola.
—Tiene mucha fiebre —Tanjiro respondió cuando se dio cuenta de las miradas inquisitivas—. Tememos que sea algo grave.
En cuanto el pelirrojo terminó de hablar, Nezuko dio dos pasos al frente, mostrando entre sus brazos a un niño de aspecto pálido; parecía inconsciente, empero su respiración a simple vista era arrítmica. Lucía mal.
Y a Giyuu se le revolvió el estómago nuevamente.
Retomó su camino y cuando estuvo frente a Nezuko, la miró a los ojos durante dos segundos que parecieron eternos... Dos segundos que le permitieron ver a través de su alma preocupada por un desconocido. Dos segundos que le provocaron una sensación extraña en el pecho y-
—Tomioka-san... Ayúdame.
No necesitó nada más para hacerlo. Tomó al pequeño en brazos y, dando un leve asentimiento de cabeza a la mirada agradecida de la chica, se lo llevó adentro con Aoi siguiéndole por detrás.
No supo porqué reaccionó de esa manera, pero de algo estaba seguro: no podría negarse jamás a esos ojos rosados que desbordaban una dulzura inigualable; que eran como un imán para él, sobre todo en momentos como ese, donde parecía existir ella y solamente ella.
Aunque ahora no era sólo ella. Ahora también estaba la criatura en sus brazos.
—¡Tomioka-san!
Se detuvo abruptamente cuando escuchó nuevamente la voz de Aoi, quien ya se encontraba varios metros atrás y no parecía querer seguir. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había pasado de largo la enfermería mientras estaba sumido en sus pensamientos.
Definitivamente, el día de hoy no estaba del todo en sus cabales.
Necesitaba dejar de pensar tanto en ella.
Kimetsu no Yaiba ©Koyoharu Gotōge All Rights Reserved
Posibilidad 2019 ©AruBell
[Noviembre 27, 2019]
Notas:
1.- Quiero agradecer infinitamente a sus votos y comentarios. Espero que les guste esta historia. Quiero terminarla pronto, ya que tengo en mente más proyectos con esta pareja (mayormente One-shots) y con la pareja InosukexNezuko (Es que no puedo evitar shippearlos.)
2.- Nos estaremos leyendo en el próximo capítulo: Conmoción.
¡Gracias por leer!
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