[11]
—Vamos a partir al amanecer.
Sus ojos se encuentran de un segundo al otro, el rubio solo asiente sin darle demasiado importancia a eso, estaba bastante concentrado en el momento y en disfrutar la compañía.
—Lo sé.
Hace solo unos minutos, el embrollo de mechones revueltos qué era Tristan, había abierto los ojos luego de dormir por unas horas tras su "entrenamiento" juntos.
De inmediato lo primero que hizo fue quejarse del dolor en su cuerpo y la herida en su labio. Cosa que no preocupaba al mayor pues segundos después vio al mismo chico curarse a si mismo y a él usando su magia de curación. Todo se habia ido, desde las marcas hasta los rasguños. Eso solo sacó pequeñas risas en ambos.
Pero en ese instante actual, se veían calmadamente a los ojos, ninguno tenía prisa, el cabello platinado era acariciando por los dedos el príncipe adverso y eso estaba bien para ambos.
—¿Crees que será muy peligroso? Es extraño que mi padre solo nos envíe a nosotros.
La preocupación en su rostro es casi palpable, por un breve instante, aquella conexión se corta y para enviar que el ambiente también, Lancelot no tiene más remedio que acunar entre sus manos el rostro pálido y con sus dedos pulgares jugar a trazar figuras sobre la piel de porcelana que tenía su amigo.
—Estoy seguro de que así será —Por supuesto, su poco sentido del tacto no tardó en decepcionar al menor, quien soltando sus suspiro intenta alejarse, pero no se le es permitido— No me preguntes sí no quieres la verdad. Si lo que deseas es escuchar lo que quieras siempre, anda y háblale a Isolde, Jade o Chion, pero cuando estés conmigo, por más cruda que sean, de mis labios solo saldrán palabras certeras. Lo sabes.
Dejando de lado la seriedad, el rubio enseña una pequeña sonrisa despreocupada, calando profundo en el pecho ajeno sin darse cuenta, sigue el juego de sus pulgares y fija nuevamente su vista en la bicolor retomando aquella conexión que creyó apagada hace segundos.
—Lo será, Tris, será difícil. Sino, el rey no nos enviaría a hacerla. Quizás nos lastimen en ella, pero recuerda algo. Nosotros somos dos de los cuatro jinetes de la profecía, hijos de seres poderosos y caballeros de Liones. Y por eso, no perderemos.
—Eres demasiado confiado, de ser un pecado, seguro serías la soberbia o el orgullo.
Entre risas, los dos jóvenes se relajan admirando la luna la cual era la única fuente de luz que tenían en ese instante.
El silencioso era cómodo a pesar de ser casi abrumador, solamente sus respiración es y voces llenaban el vacío del ambiente, pero con ello eta suficiente.
—Recuerda que nuestro objetivo final es el rey del Caos. No lo olvides, Lance.
En un rápido movimiento, el cuerpo pálido quedó bajo él contrario, sus grandes ojos se veían aún más llamativos debido al ropresivo movimiento de su compañero, no entiende por qué había actuado de esa manera sin siquiera decir nada.
No tenía el más mínimo sentido y aun así, relajó su mirada llevando al cuello ajeno sus dos manos para entrelazarlas ahí en forma de reposo. Rojo, azul y verde en la misma dirección y distinto sentido.
—Tú también recuerda esto, Tristan de Liones. —Declara firmemente cortando entre sus rostros casi completamente el espacio hasta que sus respiraciones se mezclaron una con la otra— Cuando de la cabeza del Caos caiga su corona, y con ello Camelot regrese a su realidad, la luna cubrirá al sol en un eclipse eterno.
Un beso fue suficiente para que la mente de Tristan no trate de entender a lo que se refería el rubio. Solo se dejó llevar, dejó caer sus párpados hasta que sus pestañas amenazaron con acariciar sus mejillas. Sus dedos se perdieron entre los mechones dorados del otro príncipe y uno de los brazos de este en la cintura del menor sacándole un suspiro, porque estaban cerca, tan cerca que podía derretirse ante ese tacto.
Con lentitud se separaron aún sin mirarse. Solo escuchando la respiración de su acompañante como si fuese la más maravillosa melodía.
—Estaremos Bien. Te lo prometo.
—¿Cómo puede alguien que no ve el futuro asegurar con tanta vehemencia algo? No hagas promesas de las cuales no estás seguro, Lance.
Abriendo por fin sus ojos, el rubio se acomoda dejando su cabeza descansar en el pecho desnudo de su compañero.
—El futuro, aunque incierto es moldeable, Tris. Son tus acciones las cuales cambian el camino al cual puedes o no acceder más adelante. No es una promesa al vacío lo que aseguro, es una meta que guiará mis pasos hacia el éxito.
Asintiendo, el albino se deja llevar en un abrazo hasta darle la razón sin discutir al mayor. No tenía ganas de pensar en algo con lo cual refutar aquella soberbia afirmación.
—¿Crees tú que el fin justifica los medios?
—Lo creo. Siempre y cuando el fin seas tú.
Una carcajada, un beso y una silenciosa promesa fue lo último que se escuchó resonar en aquella habitación.
Porque para Tristan, las palabras del mayor eran eso, palabras, para Lancelot, cada letra que salía de su boca tenía un peso. Y cuando dice algo, lo cumple.
.
.
.
—Vas a pagar por esto. Espero que lo sepas.
—No creo que no estés en condiciones de amenazarme.
La rubia miraba sin demasiado interés al joven que tenía en frente. Realmente ella solo hace eso por un favor, pero no piensa quedarse ahí con el soberbio sobrino de la reina.
—Los demás se darán cuenta de que no estoy, y cuando eso suceda me buscarán tarde o temprano, así que no te recomiendo que me mantengas aquí por mucho tiempo o las cosas van a ponerse feas.
—Escucha, Niño. Solo estás aquí porque me lo pidieron de favor. Estabas alterado en el pasillo luego de espiar al príncipe lo cual, es un delito. Y para que no armes un escándalo innecesario me pidieron traerte aquí hasta que aclares tu mente. De no ser así, pues me veré en la forzosa y para nada descabellada opción de hacer qué piernas parcialmente la memoria con algo que me cedieron.
—¿Delito? ¡Esto es un delito! Me acabas de secuestrar —Declara sin poder señalarla debido a que sus manos y pies se encontraban atados fuertemente— ¿Y por quién estas haciendo esto?
No le encontraba sentido lógico a lo que decía aquella fémina, porque a menos que se trate de los reyes quienes no quisieran armar un revuelo con tan espantosa noticia, Chion no cree tener a alguien más en mente a quien le importe si eso se sabe o no.
—Puede ser, pero dada la situación veremos quien sale más perjudicado, tú quien estaba espiando los aposentos del príncipe y único heredero de Liones en la noche mientras todos en el castillo duermen. O yo, que te atrapé al verte hacerlo. —La sonrisa de superioridad qué le lanzó la chica solo hizo irritar más al joven.—Exactamente, a eso quería llegar. Pero déjame decirte, Hijo de Gilthunder, que tu curiosidad, envidia y doble moral, un día van a ser la razón de tu muerte.
—¿Y tú quien te crees que eres para decirme eso? Estaba haciendo guardia, escuché ruidos en la habitación del príncipe y fui preocupado a ver qué sucedía. Eso es lo que diré si me delatas.
Con tranquilidad, la mujer saca de un bolso un pequeño frazco, retirando con suavidad el corcho encargado de mantener el interior en su lugar.
—Créeme, quien busca proteger a los demás, no lo hace a escondidas como gato en hora de caza. Si hubiese sido genuina tu preocupación, hubieses gritado al príncipe por su seguridad y roto la puerta de ser necesario. —Tomando algo del polvo en dos de sus dedos, lo lleva frente sus labios y supla suavemente en el momento justo en que sabe que el joven va a inhalar aire pues incluso esa mínima porción bastaba para lo que tenia planeado. —Escucha bien mis palabras, tu obsesión enfermiza te va a traer tantos problemas como puedas imaginar. Porque no eres el único participante en esa guerra, y siempre hay alguien más poderoso que lleve la delantera.
Nuevamente sintió sus ojos pesados ¿las personas no se sabían otra cosa más que dormirlo? Aún así, pudo escuchar cada palabra hasta quedar totalmente inconsciente. Pero por alguna razón, no le enojaban, se sintió tan relajado como tenía años sin experimentar.
— ¿Cuánto tiempo durará el efecto?
—El sonmifero unas pocas horas. Lo demás... Aún no lo tengo totalmente concretado. Según tengo entendido, semanas o puede que incluso algunos meses. Es el tiempo suficiente.
—Está bien.
—Muchas Gracias por la ayuda Thetis, sé que no debería involucrarte en estas cosas.
—No te preocupes, eres el menos molesto de todos. No me incomoda o pesa brindarte una mano. Menos bajo estas circunstancias. Este chico va a ser un gran problema en el futuro, esperemos que no la causa del llanto.
Escuchando eso, el chico recién llegado suspira asintiendo, pero no dijo nada.
Llevaron al chico hasta su habitación y lo dejaron acostado como si todo eso hubiese sido solamente un mal sueño.
En su cabeza y corazón sabe que lo que hicieron no está totalmente justificado. Pero dadas las circunstancias en las que se encontraba el reino y la situación de los reyes, no quería aumentar la tensión.
—Me debes una, Lancelot.
Girando los ojos, y caminando en el silencio pasillo, Nasiens regresa a su habitación donde un dormido Percival lo esperaba para que ambos puedan descansar.
No tenía nada personal en contra de Chion, bueno, quizás un poco, por aquella horrenda bienvenida qué les había dado al llegar cuando intentó matarlos. Pero dejando eso de lado, no se metería con él, pero sabe que aquel joven tenía la lengua de serpiente y que sus mentiras no tenían límites. Así que creó un veneno el cual le borraría temporalmente los recuerdos de ese día. Solo un tiempo hasta que las cosas en el castillo se calmen. Nada demasiado malo.
Había sido pura coincidencia que saliendo de su reunión con el maestro Hendrickson, los chicos y Thetis, se haya encontrado con la escena de Chion espiando la habitación del príncipe y rápidamente entendió lo que sucedía pues esos dos en el cuarto no eran precisamente silenciosos. Así que aprovechando la compañía de la chica y el desvío de los demás, se llevaron al espía unos momentos para silenciarlo de la manera menos violenta posible.
Y aun así hablaría con su primo pues Nasiens estaba casi completamente seguro de que él sabía que Chion los estaba espiando.
—Sin vergüenza.
—¿Nasiens?
—Disculpa... ¿Te desperté?
Al bajar su mirada, encontró la ajena de un somnoliento Percival, era extraño que despertara. Tenía el sueño bastante pesado.
—No, no... Solo ven, quiero seguir durmiendo.
Y con una sonrisa, el castaño acepta la invitación quedándose acomodado abrazando al caballero de la muerte mientras ambos en silencio quedan dormidos.
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