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—¡Yo me ofrezco también para la misión, su majestad!

Las miradas de todos los presentes se posan sobre la persona que acababa de irrumpir en el salón, sobre todo la desconcertada bicolor de Tristan.

—No lo creo.

Decreta sin darle demasiada importancia al asunto el chico rubio. Sinceramente ya estaba algo hastiado de las constantes interrupciones en las que se veía envuelto. No quería otro problema.

—Tú no puedes ordenarme. —Señala sin importar el peso de sus palabras—Solo el Rey, su majestad Elizabeth y el príncipe Tristan pueden decirme que hacer.

—No iras. —Esta vez fue Tristan quien habló.— Ni tú, ni ninguno de los demás.

Rápidamente los otros dos acompañantes se hacen presentes. Pero no solo ellos, sino que también el grupo Percival quien llegaba después. Estos últimos sí sorprendieron a todos.

—Solo para aclarar, nosotros estamos aquí buscando al maestro Hendrickson, tenemos una cita con él para tratar ciertos temas. Ya fue pura coincidencia que justo cuando fuéramos pasando quedemos involucrados en lo demás — Habla Nasiens tranquilamente tomando a los otros tres chicos para seguir su camino como si nada hubiese sucedido.

—Príncipe, debemos acompañarlo. No puede ir solo a esa misión, necesita escolta.

Para ese momento, Lancelot aparte de ser ignorado con sumo descaro había decidido no interferir o decir palabra alguna. Por un día en la vida, Tristan tendría que poner a su escuadrón a raya.

—Escuchaste al rey, Isolde, solamente iremos yo y el príncipe de Benwick, Lancelot. —Recalcó la palabra "Príncipe" al hablar, sin duda pensaba que todos momentáneamente ignoran de manera deliberada el cargo verdadero del caballero d la guerra— Por Favor, no quiero que interfieran, o que nos sigan siquiera. Es una misión peligrosa y ustedes no irán.

—¡No somos débiles! Nosotros podemos cuidarnos, príncipe. De verdad queremos seguirlo a cualquier parte que vaya usted. Señor Tristan —Sonrojandose, Idsolde muerde suavemente uno de sus labios y mira al joven con vergüenza pero decidida— Yo daría mi vida por usted. Lo sabe, esto no es solamente porque soy parte de su guardia ¡mi corazón, señor, late como tambores de júbilo ante su presencia!

Ella lleva la mano derecha a su pecho, con las mejillas sonrojadas y ganándose una avergonzada mirada del receptor de aquellas palabras.

—Imposible. Ya he dado una orden, no irán. Les tengo asignada otra cosa a ustedes tres.

Salvando el momento tan tenso, el rey sonríe señalando a cada uno de los miembros de la guardia del príncipe de Liones. En realidad no tenía nada pensado, pero de verdad no iba a enviarlos a ese tipo de misiones. Aún no estaban listos.

—P-Pero señor...

—¿No ha sido lo suficientemente claro? Por favor, esta es la hora de comida. Si tienen algo que alegar, me parece prudente que sea más tarde.

La mirada Felina de Lancelot fue a la chica tras decir aquellas palabras. Haciendo una señal para que se marche por donde había llegado.

Esta, ta habiendo recibido aquellos regaños cree que es lo más prudente. Si bien no estana conforme con la decisión de su rey, iba a respetarla porque ante todo, ella era un cabellero.

—Entendido. Disculpen la interrupción. —La joven se retira haciendo una reverencia, no sin antes ser regañada por los otros dos acompañantes.

Al cerrarse las puertas, el ambiente seguía algo extraño. Más que nada porque todos sabían del enamoramiento de la chica, pero no que lo gritaba sin pudor a los cuatro vientos.

Ya terminada la hora de comer y ambos principes regresando a la recamara del menor, fue lancelot quien decide romper el silencio mientras se sentaba en la cama ajena como si fuese suya.

—Hablemos.

Es lo único que sale de su boca y el albino simplemente asiente.

.
.
.

—E-Espera

Antes de que pudiera hacer algo. El rubio sonríe con descaro dando una sonora nalgada, dejando la piel pálida de Tristan totalmente rojiza.

En la nublada mente del príncipe de Liones, no logra conectar los cables para terminar de entender cómo habían terminado en esa situación. Vagamente trata de hacerlo, pero en su cabeza solamente está el olor de ambos juntos y la intensa mirada Carmesí qué le estaban dirigiendo.

Nada era suave o paciente como había sido anteriormente. En vez de eso, su cuerpo fue volteado con brusquedad hasta quedar sobre rodillas y palmas, totalmente a la merced del caballero de la guerra quien aún sin salir de su interior se abalanzó más descansando su pecho en la espalda ajena.

El calor subia en la habitación y el albino ya no podía callarse o mantenerse quieto.

—Vamos Tristan, ¿Tengo que hacerlo más fuerte para que me des lo que quiero? —Lancelot estaba riéndose se oreja a oreja, mientras empalaba al menor y su agudo sentido de la audición captaba pasos en el pasillo. Normalmente y bajo ciertas circunstancias estaría tratando de hacer menos ruido, pero esa tarde lo había jodido lo suficiente y en ese instante no se molestaba en pensar de manera racional—Voy a joderte hasta que el castillo completo lo sepa, Tris, oh carajo, claro que lo haré.

El más joven de ambos solo podía limitarse a soltar lágrimas mientras mordía su labio hasta hacerlo sangrar levemente, lo estaba disfrutando tanto que dolía, era una martirio no podía gritar con libertad pues sentía que Lancelot estaba tan profundo en él, algo en su interior lo hacía temblar cada vez que era golpeado con brutalidad. Solo podía llorar, implorando qué no parase y al mismo tiempo que lo libere, pues se sentía avergonzado.

¿Qué pasa si alguien los escuchaba? Peor aún, si sucedía algo en el reino y tenían que salir corriendo. No podría hacerlo bajo esas condiciones, no con su amigo manteniendolo sometido bajo sus brazos.

El rubio era absurdamente fuerte, y aunque el albino también lo sea, si ambos luchan romperá su amada cama, cosa que de hecho, era bastante probable si seguían al ritmo que iban.

Soltando un bufido, el mayor quien había escuchado la preocupación en el corazón de su amigo, lo voltea deteniendo sus frenético movimientos por unos segundos para mirarlo a los ojos, aquellos cristalinos que le suplicaban tantas cosas que no sabía a cual hacerle caso.

Se acercó a la oreja de Tristan besando la curvatura de su hombro y cuello en el proceso, así sacando pequeños suspiros ajenos que a él le encantaban.

—Tranquilo, no voy a romper tu cama. Yo también la uso.

Dicho eso, se pone de pie haciendo que el ginete de la pestilencia se vea obligado a envolver sus largas piernas en la cadera ajena, esto le había sacado a uno una risa y al otro un susto. Sin darle tiempo a pensar mucho las cosas, lo llevó contra una columna a donde podía apoyarlo parcialmente y mirando intensamente la puerta con una sonrisa, fue penetrando lentamente a Tristan hasta estar totalmente unidos y sacabdole un profundo gemido en el camino.

No le dio tregua, de inmediato empezó un vaivén en el cual el de ojos bicolor tuvo que sostenerse de los hombros ajenos, cegandos su vista para disfrutar más, dando humildes y pequeños saltos dentro de lo posible para empalarse a sí mismo, mientras su pene era deliciosamente estrangulado entre ambos cuerpos qué subían y bajaban de manera discuntinua.

Lancelot se encargaba de dejar marcas en el pecho de Tristan y el pálido simplemente lo aruñana en replesalia. ¿Quién me había dicho al rubio qué su cuerpo desnudo era un lienzo el cual podía pintar? Nadie le había dado ese derecho y sin embargo, sus labios lo recorrían de un lado al otro cual vals, dejando con succiones y mordidas qué obligaban a su piel a adquirir tonos a ajenos a ella simplemente por el capricho del príncipe.

¡Descarado!

Solo eso corrió su cabeza confundida pues sabe lo posesivo que era aquel joven de rojizo mirar. Sabe el recelo qué guarda con cada persona u objeto significativo para él.

Sabe que quiere adueñarse de todo su ser, mientras lo embiste fuertemente haciéndolo derramar lágrimas qué van de piel en piel. Mientras su lastimado labio temblaba y sus piernas se tensaban en un despertado intento de mantenerse ahí, pues sentía que en algún momento se iría, que perdería la consciencia ante la abrumadora posesividad de ese joven que quiere hacerlo solamente suyo.

Pero Tristan no le pertenecía. Únicamente a su reino, a su madre y a su padre, pero era libre, libre de cualquier atadura e incluso libre de cualquier título que quieran ponerle.

Estaba libre porque mientras buscaba los labios del rubio, sabe que solo son amigos aunque no quieran compartirse. Trata de convencerse de aquello, en verdad lo intenta porque nota como el agarre del rubio se hace más fuerte, solo gruñe bajo ante su propio pensamiento y cómo lo observa negando todo aquello.

Tristan Grita, grita liberandose entre ambos y sintiendo el calor de Lancelot llenarlo desde dentro.

Grita contra unos finos labios que buscan amortiguar el sonido que sale sin remedio y sin filtro.

Sus piernas tiemblan y de pronto su fuerza se acaba, su mirada cansada es completando secuestrada por su acompañante y antes de caer terriblemente dormido entre aquellos fuertes brazos, es llevado a su cama.

Lo último que ve es rojo, un rojo intenso y una sonrisa. Escucha un susurro qué no puede entender, una promesa a la cual no presta atención y unas manos acariciando su cabello hasta que ya no puede más y termina de rendirse ante todo.

—Te equivocas, Tris... Puede que seas el príncipe de este reino, hijo de la reina y rey de Liones. Que tus alas te lleven hasta donde quieras. Pero te algo por seguro, ángel. Aunque lo niegues... En tu corazón solo escucho mi nombre.

Tomando lugar en la cama, justo detrás el albino, su mirada se dirige nuevamente a la puerta, otra sonrisa aún más divertida que la anterior se pinta en sus labios. Lleva su dedo índice hasta sus estos en una señal de que guarde silencio.

Y Chion simplemente pone una palma sobre su boca sin creer lo que había visto y escuchado.

Creyó haber sido lo suficientemente discreto, en verdad pensó que la primera vez, cuando aquellos ojos se fijaron justo en la entrada, había sido mera coincidencia, estaba aun en estado se shock.

Pero por la señal que el príncipe de Benwick le había hecho, ahora estaba totalmente seguro de que lo había visto. Sabe que estaba ahí, sabe que los escucho a ambos teniendo relaciones y lo peor de todo... Es que sabe que su fidelidad a Tristan era tan fuerte, que no diria nada.

Con rabia en sus ojos aprieta su hacha, incapaz de saber cómo reaccionar luego de ver claramente como el heredero de Liones, su primo. Había sido ensuciado por quien decía ser su mejor amigo.

Lo habían manchado en el pecado, llevado hasta la más profunda lujuria y magullado su cuerpo para dejar la evidencia de ello.

De haberse imaginado que eso iba suceder, no hubiera ido a ese lugar, se arrepentía de lo que sus oídos escucharon y sus ojos presenciaron. Desea que sea una pesadilla así que pellizca con fuerza su brazo izquierdo pero el dolor que siente solo lo hace dar dos paso hacia detrás.

Tristan y Lancelot están juntos.

Tristan y Lancelot mantienen una relación secreta en el castillo.

—Lo lamento...

Negro

Eso fue todo lo que vio tras escuchar esas palabras.

Su mundo se hizo negro y perdió la consciencia al mismo tiempo que alguien lo sostenía y era llevado a otra parte.

— Esto no es Personal, lo juro.

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