[09]
-Lance...
-¿Me extrañaste?... Parece que sí. -Pudo ver los ojos del menos abrirse con violencia y rápidamente, para cuando Tristan se dio cuenta de la presencia ajena, el mayor ya estaba a cortos centímetros de su cuerpo- Parece ser, que no soy el único a quien no se le olvida tu rostro en todo el día.
-¡¿Qué haces aquí?! -Más que molesto, estaba asustado y sorprendido ¿dónde se había escondido? cerró todas las entradas y salidas.- ¿Cómo entraste?...
-Es fácil, su magestad, la respuesta es, que nunca salí. -Sus brillantes ojos rojos se quedaron fijos en los temerosos de bicolor- Pero... Siendo un caballero del reino de Liones, dispuesto a servir a la realeza, me parece que es mi obligación encargarme de su problema, Mi príncipe.
Por primera vez en su vida, el poderoso heredero del reino sintió que no era nada más que una presa, bajo aquel Carmesí qué le quitaba el aire y lo hacía temblar. Estaba sin palabras, quería gritar y ni siquiera sabe si era de euforia o para que se alejara de su cuerpo. Tenía miedo y al mismo tiempo quería aquello.
Supo que lo quería de verdad porque cuando Lancelot lo obligó a levantarse solo para ser él quien se siente en la cama le encantó ese gesto. Nadie en su vida más que sus padres le daban órdenes, la mayoría, si era Meliodas no le importaba realmente. Pero que su amigo esté en frente, ordenandole qué hacer, sometiendolo a él, un príncipe nieto del rey demonio y la deidad suprema, hijo de Meliodas, capitán de los pecados capitales y Elizabeth, única hija y heredera del clan de las Diosas. Él, quien era una criatura de lo más extraña y fascinante además de poderosa, estaba siendo sometido... Y más que humillarlo, lo tenía a la expectativa con el lívido al máximo.
-Eso es, ahora, quiero que me quites la ropa, Tristan, quiero que me desvistas y una vez que no quede en mi ni una prenda, entonces vas a usar mis piernas como tu trono, príncipe. -Para ayudarle en el trabajo, el príncipe de Benwick se deshizo de su calzado, pantalones y armas. Solo dejando la parte superior y ropa interior- Aunque no lo creas, yo estoy aquí para servirte a ti. Te juro que más adelante serás tú quien me dé órdenes.
Con manos temblorosas, el menor comienza a quitar lo más habilmente que puede la parte superior de la vestimenta de su amigo. Su boca se hacía agua cada vez que tocaba descaradamente el cuerpo ajeno. Quería comportarse a la altura de un príncipe, ser calmado y no un pervertidos en potencia como parecía, pero la verdad es, que estaba ansiando aquello, ¿a quien quería engañar? Si ha estado soñando día tras día con poder tener otro tiempo a solas con aquel rubio que ponía su mundo de cabeza.
A puras penas y con toda la torpeza del mundo por andar distraído, el joven pálido quita aquella prenda y solamente la falta la última.
Tomando los dos extremos, baja tan rápido como puede los interiores, dejando ya a la vista a un totalmente desnudo Lancelot y haciendo que los ojos de color esmeralda y zafiro no puedan estar en otra parte que no sea en cada centímetro ajeno.
-Bien hecho, ahora, siéntate.
Palmeando sus muslos, hace que el adverso se siente ambos totalmente descubiertos ante la mirada contraria y sintiendo su piel tan cerca como querían. Eso es lo que deseaban desde que habían quedado con las ganas.
Sin perder tiempo, los labios finos del rubio se van directo al cuello pálido de Tristan logrando que este eche atrás la cabeza dándole total acceso a que lo bese. Joder que haga lo que quiera con él siempre y cuando le de ese placer con el que había estado teniendo sueños desde ese día.
El rubio esyaja tan tentado a morder la fina piel hasta dejarle marcas, eso sería una buena idea en algunos sentidos, pero mala en otros.
Por el momento, iba a dejarlo pasar, lo dejaría sin rastro de lo que estaban a punto de hacer, pero para la próxima no sería tan benevolente con el contrario.
Separando su mano izquierda, Lancelot la lleva a un punto en especial que había visto anteriormente, ahí toma la pequeña botella sonriendo en victoria, suerte que había estado observando al lindo príncipe desde que asumió su pronta desaparición. No dijo nada antes de vertir en su mano una génesis a cantidad, pero aun así, el olfato del mejor fue lo suficientemente bueno para captar qué le habían robado su aceite.
La vergüenza lo carcome, así que prefiere seguir manteniendo sus ojos cerrados y disfrutar de los besos que aún eran brindados en todo su cuello haciéndolo estremecer, su piel estaba erizada. Nadie nunca lo había tocado tanto, con tanta devoción, sin duda podía poderse fácilmente en los pensamientos y solo dejarse llevar.
O eso estaba tratando de hacer, hasta que las piernas se lancelot se separaron haciendo que también las suyas lo hagan, estaba algo extrañado, la posición era ligeramente más incómoda, pero pronto entendió de qué se trataba todo, cuando algo tocó una zona muy privada.
De inmediato lleva ambas manos a su boca mirando con sorpresa y terror a su amigo. Pero no podía escapar, aquel rubio lo sostuvo bien y susurró qué haga silencio mientras un dedo hacia círculos sobre aquel anillo de músculos qué Tristan nunca se había atrevido a tocar.
El terror iba a ganarle más que el placer o eso pensó los primeros minutos, porque cuando el otro príncipe metió el dígito y lo movió de manera preciosa y exquisita, tuvo que reprimir un gemido de placer.
Estaba asustado, pero aquello comenzaba a gustarle y sabiendo eso, Lancelot juega dilatando y expandiendo hasta que puede meter un segundo. Poco a poco todo era mejor, más placentero y más rápido. Ahora el mismo príncipe de Liones era quien se movía buscando aquella cercanía entre los dígitos ajenos y su maltratada entrada.
—Lance... Yo-yo...
Con cariño, Lancelot sonríe besando la mandíbula de su príncipe, saca los dedos que eran más intrusos que amigos y acaricia las caderas pálidas levantando con facilidad aquel cuerpo esbelto para ponerlo a darle la espalda. Esto le sacó un pequeño susto al menor pero pronto entendió lo que quería su amigo.
Mordiendo su labio, se levanta un poco más, quedando alineado con la glande ajena. Duda, pero siente un beso en su nuca qué lo anima junto a pequeñas caricias en círculos en su cintura. Puede que más tarde se le dificulte levantarse de la cama, pero por el momento, no se arrepiente de nada.
Así toma aire cerrando los ojos y cuando siente un contacto algo punzante pero cálido, suelta un suspiro de aprobación.
—¡Príncipe! Los reyes solicitan su presencia en el gran salón.
Sus ojos se abrieron a más no poder. No solo de Tristan sino de Lancelot. Quien no conocía las palabras suficientes para maldecir a quien se encontrara tras aquella puerta de madera.
—¡V-Voy en-n breve! —Ahora si estaba asustado. Con rapidez se levanta del regazo ajeno tratando de calmarse pero caminando frenético de un lado al otro— Me estoy vistiendo!
Desde su lugar, ambos pudieron escuchar una afirmación y pasos perderse en la lejanía. Pero eso no era lo peor, estaba lejos de ser lo peor por mucho. Pues ahora se escuchó la voz de su padre. Iba a morir.
—Dile a Lancelot que salga también, hay suficiente comida para todos. —Ahora si, Tristan iba a morir ahí mismo.
Sin decir nada más, el rey se retira del sitio dejando a ambos jóvenes en silencio, uno a punto de tener un colapso y el otro con un tic en el ojo debido a que el mundo está especialmente dispuesto a joder le cualquier oportunidad.
—¿Crees que nos descubrieron? ¡Esto es horrible! Moriré de vergüenza al salir... ¡¿Y TÚ POR QUÉ ESTÁS TAN TRANQUILO?!
—Porque si ya sabe algo, no podemos hacer nada para cambiarlo ¿No crees? De nada sirve alterarse.
Buen punto, no podrían hacer nada si el rey ya se había enterado. Mentalmente, el albino culpaba de todas sus desgracias a su compañero aunque este le diga que fue igualmente culpa suya por no asegurarse bien que sacarlo.
Así se la pasaron discutiendo hasta que por fin acuden al gran salón donde esperaba un banquete, ahí esta Elizabeth tranquila como siempre y Meliodas hablando con algunos de los Caballeros para invitarles una comida en su caverna. Cosa que de inmediato tratan de rechazar sin que sea demasiado obvio.
—Por fin llegan me estaba muriendo de hambre. Supongo que ustedes también, aunque creo que una habitación no es el mejor lugar para entrenar. —Sirviendo grandes cantidades de alimentos, los demás solo observan al actual rey y los menores únicamente se sientan en los extremos tratando de no decir nada— Escuche a un soldado decir que habían sonidos extraños en tu cuarto, Tristan, así que fui a ver yo mismo. Pero luego sentí a Lancelot, creo que no es tan fácil para él esconder su energía.
Riendo y con mejillas llenas, Meliodas ríe a la par de Elizabeth, Tristan estaba casi derretido sobre la mesa y el príncipe restante solo sonríe asintiendo. Claro que podía esconder su energía bastante bien. Pero por el momento lo mejor era no llevarle la contraria a su tío.
—Le ayudo a Tristan a entrenar. Ya sabe, debo hacerlo en un lugar privado o sus seguidores nos podrían interrumpir, a penas y podemos practicar cuando están presentes, son muy exasperantes.
Para todos en el salón, eso sonó realmente normal, incluso rieron siguiendo cada quien en su asunto sin tocar nuevamente el tema. Pero el príncipe de ese reino miró con ojos de muerte a su amigo porque tras aquellas palabras sabe que estaba tratando de cir otra cosa.
El doble sentido estaba muy arraigado a cada "Interrupción" y "Práctica".
—Pues es una excelente idea. Porque pienso enviarlos a una nueva misión. Pero esta vez, necesito que vayan ustedes dos. —Encogiendose de hombros, Meliodas despreocupadamente mira a las afueras del palacio por donde podía apreciar el reino— Algo realmente malo está sucediendo a los seres mágicos. No sabemos qué es pero parece ser cosa de algún caballero de Caos. Como es una misión de Sigilo, reconocimiento y bajo cualquier amenaza, contraataque, serán ustedes dos quienes vayan.
Para Tristan, eso era algo nuevo, no estaba acostumbrado a que su padre lo envié a misiones realmente peligrosas e importantes, no sin sus guardias o algún acompañante. Es ahí donde su mirada cae en el rubio, claro. Eso era. No es que vaya él acompañado, es que iría Lancelot y él sería el acompañante. Si hay algo que el albino ha entendido con el pasar de los años, es que su padre confía ciegamente en el hijo de su mejor amigo.
Confiaba cualquier misión que sea realmente peligrosa e importante para Lance porque hasta donde sabe, nunca ha fallado en ninguna.
En cambio él, ha recibido palizas incluso en algunas de no tan alto nivel. No es que sea débil, pero síemore intenta ser caballeroso y contenerse. Pero si algo sabía es que al menos, para esa misión no tendría que hacerlo.
No tiene que contenerse si está él.
Con eso en mente, trata de no sentirse mal al respecto y sonríe asintiendo para dar a entender que tomarían aquel trabajo para ambos.
—¡Perfecto! Se les dará información al respecto más tarde. Por ahora, sería bueno que coman bien. Será un largo camino.
—¡Yo me ofrezco también para la misión, su majestad!
Las miradas de todos los presentes se posan sobre la persona que acababa de irrumpir en el salón, sobre todo la desconcertada bicolor de Tristan.
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