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[08]

—¡T-tú digiste!

—No me digas... —Comenta el de cabello blanco mirando con desinterés al ser frente a sus ojos y tirando lentamente de su cuerpo hasta arrancarlo por completo escuchando de fondo los gritos de agonía de la mujer— También dije que no me controlo si él no está.

Mientras las plumas negras bloquean la mirada de las personas en shock, Percival corría a tratar de detener lo que estaba sucediendo. Tristan había perdido el control y despadazaba sin piedad a cada cosa, persona o ser mágico que se atravesaba en frente suyo.

En ese instante había arrancado brazos, apuñalado y roto huesos de la bestia en la que se habían convertido dos monstruos al combinarse, pero debían detenerlo pues ya aburrido de haber hecho pedazos lo que tenia en frente y sin saciar su sed de sangre, quería ir por más.

—Así que sigues tú.

—!!PERSIVAL!!

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Otro sueño, Ginebra se sentía cada vez más asfixiada por esas visiones. Cada vez eran más sangrientas y explícitas, pero no solamente eso. Algunas cosas habían cambiado desde la última vez.

Saliendo de la cama, camina hasta su balcón, juega con sus dedos en señal de ansiedad y luego muerde su labio inferior estando nerviosa, porque para alguien que puede ver lo que será, se encuentra como un miope ante el mundo, pérdida, desorientada y confundida, sus visiones se hacen cada vez más dispersas y borrosas, Arthur está usándolas a su favor para idear un plan maestro, pero aquello está cambiando de a poco la línea temporal, cosas incoherentes están por suceder y la chica no sabe que hacer.

Estaba totalmente a merced del rey de camelot mientras en su mente se repite escenas desgarradoras noche tras noche donde ve diferentes escenarios y al menos cada nueve de diez termina en genocidio descontrolado.

—Esto está mal... ¿Qué estás haciendo... Rey de la humanidad?...

De sus mejillas dos lágrimas resbalan lentamente, la noche anterior aún pudo ver como aquel rey y su príncipe amado morían uno al lado del otro, pero el caos nunca se extingue, el caos seguirá existiendo hasta el final.

Y no sabe por qué un escalofrío la recorrió completamente cuando al final de su sueño podía ver la figura de Lancelot y Arthur hacerse una sobre la otra con la misma sonrisa desfigurada y corrompida.

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—Estás mejorando cada día más, Tristan. Eso debo admitirlo, sin duda haces un buen trabajo. Pero sigues cometiendo el mismo error primordial, todo lo haces solamente como Diosa y no como demonio.

Si magia más bien magenta regresa a su cuerpo luego de haber sido usada para materializar dos espadas muy parecidas a las del otro príncipe.

—Eso parece.

Para el albino, era complicado concentrarse. Hace días que no podía ni siquiera dormir bien. Había estado muy distraído sobre todo cuando estaba al rededor aquel rubio de ojos filosos.

Bien, Tristan bajo ningún concepto se consideraba un pervertido, había sido criado con los mejores modales hasta hacerse en todo el sentido de la palabra, un caballero. Pero quizás la vena que tenia de su padre Meliodas estaba más arraigada a él de lo que creyó.

Constantemente y gracias al acercamiento qué habían tenido él y Lancelot aquella noche, no podía dejar de repetir el momento en su cabeza. Cada vez imaginaba más y más lo que hubiese sucedido si seguían, si nadie interrumpia.

Estaba algo consternado, recuerda haber sido él quien le reclamó a su amigo cuando maldijo aquella vez al ser interrumpidos, creyó fielmente qué el más afectado sería lancelot. Pero muy a diferencia del tranquilo chico, él estaba muriendo de la curiosidad, y la desesperación.

Juraba que si no hacía algo iba a explotar, no había querido tocarse, ¡que inapropiado! Sería caer muy bajo si va a su cuarto de baño y desahoga tales frustraciones con su mano.

Pero justo ahí, viendo los músculos ajenos flexionarse, su gruesa y desinteresada voz y aquella mirada brillante como la de un animal salvaje, lo están haciendo calentarse más de lo que le gustaría admitir.

—Necesito irse Lance. Tengo algunos asuntos pendientes que resolver qué me han encargado en el palacio. Disculpa. —Sin darse chance de responder, saca sus alas lanzandose al aire para no perder tiempo—¡Seguimos mañana!

—Asuntos pendientes... Eres aún más lindo mintiendo.

Mientras sus manos van a sus bolsillos, una sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos siguen la figura de aquel escurridizo príncipe.

Puede que sea mejor que él también se vaya. Después de todo, Tristán estaría ocupado.

Y no se equivocó, pues a penas entrar a sus aposentos, el príncipe de cabellera pulcra entra en pánico, necesitaba tomar un baño, era necesario que fuese frío para poder sacarse esos indecorosos pensamientos del cerebro.

Todo era culpa del rubio, tenía que buscar un culpable y casualmente eran solamente ellos dos así que lo correcto y única opción era culpar al otro. Y es que bueno, nadie podría echarle todo el peso a Tristan, si lancelot era un imán de miradas, con esa aura tan imponente, el desinterés en sus ojos dejando en claro lo superior que era, sus músculos bien formados, su cabellera rubia y esos ojos de zorro de un color sangre brillante. Eran cosas que sin duda llamaban mucho.

En el caso del otro joven, su atractivo era más por su belleza, siendo que era muy parecido a su madre, Tristan de Liones era sumamente hermoso, aún siendo hombre, su rostro y su figura eran simplemente demasiado simétrico y proporcionales, pestañas largas, mirada cargada de sentimientos y un carisma digno de la misma Elizabeth.

Ambos tenían ese algo, que buscaba miradas a su manera, y no es que uno sea más hombre que el otro, pero ciertamente el chico de Liones tenía la belleza inmaculada de las Diosas de su lado mientras que el otro si bien era atractivo, no alcanzaba los estándares de belleza impuestos por su compañero.

Volviendo a la realidad, aquellos ojos bicolor buscan en su habitación hasta dar con la puerta de su ducha. Lo que necesitaba era solamente eso para poder calmarse. Un baño frío y de inmediato se iría cualquiee pensamiento fuera de lugar.

Por lo que se fue quitando la ropa de a poco hasta verse a si mismo reflejado en un gran espejo qué le había sido regañado hace años, le gustaba mucho ya que contrastaba bien con la habitación.

Ahi era donde veía su cuerpo, donde apreciaba si había algún cambio, si debía cortar su cabello, alguna herida en batalla o incluso si los entrenamiento prendían frutos. Aunque, en ese momento, solo podía ver un problema que creció justo bajo su vientre gracias a su entrenamiento minutos atrás.

—Mi madre estaría decepcionada.

Bufando, se mete a su bañera cerrando los ojos en un quejido por lo fría qué estaba el agua, pero eso era lo que necesitaba en el momento.

—Tienes razón, lo estaría.

Decir que casi se ahoga entrando al agua era poco con lo que le acaba de suceder. Solo escuchar esa voz lo hizo caer de espaldas directo a la bañara hundiendose por completo hasta dejar solo las piernas y las manos que buscaban de donde sostenerse en la superficie.

Eso debía ser una broma.

—¿Ops?

Solo eso bastó, el más joven sale del agua tosiendo la poca que había tragando y mirando mal a quien estaba ahora en la justa división entre el baño y el área de dormitorio.

—¿Estás loco? Te dije que estaría ocupado, no puedes irrumpir en mi habitación cada vez que quieras. —Se queda un segundo en silencio entre cerrando los ojos para mirarlo de mala manera y se cobre con sus manos la entrepierna aunque esta estaba bajo el agua— Tienes una manía extraña con meterte en mis cosas y lo peor es que ni siquiera sientes remordimiento.

En respuesta, solo escuchó una carcajada, el rubio estaba qué se moría de la risa. Iba a lanzar un comentario con doble sentido pero decidió no hacerlo puesto que ya se veía bastante enojado su adverso.

—Tranquilo niño bonito, sé que mentías cuando me hablaste en la tarde. Así que quería ver realmente qué era lo que harías. Eres muy malo en no decir la verdad, ni siquiera hacia falta leerte la mente para eso. —su sonrisa arrogante es otra cosa que Tristan encontraba muy atractiva — Hey, quieto, si me sigues mirando así, pensaré que quieres comerme.

—¡Sal de mi habitación! ¡Estúpido!

Riendo y corriendo Lancelot salió como niño pequeño siendo perseguido por un frasco de quien sabrá qué cosa. Suponía que era alguna de las esencias del otro príncipe.

Fue a quedarse en la cama mientras tanto, no tenía la menor intención de irse aún. Pero para esconder su poder mágico y que Tristán no pueda notar su presencia, cambió a su forma de zorro y se metió de un salto en el ropero ajeno. Solo bastaba que el contrario vaya a buscar su ropa luego del baño, y saldría de su escondite para darle un buen susto. Porque sí, como a cualquier joven, Lancelot de vez en cuando ama jugar.

Cubierto de la cabeza a los pies, el pálido salió de su ducha para nada relajante hasta que llegó su dormitorio. Miró a un lado, al otro, al techo, debajo de la cama y a la venta ¿de verdad le había hecho caso? ¿En serio se había ido? Era complicado de creer, hasta sospechoso. No se fiaba así que usó toda su concentración para intentar localizar a su amigo.

Nada

Sospechoso, demasiado a decir verdad. ¿Cuando fue la última vez que aquel zorro le hizo caso? No recuerda ni una donde le ordenase hacer cualquier cosa. No hay, no existe.

Entonces... ¿por qué de pronto sí?

Era demasiado ilógico para el peliblanco pero, aparentemente sí era lo que sucedía. Entonces prefirió no darle muchas vueltas al asunto. Si en su cuarto no hay energía mágica más allá de la suya y no hay nadie a los alrededores entonces estaba solo.

Ahora solo debía ser cuidadoso, a esa hora, el palacio estaba lleno de guardias ya que aun no llegaba la hora de cenar y era más bien casi hora de oscurecer.

Caminó hasta la ventana cerrandola con seguro, puso también una cortina entre la vista exterior y sus aposentos.

Dejando caer la toalla al suelo, caminó hasta la puerta de entrada asegurandola de igual manera. No había otro acceso a su lugar privado por lo que, estaba totalmente solo, extasiado y con la adrenalina subiendo.

Pensó en buscar algo para cubrir su desnudez, pero tenía un mejor plan, caminó de regreso a su cama, acostándose y mordiendo con suavidad su belfo inferior. Podía hacerlo, nadie lo vería y realmente quería quitarse esa tensión sexual de encima.

Así que Tristan sacó de su escondite al lado de la cama, una pequeña botella con aceite para masaje, tenía un rico olor jazmines qué le gustaban al joven. Vertió una cantidad poco generosa en su palma izquierda y con la derecha la pone nuevamente en su lugar comenzando un pequeño toqueteo de auto descubrimiento en su pálido cuerpo.

Comenzó por las piernas, más específicamente cerca de sus muslos qué consideraba, era el área más sensible que poseía en ese instante. Luego, recordó con descaro aquel momento en donde su cadera era sostenida para que su cuerpo se frotase sin deparo contra el otro caballero. Su cara hirvió en rojo, cerró los ojos e intentó mecer su cuerpo al igual que aquella noche, por más que intente imaginar lo que había sucedido. No era igual.

No se parecía.

Aún si su mente le había hecho un buen escenario y su boca soltaba pequeños suspiros por los toques qué él mismo se daba. No era lo mismo.

Le hace falta calor más allá del suyo, no son sus propias manos las que quiere en su piel y definitivamente ser besado con hambre es algo que le erizó hasta el último vello de su cuerpo.

Quiere una mirada fuerte sobre él, alguien que lo guíe... Pero ni tiene a nadie en ese momento. Podría simplemente mastuebarse. Acabar con aquella imagen mental y solo quitarse las ganas. Pero no era igual.

—Lance...

—¿Me extrañaste?... Parece que sí.

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