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[04]


Había escuchado voces, unas provenientes de todas parte, donde veía, solo podía sentir una suave presencia qué se escondía de su mirada.

Irritado era una muy buena palabra para definir como se sentía en ese momento, a ese paso, todos iban a pensar que estaba siempre mal humorado cosa que no era así.

Nadie nunca había logrado emboscarlo, y esa no sería la primera vez.

Por lo que con rapidez corrió hasta un callejón qué se veía vacío pues allí lo llevó su instinto, aparentemente nadie, pero una tela larga se movió con el viendo a sus espaldas y al darse la vuelta pudo divisar una delgada figura que era totalmente nueva para él.

—Muy veloz, como siempre, querido. Pero hay algo que ni siquiera esos ojos tuyos pueden ver y los míos sí.

Con lentitud, la joven se deshace de la capa qué cubre su rostro y cuerpo, dejandola ahora si, totalmente al descubierto. Pero aunque esta parezca conocerlo fácilmente, para el rubio era alguien que ni había visto en su vida.

—No hables de mi como si me conocieras.

Ordena bajando momentáneamente la guardia porque alguien con la presencia de la chica no significaba un verdadero reto para Lancelot. Estaba más intrigado que otra cosa pues por fin había encontrado su objetivo pero ahora el confundido era él.

Había ido temprano a la ciudad solo para eso, la noche anterior sintió a alguien seguirlo de cerca y justo ese día había perdido la paciencia pues a cualquier lugar que iba, resonava una suave voz que ya lo tenia cansado. Resulta que era aquella niña.

—Te conozco, hace años y en el futuro, sé todo es ti y de tus amigos. Sé que vendrías aquí y justo por eso puede sorprenderte desde detrás, Lancelot, Príncipe de Benwick, Hijo del pecado de la avaricia Ban y la princesa Guardiana Elaine. —Hace su pausa, levantando un dedo en señal de que la deje terminar antes de hablar—Sé también, que dirás que eso puede deberse a tu fama, pero no es así, querido. Mi clarividencia me permite saber todo de ti porque tú y yo seremos amantes, este momento ya ha ocurrido antes, nuestro primer encuentro. Pero no el último.

Ahora si, Lancelot podría jurar que se iba a volver loco. Una niña acababa de decirle que sería amantes y supuestamente podía ver el futuro. En un mundo donde la mafia es normal, no le sorprendería que aquello bien pudiera ser verdad, pero nadie y menos a esa edad tenía la capacidad de predecir un futuro lejano.

—Mientes.

Cortante, se acerca a la niña de manera amenazante. Esta solo mantiene su sonrisa tranquila, ya había visto ese momento en sus sueños y sabe que Lancelot no iba a lastimarla.

—No miento. Al menos no en todo lo que te he dicho. Quizás más adelante pueda hacerlo. Para antes de que me lo preguntes o leas algún recuerdo mío, Mi nombre es Ginebra y tengo catorce años. Por ahora soy bastante joven, pero en poco tiempo, comenzaremos a salir y comenzarás a verme como una mujer y no como una niña.

—¿Esperas que me crea que una niña de catorce años tiene la capacidad de ver el futuro mientras asegura que mantendré una relación con ella? Estas loca, a muy temprana edad, si me permites opinar.

Y puede ser cierto, pero entonces la chica mueve los labios susurrando algo, algo que solo Lancelot sabía, algo que únicamente había pasado en el tiempo que estuvo con su maestra. Eso lo dejó en blanco, sin poder creer lo que había salido de aquellos finos labios de la chica, quien aprovechó el shok para dejar sobre sus labios un rápido beso y escapar entre la multitud, dejando a un confundido, molesto y perdido rubio quien solo golpea con fuerza un barril qué tenía en frente haciéndolo romper en pedazos.

Buscó con la mirada a la niña, intentando a toda costa seguirle el paso, pero su perturbada mente estaba perdida, enojado con que la mocosa maneje información importante de él, pero lo que más temía era aquel futuro que había profesado. Si la chica en verdad tenía la capacidad de ver el futuro, entonces hay muchas cosas que se está perdiendo, si sabia que iba a seguirla hasta allí es porque eso ya había sucedido en la cabeza de ella. Lo que puede explicar por qué se le había hecho complicado rastrearla.

En plena búsqueda, chocó con varias personas, estos miraban al Jinete de la guerra con extrañez por su rápido paso y perdido rumbo.

No fue hasta que sintió un agarre en su hombro qué detuvo su andar y se encontró con Nasiens, su primo quien lo observaba algo preocupado.

—¿Sucede algo? En el tiempo que llevo conociéndote, nunca te había visto tan alterado. —Sus ojos ambar logran divisar en el mayor el turbio rojo que a penas parecía estarse calmando— Puedes decirme.

Miró a varios lados, le extrañaba que Nasiens no esté en compañía de Percival, pero eso no era lo importante en ese momento, sino saber si realmente podría explicar lo que le acaba de suceder.

—Estoy buscando a alguien, es una niña, su cabello es largo un poco más de los hombros, de un color rojizo como el vino y ojos casi a juego. —No quería revelar más información, pero viendo la cara de confusión ajena supo que no encontraría nada— Olvídalo. Creo que deberia ir al castillo, le he prometido a Tristan que lo ayudaría a mejorar su agilidad. ¿Tú que haces en la cuidar solo?

Tan pronto como puso en tema, pasó a otro por lo que él castaño no indago demasiado al respecto y simplemente le enseño su bolso sonde llevaba algunos sobres pequeños de especias, polvos y materiales que había conseguido.

—He estado reponiendo algunos compuestos que se me habían acabado, Perci está en el sombrero de Jabalí, por lo que he decidido venir rápidamente. Lo que no espere es ver tanta variedad, algunas no las tenia así que me he tomado el atrevimiento de adquirirlas.

Con una sonrisa algo sombría había dicho aquello. Realmente no era que fuese malo, pero tenía esa costumbre de amar el veneno. Y realmente el rubio no iba a meterse en ese caso.

—Entiendo, bueno, seguiré mi camino. Suerte encontrando lo que necesitas, y dile a Percival que si sigue comiendo lo que cocina el tío Meliodas va a morir.

Entre risas, Nasiens se despide asegurando que se lo haría saber al chico de cabello verde.

Así, siguió su camino y Lancelot el suyo hasta que el último llega al lugar que había acordado junto al albino.

Pasados unos minutos, escucha el galopeo qué reconoce como típico de Escanor y levanta su mirada hasta encontrar al jinete qué lo montaba.

Mientras los dos chicos se dirigen una intensa mirada en otro extremo del reino, una chica era perseguida hasta que fue tomada como prisionera de una menera salvaje.

—Tenemos un acuerdo, Señorita. ¿Por qué no ha notificado algún avance?

La enojada chica, mira con odio a su agresor reteniendo las lágrimas que podrían bajar por sus mejillas si era debil y se doblegaba.

—No entiendes como funciona una línea temporal, no puedo cambiar el futuro así como así, no sé qué fue lo que causó esta paradoja y por lo tanto, no entiendo cual evento debo evitar para volver a la línea original. —Trata de liberarse aunque poco importa, al otro segundo está de frente a nada más y nada menos que su prometido. El dios del Caos, Arthur Pendragon.

—Ginebra, sabes muy bien que tu don es una bendición, y ni siquiera yo, puedo arrebatarlo. Me estas ocultando algo y si quieres que siga siendo Benevolente contigo, debes ayudarme. Ambos ganamos. Tú consigues al hombre de tus sueños, y yo obtengo la victoria.

Rápidamente, la chica se libera del agarre del caballero oscuro que anteriormente la tenía prisionera.

—¿A qué llamas ganar? Ni siquiera mis visiones son totalmente ciertas, de ser así, todo seguiría el curso desde un principio. Además, el hombre que amo, será igualmente asesinado por tu mano, con espada empulada ¿Cómo es eso ganar para mi?

En un rápido movimientos, Arthur toma el rostro de la chica y lo aprieta sin llegar a lastimar, solo hundiendo los dedos en su piel.

—Porque aunque efímero, te daré un futuro a su lado. Por lo que me contaste, algo ha cambiado y sé que sabes lo que es —Ahora apretando más, hace a la chica chillar un poco horrorizada— O me dices como hacer que todo siga el curso de mi victoria. O adelantare mis planes y usaré lo que sé para mover las piezas a mi favor. Tú decides Ginebra.

Así fue enviada a una torre en cuestión se segundos, donde ella sabía que permanecerá mucho tiempo.

Había cometido un error.

Uno que pagaría caro, muy caro.

Uno que había cambiado el futuro.

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