[01]
—¡Tristan!—
Pudo escuchar a lo lejos su nombre, se sentía tan perdido en ese momento. Su cuerpo no reaccionaba de manera correcta y podía jurar que quien estaba ahí afuera no era él.
Entre sus manos, tan pálidas como nieve y delicadas como cualquier monarca; el cuello de percival yacía casi estrecho e incómodo con el fuerte agarre qué le era propiciado.
Sus manos intentaban menguar el yugo del unigenuto de los reyes, pero era inútil, porque era su amigo y no podría hacer nada que le hiciera daño. Así que el joven de cabello verde solo observaba con desespero esperando que algo pase.
¿Dónde estaba Meliodas?
¿Qué fue de Elizabeth?
¿Por qué Lancelot no estaba ahí en ese momento?
Todo se salia de control, tan rápido que parecía ser parte de su imaginación. Poco a poco, el aire en sus pulmones era escazo y cuando por fin tuvo intensiones de luchar, su cuerpo en crisis no tuvo la fuerza suficiente para alejar al chico de cabello blanco.
Cada vez más borroso.
Cada segundo más débil.
Hasta que por fin, sucumbe ante el agarre y antes de perder completamente la consciencia, siente un fuerte golpe que lo envía lejos y una voz conocida gritando su nombre.
—¡PERSIVAL!—
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Ginebra despierta exaltada y con un fuerte dolor de cabeza. Su corazón acelerado busca con desespero consuelo y estabilidad.
—¿Qué fue eso...?—
La pequeña chica se sienta en su cama, tratando de digerir la información que acaba de recibir. Algo estaba mal.
Estaba mal, porque aunque existan fututos distintos, algunos muy divorciados qué otros. Nunca había visto eso, nunca lo vivió, es la primera vez que sucedía algo así.
Ginebra va en seguida al baño por algo de agua y en seguida la tira sobre su rostro intentando calmar su errático latir.
Algo había cambiado el curso de ese futuro, era nuevo y no sabia que es mi que va a suceder que no debería estar pasando. Pero ella era la única con la capacidad de ver con tanta claridad ¿quién podría estar alterando la línea temporal?
Y la peor parte era, que esa visión... Parece estar muy cerca.
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En otro lugar, muy lejos, se encuentra Tristan actualmente entrenando, quería hacerse más fuerte, necesitaba hacerlo porque estaba algo irritado siendo la sombra de Lancelot. Incluso Percival quien ha despertado en gran medida su poder mágico lo ha estado opacando.
Él aún no maneja su lado demoníaco, es una vergüenza.
Su madre le ha dicho, que debería practicar más con su padre para poder lograr aquello, pero el joven albino permanecía racio a la idea y más aún porque su relación con su padre aunque tranquila, no era la mejor siempre.
Y sabe que lo quieren proteger, pero algunas personas no entienden, que él no es débil, él puede cuidarse solo porque es e bastante capaz de hacerlo.
—Qué molesto eres... —
La expresión de sorpresa en su cara no tenía precio, conocía esa voz tan bien que era casi algo grotesco.
En seguida se da la vuelta maldiciendo internamente cuando aquel rubio se deja ver por completo, con su postura desinteresada y su mirada esquiva como siempre. Vestía de rojo carmín como sus ojos y la pureza pulcra del blanco en su traje era casi ridícula.
—¿Quien te ha permitido leer mi mente? — Habló un poco molesto porque sentía en algunos momentos que la privacidad no existía— Estoy entrenando, ¿por qué no vas a ver qué está haciendo persival y los demás?
El rubio por su parte, finge pensarlo, pero pronto reniega con una sonrisa ya más notable y cínica.
—Sé lo que está haciendo y créeme, lo mejor es no interferir en este momento —deja confundido al albino mientras él mismo toma una espada, en su espalda uno de sus brazos y el otro en frente poniéndose en postura de guardia— ¿qué tal si mejor dejas de lamentarte solo, y entrenas conmigo un rato?
Según Lancelot, el problema de Tristan era ese, siempre se lamentaba por lo que no logra rápidamente, en vez de seguir peeistiendo hasta alcanzar su objetivo, lloraba de impotencia en los brazos de la reina para sentirse mejor.
—No quiero pelear... No contigo. —En seguida Lancelot baja la guardia, observando que Tristan estaba en uno de esos momentos, uno donde se siente vulnerable y sobre piensa las cosas.
Soltó un suspiro porque aunque el contrario no lo entienda aparentemente, era cansada la situación en la que estaban. Siempre era lo mismo con aquel hijo de los reyes.
—Tris, ¿Quieres hablar?
No era de palabras, realmente no, hasta cierto punto era molesto para él dicho diálogo, pero, bajo estas circunstancias y sabiendo que el príncipe era todo un diplomático, se dispuso a sentarse, palmeando a su lado para ser seguido por el adverso.
El joven príncipe sin duda se sienta, teniendo su reserva al principio pero luego solo deja caer su cabeza en el hombro de quien era su mejor amigo de la infancia.
—No hay de qué hablar. Sabes exactamente lo que sucede, no finjas demencia. —Lo primero que hace es acusar al otro príncipe ya un poco más calmado, pero sin su habitual sonrisa— Esto es cansado Lance. Siento que todos avanzan tan rápido, y yo estoy atascado en el mismo lugar.
Entendiendo, el otro solamente lo deja ser, sabiendo que eso, era una verdad a medias, pero como Tristan realmente no sabia la capacidad de alcance de la habilidad del contrario, había dicho lo que posiblemente sí sabía el rubio.
—Lamento ser yo quien te lo diga, pero ellos se van vuelto fuertes no solo por entrenamiento, sino por necesidad. Eso es algo, Tristan, que tú no conoces— Toma una Pausa mirando lejos el reino de Liones ser cubierto por el velo de la noche desde la montaña donde Tristan siempre estaba entrenando a escondidas— Mi tío siempre te protege, la reina también. Independientemente de que entrenes, solo entrenar no te llevará a tu límite. Solo en caso extremos es donde mostramos nuestro verdadero potencial. Controlas muy bien tu magia de Diosa, porque la aceptas y de hecho, todo tu arduo entrenamiento es con ella. Pero tu otro lado, el más caótico y poderoso, ese lo mantienes oculto. Solo lo dejas salir cuando es una situación de vida o muerta y es ahí, Tristan, donde realmente eres fuerte.—
Se pone de pie nuevamente, ayudando al príncipe quien mirada hacia abajo con una mirada entre acertiva y casi enojada.
—Todos ellos que dices, son fuertes, es porque han tomado hasta la última gota de su poder en cada batalla o situación para salir adelante, han entrenado sus fortalezas todas. No solamente una y eso, es lo que te fakta a ti. Parcialmente no es tu culpa, sino de los reyes que te han mantenido en una cuna de plata. Pero te diré algo, ya eres mayor, no puedes vivir siempre bajo la espectativa ajena.—
Los ojos disparejos del menor rompen en llanto, sabiendo que eso es ra una verdad pero no le gustaba la cruda honestidad del rubio. La manera tan ruda en que decía sin pensar las consecuencias de sus palabras.
—Para ti es fácil decirlo, No eres una abominación. No duermes todos los días con el miedo de despertar fuera de control y matar a alguien. No quiero lastimar a Nadie, Lance, no quiero lastimar a mi madre, a mis amigos o a mi padre. Realmente, no quiero lastimarte de nuevo...
Ahí estaba, ese recuerdo de ambos pequeños, entrenando en una situación no tan parecida a la actual pero si en un lugar parecido.
—Tris... Eso fue hace mucho tiempo. Ya no soy tan débil.
Con cuidado, se acerca a su compañero, sacando un pañuelo para secar aquellas lágrimas que más bien parecían fluir como una fuente. Aquellos ojos ahora cristalinos, lo miraban con dolor, ese dolor y arrepentimiento que había visto varias veces y que, a pesar del tiempo, era el mismo.
—No, eso lo sé... Pero los demás no son tan fuertes.—
De inmadiato una nube de pensamientos oscuros rodeo la cabeza completa de heredero de Liones. El rubio lo vio claramente, pero en vez de seguir discutiendo algo sin sentido, decide acariciar las mejillas pálidas sacando abruptamente a Tristan de sus pensamientos quien lo mira casi sorprendido e inerte.
—Te lo he dicho antes, entrena conmigo. Yo puedo soportar cada una de tus fases, tanto la Diosa, como el demonio. El humano como el Dios. Estoy aquí para ti, príncipe, yo soy la llave a el despertar de toda tu capacidad, pero no puedo ayudarte si no me dejas hacerlo. —ahora sus rostros estaban cerca, tan cerca que su respiración se mezcla en una sola.
Pero Tristan ésta paralizado, sabe que es verdad, sabe que Lancelot era el único que lo podía ayudar en esa situación. Su padre no lo trataría realmente con brusquedad, de su madre, ni hablar, Sus tíos estaban muy lejos para poder tomarlos en cuenta y en Liones, no había caballero más poderoso que aquel que tenia en frente.
—Lance... —Habla en advertencia a lo que pide el mayor. Realmente no estaba preocupado por poder infligir de alguna manera, daño a aquel chico. Pero tenía sus dudas, no tenía conciencia cuando su lado oscuro tomaba la delantera. —No creo que sea una b...
—Silencio.
Después de escuchar aquella orden la cual su cuerpo aceptó, sintió los finos labios del príncipe de Benwick sobre los suyos haciéndolo quedar en blanco.
En algunas ocasiones, se le olvidaba el tipo de relación que mantienen ambos, porque también son compañeros de equipo, y no se ve muy a menudo.
A eso debería sumarle lo poco afectivo que resulta ser el rubio la gran mayoría de veces.
Pero ahí esta a él, besándolo mientras mantenía su rostro prisionero y es ahí donde Tristan de Liones cae totalmente. Soltando sus espadas y llevando sus manos hasta la cabeza del otro chico para atraerlo más. Esas situaciones eran extrañas y especiales, por lo que debería aprovechar.
Lo que empezó en sorpresa siguió como un lento vals qué ambos conocían muy bien, en el que se besaron hasta quedar sin saliendo y con sus rostros rojos.
Luego de eso, solo silencio, pero era uno cómodo con el que podían estar, mientras tanto rostro como cabello eran acariciados el en cada uno por su parte y los ojos de los chicos brillaban con esa chispa de pasión que no siempre tenía que ser por la batalla.
—Vamos al palacio, Se hace tarde.
Aquello salio de Tristan tras unos segundos de verse ambos. Un asentimiento fue la respuesta antes de que las pulcras alas blancas salgan deleitando la visión Carmesí y así, tomando nuevamente sus cosas y a Lancelot, Tristan voló con tranquilidad hasta su reino. Claro que el contrario también podría cambiar a su forma de hada y hacerlo, pero en ciertos momentos que el príncipe menor lo lleve tampoco le era molesto.
Una vez allá, cada quien toma un baño, se visten de una manera más cómoda y se quedan acostado uno al lado del otro sabiendo que pronto irían a buscarlos para la cena.
Ambas miradas se cruzan, sin ninguna expresión, solo quedándose ahí sin siquiera tocarse porque eso los quemaría. O al menos así lo sentían pensando que quizás, no era el momento indicado para ello.
A sus dieciocho años, Tristan y Lancelot se ven en silencio simplemente disfrutando simplmente la grata compañía del otro.
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