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XII

"El juicio de la bruja"

Charlotte giró su rostro a dónde se supondría estaba el pueblo, no sabía que opinar ahora mismo, su cabeza estaba siendo golpeada una y otra vez por sus pensamientos ¿Hizo mal?, ¿Fue mal agradecida?. La deidad la salvó de una amenaza, pero no quita su mentira, que la engaño ¿debería tener piedad en su pecho e perdonarlo?, no, no lo perdonaría tan rápido, si la amo o no, si le vuelve a ofrecer protección e mil tesoros no vale el dolor que dejo.

Su cabeza volvió a la tierra, unos gritos se lograban escuchar a lo lejos logrando que la joven mujer mirará con preocupación ¿Un accidente?.

No.

Los gritos se acercaban a ella, no eran de sorpresa por su aparición, si no, acusación , vio cómo se acercaban más no se alejó ¿Por que debería?, su estatus social era mayor a los de todos los pueblerinos, no podrían ponerle un dedo encima.
Además no era odiaba junto a su familia en éste lugar, siempre fueron amables con todos y así que quedaría en su mente.

Solo que no contó con Hera.

La reina de los dioses, por petición de la inocente y hermosa monja, manipuló las memorias de todos los habitantes de aquel pueblo a orillas del mar - incluso las memorias de los padres de Charlotte -, no tendría escapatoria con eso, implantó la imagen maltratada de Anfitrite cuando "trabajaba" para la familia Vasilías , la hija única de la casa Vasilías ¡Será condenada a pagar sus crímenes y arder entre las llamas limpiando sus pecados!.

Sin avisó alguno, el hombre que se encarga de las cartas y el vendedor de el mercado local la tomaron de los brazos con fuerza, solo abrió los ojos cuál platos, soltando una fría ráfaga de aire de sus labios, ¿Pero que estaban haciendo? ella es una noble como se atreven.

— ¡Largo! —

Su grito se escuchó con fuerza, inclusive en algunos rincones de su palacio, dirigiendo una mirada infernal a sus sirvientes ¿Quien dijo que el dios de los muertos es el más tenebroso?, azotó la muerta de si habitación, lanzando su más preciada arma a la cama, una vena se marcaba con fuerza en su frente, pareciera que iba a reventar en cualquier momento, su rostro rojo de cólera, una humana le había insultado, su rabia se podría notar con más fuerza en el mar, todo iba bien pero, ¡oh genial, Anfitrite aparece para llenarle la cabeza de mierda a la humana que quería poseer!.

Nunca imaginó ver a Charlotte enojada con el, siempre fue a sus ojos un conejillo blanco y frágil, esperando ser protegido, la sumisión en sus amantes era algo que siempre esperaba, su garganta ardía, estaba hirviendo, resistiendo las grandes ganas de gritar con fuerza, su puño ponía mas y mas brutal fuerza sobre si mismo, no iba a abandonar la idea de que Charlotte fuera una nueva esposa, por ende no dejaría de verla desdé lejos, si tiene que recurrir a el rapto cómo su hermano mayor, no le importaría, solo debe sacarse de encima a su esposa actual, Anfitrite.

No aceptaría que en el pasado lejano obligó a la nereida a estar a su lado, cuándo llamó su atención, es una deidad, es perfecto y cada uno de sus deseos son órdenes que deben cumplirse.

Y el que esté en contra la muerta encontrará, así fue y será siempre, nadie puede cambiar eso, menos un mortal inferior, nadie.

Lanzó un jarrón que hace mucho le fue regalado, miró su entorno, la había platicado una vez a Charlotte que solía coleccionar tesoros que llamarán su atención, miró uno de los tantos que poseía en su habitación e no en la gran bóveda dónde estan los demás.

Una corona, que el épocas antiguas perteneció a una amante mortal, una reina hermosa, amada por todos que sumergida en su desesperación de infertilidad acudió a los rezos a el dios de los mares, dónde tras su bendición, su pagó no solo fue el cuerpo de la reina también esa corona, una más entre sus tesoros.

Quería que la joven hermosa fuera otra más entre sus reliquias de siglos.

¿Cómo se supone que debe pensar ahora mismo?

Entre el tribunal del pueblo, contra la espada y la pared, sus palabras eran más que sucias mentiras a los oídos de la noble mujer ¿Acusada de ser bruja?, ¿Por qué? ¿Cuál fue su pecado?.

Si bien, tras enterarse de la existencia de miles de dioses, sabía que no sólo tenía un dios a el quien rezar, solo sabría implorar rezos en su cabeza a el dios que conoció desdé nacimiento e no a el conoció - Inclusive sabiendo que el dios que la hizo su amante podría ayudarla. - miro a todos con un semblante serio, no les temía, no podrían condenar a una noble así, sin pruebas no hay delito.

Además, contaba con sus padres...¿No?.

Cada mirada que dirigía a el pueblo era evadida por éste, recuerda los rostros de cada uno de los habitantes, desde el vendedor de juguetes a la anciana que siempre estaba en su mismo lugar con una cobija, ahora todos en su contra.
Decidida a hablar para defenderse de sus acusaciones, alzó la cabeza viendo a todos.

— ¿Por que se me acusa de bruja? —

Sus palabras sonaban neutras, no negaba que poseía miedo en su corazón ahora mismo pero es mejor mostrar una postura dura a ser débil.

— Por testimonios de una monja que anteriormente fue vuestra sirvienta, sus padres confirman las palabras dichas por la mujer Santa, una persona que es buena y es oveja de nuestro señor no puede mentir sobre eso, las pruebas de tú pecado están, no tienes escapatoria. —

El juez no era diferente a otros, sumándole el control de la diosa de dioses en su memoria, la mirada oscura de la doncella amada por Dios se abrió ¿Están bromeando?.

— No puedo entender de que hablas, no eh cometido pecado alguno que vaya contra las leyes divinas de nuestro creador, soy más que una noble de la región, si hay problemas que pueda resolver lo haré, pero no hay necesidad de todo un circo por mentiras que ustedes se creen, por la descripción que me otorgaron cuándo me trajeron acá, no tuve una sirvienta con esas características. —

Los padres de Charlotte miraban en unas de las tantas sillas de madera de el lugar a su hija, con lágrimas en los ojos de la madre, deseosa de que solo la manden a el exilió, más no acaben con su vida, el padre de la chica solo sostenía en brazos a su esposa, reteniendo una mirada baja para ocultar su rostro de tortura al oír a su hija, sus mentes fueron invadidas por el poder de Hera, la posibilidad de que Charlotte saliera libre...

Solo era de una entre mil.

— Adelante —

El juez habló, viendo a un rincón de la habitación del juicio, la sierva del señor paso, su cabello negro se lograba ver en su frente junto a sus hermosos ojos, Charlotte abrió la boca, sabía quien era.

— ¡Tú! ¡Eres su esposa, yo te vi, eres la esposa del señor de esta región junto a el mar ¿Que haces aquí? ayúdame! —

Avanzó a la Nereida disfrazada, quien solo con cara de espantó retrocedió, la dama de la nobleza fue retenida por habitantes del pueblo ¿Por que estaba allí?.

— No se de que hablas mi señora, no poseo esposo, menos un rey, fui su sirvienta, a la que amenazó. —

Su voz sonaba baja y asustada - gran actriz la esposa del tirano del mar-. La mirada de Charlotte cambió de una de sorpresa a una de enojo y temor.

— ¡Padre! ¡Madre! Ella nunca fue nuestra sirvienta, díganles la verdad. —

Su voz cada ves sonaba más desesperada, había escuchado de las condenas por diferentes pecados que se otorgaban en los lugares de la región.

— ¿Las palabras de su hija son ciertas señor Vasilías?. —

El juez preguntó, anodino a las palabras de la noble doncella.

— No, la mujer parada si fue nuestra sirvienta unos meses, pero renunció y no sabía el por que hasta hoy. —

Era el fin, ya no tenía salida y lo sabía, perdió la palabra de sus progenitores en ese mismo momento, el corazón de la joven de cabellos largos se rompió, su voluntad ya no servía de mucho, sabe como terminará.

— ¡Mentira! ¡Ella nunca trabajó en nuestro hogar, ustedes mienten, sus acusaciones son falsas!,¡Esa mujer miente, es una mentirosa!. —

Su voz antes dulce sonaba enojada, ya no había rastro la la dulce mujer que fue, estaba totalmente enojada, olvidaba todos los buenos momentos que paso con casi todos los habitantes del pueblo, ahora mismo no existían, solo la rabia de ser acusada falsamente, su enojó empeoró aún más cuando la mujer que señalo se tiro a el suelo, con convulsiones ¡una vil mentirosa!.

El padre que era amante de la esposa del señor del mar se acercó corriendo a ella, sosteniendo su cuerpo en brazos, mirando con desprecio el enrojecido rostro - por clara cólera- de Charlotte.

Podría tener miles de explicaciones que estuviera convulsionado pero todos ahí presentes solo acertaron una cosa.

Brujería.

Y como si se tratará de un juicio a un criminal totalmente expuesto las palabras que decidieron el destino de la amante de un dios.

— ¡Con ésta prueba inminente de la maldad de una sierva del demonio, Charlotte Cordelia Vasilías es condenada a la hoguera para expiar su pecado de herejía, una noble inhumana que al amanecer va a arder!. —

El martillo golpeó un pequeño bloque de madera redondeado, un juicio injusto y sin verdaderas pruebas.

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