Cap 13 - Casa de campo
Pov's Deican.
Mayormente gracias a la destreza de la joven Valadria con las dagas pude regresar vivo a casa. Mi puntería no es la mejor, necesito práctica. Por mi propia seguridad hablé con Cassandra y Johan para ir a la casa de descanso, con la escusa de que necesitaba un descanso de toda esta mierda. Tan pronto como tuvimos todas las maletas partimos camino a la casa. Llegamos hace más o menos una hora, todavía estoy sacando mi ropa, Cassandra está preparando el almuerzo y Johan se encarga de poner todo en su lugar. No necesitamos más ayuda que ellos. Dean sabe que me fui a la casa de descanso pero evité decirle a cual de todas, el puede ser un blanco, y esta casa es una de las primeras que tuvo mi familia, muy pocos saben de su existencia, así lo hemos querido para de vez en cuando tener un descanso. Hacía mucho que no venía aquí, años sin ver esta casa, se siente tan bien.
En uno de mis pantalones me encuentro con el teléfono que usé para contactar con ellos. Durante unos segundos me quedo mirando fijamente el aparato electrónico ¿habré hecho lo correcto? En el momento en que lo hice me sentía tan bien, y no sé, ahora me siento vacío. Abro la ventana de mi cuarto y lanzo el teléfono lo más lejos que puedo, es hora de dejar eso atrás, nada va a cambiar y si pudiera volver al pasado estoy seguro de que haría exactamente lo mismo.
Entre mis cosas que saco de la maleta encuentro algo que no puse ahí. Algo que no es mío. Es un cuchillo, o más bien una daga. Nada parecida a las de mi amiga. La levanto, no pesa mucho, es muy ligera, como si fuera hecha de plástico, fácil de manipular. Es vieja, oscurecida por los años. Paso el dedo por la hoja, tiene relieve, como pequeñas letras, no puedo distinguirlas mucho, no hay que ser un experto para saber que no son de mi idioma, paso el dedo por el filo, seguro de que no corta, me llevo una sorpresa cuando la sangre sale de una pequeña herida que me hice con tan solo rozarla. A pesar de los muchos años que aparenta tener la daga tiene mucho filo. Cassandra me llama, pongo la daga sobre la mesita de noche y bajo. Esta casa me gusta mucho. Está hecha completamente de madera, el olor que desprende te inunda con cada paso. La electricidad es generada por los páneles solares. El pequeño tamaño de la casa es compensado con su hermosura y posición. Las paredes exteriores de la sala de estar, el comedor y la cocina son de cristal blindando, desde el comedor se puede ver el hermosos ecosistema que la rodea. Grandes pinos y abetos, llenos de animales salvajes y pequeñas aves. No hay mejor lugar para relajarse que está casa. La mesa está servida. Hay ¿cuatro platos? Cassandra, Johan, yo ¿y?
—¿Esperamos a alguien? — cuestiono al mismo tiempo que me siento en la silla a la cabeza de la mesa. La silla que pertenecía a mi padre adoptivo.
—Si, a la amiga tuya esa que invitaste — responde mi niñera cuando Johan trae la comida y se sienta junto a ella, aunque sea mi mayordomo es alguien que ha estado conmigo durante mucho tiempo, tiene derecho de sentarse en la mesa junto a mí, el es más que un empleado.
—¿Qué yo invité? — alzo una ceja.
—Ya estoy aquí, disculpa la tardanza — debí suponerlo. Vestida con un chort corto que dejaba mucho a la vista, y una pequeña blusa blanca llega Kyra y se sienta junto a mí. Debo decir que en esa ropa se ve extremadamente sexy. Con su pelo negro y brillante suelo y sus labios rojos. Es una joven hermosa, si no fuera por como tengo la mente en estos momentos, quizás cruzaría por mi mente algo más.
—Buen provecho — digo para empezar a comer.
—Tenemos cosas que hacer — dice cuando pensaba que me iba a sentar a descansar la comida.
—Yo que pensé que iba a descansar — ruedo los ojos. ¿Que quiere ahora? No puedo descansar ni aquí.
—¡Qué gracioso! A penas comienza tu trabajo, quieres ir floreando por ahí cuando ni si quiera sabes como disparar a un blanco — la miro molesto. ¿En serio? No querrá qué — Vamos conmigo — en efecto. Quiere enseñarme.
— Acabé de comer, por favor — me lanza una mirada asesina. Me cago en ella — Ahora que lo recuerdo ¿fuiste tú la de la daga?
—¿Qué daga? Deja de jugar y vamos. Caminando se te baja la panza — todo es así de fácil para ella.
Kyra me guía por el bosque como si lo conociera mejor que yo. Nos adentramos por más de media hora en él. Me detengo cuando ya mis pies no dan para más. Ella permanece igual, como si no hubiera venido caminando, no hay ni una sola gota de sudor en su cuerpo ¿cómo puede?
—Aquí nadie nos escuchará — no se de que lado de su vestimenta saca un revolver y municiones, en total unas aproximadamente 30 balas ¿De dónde sacó tanto? ¿El bolsillo de Doraemon? — ¿ves ese árbol allí? — señala un árbol a unos 15 o 20 metross de nosotros, hace poco le cortaron una rama y la marca que dejó parece una diana. Asiento en respuesta — Bien — toma el revólver, quita el seguro, lo carga y me lo entrega — tienes que darle en el centro antes de que yo te de a ti — y del bolsillo mágico de Doraemon saca otro revolver, lo carga y apunta al suelo un metro antes de llegar a mí ¿no me disparará? ¿Verdad? Trago saliva. Apunto y disparo. Nada. Ni siquiera di en el árbol. A mi lado se escucha otro disparo, solamente por el susto salto pensando en que la bala dió en mi cuerpo. Disparó al suelo, ahora apunta un poco más cerca de mi posición.
—¿No irás a... —me interrumpe.
—No hables, solo dispara — su tono de voz cambió por completo, suena como un general. Hago caso omiso a su orden y vuelvo a apuntar. Esta vez sí doy en el árbol, pero no donde ella quiere que de. Me quedan cuatro balas de las que tiene el arma. Kyra vuelve a disparar. Va en serio. Ahora apunta aún más cerca. Iba a moverme pero solo recibí una mirada y me quedo estático en el mismo lugar —¡Otra vez! — apuntó, cierro un ojo tratando de tener mejor oportunidad y disparo. Vuelvo a dar en el árbol pero muy lejos de donde tengo que dar. Kyra vuelve a disparar y apunta a un centímetro antes de mi pie. Si fallo otra vez — Dispara ya — vuelvo a apuntar, esta vez doy en la diana, pero no en el centro de ella. Otro disparo. La tierra que se levantó cayó sobre mi zapato. Levantó el arma hasta mi pie — Dispara — dos balas, si fallo estoy seguro, por su mirada que una bala dará en mi pie. Mi corazón late apresurado, con miedo. Mis manos amenazan con no disparar correctamente. Respiro, cierro los ojos y me imagino atravesando con la bala el centro de la diana. Abro los ojos, decidido a no fallar. Y disparo. Simultáneamente escucho otro disparo y cierro los ojos esperando a que atraviese mi pie —Abre los ojos — todavía no siento nada. Miro a mi pie, luego a mi amiga que hace una seña para que mire el árbol. Allí en medio de la diana está una bala, o mejor dicho, ¿dos? — Dame — le entrego mi arma para que la cargue con seis balas nuevas y me la entregue —Otra vez — disparo y doy un poco más abajo del medio, pensé que ya lo había logrado —Otra vez — vuelvo a disparar, y sigo sin dar en el lugar que antes di — Otra vez — en el momento que apreté el gatillo Kyra también lo hizo. Su bala chocó con la mía ¿cómo puede? Dió con su bala a la mía, en movimiento, a esa velocidad, que bueno que la tengo de mi lado.
—¿Quieres parar? — me molesta que me mande tanto, y haga eso, y si ahora le daba en el blanco, ¿por qué tenía que parar mi bala?
—Otra vez — suelto el arma y doy media vuelta para irme. Ella también suelta la suya y se lanza sobre mí. Me da una patada en la costilla ¿con qué esas tenemos? También trato de golpearla. Digo trato porque no lo logro, en cuestión de micro segundos toma mi brazo en el aire y lo vira causándome gran dolor, me lanza al suelo al mismo tiempo que saca una daga de su ropa y cuando estoy en el suelo pone la daga en mi cuello. Puedo sentir el frío metal tocando mi piel — otra vez — y así seguimos hasta que el sol empezó a ocultarse.
—No duras ni 90 segundos, por dios eres peor que una niña — la miro de mala cara.
—No es mi culpa de que no sea un asesino entrenado en el arte de matar desde que nací — no debí decir eso.
—Tienes razón, terminamos por hoy — ¿me debería disculpar por haberle dicho eso? Volvemos a la casa en completo silencio, solo acompañados por el silbido del viento, las ramas y hojas secas rompiéndose bajo nuestros pies, y uno que otro ruido de algún animal del bosque. Cass nos espera sentada en la sala.
—¿Dónde estaban? — gruñe desde el asiento de atrás.
—Fuimos de excursión, y nos perdimos — respondo sin mucha dificultad. Toda la vida se me ha dado bien decir mentiras, ya sé han vuelto una parte de mi vida.
—Pensé que iba a morir en esos árboles — no se si es la mejor actriz que conozco o tiene serios problemas de personalidad, pero cambió su voz y su forma de ser en un instante, se transformó en alguien completamente distinto a quien me había hablado allá en el bosque.
—La próxima vez quiero que me vean antes de salir — regaña mientras se levanta del asiento — espero que no haya ningún hijo después de esta desaparición repentina — los tres estallamos en carcajadas.
—Qué va, siempre con protección — bromea Kyra y paro de reírme para mirarla seria — es una broma vale.
—¿Vais a comer algo? Imagino que tenan hambre — y si, efectivamente, las tripas me gruñen como un León. Me pasé toda la tarde entrenado desde el almuerzo, ya deben ser más de las siete, esta chica está como si nada y a mi me duelen los dedos de tanto disparar, por no contar las hermosas peleas que tuvimos y los bellos golpes que recibieron mis costillas.
Voy a mi habitación cuando terminamos la comida. Cass toma el cuarto que pertenecía a mis padres, Johan el suyo y Kyra el de invitados. Otra vez veo la daga. Llega a mi la gran duda ¿si no fue ella quién? Nunca había visto esta arma. Al menos no que yo recuerde. Dejo la daga para tomar mi teléfono. Tengo una llamada perdida de un número desconocido. Voy al registro de llamadas para marcarle de vuelta y así saber quien fue. En el mismo momento en el que aprieto el botón de llamar entra Kyra a toda velocidad. Tiene dos armas, un revólver y una más grande, no tengo suficiente conocimiento para saber que tipo es, pero se parece mucho a un rifle.
—Hay alguien cerca — dice preocupada, y entonces contestan el teléfono.
—Nadie se puede burlar de mí, matar a mis hombres y desaparecer como si nada hubiera pasado — reconozco la voz de inmediato.
—Don Giovanni — ¿cómo nos encontró? Me encargué de que nadie nos siguiera, de que nadie nos viera, no vinimos en limo, cambiamos de carro, todo. Nos movimos a un lugar muy alejado de la sociedad. Lo que también nos hace un blanco fácil. Una casa en medio de un bosque, sin conexión a internet (por precaución) y aún así con su propio satélite.
—Espero que mi hijo les demuestre el cariño tan grande que les tengo —y cuelga.
—Quien está aquí no es cualquiera. Es el hijo de Don Giovanni — me tomé el tiempo suficiente para investigar a sus hijos también —por lo que puedo adivinar es su hijo menor. Un psicópata innato, nunca ha fallado en una misión de asesinato, es extremadamente eficaz y le gusta jugar con sus víctimas — me cago en la puta.
—Pues hoy será el primer día en que falle, y precisamente por su forma de ser es que este será su último día — me levanto y me entrega el revólver — él no es el único con trucos. Sígueme — lo primero que hacemos es ir al cuarto de Cass. Le informamos que estamos bajo ataque de un asesino, después me encargaré de decirle la verdad pero ahora tiene que esconderse junto a Johan. La risa del maníaco ese reverbera la acústica del bosque. Vamos hacia la sala de estar y desde el otro lado del cristal lo vemos. Tan solo sonríe y empieza a disparar su arma. Una muy grande y com muchas balas. Pienso que el cristal nos va a proteger, pero luego de unos segundos comienza a quebrarse lentamente. Sabía con lo que me metía ahora solo me queda preguntarme. ¿Estoy dispuesto a aceptar las consecuencias?
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