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Capítulo 3.


Todo el mundo se dirige hacia los comedores ahora que llegamos al destino. Son como las nueve de la noche, aproximadamente, y tengo un hambre tan inmenso que hasta me comería una maldita pared.

Después de que Selene sane mis heridas, ambos vamos a dormir hasta que anuncian que ya hemos llegado. Trato de no decir palabra sobre la revelación de género de Selene, a pesar de que no puedo quitármelo de la cabeza. Afortunadamente, el cansancio me vence y duermo varias horas, aunque eso también significa que despierto con un hambre atroz.

En el comedor, me siento junto a Selene en una mesa compartida con otras personas. Estamos en silencio hasta que Seven, uno de los tipos que parece disfrutar de llamar la atención, se sienta frente a nosotros. No tarda mucho en dirigir su atención hacia Selene.

—Eres muy lindo, Selene—dice Seven, acercándose más de lo necesario. Puedo notar la incomodidad de Selene; sus hombros se tensan y sus mejillas se sonrojan. Seven sonríe con suficiencia al notar su reacción—. ¿Quieres venir a mi cuarto más tarde?—susurra, lo suficientemente alto como para que yo también lo escuche.

La mirada de Selene se cruza con la mía por un instante, asustada. Parece estar buscando una salida, pero no dice nada. Miro alrededor y noto que los amigos de Seven nos rodean; me pregunto si también sienten cómo la tensión se acumula.

Trato de mantenerme calmado, pero algo dentro de mí me dice que no puedo quedarme sentado. No hago una escena; simplemente me levanto de la mesa.

—Selene, ¿vienes? Dijiste que necesitabas revisar mis heridas de nuevo—digo, usando el tono más neutral que puedo.

Selene me mira sorprendido, pero capta el mensaje rápidamente.

—S-sí, cierto—responde, levantándose rápidamente. Veo cómo el brazo de Seven cae a su costado y su expresión cambia a algo entre frustración y burla.

Mientras caminamos hacia nuestra habitación, Selene se mantiene en silencio, claramente afectado por lo que acaba de pasar. Espero hasta que estemos fuera del alcance del comedor antes de hablar.

—¿Estás bien? No parecías muy cómodo.

—No... no lo estaba—admite en voz baja, mirando al suelo. Su tono es tímido, pero hay un destello de alivio en su expresión.

—Si algún idiota vuelve a molestarte, dime. No tienes que soportar ese tipo de cosas—le digo, tratando de sonar tranquilo pero firme. No estoy seguro de por qué me importa tanto, pero algo en su vulnerabilidad me golpea.

—Gracias, Ethos...—murmura, evitando mi mirada.

Esa noche, todo parece volver a la normalidad. O al menos eso creo, hasta que a las tres de la madrugada me despierta un llanto. Es un sonido tan desgarrador que no puedo ignorarlo.

Me levanto de la cama y me dirijo hacia la puerta de Selene. Golpeo suavemente, y el llanto cesa de inmediato.

—¿Selene, estás bien?—pregunto, manteniendo la voz lo más calmada posible.

Escucho un susurro ahogado desde el otro lado de la puerta.

—Estoy bien... solo déjame...

—Me despertaste. No voy a irme hasta que me digas qué pasa—respondo, cruzando los brazos aunque no pueda verme. Mi tono es autoritario, pero no severo.

Finalmente, la puerta se abre. Selene está de pie, con los ojos hinchados por el llanto y el rostro lleno de tristeza. Trozos de cabello rubio están esparcidos por el lavabo; parece que ha estado cortándose el cabello.

—¿Qué has hecho?—pregunto, sin poder ocultar la sorpresa.

—...No quiero parecerme a una chica—susurra, con la voz quebrada—. Nadie me toma en serio. Siento que solo me ven como un objeto. Odio todo esto.

Por un momento, no sé qué decir. Luego, avanzo y le pongo una mano en el hombro.

—A veces es más fácil hablar con alguien que apenas conoces. Y aunque no lo parezca, yo también estoy intentando adaptarme a este lugar—le digo, tratando de conectar.

Selene asiente lentamente, dejando escapar un suspiro tembloroso. Sin pensarlo mucho, lo abrazo. Siento cómo se tensa al principio, pero luego se aferra a mí, dejando que las lágrimas caigan de nuevo.

—Todo va a estar bien. Si alguien te molesta otra vez, me lo dices, ¿de acuerdo?—murmuro, dándole unas palmadas en la espalda. Oigo una risa suave y quebrada antes de que se aparte lentamente.

—Gracias, Ethos...—dice en voz baja antes de volver a su cama.

Esa noche, vuelvo a dormir, pero no puedo dejar de preguntarme por qué Selene tiene que pasar por todo esto. Hay algo más grande sucediendo aquí, y tengo la sensación de que apenas estoy rascando la superficie.

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