••[final parte 2]
—¡Pelea maldita extra!
Desperté agitado, gritando esa estúpida frase de nuevo, mi brazo estaba extendido, queriendo tomar la mano de alguien que no estaba presente. Carajo, por más que quisiera olvidar ese momento no podía, nunca pude. Nunca.
¿Por qué te quedaste impregnada en mi cabeza desde ese día? Por primera vez me sentí un héroe, una persona con corazón.
Solo había lastimado a todos, al tonto e inservible de Deku que podía actuar noble sin importar nada más. ¿Cómo rayos le hacía? La envidia me corría por la sangre cada vez que lo veía sonreír al ayudar a alguien. ¡¿Por qué él podía ser así?!
Yo nunca quise ser él, pero si quería que él lo dejara de ser. Siempre viéndome con esa sonrisa de superioridad, esa estúpida sonrisa de que no le importaba ser un don nadie, siempre estaría por encima mío.
Siempre supe que debía detenerme, pero cuando me daba cuenta que debía hacerlo, ya era tarde. Él estaba herido, y en algún momento empecé a creer que se lo merecía. Que ese era su tonto destino que no quería aceptar y que yo debía abrirle los ojos.
Soñaba con ser héroe, tan fuerte como All Might, tan querido e invencible como él... Pero sabía que aún estaba lejos de serlo. Y aveces dudaba si podría llegarle a los talones.
Deku siempre me seguía, siempre me alababa, pero de repente, él empezó a creer que podía hacer más...
—¡¿Me quieres superar Deku?! ¡Ja! No me hagas reír...—.
Pero Deku dejo de seguirme, y en algún momento dejo de ser tan Deku. Empezó a luchar a fortalecerse, y todo fue después de salvar tu estúpido trasero de cobarde. Te me grabaste en el alma como el inicio de mi suplicio.
La ambulancia te llevo porque después de que tomara tu lugar, te desmayaste por no poder recuperar pronto aire.
Más te vale no morir mocosa...
Pensé con furia al ver qué no despertabas.
Nadie llegó a verte al hospital, solo estabas tú sola en la camilla de la sala de urgencias, apretando entre sueños la sábana que estaba debajo de ti llamando a un tal "hermano". Respirabas con dificultad, casi ahogándote; después de todo, te había quedado parte de esa asquerosa masa viscosa en tu nariz.
Me confundieron con familiar tuyo y me pidieron amablemente que esperara fuera de la cortina en lo que realizaban rápidamente primeros auxilios.
Debí irme, no tenía porque quedarme a esperar noticias de alguien que no me importaba. Pero no sé porque mierda me quedé, muy en el fondo, algo preocupado. ¿Eras tan débil e inútil?
—Tch...—. aprete mis puños inconscientemente, impotente, de nada había servido que pasará a morir si tú lo hacías
¿Acaso ni siquiera eso puedo hacer bien?
El doctor deslizó la cortina y se acercó a mi, posando su mano en mi hombro y viéndome con una sonrisa amable.
—Esta bien, hijo. Le hemos extraído los restos del lodo, puedes pasar a verla, está despertando.
¿Y a mí qué? Estaba irritado y cansado, me di la vuelta para irme, pero una débil voz me detuvo.
—¿Dónde está el chico rubio que me salvo?—. Me congelé ahí mismo, acababas de despertar tras casi una hora inconsciente y eso fue lo primero que preguntaste —.¿Esta bien? ¿No salió herido?
—¿Ah? ¿No es familia tuya?—. La enfermera que aún estaba a tu lado cuestionó
—No lo es, ¿pero esta bien? ¿Se lastimó o le pasó algo?—. Repetiste desesperada —Quiero verlo.
—Disculpame un momento—. ¿Acaso saldría a buscarme? Eso pareció, así que sin siquiera saber el porque, salí corriendo de ahí... Con una sonrisa ladina que ni yo me había dado cuenta que traía hasta que me detuve a respirar junto a una ventana espejo.
Tu estúpida presencia se calmó por un tiempo. ¿Dónde te habías guardado? ¿Seguirías viva? Incluso llegué a pensar que nunca más te volvería a ver, el mundo es un lugar grande, o eso creía.
—Mantente fuerte, un héroe no se construye de la noche a la mañana.
Aquella noche tuve la ¿suerte? de volver a verte. Y como siempre, metida en problemas, ¿acaso eres un imán de broncas? Agh... Mi cuerpo se movió antes de que mi cerebro terminara de procesar si quiera quien eras y de dónde te recordaba. Pero cuando vi que se trataba de ti, mi cabeza me trajo de nuevo esos viejos recuerdos que creía superados.
—¡No te tomaba foto a ti!—. Ja, si, cómo no... Tus ojos brillaron cuando me vieron en entrenamiento, los percibí apenas llegaste. Eres fácil de detectar.
Una vez más apareciste, pero está vez más cerca de mi territorio, en mi propia escuela, algo no andaba bien contigo, lo presentía. Pero eso no impidió que te persiguiera, exigí respuestas, ¿y que obtuve?
—Porque... Porque soy tu fan...
Un inexplicable latido acelerado y una torpe fan. Una torpe, frágil y extraña fan. Te odié. ¿Por qué de los 123.6 millones de habitantes aquí me tenía que seguir una busca problemas como tú? ¿Y por qué rayos un toque cálido surgió en mi pecho al oírte pronunciar esas palabras? ¡Quería matarte! Darte una paliza para que nunca te me volvieras a acercar.
Alce mi mano y la coloque en tu cabeza oculta entre tus rodillas ante los comentarios realistas que daban fuera de aquél cubículo de baño, estabas tan vulnerable ante mi, podía haberte reventado la cabeza y dejarte claro que no te quería cerca mío, pude hacerlo ¡Debí hacerlo, maldición! ¿Pero que hice? ¡Ja! Te revolví el pelo para consolarte... Mi estúpida mano fue llevada por mi corazón que estaba actuando raro. Me sentí un ridículo, así que cuando intentaste ver mi expresión confusa solo atiné a hundir algo brusco tu cara de nuevo.
—No te vuelvas a aparecer frente a mí—. Te amenacé, y creí que daría resultado, cualquier chica llorona como tú se habría dolido y hubiera desaparecido...
¡Pero por un demonio que tenías que regresar esa misma maldita noche! ¡AGH!
—Le reviento la cara, juro que lo hago...—. murmuraba para mi mientras caminaba entre las sombras preparándome para causar unas cuantas explosiones, las suficientes para asustarte
—¡Lucharé a tu lado, lo juro!—. Gritaste con fuerza, prestando tus puños y ojos, escurriendo un par de ligeras lágrimas por tus descuidadas mejillas llenas de extraño acné
No había nadie cerca, ¿estabas gritándole al edificio?
—porque soy tu fan...—. recordé... ¿Me lo estabas jurando?
Cada día que regresaste, cada delicioso almuerzo que preparabas, sabía que solo te estaba dejando entrar sin quererlo, pero ya no te podía detener. Incluso pensé que al lanzar tu primer presente te alejarias, pero no, tenía que ser un reverendo estúpido y buscarte después de verte marchar llorando.
Tire el traste, creí que eso me volvería sobrio, que por fin dejaría claro a mi mismo que en realidad no te quería, que el rescatarte solo debía permanecer en el pasado. Cuando te fuiste, vi al tonto de cola de caballo recoger tu traste con una expresión de tristeza, y luego me vio con molestía.
—Eres un tonto Bakugō-san.
—¿Ah? ¿Y a ti que te importa extra?
—Alguien como tú debería agradecer tener a alguien tan considerada a tu lado—. Paso a mi lado con el traste en mano, lo desató junto a un bote de basura, y de la servilleta callo un papelito que él no vio, pero que yo recogí
"Gracias por salvarme senpai. No sabes cuánto te admiro, ¡eres el mejor!
Quizá esto sea poco para pagarte por lo que has hecho por mi, pero lo hice con mucho cariño. Espero te guste o aunque sea, que resulte agradable a tu paladar.
¡Suerte con tu entrenamiento, héroe!"
—Tch... Tonto...—. Me maldije —¡Agh! ¡Suelta eso maldito bastardo!—. Mi boca le gritó furioso al rubio y le arrebato de sus manos el traste con la comida revuelta que estaba por tirar
¿Tu lo habías hecho? Por un momento me recordó la comida que la madre de mi viejo hacía y nos invitaba. Tenía un toque cálido, casero y... sonara bobo pero... Se sentía el cariño... ¡AHG, NO PUEDO CREER QUE DIGA ESTO!
Mis dedos se movieron solos cuando te escribí el mensaje, mis manos se movieron solas cada que te revolvía tu esponjado cabello que disfrutaba, cada que tomaba tu rostro en mis manos para ver más de cerca porque rayos no te podía sacar de mi cabeza. No eres un primor, ¡nada que ver! ¡Pero nunca comprendí entonces porque me estaba enviciando con verte casi a diario!
Mi cuerpo se movió solo cuando te presente ante el tonto de Deku y de la cara redonda cómo mi fan, solo mía. Y mi lengua formuló sola la pregunta que tenía desde que nos encontramos la segunda vez:
—¿Qué no me te doy miedo?
Ahg... Quizá ese fue mi peor error, porque la respuesta que me diste aceleró mi corazón como nunca antes lo había hecho alguien.
Te debí apartar, no debí dejar que tu esencia siguiera impregnandose en todo mi ser, agarrándome con fuerza, abrazándome sin querer soltarme. Tu terquedad por permanecer a lado de tu héroe nos trajo hasta aquí.
Aquella tarde en la que te vi tirada en el suelo mi corazón se detuvo.
—¡Hey! ¡Fea, despierta!—. Te di leves palmadas en tus cachetes para que reaccionarias pero no pasaba nada, me preocupaste —.¡Vamos Xiao! ¡Abre tus ojos!
—Llamamos a una ambulancia—. sugirió el anciano, y en lo que él marcaba en su teléfono, yo rebusque en tus cosas tomando tu credencial donde estaba tu dirección... Pero me detuve porque sentí algo raro.
Era una máscara, y aunque no la saqué de su funda aterciopelada negra, pude sentir la forma de está, y una cosita más: Tenías un arma, un arma de verdad.
—Detengase—. Le ordene al viejo y me vieron atentos —La llevaré a su casa—. Me colgué la mochila delante mío y me agache para cargarte en mi espalda —.Ayudenme a ponerla.
—¡Pero jovencito!—. intervino preocupado
—Ayudeme dije—. Lo vi con fiereza y ya irritado, no quería gritarle pero me estaba colmando la paciencia
Antes de que pudiera pensar siquiera que estaba asiendo, te deje en tu sofá y te acaricié la frente, estabas fría, te veías casi muerta, ¿que te habían hecho? No... ¿quién te había dejado así? Casi por inercia, me agache y deposite un corto beso en tu helada frente. ¡¿En qué momento comenzaste a ocasionar que estuviera pendiente de ti?!
Y cuando creí que las sorpresas de tu parte se detendrían, vi tus heridas que me dolieron y tus mentiras aún más, odie, enserio odie al idiota que te hizo eso, y aunque lo negara al principio, me dolió que le hayas pedido ayuda a alguien más para entrenar en lugar de a mí. ¿Quién se creía ese imbécil para ponerte un dedo encima?
Nuevamente, creí que ya no tendría más emociones, pero tu torpe: "¡Te quiero!" que me gritaste, junto con tu aroma en el suéter de fanática de Beast Jeanist que me prestaste me hizo darme cuenta de algo... Me empezaste a gustar. Pero montaste una repentina barrera cuando quise entrar en ti tanto como tú ya lo habías hecho en mí.
Maldición... Se supone que solo eres una simple fan, una maldita extra. ¿Por qué entonces ahora me duele verte así?
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