{02}
❝ Los herman☹s Heredia❞
Risas inundando por el lugar contaminaban el aire como ondas sonoras. Me mantengo completamente solo, como si estuviera parado en el fondo de un agujero con una pala en mi mano. Actuando como si fuese demasiado bueno y fingiendo que no necesito la compañía de nadie. Demasiado bueno siendo un zombi que esparcirá la enfermedad a cualquiera que se acerque por voluntad propia.
No. ¿A quien quería engañar? Ni siquiera podía engañarme a mi mismo, nunca me había gustado estar solo, pero al parecer aquí era mi única opción, no me gustaba la soledad pero era lo suficientemente tímido como para intentar siquiera comenzar a entablar una conversación con cualquiera de esos niños formados a la espera de recibir su comida.
Las primeras clases habían finalizado y ahora todos estábamos en el salón para recibir los alimentos. El lugar estaba separado en dos por una delgada línea amarilla, en un lado comían los niños y en el otro las niñas. Aún no sabía porque el contacto con ellas estaba prohibido, sin embargo, no quería enfocarme en ese tema por ahora y darle muchas vueltas, ya tenía mucho en que pensar, por ejemplo, en la espantosa combinación que hacía el sándwich de pepinillos y mantequilla de maní, o el sándwich de queso brie con mermelada de fresa, que eran exactamente los dos tipos de sándwiches que tenía para almorzar el día de hoy acompañado con jugo de zanahoria, si el estar encerrado no me mataba, la comida definitivamente lo haría.
Ya no tenía apetito.
—Señor Gotti—nombró tomándome desprevenido el rector en las mesas al final del salón, donde los profesores se encontraban una vez todos ya se hallaban en su lugar—Sería tan amable de dar la oración del día.
¡¿La oración del día?! Ni siquiera yo sabía a qué se refería con ello, había sido ateo la mayor parte de mi vida. En automático, todos los presentes posaron su vista en mi, esperando que cometiese el mínimo error para poder reírse abiertamente. Entonces, sintiéndome plenamente nervioso y con fallas en mi plena facultad para razonar, me puse de pie lentamente mirando hacia abajo.
—Cuando comemos del pan que compartimos, nos hacemos uno con Cristo en su cuerpo—comencé recordando un pasaje de la Sagrada Biblia en casa de la abuela—Te damos gracias, Señor, por el alimento que nos has dado; haced que de él nos sirvamos siempre para nuestro bien. Qué el Rey de la eterna gloria nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.
—Amén—repitieron los demás al unísono.
—Comamos—finalizó Masini mostrándose satisfecho.
Y yo liberando la tensión, también me senté.
—Así que tu padre es el respetable señor Jeon y tú madre la hija de los Gotti—irrumpió un chico rubio y pecoso al frente mío, mirándome con los ojos bien abiertos que diría yo, en cualquier momento se saldrían de su lugar.
Era uno de esos chicos del patio principal. Los gemelos.
—¿Conoces a mis padres?—cuestioné tímidamente.
—¿Y quien no?—exclamó extrañamente emocionado, como si hablara de una celebridad—Debes tener una vida bastante agradable.
—No quiero que mi apellido defina quien soy en este lugar—respondí tomando mi oreja izquierda—¿Podrías llamarme Jungkook? Sólo Jungkook.
—De acuerdo, Jungkook—finalizó sonriendo, dejando a la vista un hueco entre sus dientes. Si, el chico estaba chimuelo—¿Entonces eres asiático?
—En teoría soy Italiano—contesté—Nací y me criaron aquí. Mi papá es oriental.
—¿Entonces no hablas coreano?
—No realmente.
—Qué bien, porque yo tampoco—continuó riendo por su propio comentario—Me alegra al menos poder platicar contigo, mi hermano decidió no comer el día de hoy. Nosotros somos de México, pero de alguna forma mi familia terminó en Italia y nosotros encerrados aquí.
—Jamás había hablado con un Mexicano.
—Y yo jamás había hablado con un asiático italiano, al parecer ambos somos la primera vez del otro.
—Si, supongo—luego, ambos nos vimos envueltos en un incómodo silencio.
—¿Te vas a comer eso?—cuestionó señalando mis dos sándwiches con un brillo cegador en sus ojos.
—Puedes tomarlos—respondí regalándole la sonrisa más amable que podía hacer—Yo no tengo apetito.
—Genial—espetó tomándolos para luego proporcionarles un gran mordisco a ambos—Si quieres un consejo, no seas tan generoso con tu comida o morirás de hambre, sé que es un asco pero, te acostumbrarás.
—Pero, ¿Y si no lo hago?
—Lo harás. O al menos te obligarás a tratar, de lo contrario no sobrevivirás en este sucio lugar.
—Suena todo muy agradable—murmuré sarcástico.
—Por cierto, ¿Quien te hizo ese moretón en tu ojo? Por cada minuto qué pasa se pone más morado.
—Tuve una pelea antes de llegar a este cutre lugar.
—¿Por eso te encerraron?
—No exactamente.
—¿Entonces?
—No puedo controlar mis emociones. ¿Entiendes?
—No, no te entiendo mucho.
—Mejor. No te conviene hacerlo.
La noche nos terminó cubriendo como una fina manta de seda. Pero a diferencia de los demás, yo no podía dormir, mi cabeza pensaba y pensada, daba vueltas y vueltas, era demasiado frustrante. Extrañaba mi cama, a mi perro durmiendo sobre mis pies, o a la radio haciendo ruido de fondo para arrullarme. Aquí no tenia nada de eso, más qué ronquidos de algunos y el frió abrazándome, todo se sentía patéticamente lejano, y yo me sentía maldita mente solo. Me aferré a la colcha que me cubría, decidí imaginarme las constelaciones en el techo. Estás formaban diferentes figuras, podía ver la constelación de Orión, la de Hércules, la osa mayor y la osa menor, podía observar a Perseo y Casiopea, y mientras más las imaginaba, mis ojos cada vez comenzaban a cerrarse por sí solos hasta caer a un profundo sueño, como si fuese devorado por un hoyo negro.
Repentinamente sentí el líquido entrar a mi nariz haciéndome sentir que me ahogaba, el agua recorriendo mi rostro, bajando desde mi cabello, pasando por mis mejillas, hasta deslizarse en mi cuello, me obligo a abrir los ojos de golpe para tomar una bocanada de aire y así poder respirar correctamente otra vez.
—¡Levántense ahora!—gritó Masini con una cubeta en manos.
Ahí supe quien había sido el causante de tan linda alarma para despertar, pues no había sido el único al que habían empapado por completo. Todos aún sintiéndose dormidos se levantaron de su cama formando una fila conducida por el señor "bigotitos". Aquel, nos llevó hasta el patio y nos pidió hacer la formación como todas las mañanas, en teoría yo aún no conocía tal formación, así que simplemente me dejé guiar por mi intuición y compañeros aún con la pijamada puesta.
—¿Quien fue el chistosito que lo hizo?—cuestiono y definitivamente podías sentir su enojo desprenderse.
Todos se mantuvieron en silencio al no saber a qué se refería exactamente con esa pregunta.
—Uno de ustedes, tuvo la estúpida idea de plasmar un ridículo dibujo en el pasillo principal. La señorita Lanese lo vio huyendo por las escaleras.
Pero nada. Al parecer nadie sabía nada del supuesto dibujo, ni siquiera sabían con exactitud qué es lo que se había plasmado en esa pared, después de todo, la creatividad no puede simplemente limitarse a una sola cosa. Sin embargo, yo me dediqué a observar el rostro de cada uno aún titileando de frió debido a que aún estábamos mojados, topándome a aquellos gemelos demasiado tensos, murmurándose algo que por supuesto nadie pudo escuchar o tan siquiera leerlo a través de sus labios.
—Si nadie confiesa antes de que cuente hasta tres, me vendré en la necesidad de castigarlos a todos—dijo causando indignación. Pero por supuesto le importo poco—Uno.
Los hermanos se miraron entre sí.
—Dos.
Pero sabían que el castigo sería severo, no podían darse el lujo de confesar aún sabiendo que perjudicarían a los demás.
—Y...
—Fui yo—interrumpí dando un paso al frente.
Pude ver la sorpresa reflejada en el rostro de todos los presentes.
—Señor Gotti. Debo decir que lo esperaba de cualquiera, menos de usted.
—Creí que sería gracioso al ser mi primera noche.
—Dibujar una rata calva fue su mejor opción, por supuesto—susurro sarcástico—Deberá dormir una semana en la caja a partir de mañana, después espero que aprenda la lección.
—Si, señor.
—¡Ya largo de aquí!—clamo y todos al instante rompieron filas.
Camine sin ánimo alguno hasta dentro del internado, y luego subí los escalones de dos en dos para llegar lo antes posible a la habitación, sin embargo, antes de poder hacerlo sentí el calor desprenderse en mi hombro derecho obligándome a girar.
—¿Por qué te echaste la culpa?—cuestionó aquel castaño pecoso frente a mi, con su hermano chimuelo a un lado.
—¿Qué es "la caja"?—pregunte ignorando su pregunta—El dijo, que dormiré ahí a partir de mañana.
—La caja es un pequeño cuarto abandonado en la parte trasera del internado—explicó—Hace mucho frió ahí, y solo hay un colchón en pésimas condiciones. Así que te recomiendo que lleves tu cobija si no quieres terminar como zanahoria congelada.
—¿Zanahoria congelada?
—Okay, esa no fue mi mejor comparación. Pero no respondiste, ¿Por qué te culpaste? Sabias que fuimos nosotros, nos descubriste al instante.
—Porque creí que iba a expulsarme—fue lo que respondí. Sin embargo, ni yo mismo sabía porque lo había hecho—Pero ya vi que sólo te castigan, no hay manera de salir.
—Ay no, este güey si está bien caga...
—Ithan, lenguaje—le interrumpió y el contrario simplemente se limitó a sonreír.
Los tres continuamos caminando hasta llegar a nuestras respectivas camas, ahí supe que uno de ellos era con quien compartía armario debido a que dormía en la cama de al lado.
—Yo soy Santigo Heredia y él es mi hermano menor, Ithan—se presento—El me ha contado un par de cosas después de que almorzaron juntos el día de hoy.
—Soy Jungkook—dije.
—Así que estamos en presencia de un Gotti—exclamó con diversión—¿O prefieres Jeon?
—Jeon sólo lo utilizo cuando visito a mis abuelos en Corea—explique—Solo me llaman Gotti si se trata de formalidades.
—En realidad prefiere ser llamado solo por su nombre—habló Ithan.
—Bien. ¿Te sentarás con nosotros mañana Jungkook?—pregunto sentándose sobre el viejo colchón—Creo que, serías un amigo bastante leal por lo que acabo de ver.
—¿Un amigo?—cuestione tratando de no mostrarme tan sorprendido.
—¿Por que? ¿No quieres? ¿Prefieres ser del tipo solitario y misterioso? Porque puedes serlo, tienes la pinta.
—No—me apresuré a decir—Estaría encantado de almorzar con ustedes.
Amigos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro