Vecinos [Parte única][MewGulf]
El departamento era decente, pequeño a comparación de la casa de sus padres en la que estuvo viviendo desde que nació hasta este preciso momento, pero era un espacio limpio y adecuado para Gulf.
Llevaba tres años modelando y participando en pequeñas campañas publicitarias, trasladándose de un lugar a otro en la ciudad de Bangkok hasta que tuvo suficiente de aquel ritmo y tomó la dolorosa decisión de independizarse, para así vivir en una zona más céntrica. Gulf era hogareño por naturaleza, siempre creyó que el día que saldría de casa de sus padres, lo haría de la mano de un compañero, pero a sus veintitrés años y con su madre como su chófer, descuidando otros aspectos de su vida por acompañarlo, pensó que ya no quería ser una molestia. Ya no era un adolescente y si podía pagar el alquiler por su cuenta, entonces también podría sobrevivir solo.
Sin embargo, al día siguiente de mudarse, y llegar después de una larga jornada laboral donde no tenía horario, pero poco importaba si trabajar más de doce horas seguidas era lo común, al buscar en sus bolsillos no encontró las llaves de su nuevo departamento. Tenía su cartera y celular, nunca había necesitado cargar con llaves porque no tenía auto, su madre y manager lo llevaban a todos lados, y en su casa siempre estaban sus padres o hermanos para abrirle la puerta, por ello es que al salir solo puso el seguro y se marchó sin tomarlas del tazón que compró para depositarlas cada vez que llegara, y agarrarlas al salir, obviamente. Olvidó la mitad más importante.
Gulf pegó su frente a la puerta de roble, robusta y sólida, giró el pomo con fuerza, pero el pestillo no cedió ni un poco, resopló con frustración, estaba agotado como la mierda y si iba a la casa de sus padres lo tomarían como una señal divina de que no estaba listo para independizarse y lo obligarían a regresar a casa. Lo mejor era pagar un hotel y al día siguiente contactar a la persona que le alquiló para contarle la situación, con suerte ella tenía un juego extra en previsión de inquilinos estúpidos como él.
El plan no estaba mal, solo que le pareció un completo desperdicio de dinero pagar a un hotel cuando su cama y cosas estaban a metros de distancia, y solo por un tonto descuido debía de gastar cuando justo no podía darse el lujo, había dado un deposito por el departamento de dos meses de renta y comprado muebles, incluso cortinas y manteles, esas cosas para que su piso no luciera como un sitio sombrío y sin personalidad.
Golpeó su frente contra la puerta sin hacer verdadero daño, vivía de su rostro, no estaba loco. Y en eso el destello del pomo de la puerta de su vecino le llamó la atención. Quizá si conseguía entrar a uno de los departamentos que estaban a los costados del suyo, podría acceder. Estaba en un quinto piso, todos tenían un balcón en la habitación principal, aunque no conectaba, medio metro no era lo suficientemente peligroso como para no tomar el riesgo. Había salido tan apresurado que no se tomó la molestia de cerrar el balcón esa mañana, lo que al inicio le pareció un descuido torpe, ahora creyó que había sido el error de un genio. Solo que, una noche bastó para saber que sus vecinos de la izquierda eran problemáticos como el infierno, los escuchó gritar y ser tóxicos, tanto que se sintió asqueado, y aunque la luz se colaba debajo de su puerta, siendo la perfecta muestra de que estaban despiertos, no quería tener que relacionarse con ellos. Gulf también era de naturaleza pacifista, entre menos contacto con gente problemática, mejor para él. Entonces quedaba el vecino de la derecha, no había escuchado nada de aquel lado, y eso que las paredes eran finas como la masa de una crepa.
Se acomodó la camisa y se sacudió el polvo inexistente de esta, hizo el recorrido hasta la puerta de sus vecinos de la derecha y llamó a la puerta con golpes firmes de sus nudillos. Esperó, llamó de nuevo, esperó y maldita sea, al parecer no había nadie. Liberó el aire por segunda vez esa noche con frustración, miró el techo como lo haría al cielo en medio de una tormenta para reclamar por su horrible suerte, pero antes de abrir la boca para soltar una mala palabra, el destello frío del metal le hizo abrir más los ojos.
Sí, sabía que había personas que escondían las llaves en piedras falsas o debajo de las alfombras, pero nunca se le ocurrió encima del marco de la puerta, mirando a todos lados en busca de la presencia de otro ser humano, se encontró con el pasillo desierto. Bien, lo haría, abriría, dejaría de nuevo la llave en su lugar, entraría y se escabulliría por el balcón hasta llegar al suyo, todo intentando perturbar lo menos posible el hogar ajeno, sería tan rápido y silencioso que no se podría considerar un delito, porque su intención no era maligna. Así que comenzó a hacerlo, le temblaba la mano y todo, pero era normal, nunca había hecho nada similar, esperaba que fuera la primera y última vez.
—Es que no te creo, la semana pasada me dijiste que no tenías a nadie con quién ir a la reunión de la empresa —escuchó una voz por las escaleras.
—Tú lo dijiste, la semana pasada, pero ahora encontré a un chico hermoso con el que he estado saliendo a inicios de esta —replicó una segunda voz, solo que un poco más profunda.
—Estás mintiendo, sé cuándo lo haces, juntas tus cejas de esa forma y...
—No lo estoy haciendo, y deja de insistir que vaya a una cita a ciegas con las personas que conoces en las audiciones, no estoy interesado en actores pretenciosos...
Gulf consiguió que la llave girara y al escuchar que emitió un delicioso "click" en confirmación de que se había liberado el pestillo, empujó y la oscuridad del departamento le afirmó que ahí no había nadie. Dio la espalda a las escaleras, seguro eran otros vecinos, y no lucía como un tipo intentando robar, por ello luchó por no lucir sospechoso y dejó la llave encima del marco como pretendió desde el inicio, con la mano estirada, no pudo evitar mirar de reojo entrelazando así la mirada con uno de los dos tipos que caminaban en su dirección.
—Dales una oportunidad, ni siquiera los conoces y ya los estás juzgando —dijo, mas al ver que su amigo paraba en seco, lo imitó y descubrió a Gulf—. ¿Tenías visita y no me informaste? —reclamó lo más bajo que pudo, aunque era claro que el muchacho no era bueno conteniendo su voz.
—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó con una extraña sonrisa, forzada y se acercó tan rápido a él que no tuvo tiempo más para encogerse de hombros—. Si quieres robar algo, primero deja que mi amigo se marche, mientras sígueme la corriente, después puedes continuar con lo tuyo o lo que sea —murmuró en su oído provocando que se pusiera terriblemente pálido.
—¿Quién es él, Mew? —interrogó desconfiado, observando cómo el muchacho más alto que ellos, pero de complexión delgada y elegante, esbozaba una incómoda sonrisa.
—Te estuve hablando de él todo este tiempo, Mild, es mi novio —respondió utilizando cierto tono de queja.
Las neuronas de Gulf conectaron con eficacia y dio un paso al frente.
—Soy Gulf Kanawut, novio de Mew —dijo recordando que lo había llamado así antes—. Lamento si te asusté, pero era una sorpresa, no creí que llegaríamos al mismo tiempo —pronunció con dulzura girando de nuevo al que parecía ser el inquilino del departamento, como lo haría un enamorado y bueno, estaba interesado en la actuación, por lo que había practicado antes y esperaba que aquello ahora rindiera frutos para salvarle el pellejo.
Todo lucía mejor que ir a prisión.
Mew era unos centímetros más bajo que él, pero su porte y constitución física le hacían parecer mucho más fuerte de lo Gulf podía aparentar con todo y su altura. De cabello castaño y facciones perfectas, ni tan delicadas, ni tan rudas, el equilibrio exacto, con unos ojos profundos y aturdidos cuando le pasó sus brazos por los hombros en una actuación más convincente.
La sorpresa fue desplazada con rapidez y le tomó por la cintura como lo haría un buen amante.
—Está bien, me alegra tenerte aquí —enunció esbozando una sonrisa más auténtica—. Mild, pasa a tomar algo con nosotros —invitó sin soltar a Gulf.
Lo dejaron en la sala mientras Kanawut era arrastrado por Mew a la cocina, donde antes de decirle algo encendió la cafetera y espió desde el umbral para comprobar que no les estaba prestando atención.
—Oye, ¿puedes fingir solo un poco más? Sé que es un dolor en el trasero, pero necesito que mi amigo se vaya de aquí convencido de que tengo un novio hermoso y perfecto que no es un bicho raro o muy tóxico, o seguirá insistiendo para que conozca a personas —murmuró mirándolo con cierta súplica.
—Claro, yo solo...
Quería explicarle que no era ningún ladrón, y agradecerle que no hubiese llamado a la policía, sin embargo, Mild gritó desde la sala que no hicieran nada sucio mientras él estuviese ahí.
—Chicos, esperen a que me vaya —bromeó una vez que los vio aparecer con las tazas, crema y azúcar para preparar las bebidas.
Estaba sentando en el sillón de una sola pieza, Mew tiró de él para que se sentaran en frente, en el de dos piezas, pero en el centro y tan juntos como lo haría una pareja normal. Le sintió colocar el brazo en el respaldo y Gulf intentó no sonrojarse por la acción inocente.
Para su suerte, Mild no le pidió que le platicara cómo se habían conocido, era pésimo para las mentiras, y también para las historias, gracias al cielo se enfocó más en preguntar sobre sus gustos y a qué se dedicaba. Charlaron por una media hora en la que sintió como Mew acariciaba inconscientemente uno de sus hombros, cuando hablaba movía su mano libre y de vez en cuando la colocaba encima de su rodilla. Era toda una farsa, pero se descubrió cada vez más relajado y disfrutando de Mew y Mild, el primero, aunque tenía una expresión seria de muerte, era muy risueño, bromeando y burlándose de Mild que era tan extrovertido y abierto, ambos eran divertidos, pero su vecino le pareció encantador.
El amigo tuvo que marcharse, no sin antes soltar una última broma de que seguro estaban deseando que se largara para pasar el resto de la noche juntos, cuando la puerta se cerró y con ello quedaron a solas, Mew se giró con rapidez.
—¡Mierda, eso estuvo increíble! Nos creyó por completo y enserio, muchas gracias —le dedicó una enorme sonrisa—, creo que dejaré que tomes algo, solo por favor, la televisión la acabo de comprar el mes pasado y aún no termino de pagarla, aunque igual sospecho que no la aguantarás...
Antes de que siguiera divagando negó con la cabeza y se acercó para confesarle la verdad.
—No pretendo robarte ni nada, de verdad, de hecho... Soy tu nuevo vecino, me quedé afuera y pensé en llamar y pedirte que me dejaras brincar por tu balcón al mío, pero no estabas y entonces vi tu llave —explicó lo más resumido que pudo.
Mew lo observó con curiosidad.
—Entonces debo de cambiar de lugar para esconderla, quizá una piedra falsa...
—Olvídalo, funcionaría si tienes un jardín, pero no en un pasillo de un complejo de departamentos —interrumpió ganándose una risa estridente por su comentario.
—Tienes razón —contestó más relajado ahora que sabía que el adverso no era un delincuente bastante talentoso.
Lo acompañó hasta su habitación para ambos salir al balcón, el aire estaba frío debido a la hora y gracias al calor del interior, hasta parecía agradable el ambiente. Lo ayudó a saltar, era medio metro, pero aun así lo sostuvo todo el tiempo por la cintura para asegurarse de que, si daba un paso en falso, estaría allí para sostenerlo.
Una vez que estuvo en su propio balcón, Gulf corrió las cortinas y agradeció no tener la precaución de cerrar las puertas. Aunque por poco su estupidez le cuesta que se metiera en problemas, y si su vecino no fuera tan guapo y amable, quizá habría llamado a la policía por allanamiento de morada.
—¿Mañana tienes planes para almorzar? —cuestionó antes de que entrara y le fuera imposible escucharlo.
Gulf regresó al borde del balcón, imitando a Mew que le observaba con cierto aire coqueto.
No tenía un plan concreto, había trabajado la mitad del día para tener el siguiente libre y organizar su nuevo departamento, todavía tenía cajas sin abrir, pero no le preocupaba en absoluto aquello en ese instante.
—Ninguno, pero debo advertirte que me levantaré como a las once de la mañana —señaló sujetando los barandales con cierta presión para liberar un poco el nerviosismo que le estaba atacando.
—Perfecto, me gusta desayunar a mediodía los domingos, conozco un lugar estupendo al que tienes que ir obligatoriamente si quieres ser un buen miembro del vecindario —replicó guiñándole un ojo—. Y así evitar ser arrestado por no sacar a lucir tu bonito rostro a los alrededores.
Gulf rió avergonzado por su cumplido, era modelo, estaba acostumbrado a recibirlos a diario, pero no sonaban tan honestos y coquetos como el de Mew. Suspiró antes de estirarse lo suficiente para quedar a centímetros del rostro adverso. Sonrió y selló sus labios en un beso, al inicio, Mew se quedó muy quieto por la sorpresa, para después liberar el aire y tomarlo por el cuello para profundizar el dulce contacto.
—Buenas noches, Mew —pronunció al separarse.
Retrocedió con pasos lentos, giró al llegar al umbral y cerró las puertas corredizas.
Gulf podría jurar que escuchó un grito de victoria del otro lado.
N/A: Ha pasado tanto tiempo y yo creía que no volvería a escribir de los bebés, pero esta historia nació gracias a una que leí hace poco con una trama similar, pero muy diferente a lo que me salió, y mientras la imaginaba, tenían que ser Gulf y Mew, a fuerzas. Espero le haya gustado a alguien, amaré leer su opinión, mil gracias por las 6k estrellitas, hay un montón de comentarios bellos que no he podido responder, espero me tengan paciencia ♡
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