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Capitulo 1


Durante un tiempo, estuve estudiando la carrera de arquitectura. Los primeros dos años me sentí vacío, como si la monotonía de cada día se convirtiera de la nada en un café descafeinado.

Los días pasaban y apenas sentía las horas pasar delante de mí, pero este mismo día pasó algo diferente.

Estaba esperando el autobús. Vi a una hermosa chica correr preocupada, se detuvo con un alivio presente, me miró y me dijo:

—Hola, ¿de casualidad ya se fue el autobús?

—No, y creo que tardará un poco en llegar.

—Es un alivio, vengo corriendo porque me quedé escribiendo algo.

—Así son las clases, aburridas pero preocupantes.

—Me llamo Anna Fernanda, ¿y tú?

—Alejandro. Tu nombre es muy bonito.

—Gracias, llevo días sin dormir por la cantidad de tareas que nos dejan.

—Dímelo a mí, ya me siento un anciano con los dolores de cabeza y espalda.

Ella no paraba de reírse, juraría que por un momento ella había olvidado que estaba esperando el autobús. Tal vez solo se convenció de que yo, este chico frente a ella, era muy gracioso y amable.

Al terminar de reírse decidió decirme:

—Eres el primero que me habla.

—¿No tienes amigos? —pregunté viendo pasar los autos.

—Mmm... No, por lo general prefiero estar sola.

—Aunque pareces muy social.

—Me lo dicen mis familiares, pero nunca he podido tener la oportunidad de ser amiga de alguien.

—Bueno...

Luego de un silencio incómodo, sentí mucha inconformidad. Me sentí alegre al hablar con ella pero de la nada esos segundos de felicidad se perdieron. Volví a encogerme en mi saco.

Aunque vino a mí, un rayo de esperanza:

—Y... ¿Qué clase de música escuchas? —pregunté con mi mirada directa a la carretera.

—Pop —ella respondió.

—A mí me gusta el rock —dije aún con mi mirada en la carretera.

—Por lo general no me gusta el rock, pero respeto tus gustos.

—Yo igual —dije mirando el reloj.

—Bien —ella sonrió y continuó mirando de lejos el autobús. Parecía que estaba muy preocupada de llegar a casa o quizás ahora quería llegar antes de la hora estipulada.

Ella miró la hora en su celular, que apuntaba las tres de la tarde. Luego me miró y dijo:

—¿Qué dice tu reloj?

Aunque parecía que su única intención era comprobar si la hora que tenía en su celular era la misma que la que tenía yo en mi reloj...

Esta chica se acercó tanto a mí, que ella misma tomó mi mano izquierda y miró el reloj. Al subir su cabeza, me encontré con un bello rostro.

En este punto no me extrañaría que mis mejillas estuvieran totalmente rojas, ya que podía sentir un picor en las mismas, así que decidí tratar de disimular lo que estaba pasando.

Ella decidió soltar mi mano y acomodó su hermosa chaqueta, azul celeste, y su hermoso cabello rizado.

Anna vio de lejos un autobús, color amarillo. Ella sin pensarlo decidió subir en él, sin palabras por decirse ni preguntas por abordar, ella se fue. 

—Cuida... —pero lo que sea que me haya dicho, no alcancé a escucharla.

Fue una pésima idea. Intenté sacar otro tema de conversación pero nada me vino a la mente. Pensé y pensé pero solo quedaba esperar el autobús.

Al subir al autobús, me senté en las sillas delanteras. Entonces vi por la ventana que la chica cruzó la calle. ¿No es la misma parada en donde viven mis primos? Traté de mirar qué parada era pero el autobús arrancó, fue demasiado rápido, no vi nada.

...

—¡Llegaste! —dijo un niño que saltó a abrazar a Anna.

Anna miraba a todas partes para lograr encontrar a su madre, pero no logró encontrarla en casa.

—Papá y mamá, ¿Dónde están?

—¡Se fueron a trabajar!

Anna veía cómo la casa estaba patas arriba y tan desorganizada, que decidió dejar sus cosas en la habitación y no tardó mucho para empezar a organizar toda la casa, mientras que su hermano veía televisión.

—Andrés, ¿me ayudas?

Este chico tenía el volumen al 100%, y no lograba escuchar a su hermana. Bajó el volumen del televisor, así que logró escuchar cómo peleaba su hermana y decidió ayudarla.

—¿Qué tienes?

—Nadie ayuda.

Anna estaba terminando de lavar la ropa, decidió colgarla en la terraza. Al mirar a la casa del frente notó que había un chico muy familiar.

Él llevaba unos jeans azules, su chaqueta negra y gafas negras, que tapaban sus hermosos ojos verdes.

—¡Hermana, huele a quemado!

Anna se fue rápidamente a la cocina. El arroz estaba todo quemado, y se enojó tanto que decidió arrojar el arroz a la basura. Su hermano no la dejaba de mirar, parecía que había cambiado y que ya no era la misma mujer de antes.

—¿Te ayudo?

—¡No!

En aquel momento el niño, subió a la terraza y empezó a jugar con su pelota, ella podía oír los ruidos y decidió subir pero se detuvo cuando no oyó a su hermano. Mientras retomó la subida, su hermano bajó de la terraza y salió de la casa directo a la casa de al frente.

Anna esperó a que su hermano volviera de la calle pero en ningún momento apareció. Ella salió de la casa y se percató de que su hermano estaba jugando con alguien más. Se acercó y pude ver una figura masculina.

—Entra a la casa.

El niño obedeció y entró a la casa.

Anna en cambio, se quedó ahí con ¨él¨. Este chico, no parecía entender lo que había hecho la mujer.

Antes de que ella se fuera a su casa, ¨él¨ le dijo:

—¿Así que ahí vives?

Anna dejó que su hermano entrara a la casa mientras que ella hablaba con el chico. La conversación duró un par de horas hasta que él tuvo que irse a su casa. Ella debía terminar de estudiar para sus exámenes.

Al entrar a la casa, el hermano muy emocionado le preguntó:

—¿Qué te dijo?

—Te lo diré después. 


Continuará...

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