O5: Demonios, soy virgen en cada sentido.
Matt se retiró al cuarto de baño mientras MacKenzie y yo regresábamos a la sala de estar. Ella alzó el pepino con orgullo sobre su cabeza, agitándolo al ritmo de la música y encabezando el camino de vuelta hasta mi ordenador.
MacKenzie se sentó en el sofá con el portátil en equilibrio sobre sus rodillas y yo me deslicé a su lado para... supervisar.
—Haz clic aquí —le dije, señalando a las fichas con etiquetas de los modelos.
El título me había parecido un poco extraño, pero supuse que sonaba con más clase que decir estrellas del porno. La mayoría de las imágenes eran de chicas en topless posando seductoramente. MacKenzie se desplazó más allá de las fotos de las chicas. Anoche había inspeccionado a fondo cada imagen, preguntándome si Justin habría dormido con ellas, y a cuál preferiría más. Todas esas chicas eran delgadas y bronceadas, con grandes pechos falsos. Yo no quería, pero mi mente inevitablemente hizo comparaciones con mi propio cuerpo.
Yo era de estatura media, de peso medio. Mis pechos eran decididamente reales, caían varios centímetros cuando me quitaba el sujetador, y tenía demasiadas pecas para ser considerada sexy. Bonita tal vez, pero definitivamente no a la altura del tipo de mujeres con las que él dormía normalmente. Sin embargo, todos los pensamientos de inseguridades se desvanecieron cuando encontré la foto de Justin.
—Ese es él. —Señalé la foto. Decía que su nombre era Jason, pero era definitivamente Justin. Estaba de pie cerca de un banco de pesas, pantalones cortos sueltos sobre sus estrechas caderas para mostrar sus marcados abdominales y estaba sonriendo como si supiera un secreto que el resto desconocíamos.
—Maldita sea. Es jodidamente caliente. — Me reí.
—Lo sé. — MacKenzie hizo clic sobre su foto. A pesar de que me pasé la última noche estudiando detenidamente cada una, no pude evitar inclinarme hacia adelante para unirme en su inspección. Tenía una página completa de fotos. En muchas vestía solo un par de calzoncillos negros, y otras pocas en las que los bóxer habían sido eliminados y todo él estaba orgulloso en la pantalla.
El tatuaje sobre el que yo me había preguntado era un diseño tribal que cubría la parte trasera de su cuello. Me sonrojé ante la vista de su polla bien erecta y el calor se arrastró hasta mi pecho, hasta que estuve rosada y tensa. No podía dejar de recordar la sensación de estar cerca de Justin en la semi-privada habitación del hospital, donde había estado lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su piel y oler el aroma almizclado de su excitación.
MacKenzie se desplazó hasta la biografía que había debajo de las fotos. La había leído anoche, pero no podía resistirme a leerla otra vez por encima de su hombro. Decía que era el más nuevo modelo, y que trabajaba en exclusiva para su página web. La biografía afirmaba que era extremadamente profesional para trabajar y que siempre se centraba en asegurarse de que las chicas se sintieran cómodas. Fuera del trabajo, disfrutaba entrenando y escuchando música r&b. Sonaba como un cliché de mierda, pero eso no me impidió aferrarme a cada pizca de información que pudiera conseguir.
Mattew apareció desde la cocina, esta vez con una botella de cerveza, y se hundió en una silla al otro lado de la habitación.
—Matt, ¿quieres ver el aspecto que tiene un verdadero hombre? —bromeó MacKenzie. Le di un codazo en el costado. Matt era solo unos centímetros más alto que yo y tenía una constitución delgada, pero era lindo y no me gustaba que ella le menosprecie. Especialmente porque regularmente recibía críticas por ser uno de los pocos estudiantes masculinos de enfermería.
—Tengo que verlo cada día, nena. Estoy bien. —Se terminó el resto de la cerveza. MacKenzie cerró el portátil.
—Vamos a salir. Si miro algo más de eso, me lanzaré sobre el primer chico que vea en el club.
En el momento en el que llegamos, los tragos de me habían hecho efecto. Matt pasó el brazo alrededor de mi cintura y me ayudó a entrar. Una vez que estuvimos estacionados en el bar, me depositó de forma segura en un taburete, rechazó el pedido de MacKenzie para más tragos y me pidió una cerveza y agua. Con nuestras bebidas en la mano, encontramos una cabina en la esquina y nos sentamos. Me dejé caer en el asiento, apoyando la cabeza en el hombro de Matt.
— ¿Qué había en esas cositas de gelatina? Me siento rara. —MacKenzie se rió.
—Vodka. Pensé que sabías que los tragos de gelatina llevaban alcohol. — Matt tomó mi barbilla, girando mi rostro hacia el suyo.
—¿Cuántos de esos te has tomado, Tay? — Intenté contarlos y perdí la pista.
—Umm, ¿diez? ¿Doce?
—Mierda —dijo y quitó la botella de cerveza de mi mano, remplazándola por el agua. —Maldita sea, MacKenzie. Dijiste que le echarías un ojo esta noche.— MacKenzie agitó una mano hacia él.
—Está borracha, no muerta, Mattew. Cálmate. Es su vigésimo primer cumpleaños, y por Dios, no eres su padre. — Tomó de nuevo un buen trago de su propia bebida.
—No discutan, chicos. Estoy bien. —Extendí la mano hacia ellos tranquilizadoramente, pero la dejé caer—. ¿Ven? —Ambos se rieron de mi falta de coordinación.
—A veces olvido lo protegida que estás, Taylor, con tus bragas de algodón de los-días-dela-semana y todo. —Se echó a reír. Me senté más erguida en mi asiento.
—Solo porque soy virgen para los tragos de gelatina no significa nada. Demonios, soy virgen en cada sentido... — Me tapé la boca con una mano. ¡Ups! No había querido decir eso en voz alta. MacKenzie agarró mis hombros.
—¿Hablas en serio?—Asentí de mala gana. Las caras de Kenzie y Matt estaban llenas de sorpresa ante mi revelación.
—¿Qué? No es como si estuviera orgullosa de ello. No quiero ser así más. —MacKenzie tomó mi mano.
—Nena, no es nada de lo que avergonzarse. Pero si lo que quieres es deshacerte de ella... no es tan difícil de hacer. Tus padres tuvieron la conversación de las abejas y los pájaros contigo ¿verdad? —Aparté mi cerveza de Matt y tomé un trago fortificante.
—No soy como tú. No puedo tener una aventura de una noche.
—Bueno, no me vengas llorando cuando te encuentres vieja y viviendo sola con un puñado de gatos.— Tomé otro trago de mi botella, no le contaría que había estado pensando en conseguir un gato últimamente.
—Déjala en paz, Kenzie —dijo Matt, quitándome la cerveza de la mano otra vez. Se inclinó hacia mí—. Si quieres que te ayude solo házmelo saber. —MacKenzie golpeó con fuerza la mano de Matt para apartarla de mi muslo.
—No. Yo la ayudaré a elegirlo. Será como mi regalo de cumpleaños. —Sonrió. Hice rodar los ojos, resoplando ante sus sugerencias. No iba a elegir a un tipo al azar para dormir con él en mi vigésimo primer cumpleaños. Y por supuesto que no iba a acostarme con Matt. ¡Argh! ¿Podrías imaginarlo? Era como un hermano para mí.
— ¡Oh Dios mío! Taylor, mira. —MacKenzie señaló al otro lado del bar—. Es el tipo de la página web.
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