29: Te lo prometo.
La reacción de Taylor ante esas cinco pequeñas palabras no era exactamente lo que yo esperaba. Sus ojos azules se quedaron bloqueados en los míos durante unos segundos antes de que se cerraran. Negó con la cabeza.
—No lo digas sino lo dices en serio. —Ahuequé sus mejillas y abrió los ojos.
—Quise decir cada palabra. Te amo —Una sonrisa floreció en sus labios y me incliné para besarla—. Si tengo que sacrificarme para darte todo lo que quieras, si tengo que cambiar lo que soy, lo que sea que tenga que hacer, dímelo. Está hecho. No puedo creer que pensé que podría vivir sin ti. —Bajó la mirada, un rubor rosado manchando sus mejillas.
— Justin — susurró en voz baja, agarrando puñados de las sábanas en sus pequeñas palmas.
—Yo era jodidamente desgraciado sin ti. Una ruina absoluta. Por favor, perdóname, pastelito.—Levantó la vista, pareciendo sacar algo de fuerza al escucharme arrastrarme, su sonrisa pícara volviendo a caer en su lugar.
—Y te comprometerás sólo para mí. No más rodaje sin importar cuan difíciles se pongan las cosas.
—Te lo prometo —Besé el dorso de su mano, los nudillos, la muñeca.
—Y ni siquiera miraras a otra mujer cuando estamos juntos. —La miré a los ojos
—No será necesario. Tengo a la chica más bella del mundo conmigo —Hacíamos nuestros propios votos el uno al otro y no importa lo extraño que pudieran parecer, eran perfectos para nosotros. — ¿Vas a estar bien conmigo sentado sobre mi culo los domingos por la tarde, viendo el partido y tomando una cerveza?— Se echó a reír, profundo y gutural.
—Sólo si me dejas tener alitas de pollo. —Sonreí.
—Hecho.— Se arrastró sobre mi regazo a horcajadas sobre mí y apoyó la cabeza en mi pecho. Era extraño cómo yo había llegado a pensar en esto como su sitio. Trazó con la punta del dedo ligeramente sobre mi pecho, rozando contra el vello. —¿Irías a la tienda y me conseguirías tampones y helado de chocolate y revistas de chismes cuando los necesite?
—Maldita sea, nena, si puedo jugar a la tienda de Belleza Barbie con Jazzy, ¿no crees que puedo manejar eso? —Se echó a reír, su pecho rozando el mío mientras se reía.
Mi cuerpo despertó a la vida, recordando que todavía estábamos en su mayoría desnudos. Me volví y suavemente la deposité sobre la cama, acomodándome a mí mismo sobre ella. Lamí sus pezones, tirando de uno en mi boca, y mantuve los ojos fijos en los de ella. Me tomé mi tiempo, a fondo adorándola con mi boca y dedos hasta que ella estuviera empapada y me pidiera más. Dios, amaba a esta chica.
La acomodé sobre su espalda, las piernas abiertas para mí y me arrodillé entre sus rodillas. Me acerqué hacia adelante hasta que desaparecí en su interior. Mirar a mi polla deslizarse entre sus pliegues rosados era terriblemente caliente. Mi único problema con esta posición, apoyado sobre mis rodillas de la manera que fuese, era que no podía besarla. Sin embargo, tenía la vista perfecta de su pequeño cuerpo caliente, por lo que lo usé en mi provecho. Después de haberla puesto ante mí de esta manera, me permití acariciar sus pechos y sumergirme entre sus piernas para dar masajes a su clítoris.
—Quiero que te vengas para mí, nena.— Gimió suavemente, sus ojos se cerraron en concentración.
— Justin, lo quiero rápido.
—¿Estás segura, nena?
—Sí —Se quejó, encontrándose con mi mirada de nuevo. Agarré sus rodillas y aumenté mi ritmo, hasta que estuve totalmente enterrado con cada embestida, mis bolas golpeando su culo. Oh, joder, no iba a durar a este ritmo. Su calidez, su cuerpo, su pequeño coño apretado.... Ah, mierda. —Cariño, me voy a venir.
—Todavía no —susurró. Tragué una maldición, y embestí más duro, rodeando su clítoris con mayor rapidez. Las gotas de sudor rodaban por mi espalda por el esfuerzo de aguantar mi orgasmo.
—¿Nena?
—Todavía no —exclamó.
Agarré la base de mi eje, aprisionando mi orgasmo inminente y continué empujando. Mis bolas apretadas como el dolor físico de mantenerme me alcanzaron. Sus gritos se hicieron más fuertes y sus caderas chocaban contra las mías. Ella estaba cerca.
Con una mano seguía jugando con su clítoris, usé mi otra para masajear un pecho, pellizcando y frotando sus pezones hinchados. Sus caderas se dispararon fuera de la cama y su voz ronca gimiendo mi nombre me envió al borde. Embestí dos veces más y llegué a mi clímax, inclinándome sobre ella para susurrarle palabras cariñosas mientras me venía.
Hicimos el amor dos veces más y luego pedimos comida a domicilio, negándonos a salir de la cama, incluso mientras comíamos—sushi de todas las cosas. Taylor había prometido que me gustaría, y, sorprendentemente, en realidad no estaba nada mal. Una vez que terminamos, nos quedamos en el centro de la cama, renuentes a dejar los brazos del otro.
—¿Cómo podría yo ser suficiente para ti, nena? Te mereces el mundo. Ni siquiera mis propios padres me quieren —le dije, trazando un solo dedo encima de su cadera desnuda. Me negé a su solicitud de vestirnos después de la última vez que habíamos hecho el amor. Se apoyó sobre un codo para mirarme.
—Tus padres se perdieron a un hombre asombroso. Y con respecto a que tú no eres lo suficientemente bueno... —Sacudió la cabeza—. Piensa en el amor incondicional que tienes por Jazzy. Ella puede suponer un reto, y tú probablemente nunca imaginaste cuidar de una niña de seis años a tu edad, pero para ti, ella es perfecta. —Yo sabía que ella tenía razón. Recibiría una bala por Jazzy. Y sentía lo mismo por Taylor. —Tú podrías no ser la persona con la que alguna vez me imaginé, pero eres exactamente lo que necesito, alguien con quien puedo soltarme y ser yo misma. No algún idiota estirado usando traje que sólo está cortejándome con la esperanza de impresionar a mi padre y asegurarse su próximo ascenso.
—Es verdad. Ese no soy yo.
—Y me encanta eso de ti. Me encanta saber que te enfrentarías a mis padres o a cualquiera si se da el caso, para asegurarte de que yo sea feliz.
—Diablos, sí, lo haría. —Metí a Tay bajo mi brazo y la sostuve hasta que su respiración se volvió profunda y regular. Nunca había pasado una noche lejos de Jazzy, pero sabiendo que Sophia estaba durmiendo en mi casa, y que Jazzy estaba a salvo —y lo más importante, que tenía a Taylor de vuelta— caí en un sueño fácil, sintiéndome más feliz y más completo que nunca.
—¿Qué es exactamente lo que crees que estás haciendo? —le pregunté a Taylor mientras se arrastraba a través de la cabina de mi camión hacia mi regazo.
—Shh. Tengo una idea —murmuró contra mi cuello. Tenerla a horcajadas sobre mis caderas con esa pequeña falda negra envió una ola de deseo a través de mi sistema.
—No es justo, nena. No tengo espacio para tocarte. —Apoyé los brazos a cada lado de ella, enjaulándola contra mí, pero todavía dejándola salirse con la suya. Levantó la barbilla y atrapó mis ojos, la confianza y el deseo ardiendo en esas profundidades azules.
—Silencio. Una vez me dijiste que te gustaba el sexo en la cabina de tu camión. —Una risa baja cayó de mis labios. ¿Eso es lo que esto era?
—Solía gustarme. Pre-Taylor. —Como habíamos empezado a llamar a mi vida antes de ella.
No la iba a follar en mi camioneta. Claro que estaba oscuro y el estacionamiento se encontraba vacío en su mayoría, dada la hora, pero Taylor merecía más. Se merecía todo. Me sonrió, recostándose aún más cómodamente en mi regazo.
—Sí, pero has venido a bailar con mis amigos esta noche, aunque sé que odias los clubes ruidosos y quiero recompensarte. —Movió las caderas contra la parte delantera de mis pantalones vaqueros, el roce de nuestros cuerpos exigiendo atención. Tomé su mentón en la mano y la besé en la boca.
Odiaba los clubes de baile, pero ver bailar a Taylor con una minifalda y tacones y sintiendo sus movimientos contra mí toda la noche, bueno, vamos a decir que no fui un mártir. Esto también había ayudado a que acortáramos el hueco entre nuestros amigos, invitando a varios de sus amigos y los míos a salir juntos. Algo así como nuestra primera salida real como pareja. Y para nuestra sorpresa, todos se habían llevado bien. Incluso Matt y yo habíamos enterrado el hacha de guerra entre nosotros.
Al parecer, algunos se habían llevado mejor que otros, demasiado—como ejemplo de ello, estaba bastante seguro de que Ian y MacKenzie se encontraban actualmente de camino a su casa. Yo no podía dejar de sonreír, porque eso era exactamente lo que habíamos estado haciendo durante el último mes —ella mostrándome las cosas de su mundo y yo mostrándole el mío.
Taylor continuó mirándome con una expresión curiosa, su boca curvada en una sonrisa maliciosa.
—No aquí. No en mi camión, nena. Déjame llevarte a casa donde pueda follarte bien. —La besé, mordiendo sus labios. Sonrió y negó con la cabeza.
—No soy frágil, Justin. No hace falta que me trates como una princesa. Te quiero.
—Pastelito... —Mi voz salió en un medio gemido, medio susurro.
Trabajó sus manos entre nosotros, desabrochando mi cinturón y tirando hacia abajo mis pantalones. Dios, estaba completamente a su merced. Me tenía. El brillo en sus ojos y la sonrisa crispando sus labios me dijo que ella lo sabía.
—Creo que tengo que recordarte... —Tiró hacia abajo mi bóxer lo suficiente para liberar mi polla—. Que esto me pertenece. —Se inclinó más cerca, moviéndose contra mí para que yo pudiera sentir lo mojadas que sus bragas estaban. Jooooder.
—Oh, es todo tuyo, pastelito. —Tiré de sus bragas a un lado, dirigiendo mi pulgar por sus labios hinchados. Sabiendo que estaba lista, empujé las caderas hacia arriba, encontrando su calor húmedo con empujones suaves. Gimió y se retorció, ajustándose a la plenitud cuando me deslicé dentro. Apreté la mandíbula para no gritar cuando su increíblemente apretado y caliente canal se dejó caer sobre mí.
—Cada centímetro, mío —susurró.
—Sí, tuyo. —La besé apasionadamente mientras ella aumentaba su velocidad. Taylor gritó y presionó su mano contra la ventana, marcando el vidrio empañado con una huella de su mano. Si no era obvio lo que pasaba en este camión antes, sin duda ahora sí.
Sus gemidos se hicieron más insistentes y yo sabía que ella estaba cerca. Nunca tenía que pedirle más. Siempre sabía cuándo estaba a punto de venirse y luego mi liberación en consecuencia. Se levantó y se sentó sobre mí mientras repetidamente gemía mi nombre como si fuera su mantra. Era jodidamente caliente.
Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo bajo en su garganta y pude sentir el orgasmo pulsante exprimiéndome. Agarré sus caderas, embistiendo duro y rápido y pronto la seguí al borde. Después, la acuné contra mi pecho, sujetándola mientras los latidos de nuestros corazones se hicieron más lentos y nuestras respiraciones se mezclaron.
—Te amo, pastelito.
—Te amo, Justin —murmuró, sus labios contra mi cuello.
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