
18
Las gotas caían rabiosas y eran empujadas por el aire para chocar contra los cristales y el metal que creaba mi ventana, las nubes se veían grises y borrosas fuera de ella y los edificios parecían más brillosos con la poca luz del sol colándose entre las nubes y gracias al agua cayendo del cielo.
Jungkook se encontraba entre mis brazos y piernas, con su espalda recargada en mi pecho y su mano sosteniendo su taza de café mientras que con la otra sostenía un libro. Él estaba leyendo y yo lo escuchaba complacido.
─Las montañas se veían hermosas desde donde estaba parado, preguntándome si lo que había recorrido habían válido la pena, venir hasta aquí por una persona que dudaba se acordara de mi. ¿Pero qué podía hacer?, mi corazón latía con fuera en mi pecho, latiendo por aquel amor al cual le envíe cartas sin falta cada mes y nunca recibí respuesta... Y aunque dolía no paraba de hacerlo, teniendo sus palabras en mi mente cada que escribía otra, aquella corta frase que me dio la fuerza para enfrentarme a la guerra. "Te amo, amor mío. Regresa con bien que yo estaré esperándote. " y después de cinco años estaba camino a ese lugar, el último lugar en el que había visto su sonrisa y besado sus labios.
Jungkook de repente cerró el libro, abrí los ojos viendo como mi novio dejaba la taza de café en el mueble detrás del sofá que habíamos comprado para guardar cosas de su trabajo. Se acomodó sobre mi, acostando su cabeza en mi pecho, su oreja contra mi corazón, abrazando mi brazo como si su vida dependiera de ello.
─¿Qué pasó? ─pregunté con las cejas juntas y mis brazos moviéndose para abrazarlo, pegué mi barbilla a sus cabellos, me incliné para besar y después volver a mi posición.
─Ese libro es jodidamente doloroso, no quiero seguir leyendo eso. Estúpido libro, me dieron ganas de llorar.
Sonreí ante ello, porque Jungkook era muy tierno a veces sin darse cuenta, suspiré y me moví un poco para alcanzar el libro con la mano que no era abrazada con fuerza en una prisión de brazos medio musculosos y aliento cálido chocando contra él, abrí el libro como pude y seguí leyendo.
─Termina muy bien, deberías leer.
Jungkook negó sin voz, sus cabellos meciéndose. Volví a dar varios besos en sus cabellos e inhale profunda mente haciendo que Jungkok se levantara y luego volviera a bajar.
─¿Qué te puso mal de ello?
Mi castaño tardó bastante en contestar, su respiración era lenta como cuando dormía, pero sabía que seguía despierto, solo estaba sentimental y me preocupaba no saber la razón. Jungkook siempre ha sido sentimental, lo había notado desde que comencé a pasar más tiempo con él.
─Él pudo haber muerto sin una respuesta por parte de ella a sus cartas de amor, sin volver a verla. Joder ─maldijo, tratando de no entrecortar su voz, estaba como cuando vimos aquella película del perro que reencarnaba en distintas vidas hasta encontrar a su primer amo de nuevo ─. Es que, él en verdad pudo haber muerto.
─Es un libro, debes terminarlo para saber lo que sucede, sí él está con ella.
Jungkook se giró soltando mi brazo, se acostó boca abajo sobre mi pecho y restregó su nariz en mi ropa, dejando en claro que no se movería de ahí en un rato.
─Es que si yo te perdiera... ─soltó de repente contra mi pecho.
─Hey, eso no va a pasar. Ahora vivimos solos, juntos en una vida común y natural, como mortales normales entre más mortales. Somos comunes, no más poderoso Dios del sexo y virginal culpable de la tentación ─solté, el rió contra mi pecho y levantó la mirada, sus ojitos llenos de lágrimas sin poder bajar y apunto de hacerlo por ser tan pesadas en sus bellos y grandes ojos ─. Amor, no llores, por favor ─mis dedos viajaron a su rostro, la palma pegándose a su mejilla mientras mi dedo pulgar quitaba las saladas gotas. Él posó su mano sobre la mía, dejándola ahí.
─En serio no sé que haría sin ti, eres todo lo que quiero, todo lo que necesito, todo lo que tengo.
─No voy a irme a ningún lado, Jungkook. Siempre voy a estar contigo.
─ Prometelo.
─Pondría una mano en mi corazón pero tú estás terriblemente acostado sobre mi.
Mi castaño refunfuñó frunciendo su nariz y subiendo sus labios, un acto gracioso que me pareció muy tierno, después volvió a restregar su cara con mi pecho.
─Lo prometo ─solté.
─Yo también.
Mis ojos se fijaron en las gotas que se estrellaban y luego resbalaban por los cristales cuadrados del ventanal a cuadros frente a mi, el cielo se veía tormentoso, pero lo bueno era que yo estaba dentro de mi casa, con el amor cálido de la persona que me hacía feliz, no allá afuera, con él frío y la humedad de las gotas empapando mi cuerpo.
O eso es lo que yo creía.
Sin cristal a donde caer, las gotas se estrellaban contra el cuerpo del hombre sobre la camilla, la sangre sobre su ropa no podía ser lavaba y la máscara de oxígeno cubría parte de su rostro impidiendo que las gotas trataran de limpiar la tinta roja que había salido de su cuerpo y con la que Jungkook le había manchado al correr a él.
Los médicos personales de Kwan se movían con rapidez, adentrando al hombre herido a la ambulancia, su estado estaba siendo crítico, el pulso cada vez menos, pero eso no los pararía.
El llanto de la pareja del herido era algo que no pasaba desapercibido, combinándose con las gotas siguiendo la figura de su rostro y mojando la manta en la que había sido enrollado, le impedían ir a donde su novio, metiéndolo a otra ambulancia. Mientras que los que no eran parte de la gente de Kwan atendían a los demás secuestrados.
Las habilidosas manos de los expertos se movían sobre el cuerpo de Jimin, sobre las maquinas médicas y recitando el modus operandi que manejaban cuando tenían un herido de bala.
Al llegar al hospital destinado, el cuerpo del pelinegro fue movido fuera del vehículo, llevándolo con velocidad hasta una sala donde pudieran trabajar, las puertas de vidrio se cerraron detrás de la espalda de los médicos, los cuales corrían, corrían a prisa para evitar que el alma del herido abandonara su cuerpo para ir al cielo y no regresar jamás.
Y los gritos de Jungkook no se hicieron esperar, ya vestido con una bata de la clínica encontró como llevaban a su novio a la sección de emergencias, corriendo junto con los médicos lloraba y le hablaba al amor de su vida.
─Jimin, vas a estar bien. Vas a estar bien, mi amor ─decía el hombre de voz estrangulada y cuerpo débil, sacando fuerza de donde no la tenía para seguir mirando el rostro ensangrentado de su novio, las lágrimas siguiendo su curso por las mejillas y su cabello húmedo por la lluvia fuera del establecimiento ─. Abre los ojos, bebé. Anda, abre los ojos y dejame mirar las estrellas en ellos.
Jungkook fue detenido por uno de los hombres de Kwan, encargado de cuidar al muchacho para no seguir más allá de donde debía ir. Las puertas de cristal se cerraron y Jungkook solo pudo llegar a ellas, mirando como su novio permanecía en el medio de la blanca habitación y era conectado a varias máquinas con rapidez, los pitidos comenzaron a sonar de un momento a otro, siendo constantes según los médicos.
Era un escena horrorosa, que Jungkook no le desearía ni a su peor enemigo y aunque lo hiciera, su peor enemigo no quería a nadie. Miró como el cuerpo de su novio se veía débil y pálido, con la ropa rasgada por los doctores, con la sangre sobre su piel, ni con todos esos músculos había podido sobrevivir a una bala.
El hombre tenía sangre en su rostro y seguía sin perder su belleza, era malditamente bello y su corazón dolía por ello. Porque aquellos ojos seguían cerrados y sus pestañas se embargaban del líquido rojo, su cabello negro enmarañado también estaba lleno de sangre por la culpa de sus desesperadas manos al correr a tocarle.
Entonces, el pitido constante en la maquina dejó de sonar, siendo un pitido largo declarando la detención de los latidos del corazón.
─¡No mueras! ─gritó el castaño golpeando el vidrio con la palma de su mano ─ ¡No me dejes, por favor! ─los doctores comenzaron la reanimación, llevando sus manos al aparato que daría descargas a su corazón ─. ¡Jimin, abre los ojos!, ¡ven a mi!
─Ponganle una ampolleta de epinefrina.
El corazón de Jungkook golpeaba sin piedad su corazón, las lágrimas ya no tenían fin, sus piernas perdieron la fuerza y su voz huyo en lamentos agudos de amor eterno, cayendo al suelo mientras su mano permanecía en el cristal, tratando de estar más cerca de Jimin al otro lado, en aquella camilla, donde su alma salía de su cuerpo y se elevaba al cielo. En una habitación fría, llena de personas intentando regresarlo a donde pertenecía, al lado de Jungkook.
─¡Jimin!, ¡no puedes dejar!, ¡tienes que volver y darme mucho amor!, ¡prometiste no dejarme!... Pro-prometiste que estaríamos juntos hasta el final...
Fuera de su sufrimiento, era un chico sucio en bata, tirado en el suelo, sentado sobre sus talones, llorandole a una puerta de cristal, donde la imagen de adentro era apurada y alarmante.
El sonido de las ambulancias significaba que alguien se había lastimado, que alguien estaría grave, que habría alguien como él, sufriendo en agonía y desesperación por perder a alguien que ama. Pero él estaba perdiendo a el amor de su vida, su vida casi literalmente, aquel chico del que se enamoró sin quererlo, si primera vez en muchas cosas.
El que le enseñó a amar, a amarse a si mismo.
Sentía que era sin duda el peor día de su vida, que todo había pasado tan rápido, como un conejo blanco corriendo lejos de él, impidiéndole alcanzarlo, que la felicidad que era su vida estaba en la punta del rabo del animal y se iba veloz en cuestión de segundos, dejándolo solo y agonizando en una interminable tristeza llena de promesas rotas y sueños cancelados. Estaba perdiéndolo todo, había perdido todo, tras ver como el último pitido después del silenció daba, convirtiéndose en uno seguido, sin prestar atención en lo demás que había por suceder, solo permaneciendo ahí, no aceptando que su novio se había ido.
─Jimin... ¿Qué mierda haré sin ti?
¿Qué quieres que te diga?, estabas tan dentro de mí todo el tiempo que en verdad sentía que si no tenía tu orgasmo, tus labios, tus manos, tu mirada o tu perfume, me volvería loco. Irme fue lo que quería para alejarme, porque todo me recordaba a ti; mi apartamento, el salir, el centro comercial, porque aunque fueron muy pocas las veces que salimos juntos, parecía como si de pronto estuvieras en cada maldito rincón, aparecías en todos lados y eso me dolía, me regañé a mí mismo varias veces por pensar en tus labios o tu sonrisa en vez de pensar en la clase que se supone estaba dando sobre el pensamiento filosófico. ¿Qué quieres que te diga?, estabas tan dentro de mí todo el tiempo que en verdad sentía que si no tenía tu orgasmo, tus labios, tus manos, tu mirada o tu perfume, me volvería loco. Irme fue lo que quería para alejarme, porque todo me recordaba a ti; mi apartamento, el salir, el centro comercial, porque aunque fueron muy pocas las veces que salimos juntos, parecía como si de pronto estuvieras en cada maldito rincón, aparecías en todos lados y eso me dolía, me regañé a mí mismo varias veces por pensar en tus labios o tu sonrisa en vez de pensar en la clase que se supone estaba dando sobre el pensamiento filosófico.
─Te amo tanto, Park Jimin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro