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Siete.

Emma entró en pánico, tanto fue que detuvieron su declaración a la mitad pero con eso bastó para declararme como el principal sospechoso; pues el terror que inundó su rostro al decir mi nombre era algo que nadie quería ver nuevamente.

Esa noche me quedé en una celda pero, aunque la prisión preventiva no fue tan desagradable como creí no pude conciliar el sueño. No fue el ver a mamá llorar lo que me mantuvo despierto, ni siquiera los horribles ronquidos del guardia. Sino que yo estaba ahí, encerrado sin poder hacer nada y Emma estaba atrapada en su propia mente esperando marchitarse mientras que el verdadero culpable seguía con su vida afuera.

Mi madre llegó temprano a la mañana siguiente, y no muy convencida de todo trajo comida consigo; solo tomé el pan tostado y le dí pequeñas mordidas mientras ella no dejaba de mover su pierna, desesperada observando el lugar en el que fui obligado a pasar la noche.

Le pedí que le diera el resto de comida al hombre de la celda de al lado que se quejaba desde muy temprano, de hambre y de la mala comida que le servían.

¿No vas a decir nada? cuestionó un poco molesta por mi actitud, seguí masticando aquello y le miré.

—¿Cómo qué? solo me limité a decir después de tragar el bocado.

—Eres inocente, Charlie — comenzó —. No puedes sólo resignarte y ya.

—No me estoy resignando, sólo ahorro mis súplicas para alguien másintenté sonreírle , cualquiera que esté en una celda dirá que es inocente, eso no los va a hacer cambiar de opinión.

La mujer solo me miró desafiante como si estuviera fulminándome con sus ojos esperando a que yo cediera y le diera la razón, pero no lo hice, simplemente porque no la tenía. Mi relación con mi madre no era la mejor, no hablábamos mucho a solas desde hace algunos años; cuando comencé a tener más uso de razón e ideales diferentes a los de ella, dejó de sentir que aún podía controlarme y eso la alejó de mí. Papá era un caso aún más perdido.

—¿Le diste lo que te dije a Emma? pregunté después de un rato. Ella negó serenamente —. ¿Por qué no?

Fue lo único que le pedí cuando decidieron meterme aquí; que le llevara algunas rosas de su jardín a Emma como disculpa aunque era claro que yo no tenía razones para hacerlo. 

—El invierno está llegando, Charlie suspiró. No he tenido tiempo de buscar una rosa que esté sobreviviendo.

Fruncí mis labios y pensé. 

Era tan fácil relacionar esa frase con Emma, y más aún cuando hablábamos de las rosas blancas de mamá que tanto le gustaban. Porque fueron plantadas por una niña tan pura como su color, y ahora trataban de sobrevivir a un invierno al igual que ella.

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