Detestaba estar metido en casa todo el día cuando lo que me caracterizaba era estar de un lado a otro por el pueblo. Nunca fui de los que pasaban horas frente al televisor jugando videojuegos como la mayoría de mi edad. Por ello tenía que hacer cualquier tontería para mantenerme ocupado y con la mente despejada; esa mañana bajé todos los adornos navideños del ático para dedicarme a eso los próximos días.

Porque estaba solo, completamente solo. Y ahora puedo tener la certeza de que no exageraba.

—¿Qué hacen esa cajas en la estancia? — mi madre entró por la puerta de la cocina algo molesta. Siempre que llegaba del trabajo lo estaba, y no la culpo, menos por lo que pasaba. Porque ellos intentaban seguir con su vida, con su trabajo y pasatiempos mientras que la policía usa su hogar como cárcel para su hijo único.

—¿Navidad? — dije mientras ponía una nuez sobre la mesa y después la golpeaba con un mazo para carne. Ella se sobresaltó por el golpe pero yo solo sonreí al ver como la nuez se quebraba y así poder comerla.

 No esperaba a que mamá respondiera, solo tomé otra nuez e hice lo mismo.

—Aún falta tres semanas — sus tacones molestaron mi oído.

—¿Y? — intenté verme tranquilo.

—Por Dios, Charlie, usa el cascanueces — dijo más que molesta.

—No lo encontré.

Refunfuñó cosas que no entendí, buscó por varios cajones de la cocina y volvió dejando caer el artefacto de metal sobre la mesa. Lo miré pero golpeé otra nuez con el mazo.

—Quiero que estés listo para las siete — avisó.

—¿Ah sí?

—El abogado va a venir a hablar contigo.

—No necesito un abogado, mamá.

—El estado te acusa de algo que no hiciste,  si tienes una defensa, probablemente pasarás toda tu vida con eso en el tobillo.

—Claro que no, porque cuando sea mayor de edad si iré a la cárcel— respondí metiendo una nuez a mi boca.

—¿No te da miedo? — me estudió detenidamente, mi madre estaba más que desesperada. Estaba cansada y muy decepcionada. Mis padres fingían ante todos que yo era inocente pero ni ellos mismos se lo creían. Sólo esperaban a lo que el juez dijera pero mientras tanto contrataban a un abogado para que me sintiera apoyado —. Charlie, dime la verdad.

Asentí esperando a que ella continuara.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que toda tu vida se eche a perder? — puso la mano en su cintura y lo hizo sonar como si fuera un típico regaño de navidad cuando no quería comer los guisantes.

—Quiero hablar con Emma — dije serenamente.

—Sabes que no puedes — su tono fue como una súplica y por poco creí que comenzaría a llorar, aún no me acostumbraba a ello.

—Quiero pedirle perdón — le miré, ella solo arqueó sus cejas sorprendida y sus lágrimas ya estaban por salir cuando sus pequeños ojos verdes comenzaron a brillar.

—¿Perdón? — preguntó —. Charlie, ¿tú dijiste esas palabras que Emma recordó? — ella temía por mi respuesta, negaba levemente con su cabeza e incluso podía imaginarme como la voz de su mente pedía que yo lo hiciera.

Puse otra nuez y la golpeé nuevamente, metí los trozos en mi boca masticando lo más lento posible preparándome para guardar su reacción en mi memoria. Miré de nuevo a los inundados ojos verdes de mi madre, y apagando todas sus esperanzas en mí, comencé a asentir poco a poco.

—Sí — terminé con la afirmación.