Cinco.
Aún conservaban el mismo sofá de piel color marrón en la sala de estar, estaba perfectamente cuidado como si los años no pasaran para él, no como a nosotros. Sobre la chimenea había fotografías de uno de los cumpleaños de Emma: sonriente, rodeada de obsequios y amigos; yo estaba en ella.
Emma había dejado de gritar pero ahora lloraba, podía imaginarlo.
El Señor Sumpter hablaba por teléfono en la cocina, no me sentía con ánimo de espiar sus conversaciones pero estaba seguro que yo era el tema de ellas. ¿Debería sentir temor? Quizá, pero desde hace semanas me sentía tan vacío que las únicas emociones que sentía eran las de los demás, no las mías.
Dirigí rápidamente mi mirada a la rosa que aún tenía en mis manos cuando escuché al hombre venir, mirarlo directo a los ojos me hacía recordar a su hija, eran tan iguales. Pero podría decir, que en esos momentos, la rosa blanca que yo tenía en mis manos era más parecida a ella.
—Charlie—soltó con un suspiro—, no estás en problemas.
—Estoy en problemas, lo sé—seguí sin mirarle—. No sé por qué, pero lo sé. Estoy en problemas desde el primer momento en que ella ya no estaba.
No sido nada más, porque sabía que no podía mentirme respecto a eso. Talló sus ojos con desesperación para después ir a su cabello, ésta vez l miré y él se cruzó de brazos un tanto protector.
—Llamé a tus padres—dijo.
Minutos más tarde en los cuales nos sumimos en silencio, la puerta principal fue golpeada.
Estaba en la misma situación de hace algunas semanas, la oficial estaba frente a mí juzgándome fijamente con sus profundos ojos marrones que podía jurar que eran negros; no recordaba su nombre, me lo dijo la primera vez pero no lograba que éste viniera a mi mente. Esta vez solo tenía un acompañante. A mi lado, estaba el abogado de papá, del otro el de la familia Sumpter. Pero a mí solo me llamaba la atención la cortina de la cocina que se teñía de color azul y a veces rojos por culpa del auto afuera.
—Charlie—el abogado de papá intentó llamar mi atención. Estaba a punto de quedarse calvo y me pregunté si eso iba a pasarme a mí algún día—, necesito que prestes atención a cada pregunta y respondas lo que sepas, ¿entendido?
Asentí sin más. Lo único que hice después fue ver más allá de la oficial; a mi madre, muy seria, diferente a la primera vez: usaba su ropa deportiva y estaba algo desarreglada. Antes de ir a dar su caminata de los sábados, me dijo que no se me ocurriera ir a visitar a Emma sin ella, pero aún así lo hice.
No hago lo que debería, mi gran problema.
—Necesito que me digas la verdad—comenzó la oficial—. Dijiste que hablaste con ella sobre su proyecto, le ayudaste a encontrar libros y, después se fue. Te quedaste trabajando hasta las ocho, según lo que el Señor Mason dijo—dio un largo suspiro después de leer todos sus escritos.
—Si—afirmé.
—Lo curios es que este no es un pueblo muy grande, niño—su intensa mirada llegó de nuevo a la mía—, varias de las personas que estaban en la biblioteca de pueden identificar y muchos concordaron en que te fuiste mucho antes de lo que dices, ¿acaso el señor Mason te está cubriendo?
—No—dije serenamente, pero temblando ante sus palabras mientras jugueteaba con la rosa blanca aun en mis manos.
—También es raro que no puedas decirme cómo eran esos chicos que mencionaste la vez pasada.
—Solo era un decir, digo, es algo que noté, nada más.
—Disculpe, no es obligación de él memorizar rostros cuando trabaja en un lugar donde salen y entran decenas de personas en el día—intervino el hombre a mi lado.
—Espere—lo detuvo el otro hombre que representaba a Emma—. Charlie—se dirigió a mí—, no debes mentir.
—Lo sé.
—Cuando Emma despertó, sus recuerdos apenas eran alentadores, lograron traerla a casa cuando la convencieron de quién era mostrándole fotografías y contándole anécdotas para que entrara en confianza.
—Ni siquiera se refiere a nosotros como sus padres—habló el Señor Sumpter, cohibido.
—La cuestión aquí es—continuó ella—, ¿Por qué a ti si? Y más aún, ¿Por qué esa reacción tan... desagradable hacia a ti?
Fruncí el ceño, nadie me había contado respecto a la memoria de Emma ni todos los problemas que tenía. Solo negué con la cabeza pensando, no tenía nada que decir, solo era aún chico de quince años que no sabía en qué se metió.
—¿Tratas de cubrir a alguien? —insistió y yo negué de nuevo.
Todos suspiraron ante mi poca ayuda, hartos de mí, lo sabía. Pero fue cuando la oficial atacó de nuevo.
—¿Por qué en tu primera declaración dijiste que quizá habían sido tres chicos desesperados y adictos a la pornografía? —ya nada se veía bien, recordé eso que dije. No sabía qué decir en ese momento, porque cuando una chica desaparece, es lo único que crees que le pasó—. Chicos desesperados y adictos a la pornografía, Charlie—reiteró—. ¿Con eso te referías a chicos desesperados que están cansados de estar solos y de masturbarse con cosas que nunca les pasarán y que por eso atacan a una pobre chica para decir que al final ya no es una sola fantasía?
—Supongo—tartamudeé. Seguí temblando y comencé a quitar los pétalos de la rosa en mis manos.
—Charlie—suspiró—. Eso me lo dijiste antes de que encontraras a Emma, antes de saber que ella fue violada, ¿Por qué asumirlo como si ya lo supieras? —esperó a que yo respondiera algo pero solo seguí sin mirarle—. Acaso el chico desesperado y adicto a la pornografía...—dijo como si fuese una línea para tomar muy en cuenta a futuro—, tal como dijiste, ¿Eres tú?a exactitud? — esperó a que yo respondiera algo pero solo seguí observando la flor en mis manos atentamente —. ¿Acaso el chico desesperado y adicto a la pornografía, tal y como dijiste, eres tú?
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