Capítulo 20.
Apretó sus dientes con fuerza luego de que un subordinado de Jin le lanzara el último golpe en el estómago, mientras el castaño los observaba desde la entrada de esa habitación aislada.
—Es suficiente por ahora —habló, mirando con suficiencia a Ren, mientras éste se retorcía en el suelo y boqueaba en busca del aire que le habían arrebatado.
Desde que el sol había salido esa mañana, había estado soportando los golpes de tres hombres que se alternaban para dicha tarea. Aún no creía como logró permanecer consciente después de tanto dolor, pero lo que sí sabía era que estaba llegando a su límite y lo último que quería era cerrar sus ojos, sintiendo la incertidumbre del qué podría pasar.
Los tres hombres, ya exhaustos, se retiraron en cuanto su jefe les hizo una seña con la mano. Sin duda, Jin disfrutaba del hecho de poder tener a Ren así; indefenso y a sus pies. Cada golpe que había recibido, cada mueca de dolor y cada quejido que soltó, lo hizo sentir tan satisfecho como aquel día en el que le disparó, pero que, por desgracia, falló.
Cuando al fin estuvieron los dos solos, se hincó frente al pelilargo, clavando la mirada en sus orbes cansados y sin fuerza. Podía presentir como en cualquier momento terminaría por desmayarse y eso le daba aún más ganas de molestarlo, sabiendo que no podría hacer nada en el estado en que se encontraba.
—¿Me pregunto cómo la estará pasando _____ en manos de Nubia? —le susurró al oído, viendo como los músculos de sus brazos se tensaban y sus manos se convertían en débiles puños —. Supongo que no te molestará que le haga una visita, antes de irnos de aquí ¿no? —agregó y sonrió divertido cuando el pelinegro apretó sus dientes, claramente molesto.
Ya cansado de ver su rostro, Jin se incorporó dispuesto a salir de allí, mas no se esperó ser detenido por una de las manos de Ren, aferrada a su tonillo como si su vida dependiera de ello.
—N-No... no te atrevas a... Si le pones un dedo encima... —no pudo evitar toser un poco de sangre, sintiendo como cada palabra que dejaba salir, rasgaba su garganta con fuerza —. No te atrevas a tocar a mi mujer — sentenció al final, aflojando su agarre al sentir su vista algo borrosa. Estaba por irse, su consciencia ya comenzaba a perderse, arrastrándolo al mundo de los sueños.
—Nunca será tu mujer —espetó Jin, más que furioso, lanzándole una fuerte patada en el pecho para poder liberarse y a la vez, hacerlo desvanecerse.
Si había algo que odiaba del pelilargo eran esas palabras que podía soltar con total seguridad. Algo que él jamás pudo hacer cuando se trató de la pelinegra. Quizás la amó y la ama con todas sus fuerzas, pero nunca fue lo suficientemente valiente como para darlo todo por ella. De lo contrario, él mismo la habría sacado de su clan para protegerla a ella y a ese niño que nunca sería suyo.
Solo eso era necesario hacer. Si tan solo le hubiera dado la libertad que ella tanto anheló y la seguridad para su hijo, la hubiera tenido a su lado para siempre. Si Ren reaparecía, se hubiera encargado fácilmente de él y claramente la protegería a muerte de los Mikage, pero tuvo que ser tonto y elegir a su clan por sobre la mujer que ama.
A causa de esa mala jugada, Ren se la había ganado justamente. No. Ahí no fue el único momento en el que cometió un error. Mucho antes ya lo había hecho, en el instante en el que intentó convencerla de no matar a su viejo amigo, en el momento en el que lo rescató de ese edificio en llamas y en el momento en el que no tuvo una buena puntería como para apuntar directo a su corazón.
Gruñí frustrado y caminó fuera de la habitación, asegurándose de cerrarla correctamente para que nadie entrara o saliera de allí. Si era por él, el pelilargo se pudriría en aquel lugar, pero mantenerlo lejos de ______ y el niño era la mejor decisión que podía tomar por ahora. Al menos hasta que se cansara de él y acabara con su vida.
Cuando al fin regresó en sí, se asustó de ver a un joven sentado en el suelo frente a él. Lo conocía, sabía que lo había visto al menos una vez, pero no podía recordar su nombre o aún más, no creía saberlo.
El joven de mirada angelical le sonrió dulcemente y le extendió una botella de agua. Al menos eso parecía, pero él no pensaba arriesgarse a tomarla por más seca que tuviera la garganta.
—Es solo agua, lo juro —susurró el joven y acercó más su mano hacia Ren.
—¿Por qué...? —hizo una mueca de dolor luego de que esas dos palabras salieran casi a la fuerza de entre sus labios. Su garganta le había ardido como un infierno y la sequedad que sintió le provocó unas inmensas ganas de toser, que tuvo que aguantar para no dañar aún más sus cuerdas vocales.
—Nadie sabe que estoy aquí —confesó el pelirrojo y dejó la botella frente a Ren, para después sacar un trozo de pan del bolsillo de sus pantalones holgados —. Si alguien se enterara, en verdad estaría en problemas —murmuró con una triste sonrisa en sus labios.
El pelilargo suspiró rendido y se incorporó como pudo para beber algo del líquido que se veía tan apetecible. Irónico, porque el agua ni siquiera tenía sabor; al menos para él.
Dio dos grandes sorbos, atorándose con el tercero al beber con tanta ansiedad. Suspiró aliviado cuando el ataque de tos cesó y bebió un poco más, ahora de forma calmada para evitar repetir la escena.
En todo ese tiempo, el pelirrojo no soltó ni un suspiro. Todo el rato se mantuvo con la mirada en sus manos, que jugueteaban entre ellas un tanto impacientes.
—¿Por qué me ayudas? —habló al fin, dejando salir aquella pregunta que había quedado a medias en un principio.
El joven lo miró a los ojos por un instante antes de volver a soltar la misma triste sonrisa y responder: —Porque _____ es mi amiga.
Ren se sorprendió, abriendo sus ojos con demasía al recordarlo. Él era unos de sus amigos, al igual que Jin y el hombre de mirada dura que lo había apresado. Seguía sin poder recordar su nombre, pero al menos lo identificaba y justo ahora comenzaba a maldecirse por haber aceptado una botella de agua de él.
El pelirrojo esta vez rio al ver la mirada de pánico y arrepentimiento que se instaló en el rostro del contrario, sospechaba que se encontraba así luego de haber pensado lo peor de él.
—En serio, solo era agua —le aseguró, entregándole ahora aquel trozo de pan —. Sabes... Jin es uno de mis mejores amigos, pero _____ también lo es.
Ren volvió a toser cuando unas pocas migas de pan se pegaron en el fondo de su paladar. Se maldijo internamente por estar tan ansioso y comer como un animal. Suspiró cansado y alivió el ardor de su boca con un poco más de agua y miró atentamente al joven que parecía debatirse entre el bien y el mal, a punto de tomar la decisión más difícil de su vida.
—Yo he visto sufrir mucho a _____ durante todos estos años. Ella jamás se lo dijo a nadie, pero yo sé cuántas lágrimas derramó por sentirse prisionera de nuestro propio clan. Creo que fui una de las pocas personas que vio a través de su máscara, uno de los pocos en los que ella confió. Llegó a convertirse en mi mejor amiga y en verdad la aprecio mucho. No sé qué estará pasando por la cabeza de Jin en este momento, pero sé que no es nada bueno.
— Está obsesionado con _____ —comentó Ren, jugando con una miga de pan.
—Uhm... supongo que sí —susurró el pelirrojo y bajó la mirada a aquel brazalete de amistad que se asomaba bajo la manga de su camisa blanca. Jamás se lo había mostrado a nadie, eso era algo que solo compartía con la pelinegra encarcelada lejos de allí —. Una vez le juré a _____ que la ayudaría a ser feliz.
Sonrió observando al contrario, quien hizo lo mismo, conectando sus miradas por primera vez.
—Por ______ y su felicidad, estoy dispuesto a morir en el intento —susurró al momento en que sus ojos comenzaron a aguarse.
—¿Por qué? —susurró Ren, sintiendo como el corazón se le estrujaba sin saber por qué.
—Ya no quiero que nadie más muera —hipó el menor —. Frente a mis ojos perdí a uno de mis mejores amigos. A mi hermano de toda la vida. No quiero que ella corra la misma suerte. Quiero que sea feliz. _____ se lo merece y yo se lo prometí.
Se puso de pie a cuestas ya sin poderle sostener la mirada al otro, por la pena que sentía al dejar salir sus lágrimas frente a él; frente al hombre que debería considerar su enemigo a muerte.
—Yo... lamento de lo tu amigo —murmuró Ren, sintiéndose culpable por ello. Nadie más que él era el único que debía tomar la responsabilidad por todo. Quizás, si tan solo hubiera guardado el secreto de _____, si jamás le hubiera dicho a su clan quien era ella en realidad, si ambos hubieran renunciado a sus misiones y escapado cuando tuvieron la oportunidad, si no se hubiera dejado llevar por su rencor hacia la, en su entonces, rubia, nada de toda esa mierda estaría pasando.
—Está bien. Supongo que ahora él está en un lugar mejor —respondió el pelirrojo y desenfundó una navaja con el filo de un serrucho —. ¿Quiero que tengas esto y lo guardes bien?
Ren no pudo evitar que su rostro reflejara la sorpresa que sintió en ese momento. ¿En verdad estaba recibiendo un arma de uno de sus enemigos? ¿Ese chico acaso era consciente de que él podría usarla para cortarle el cuello e intentar escapar en ese mismo instante?
—Sé que te será difícil confiar en un Yenaid, pero, por ______, prometo que te sacaré de aquí cueste lo que cueste —alegó el joven, reflejando la seguridad y la decisión en su mirada.
—Pero ______... qué hay de... —susurró Ren, tomando el arma aún algo cohibido.
—Ella no está sola —sonrió el mayor y sacudió el poco polvo que había juntado su pantalón, antes de tomar la botella vacía, para no dejar evidencias de su visita, y dar media vuelta para salir de allí.
—Espera —pidió el pelilargo, aún confundido —. Yo... no recuerdo tu nombre.
—Jimin. Soy Jimin —respondió sonriente y se despidió con una seña, borrando su sonrisa en cuanto la puerta se cerró tras él.
Más que nadie, era consciente de que posiblemente no sobreviviera a su locura. Ni siquiera podía decir con total certeza que nada le pasaría a Ren. En estos momentos, dudaba de que su propio amigo le perdonara la vida si se enteraba de que estaba a punto de traicionando. Hacía tiempo había dejado de conocer a aquel que siempre fue su mayor sobreprotector que los cuidó como a sus hermanitos por tanto tiempo. Tenía miedo, claro que lo sentía, pero si de algo estaba seguro era que no permitiría que nadie más muriera. Solo ellos eran su familia, y ______ formaba parte de ella. Por ello, si era necesario, moriría en el intento antes que verlo todo perdido.
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Lo sé, lo sé, de nuevo olvidé una actualización. Estaba muy concentrada jugando cartas ayer que se me olvidó :v
A modo de disculpas, les regalaré un capítulo mañana ewe
PD/ Nos acercamos a la recta final qwq
Besitos <3
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