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Capítulo 18.

Sus dedos dejaron de moverse sobre el teclado cuando una fuerte presión en su pecho le exigió que llevara sus manos en ese lugar. No supo la causa o la razón, solo sabía que esa sensación era similar a estar perdiendo algo. Era como si una parte de él estuviese muriendo. Inconscientemente, comenzó a llorar. Las lágrimas caían en cascada como si supieran que la noche ya no les daría tregua, como si la vida fuera a ser arrebatada de ese cuerpo... o de su mitad.

De forma precipitada, Joshua hizo a un lado la computadora que tenía sobre sus piernas para caminar con rapidez hacia el balcón. No sabía el por qué, pero necesitaba desesperadamente que un poco de aire fresco entrara a sus pulmones. Las lágrimas no cesaban por más que él las enjuagara con el dorso sus palmas y el dolor en su pecho cada vez se agudizaba más.

Lo que sentía era... angustia, dolor, tristeza, miedo, desesperación. Una y mil emociones se albergaban en su pecho, queriendo arrastrarlo hacia la demencia. Y sin pensarlo, poco a poco lo estaban consiguiendo.

Con ambas manos en su cabeza, lo único que se le ocurrió fue gritar; gritar como si no hubiese un mañana, gritar como si quisiera dejar escapar su alma por entre sus labios, sintiendo que solo así, esas horribles sensaciones que lo oprimían, desaparecerían. Pero no; aún seguían allí, burlándose de él, anunciándole que algo estaba mal, que algo estaba perdiendo y no lo recuperaría jamás.

Vernon llegó rápidamente hasta él luego de despertar con sus gritos. Se hincó a su lado al encontrarlo en el suelo y acarició su espalda queriendo tranquilizarlo antes de comenzar a indagar, después de todo, ese comportamiento no era propio de él.

—Ya, Josh. Todo está bien. Calma —no iba a negar que ver a su mayor así, lo aterraba hasta los huesos. Quería preguntarle que le ocurría, por qué se había puesto así de la nada, pero sabía que esas preguntas solo lo harían ponerse peor en un momento así. Lo primero y más importante era calmarlo, a pesar de que no tuviera ni la más remota idea de qué hacer.

En ese momento, Vernon pensó en la droga que el castaño había traído para ______ en casos como estos, tal y como lo había utilizado la última vez. Corrió de nuevo a la habitación y hurgó entre las pertenencias de su mayor hasta encontrar un pequeño frasco con un líquido transparente dentro, cuya etiqueta decía: tranquilizante. Buscó un poco más hasta hallar las jeringas descartables y preparó una, a pesar de que sus manos temblorosas no cooperaran con dicha tarea.

Cuando regresó donde Joshua se encontraba, se alteró aún más al ver su camisa rasgada en el suelo y a él mismo haciéndose daño en el pecho, rasgando con sus uñas en él, como si allí tuviera algo que quisiese arrancar con total desesperación. Eso ni siquiera lo llevó a pensar dos veces, solo actuó lanzándose sobre él para intentar controlarlo. Sin embargo, Joshua parecía querer dar pelea cuando lo tomó por los hombros y lo hizo girar sobre él, arrojándolo lejos. Sin duda, este no era el hombre que siempre fue el cable a tierra de la familia Choi.

—¡Ya para, Josh! —gritó el menor, lanzándose de nuevo sobre él, recibiendo esta vez un puñetazo en su pómulo izquierdo.

Poco a poco Vernon también estaba llegando a su límite y no quería perder la paciencia y terminar lastimando al castaño.

—Perdóname por esto, hermano —habló antes de hacer su último intento y darle un golpe seco en el estómago, dejándolo casi sin aliento.

Aprovechó el momento cuando tuvo a Joshua en el suelo, luchando por respirar y clavó la aguja en su cuello, oyéndolo gritar por última vez.

Respiró aliviado cuando su mayor al fin se aquietó. No se podía decir con total seguridad que su ataque de nervios había cesado, pero al menos su cuerpo se encontraría dormido el tiempo suficiente como para dejarlo encontrar esa calma que él quería darle.

Aún con sus manos temblando de miedo, Vernon pasó uno de los brazos del contrario por sobre sus hombros para llevarlo hasta la cama, dejándolo descansar allí hasta que recuperara nuevamente la movilidad de su cuerpo. Separó las sábanas y las mantas y lo arropó hasta la mitad de su cuerpo luego de meterlo a la cama. Una vez más, le aseguró a su mayor que todo estaría bien y lo dejó descansar, esperando que cuando despertara, pudiera responder a sus preguntas.

Abrió los ojos ya de mañana, encontrándose con la irritante luz del sol que entraba por el balcón cerca de la cama. No pudo evitar sentir su boca reseca cuando intentó maldecir, así que, de forma mecánica, manoteó la pequeña mesa junto a la cama para buscar el vaso que siempre descansaba allí con un poco de líquido refrescante. Sin embargo, allí no había ningún vaso, ni una mesa, ni estaba en su cama o en su cuarto. De pronto, las imágenes del día anterior golpearon su mente, recordándole donde se encontraba en realidad. Inconscientemente, se llevó una mano a su pecho, justo sobre su corazón y liberó un suspiro que pareció arrastrar todo a su paso. La sensación que había sentido en la noche aún estaba allí, con la diferencia de que ahora solo se sentía como una gran astilla clavada en lo profundo.

Bajó un poco las mantas y se incorporó en la cama, encontrándose con el menor durmiendo en el suelo, recostado en la pared de al lado, con un hilo de baba cayendo hasta su pecho.

—Vernon —lo llamó, sabiendo que el menor ni siquiera se movería. Para despertarlo había que gritarle con un megáfono en la oreja o bañarlo con agua helada. Aun así, no iba a reírse de su menor, después de ser ayudado por él en la noche.

Misteriosamente, Vernon abrió sus ojos. En ningún momento se había permitido dormir, sabiendo que debía cuidar de su mayor. Joshua no pudo evitar sorprenderse, ni tampoco sonreír por su gesto. El castaño de rizos siempre había sido tan holgazán que la verdad, se había sorprendido de encontrarlo despierto, pero eso solo le recordaba lo bueno que era el menor y lo mucho que se preocupaba por los demás.

—Estabas como loco —masculló, restregando sus ojos antes de levantarse y sentarse a los pies de su mayor, en la cama.

—Uhm, sí. Enloquecí —Joshua rio nervioso, rascándose la nuca, sin poderle sostener la mirada al otro. Él era caracterizado por ser un hombre sereno y calmado, jamás pensó que llegaría el día en el que perdería la cabeza de esa manera. Ni siquiera sabía por qué lo hizo.

En eso, Vernon miró la máquina aún en el suelo y luego a su mayor.

—¿Acaso... había algo entre los datos que nos dio anónimo?

Joshua negó.

—No sé cómo explicarlo —comenzó a hablar, dándole una mirada indescifrable —. De repente sentí una fuerte punzada en el pecho... y a los segundos comencé a llorar —soltó una pequeña risilla, sintiéndose patético —. Corrí al balcón cuando sentí que ya me faltaba el aire y fue ahí cuando el dolor aquí —poniendo una mano sobre su corazón —, se intensificó.

—Quizás... fue un golpe de calor.

—No lo creo, Vernon —suspiró.

—¿Un infarto?

—No seas idiota —rio junto a su menor.

—Ya. Solo intento darle una explicación a lo que te ocurrió —ambos permanecieron en silencio hasta que el mayor de los castaños volvió a hablar.

—Se sintió como si... Aún se siente como si hubiera perdido algo. Me siento vacío, sin fuerzas o ánimo. No sé cómo expli-

—Jeonghan —murmuró Vernon, interrumpiéndolo, y en ese mismísimo instante, hasta el último vello de su cuerpo se erizó.

—¿Qué quieres...? ¿Qué insinúas? —titubeó Joshua, sintiendo el corazón en la garganta.

—¿Y si algo le pasó?

—¿Por qué yo debería sentirlo? —se quejó, desviando la mirada para que su menor no notara la preocupación en sus ojos.

—¡No seas idiota, hombre! ¡Ya date cuenta y admite que te mueres por él! —estalló, poniéndose de pie —. Están hechos el uno para el otro. No solo yo he visto eso, ______, Ren, hasta el maldito y tonto traidor de Jeonghan, todos nos hemos dados cuenta de cómo se miran, de cómo se preocupan por el otro. ¡Ya admite que te van los... los nenes y mejor preocúpate por lo que le pudo haber pasado! —gritó, aventándole una almohada que había tomado del sillón junto a la cama.

Esquivó el golpe y se quedó estupefacto, procesando todas y cada una de las palabras que había soltado el castaño de rizos. Sin embargo, el asombro solo le duró poco cuando estalló en carcajadas al ver las mejillas encendidas del contrario.

—¿Los... nenes? —se burló y Vernon solo bufó, avergonzado, girándose para darle la espalda y así no pudiera verlo.

—Sigues siendo mi mayor. No te faltaré el respeto diciendo otra cosa —gruñó, tratando de ocultar su timidez —. Ya. Levántate ahora. Debemos seguir trabajando para acabar lo antes posible. No sabemos si algo le pasó a Jeonghan o si algo podría pasarle, pero cuanto antes acabemos y podamos sacarlos de ese agujero, mejor.

Joshua asintió, aún con una sonrisa en sus labios y tronó los dedos, listo para seguir armando el virus.

—Vernon —habló, deteniéndose en seco. Algo fuera de lo común había llamado su atención al momento de moverse de aquella cama y caminar hacia la sala.

El menor, ahora echado en la cama, se incorporó con pereza, dando un gran bostezo antes de dirigirle la mirada.

—¿Qué? —habló, aún con la boca enormemente abierta —. Déjame dormir al menos una hora, hombre. Te estuve cuidando todo el tiempo que estuviste soñando. No seas cruel — se quejó, somnoliento, pero hasta el hambre se le había ido cuando vio aquel sobre que ahora se encontraba en manos de su mayor.

—Alguien lo deslizó por debajo de la puerta —comentó en esos tres segundos que Vernon tardó en llegar a su lado.

—Ábrela, debe ser anónimo —le ordenó algo ansioso.

Joshua asintió y no perdió tiempo en hacer lo que su menor le indicaba. Dio dos golpeteos en el sobre, empujando el papel hacia el fondo para luego romper uno de los extremos y poder hacerse de la carta.


Espero que hayan podido descansar un poco porque tengo que advertirles que debemos acelerar las cosas. Dentro del sobre también hay una memoria, véanla y sabrán de que les hablo. _____ es fuerte y puede soportar cualquier cosa que venga de Nubia, pero el niño no. Si no lo sacamos de allí ahora mismo, van a matarlo.

Ya ha pasado el tiempo suficiente para que pudieran realizar su elección. Ahora deben decirme por quien irán y a quien abandonarán. Escriban su respuesta y enrollen la nota. Quiero que la dejen sobre la muralla del balcón y yo me encargaré de tomarla, pero asegúrense de que esté sobre la muralla. No quiero trucos porque, aunque lo intenten, no me verán.

También hay algo más que debo comunicarles. El traidor. Ya no debemos preocuparnos por él.

Anónimo.


Joshua se estremeció al leer la última oración de aquel mísero papel que se encontraba camino al suelo. Como si sus ojos actuaran de forma automática, una lágrima realizó su recorrido por su mejilla hasta llegar a sus labios, y así seguida de las demás. Vernon se alteró y rápidamente sostuvo a su mayor cuando éste se tambaleó y estuvo a punto de caer sobre sus rodillas.

—No es verdad, no es verdad, no es verdad —era lo único que balbuceaba Joshua mientras su menor lo sentaba en el suelo e intentaba reconfortarlo.

—Tienes... tienes que ser fuerte, Josh —lo animó Vernon, pero aun así no pudo evitar soltar lágrimas como el contrario —. Puta mierda —masculló vencido y abrazó a su amigo con fuerza, desmoronándose ambos en los brazos del otro. Que más podía hacer o decir ya, anónimo se había encargado de dejar todo claro. Jeonghan... se había ido.

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