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Capítulo 10.

—Ahg, no sé cómo no te negaste cuando tuviste la oportunidad —se quejó Ren, una vez pusieron un pie en la casa.

—Sabes que nadie le niega nada a ese sujeto —se defendió el menor, antes de bostezar —. Al menos ya tenemos lo que necesitamos.

—Y una resaca de regalo —bromeó Jeonghan, tras ponerle seguro a la puerta.

En efecto, Vernon no había podido negarse cuando Zen los invitó a beber una ronda de sake. Una ronda que pronto acabó en cinco o seis antes de que el rubio tomara valor para ponerse de pie y atreverse a decirle al hombre que debían irse.

Ren y Vernon lo miraron expectantes cuando Zen calló sus carcajadas de un momento a otro, pero su ansiedad cesó cuando el sujeto les sonrió, alegando que ya no los retendría más. Incluso se ofreció a ordenarle a uno de sus hombres que los acercara en un auto, a lo que ellos negaron, diciendo que no querían abusar de su hospitalidad.

El joven cabellos de ángel sonrió al ver un poco relajados a sus amigos, pero su sonrisa no pudo evitar caer cuando su móvil zumbó en su bolsillo.

«No estoy recibiendo buenas noticias y mi paciencia se agota. Quiero a esa perra en mis manos»

—¿Todo bien, Jeong? —preguntó el pelilargo, cuando lo vio palidecer. Éste lo miró unos segundos sin saber que decir, porque él, al igual que los Mikage, estaban jugando con fuego. Si Ren supiera que era un traidor...

—S-Sí —tartamudeó un poco, antes de aclarar su garganta para poder hablar —. Solo que... mañana abre una tienda de dulces que quería visitar, pero no estaremos aquí —mintió, dejando caer sus hombros, esperando que los otros dos se creyeran sus patrañas.

Para su suerte, nadie dijo más. Asintieron convencidos y cada uno se fue por su lado. Ren ansiaba poder recostarse al menos unas horas al lado de ______. Sabía que no sería capaz de dormir, pero por lo menos quería descansar sus ojos y abrazar al amor de su vida.

—Viejo —lo detuvo Vernon, cuando Ren estaba a medio camino de llegar al piso de arriba.

Jeonghan había encontrado a Joshua durmiendo sobre el escritorio en la sala de investigaciones, mas eso no fue lo que lo alarmó. Fue el rostro del menor de todos que estaba casi desencajado del horror. En su mano sostenía una de las fotografías que hacía segundos había levantado del suelo y eso fue más que suficiente para alertar al pelilargo, que se estremeció hasta los huesos solo de pensar lo peor. Sabía que demasiado silencio no era nada bueno.

—No puede ser —susurró y corrió escaleras arriba.

Vernon gritó queriendo detenerlo para tranquilizarlo, pero sabía perfectamente que eso no pasaría hasta que viera a ______ sana y salva.

—¡______! —gritó Ren, rogando con todas sus fuerzas que la joven estuviera durmiendo en su cama y que quizás solo haya sido el viento quien dejó caer aquella foto.

«Excusas. No hay ni una débil corriente de aire dentro de la casa»

Se burló su mente, aterrándolo aún más. Vernon no tardó mucho en llegar a su lado, cuando éste se detuvo en su cuarto y no encontró a ______ allí. El menor apretó su hombro para que se calmara y le sugirió buscarla en el cuarto de Mino, pero al igual que en el otro, solo se encontró con la nada misma. La cama estaba algo arrugada, como si alguien hubiera estado allí. El peluche aún se encontraba fuera del estante donde estaba el resto y la ventaba abierta, como de costumbre.

Jeonghan y Joshua, quien ya había despertado con los gritos de los jóvenes, fueron quienes alertaron a los otros dos al ver agua correr apenas por el pasillo. Al parecer salía del cuarto de baño y eso sin duda no le dio buena espina a ninguno de los cuatro.

Ren ni siquiera lo pensó dos veces cuando abrió la puerta estrepitosamente, pero jamás, ni con diez botellas de sake encima, habría estado preparado para lo que vio allí dentro.

Pastillas y cabellos desparramados por el suelo, al igual que en el lavabo. El espejo estaba roto, con ligeras gotas de sangre en él. Más sangre en el lavamanos, más sangre en el piso. Su mirada poco a poco llegó hasta la bañera luego de que Jeonghan soltara un gritó ahogado al verla allí.

El agua no dejaba de fluir de la canilla. ______ estaba con los ojos cerrados, reposando ambas manos en los bordes de la tina. Se podía ver que una de ellas había estado sangrando porque una fina hilera manchó la bañera, hasta formar un pequeño charco en el suelo.

—¡______! —gritó Ren, al borde de la desesperación —Amor, no, no, no. Por favor, no me hagas esto —suplicó, con sus ojos picando y un horrible nudo formándosele en la garganta. Resbaló un poco a causa de las pastillas, pero no se detuvo hasta caer de rodillas junto a ella.

Tomó su mano ensangrentada entre las suyas, temblorosas, y se heló cuando ella no se movió.

—Esto debe ser ¡una jodida broma! ¡______! —gritó Vernon, entre dientes, más asustado que molesto por lo que tenía frente a sus ojos.

—Dejen de gritar. Me duele la cabeza —susurró la joven, asustando a todos, provocando que las lágrimas de Ren se liberaran por si solas al escuchar su voz.

—Eres una... Maldita sea —murmuró el menor de los castaños, dejándose caer sobre sus pies, feliz de que no le haya pasado nada a la pelinegra. Tuvo que llevarse las manos hasta sus ojos para evitar que alguien viera sus lágrimas. Sin embargo, nadie lo juzgaría cuando el resto se encontraba igual que él. Jeonghan cayó sobre sus rodillas y Joshua tuvo que aferrarse al marco de la puerta para no caer también. Sin duda sus almas regresaron a su cuerpo cuando ella dejó salir esas palabras.

Ren tampoco había dicho nada. Luego de oírla hablar, la acercó más al borde de la tina para abrazarla por los hombros. Un hombre sabe en qué momento debe dejar salir sus lágrimas y ese era el momento para él. Todo ese dolor que llevaba dentro, todo ese miedo a perderla, estaban saliendo a borbotones, haciendo que se desplomara por completo. No quería detenerse a pensar que hubiera hecho si _____ cometía una locura. No quería pensar en lo destruido que se sentiría sin el amor de su vida a su lado.

—Amor, por favor... jamás vuelvas a asustarme así —suplicó, acariciando sus, ahora, cortos cabellos.

Sacó fuerzas de donde no sabía que las tenía y se puso de pie para luego levantar a la mujer en sus brazos y sacarla de la bañera. El agua goteaba del cuerpo de _____, mojando el pasillo con cada paso que daba el pelilargo. Aun así, éste no se molestó en preocuparse por ellos ahora. Los otros tres aún seguían algo aturdidos, mirando el interior de aquel cuarto de aseo, como si fuese la escena de un crimen. Joshua no dejaba de maldecirse por haber sido tan descuidado. No debió dormirse y dejar esas fotos al alcance de la joven. Ni siquiera sabía cómo miraría a Ren a la cara. Le había fallado y eso no se lo perdonaría nunca; menos sabiendo que todo pudo haber terminado peor.

—Odio toda esta mierda —murmuró el menor de todos, sorbiendo por la nariz, aún sin quitar las manos de su rostro. Era la primera vez que se sentía tan indefenso. Nunca pensó volver a recordar a Anne luego de tanto tiempo, pero el miedo a perderla que sintió aquella vez, lo volvió a sentir hace segundos, al ver a su amiga, casi hermana, en aquella bañera desbordante de agua.

Jeonghan fue el primero en tragarse su angustia y levantarse para ir a cerrar el pase del agua. El ya no era un Mikage, ahora era un renegado que haría lo que fuera por proteger a los suyos y si era necesario tener la sangre fría y entregar a _____ a cambio de la vida de los demás y de Mino, lo haría. No le importaba que en ese momento su corazón aún doliera, no le importaba haber sentido miedo de que algo le pasara a la joven. Sabía que cosas peores le ocurrirían cuando la entregara a los Mikage. Era consciente de que se convirtió en un traidor en el momento en que respondió aquel primer mensaje luego de que Mino fuera secuestrado, así que ahora no tenía el derecho de sufrir o sentir empatía por la pelinegra.

—Josh, llévate a Vernon y preparen algo caliente para ______. Yo limpiaré esto —dijo, sin siquiera dirigirles la mirada a sus amigos. Su menor asintió a pesar de que el rubio no lo viera y ayudó a Vernon a levantarse. Éste aún se encontraba secando su rostro con las mangas de su camiseta. En otras circunstancias hubiera sido gracioso burlarse de él al verlo tan tierno, pero no ahora.

Cuando terminó de desvestir a la joven, la envolvió con una toalla para que no pasara frío mientras le buscaba ropa abrigada. Después de todo, afuera hacía menos de ocho grados y no quería que le diera fiebre o se resfriara por estar quien sabe cuántas horas en el agua. Una vez todo en sus manos, dejó las prendas sobre la cama y se acercó a _____, que hasta el momento había permanecido de pie y en silencio. No dejó salir ni una sola palabra, no protestó cuando él comenzó a secar su cuerpo y mucho menos lo miró cuando Ren buscó con insistencia que sus ojos se conectaran.

No supo por qué, pero se preocupó aún más cuando ella lo miró rendida. No encontró expresión alguna en su rostro, sus ojos eran fríos y sin sentimientos, esa angustia y melancolía que siempre los rodeaba, ya no emanaban de ellos. La noche había caído sobre ellos, como un velo que impedía ver su dulce brillo de siempre.

Ren no pudo evitar aterrarse en ese instante. Ésta no era ella, ésta no era la mujer que amaba. Ésta era la _____ que jamás pensó conocer y le aterraba lo que ahora pudiera estar pasando por su mente. Sabía que, si él era capaz de lo peor al perder la cabeza, ella lo superaría. La diferencia entre ambos es que ______ era un perro que no ladraba y mordía, así que cuando sus labios callaban, solo se podía esperar lo peor.

Cuando terminó de vestirla, ella misma caminó hacia la ventaba y se sentó en el mueble debajo de ésta. No hizo nada. No suspiró, no pestañeó, ni siquiera miró hacia el exterior, solo permaneció allí, en silencio. Ren no pudo evitar sentir como su corazón se oprimía con cada segundo que pasaba. Quería hacer algo por ella, pero ya no sabía qué.

—Por eso no quería que las vieras —dijo cuando estuvo a su lado y acarició sus cabellos —Tu cabello... —susurró sin acabar cuando llegó a las puntas disparejas.

—Era inútil y molesto —respondió por primera vez desde que la había sacado del baño.

No lo miró ni por un segundo, pero le bastó con oír el tono de su voz para saber que, sin duda, ésta no era ella. O más bien, era la ______ que por mucho tiempo ha dormido en su interior.

—Deberías descansar —sugirió cuando la pelinegra no volvió a pronunciar palabra. Sin embargo, ésta lo ignoró.

Minutos después, Vernon llegó con un tazón de sopa instantánea. Era lo último que quedaba en las alacenas que no se habían molestado en llenar al pensar que su viaje a El Cairo posiblemente no fuese muy corto. El menor no pudo resistirse a soltarle uno y mil regaños a la mujer, pero esta simplemente no lo tomó en cuenta. Era como si a _____ ya no le importara lo que ocurriera a su alrededor, solo pensaba en matar. Sangre por sangre era lo que pensaba cobrar.

Ren tomó la charola con la comida esperando que pudiera hacer que comiera algo luego, aunque no tenía muchas esperanzas. Vernon aprovechó el momento para ir hasta ella y abrazarla con fuerza. Sí, estaba molesto con ella como no tenían idea, pero también aliviado de que siguiera con vida.

Esa noche todos estuvieron allí para ella, pero _____ no habló. Joshua no se había cansado de pedirle perdón y Vernon de regañarla cada vez que recordaba el suceso. Aun así, no los miró, no dijo una sola palabra, solo se mantuvo observando por la ventana, viendo la nieve caer.

A las cuatro de la mañana, todos estaban dormidos en distintos lugares de la habitación. Joshua y Jeonghan estaban acurrucados en la cama matrimonial. Vernon se encontraba despatarrado en un sillón puff de felpa y Ren, con _____ entre sus brazos, dormía en el mueble debajo de la ventana. De todos, la pelinegra era la única que no había logrado cerrar sus ojos. Ansiaba con demasiada desesperación que ya fuese mañana y todos pudieran subirse a ese avión.

Suspiró por primera vez al sentirse cansada de que Ren la abrazara y lentamente, sin despertarlo, comenzó a liberarse de él para poder levantarse y salir de allí. Una vez fuera de la habitación, cerró suavemente la puerta y caminó hacia el cuarto de armas.

Sobre la mesa de allí se encontraban los pasaportes y sus identificaciones. Le echó una rápida mirada a la suya y en ese momento quiso agradecerle personalmente al jefe de los Yakuza. Ellos no tendrían las identidades de cualquier persona. ______ y Ren serían un matrimonio de arqueólogos aventureros, esperanzados de poder realizar grandes hallazgos en Egipto. Joshua y Vernon serían sus guardaespaldas y Jeonghan su ayudante y asistente personal.

Lo primero que hizo al dejar todo en su lugar, fue ir por sus bebés, Diké y Némesis; sus armas calibre 45 de oro y plata. Ahora que los menores tenían la oportunidad de portar armas, no dudaría en pedirles que llevaran las suyas. Si iba a matar, quería hacerlo con ellas; con las que la acompañaron todo este tiempo.

Se extrañó cuando salió del cuarto y oyó provenir de la entrada un pequeño golpeteo en la puerta. Eran las cuatro de la madrugada, ¿quién rayos podría ser? Por un segundo pensó que lo mejor sería ir por un arma, sin embargo, ya no se oyó nada más. Nadie volvió a insistir. Cuando abrió la puerta, esperando encontrarse con lo que fuera, allí no hubo nada ni nadie, o más bien, si hubo algo; una carta abandonada sobre su tapete.

La levantó del suelo, descubriendo que de nuevo se trataba de una sin remitente. Esta vez ya no se esperó más sorpresas, así que la abrió sin vacilar, pero no fue lo que pensaba. No era otra fotografía de su hijo, sino una nota más de Anónimo, y una que logró despertar cierta alerta en su interior.


Hay una rata entre ustedes. No confíes ni en los tuyos, ______.


Anónimo.



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Porque amo cada uno de sus comentarios, comenzaré a dedicar los capítulos. Y más aún, ya les daré una noticia que estoy segura les gustará. 

Habrá... chan, chan, chan (inserte redobles aquí \(*-*)/ )

Naa, mejor se los digo otro día xDDD 

Nos seguimos leyendo. Besitos. (-3-)

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