XXXVI
2 de agosto de 2019
Aron
—¿Empacaste la linterna? —me pregunta Theo luego de guardar algunas provisiones en su bolso.
—Ya te he respondido, por lo menos tres veces, que sí.
—Todos los años te la olvidas y terminamos compartiendo la mia.
Pongo los ojos en blanco ante su respuesta, pero sé que tiene razón.
Hoy me desperté con un terrible humor por culpa de este estúpido viaje. Ya estoy lamentando haber accedido a ir a acampar con Jo y Leah.
—¿Leah y su amiga saben lo que tienen que llevar? —le pregunto porque me preocupa que Theo no les haya hecho una lista.
—Josephine... su amiga se llama Josephine... y es tu ex novia. ¿Te das cuenta de lo estúpido que es que no quieras decir su nombre?
—Se ha sumado a un viaje en el cual no está invitada, voy a llamarla como se me dé la gana.
—Primero, ella sí está invitada. La invitó Leah. Segundo... ¿no te parece que ya es tiempo de que dejes de lado tu orgullo y la perdones de una vez? Ella tiene razón, te mueres porque vuelvan a estar juntos.
Fulmino a mi mejor amigo con la mirada. ¿De verdad la está defendiendo? ¿de qué lado está?
—¿Eres mi mejor amigo o el de ella? Porque en este momento me lo estoy cuestionando seriamente.
Theo deja lo que está haciendo y se acerca a mí con una mirada intensa.
—No dudes de eso ni por un segundo. Tú eres mi hermano, no sólo mi mejor amigo. Sé lo que ella te hizo, pero también te conozco a ti... te conozco como si fuéramos la misma persona. Sé que lo que pasó te dolió, es más, sé que aún te duele... pero creo que deberías arreglas las cosas con ella. Nunca te vi así, bro, y me preocupas. Yo solo quiero que seas feliz...
Sus palabras me emocionan. Realmente es mi hermano, aunque no compartamos la misma sangre. Theo es la familia que yo elegí y no puedo estar más conforme con esa elección.
—Te quiero, hermano —le digo pasando uno de mis brazos por detrás de él para palmar su espalda.
Evito responder a todo lo que ha dicho sobre Josephine.
—Yo también...
Seguimos empacando lo necesario para vivir una semana en la montaña. El único detalle que no termina de gustarme es que sólo contamos con dos tiendas por lo que vamos a tener que compartir y dormir dos en cada una.
—Deberías llevarla —me dice Theo y no entiendo a lo que se refiere.
Cuando me giro hacia él me doy cuenta que señala a mi guitarra acústica.
—No —respondo tajante, eso no es una opción.
—Todos los años la llevas para cuando encendemos el fogón.
—Todos los años no viene Josephine. No quiero cantar frente a ella nunca más, ya sabes cómo resultó la última vez —le digo recordando el evento al que asistimos hace unos días.
Theo conoce todos los detalles de lo que sucedió en aquel lugar y me sorprende que me presione a llevar mi guitarra después de eso.
—Entonces ella tiene razón...
—¡¿Disculpa?!
—Digo... que eres un cobarde... tiene razón.
—Deja de tocarme los cojones —le respondo enfurecido—. Agradezcan que he aceptado ir y deja de presionarme para que haga algo que no quiero hacer.
—Está bien —me dice levantando sus manos en señal de rendición—, solo era una sugerencia. Iré a guardar las cosas en el coche así vamos a buscar a las chicas de una vez.
Theo me deja solo en la residencia para ir hasta el estacionamiento y yo me hundo en mis pensamientos. Sí, quizás es un capricho no querer llevar mi guitarra, pero no sé si estoy preparado para hacerlo. Sí, quizás soy un cobarde por no atreverme a cantar frente a Josephine otra vez, pero nadie se imagina la cantidad de sentimientos que me remueve hacerlo... cada vez que cantamos juntos es como si nada hubiera cambiado entre nosotros.
Como si aún fuéramos arophine...
Sí, en mi mente Josephine y yo tenemos un ship, pero jamás lo voy a reconocer en voz alta.
Además, lo nuestro se terminó, aunque a todos les cueste admitirlo, ya no tiene sentido pensar en un nosotros. Hemos cortado hace casi dos meses y cuando creo que comienzo a superarla, algo pasa que hace que vuelva a cuestionarme todo lo que está dentro de mi corazón.
Una vez que estoy listo, en un impulso de idiotez tomo mi guitarra y me dirijo hacia mi auto. Theo, Leah y Jo irán en el coche de él, pero no puedes ir a acampar a la montaña con un solo auto porque puedes quedarte varado allí y necesitar un plan B.
Me encuentro con Theo en el aparcamiento y lo fulmino con la mirada cuando noto que sonríe al ver la guitarra en mi mano. Sé que acabaré por arrepentirme de haberla traído.
—Si dices algo te mato —le digo cuando paso por su lado.
—Sabía que entrarías en razón.
Tiene que agradecer que lo quiera demasiado, porque si no de verdad lo mataría.
Theo sube a su coche, yo al mío y nos dirigimos al departamento de las chicas. Cuando llegamos, las encontramos a las dos en la puerta ya listas para nuestra aventura. Leah comienza a caminar hacia el coche de Theo y Josephine me sorprende dirigiéndose hacia a mí. Toca la ventanilla del copiloto y yo la bajo para poder escuchar lo que quiere decirme... prometí que intentaría no ser cruel con ella en este viaje, por nuestros amigos, y debo cumplir mi palabra.
—¿Te importa si voy contigo? El asiento trasero de Theo es demasiado incomodo y nos espera un viaje de tres horas.
Un viaje de tres horas... un viaje de tres horas con Josephine a mi lado... sí, definitivamente sí me importaría.
—No creo que sea lo mejor...
—Prometo no acosarte, palabra de scout —me dice ella burlándose de mí.
Theo y yo somos scouts, por eso una vez por año vamos a acampar. Aunque parezca sorprendente que dos niños ricos se diviertan con cosas así, la verdad es que lo disfrutamos mucho.
—No creo que puedas convencerme que te deje subir a mi coche burlándote de mí.
—Siempre puedo convencerte de otra manera —me responde intentando sonar pícara.
—Dijiste que no me acosarías.
—De acuerdo, no te acosaré, pero si quieres que yo cumpla con eso, tú debes cumplir también con tu parte y dejarme subir al coche.
Pongo los ojos en blanco por décima vez en lo que va del día, pero desbloqueo las puertas y Josephine se sube al asiento del copiloto antes de que yo tenga oportunidad de arrepentirme.
Sé que este viaje va a ser mala idea en cuanto me doy cuenta que todo el auto ya está inundado del perfume de la rubia que está a mi lado.
Cuando Theo arranca su coche yo hago lo mismo para comenzar el trayecto a la montaña. Ni una sola vez me giro a ver a Josephine porque sé que, si quiero que esta locura salga bien, no puedo permitir que tenerla a mi lado nuble mi buen juicio.
—Bueno —dice Josephine tras varios minutos de silencio incomodo—, entonces... ¿qué es lo que Theo y tu suelen hacer cuando acampan?
—Ya sabes, lo que hace todo el mundo... nos desconectamos de nuestros problemas disfrutando de la naturaleza —le respondo con sinceridad.
Por primera vez en lo que llevamos del viaje me permito apreciarla con mis ojos. Sus pantalones cortos dejan al descubierto sus increíbles piernas y la camiseta que lleva puesta le realza los senos. Cuando lleva el cabello recogido como ahora, su rostro resalta aún más y sus facciones son realmente hipnotizantes.
Ella está sonriendo y sé que verdaderamente comprendió a lo que me refería con mi respuesta.
—Aron...
—No —la interrumpo porque no quiero que lo arruine.
—Solo quiero hacerte una pregunta.
Sea lo que sea que me quiera preguntar, ¿estoy dispuesto a responderle sinceramente? No, por supuesto que no, porque no puedo ser sincero con ella si no soy honesto conmigo mismo.
—No hay nada que debas saber que no te haya dicho ya —le respondo tajante.
—De acuerdo —me dice asintiendo con la cabeza y se gira para mirar por la ventana.
Automáticamente me arrepiento de no haber escuchado su pregunta porque seguramente no volveré a tener otra oportunidad para saber de lo que se trataba.
—Creo que lo mejor va a ser que en la próxima parada me cambie al coche de Theo —me dice sin apartar sus ojos de la ventana.
—No es necesario...
—Si, si lo es. Tú estás incómodo, yo estoy incomoda. Compartir el auto ha sido una pésima idea por mi parte. Es obvio que aún no estamos preparados para esto y yo no soy quién para forzar nada.
—Tienes razón, aún no estamos preparados —me limito a responder.
Ella asiente lentamente y no vuelve a replicar.
Luego de varios minutos, Jo se queda dormida y decido no frenar en la parada para que se cambie de coche ya que eso ahora no tiene mucho sentido. Prefiero que descanse.
—Jo... Josephine... —le digo tomándola del hombro cuando llegamos al lugar donde Theo y yo solemos acampar—. Hemos llegado.
Levanto mi vista hacia el paisaje que nos rodea y una sonrisa de felicidad pura escapa de mis labios. Estamos en el medio de la montaña rodeados de árboles y, para ser sincero, no me importa lo que haya pasado entre nosotros, no compartiría este lugar con nadie más.
—¿Mmhm?
Se ve adorable medio dormida.
Tengo que concentrarme y recordar lo que me hizo si no quiero tirar todo a la mierda en este viaje. Ordenar mis pensamientos es mi prioridad porque si no terminaré arrojado en sus brazos... pero, Dios, que tentadora suena esa idea.
—Que ya hemos llegado, Jo —le digo acercándome un poco más a ella.
Nuestros rostros están a unos centímetros y, si no fuera porque está medio dormida, quizás me atrevería a rosar nuestros labios... o no. La verdad es que no lo sé. Josephine tiene razón cuando me dice que soy un cobarde, pero no por los motivos que ella piensa.
—Ya... ya... —me responde abriendo los ojos para verme—, ¿aún estoy dormida? Porque creo que un hermoso hombre se ha colado en mi sueño.
—Definitivamente estás despierta —le digo ignorando su broma y alejándome de ella.
Leah se acerca a mi auto y abre la puerta del copiloto haciendo que Josephine se sobresalte.
—Dice Theo que deberíamos armar cuanto antes las tiendas porque se avecina una tormenta.
Leah tiene razón, durante el trayecto yo ya había observado el cielo y sé que efectivamente se nos viene una tormenta encima.
Josephine baja del coche y yo tomo la tienda de que está en los asientos traseros para luego los tres reunirnos con Theo.
—¿Qué quieres apostar este año? —me pregunta Theo alzando una de sus cejas.
—¿Qué estás dispuesto a perder? —le respondo desafiante.
Las chicas nos miran confundidas porque no entienden a qué nos referimos.
—Aron y yo todos los años competimos por quién arma la tienda más rápido —explica mi mejor amigo.
—Si, siempre gano yo.
—En tus sueños me ganas, capullo —me responde.
—Suficiente —nos interrumpe Leah sonriendo—. ¿Qué les parece si esta vez Jo y yo también participamos?
—Excelente idea, nena —le responde Theo—. Aron y yo contra tú y Jo, quienes pierdan se encargarán de cocinar todos los días que estemos aquí.
—¿Crees que somos estúpidas? —cuestiona su novia—. Tú y Aron son los que tienen más experiencia, no van a formar equipo juntos. Tu —dice Leah señalándome—irás con Josephine y tu —dice señalando a su novio—irás conmigo.
—Pero... —intento oponerme porque no estoy preparado para realizar esa tarea con Jo.
—Pero, nada —me interrumpe Leah—. Y tú —dice ahora volviendo a dirigirse a Theo—, por tu bien espero que de verdad seas bueno armando tiendas porque te mataré si por tu culpa tendremos de cocinar durante todo el viaje.
—De acuerdo —concede mi mejor amigo—, manos a la obra entonces.
Leah y Theo nos dejan solos y yo tomo la mano de Josephine para dirigirnos a donde armaremos la tienda. Me sorprendo tanto como ella por lo que acabo de hacer y rápidamente la suelto como si su mano quemara, pero ella vuelve a tomarla.
—Es que no quiero perder —le digo encogiéndome de hombros como si eso justificara lo que acabo de hacer.
—Yo tampoco quiero perder, ya sabes que soy una pésima cocinera.
—Si, ambos sabemos que yo soy el chef de la relación.
MIERDA, ¿por qué demonios dije eso?
—Lo... lo siento... no quise dar a entender algo que no es —le digo maldiciendo en mi interior por no medir mis propias palabras.
—Descuida, lo he entendido —me responde apenada.
No quise darle falsas esperanzas, de verdad lo he dicho sin querer.
Comenzamos a armar la tienda de acampar, pero no logramos congeniar y perdemos tiempo porque Josephine no entiende correctamente lo que tiene que hacer.
—¿Qué parte no entiendes de que debes tener la tela estirada? —le digo frustrado.
—¡Aron, esto es muy difícil! Mierda, creo que está rota.
—No está rota, Jo. Debes estirarla porque si no, no se armará correctamente y la tela no llegará a ocupar todos los lugares.
Tiro con demasiada fuerza y la tela se escapa de las manos de Josephine.
—¡Y no sueltes la tela, joder! —le grito desesperado porque ya no sé cómo lograr que entienda lo que tiene que hacer—. Hubiera tardado menos si la armaba yo solo.
—¡Pues entonces ármala solo, idiota! —me responde cruzándose de brazos claramente ofendida y frustrada con mi comentario.
—Miren, pelean igual que un viejo matrimonio —nos interrumpe Theo apareciendo con Leah a su lado.
—Bebe, creo que hemos ganado —le dice Leah a su novio.
Josephine me fulmina con la mirada, pero a mí su gesto solo me da risa porque logra verse adorable hasta con el ceño fruncido.
Necesito controlar mis pensamientos.
Jo se aleja de mí y se dirige hacia donde están Leah y Theo para ir con ellos a organizar nuestras provisiones. Termino de armar la tienda y luego me acerco a donde ellos están para ver qué han logrado hacer en mi ausencia. Apenas alcanzo a escuchar de lo que están hablando.
—No te importa, ¿verdad, Jo? —le dice Theo a mi ex novia y automáticamente mis alarmas se disparan.
—Theo, no creo que eso sea buena idea —le responde ella.
—No crees que sea buena idea, ¿qué? —interrumpo la conversación.
—Las tiendas son para dos personas... Jo creyó que ella dormiría con Leah en una y tú y yo dormiríamos en la otra, pero yo quiero dormir con mi novia —me explica Theo como quien no quiere la cosa.
Claramente todos habíamos dado por hecho que Theo y yo dormiríamos en una y Leah y Jo en otra. Que Jo y yo compartamos la misma tienda es una mala idea. Una cosa es armarla entre los dos, pero dormir juntos es algo muy distinto... no podría resistir a acercarme a ella.
Si decidí aceptar este viaje fue porque sabía que Theo quería vivir esta experiencia con su novia y ella no hubiera venido si no venía Josephine... y por supuesto, Jo no hubiera venido si no venía yo... pero eso no quiere decir que esté dispuesto a hacer como si nada hubiera pasado. Decidí que me tomaría el viaje con calma y que intentaría no arruinárselos a mis amigos, pero tampoco tienen derecho a ponérmelo tan difícil.
¿Por qué a todo el mundo le cuesta aceptar que Josephine y yo ya no volveremos a estar juntos? Es como si todos quisieran que volvamos a ser novios y no aceptaran un no por respuesta... porque estoy seguro de que lo que ha dicho Theo de querer dormir con Leah es un farol nada más para que yo termine durmiendo en la misma tienda que Jo.
—No me importa compartir la tienda con cualquiera de ustedes —respondo fingiendo desinterés porque sé que no tiene sentido discutir por esto cuando todos sabemos cómo terminará, Leah y Theo lo tenían todo planeado—. Iré a armar el fogón.
Sin darles tiempo a procesar mi respuesta, tomo mi guitarra y algunas ramas que antes había juntado y me alejo de ellos.
No tardo mucho en prender la primera llama porque verdaderamente soy casi un experto en la materia. Una vez que ya todo está hecho, acerco un gran tronco al fuego y me siento sobre él con mi guitarra en mi regazo. Comienzo a jugar con las notas hasta que una canción se me viene a la mente y no logro evitar cantarla. El tema ¿Qué Vas A Hacer? de Ricardo Montaner es el único que puede entenderme en este momento.
"¿Qué vas a hacer ahora después de abrir la herida? ¿Qué va a pasar después cuando se vaya el tren y no haya más salida? Dime ahora... ¿para qué nos sirve darnos besos invisibles? Un amor que es imposible ¿para qué nos sirve? ¿Qué vas a hacer cuando el olvido esté de cumpleaños, cuando no puedas hacernos más daño y nos miremos como dos extraños? ¿Qué vas a hacer cuando mi invierno sea primavera, cuando me quieras y yo no te quiera, cuando ni el perro esté esperando afuera?"
Termino la canción y mi mente comienza a reflexionar sobre lo que pasa en mi vida y, sobre todo, lo que pasa en mi corazón. Mi única conclusión es que tanto Josephine como yo nos encontramos en un callejón que no tiene salida, sin saber qué hacer.
Ella tiene razón cuando me dice que soy un cobarde. Si tuviera cojones dejaría mi orgullo de lado y la perdonaría... pero en algo sí se equivoca: no temo que me abandone, como ella cree... lo que verdaderamente temo es que crea que soy un idiota por perdonarla. Toda mi vida he sufrido que las personas me subestimen, desde mi padre hasta cualquier otro. Estoy cansado de que la gente se piense que soy un estúpido que solo tiene una cara bonita y nada más. Quiero que me respeten... quiero que Jo me respete. Además de la gran mentira que fue nuestra relación, lo que más me cuesta perdonarle es que no me haya respetado como yo merecía.
—Es una gran canción, ¿no crees? —me sorprende Josephine apareciendo entre los árboles.
Sé que escuchó el tema completo y también sé que se imagina perfectamente por qué lo escogí.
—Claro —le respondo secamente.
Ella se acerca a mí y se sienta a mi lado en el mismo tronco, ambos mirando fijamente hacia el fuego.
Luego de varios minutos giro mi cabeza hacia ella y comienzo a observarla. Las llamas se reflejan en su rostro iluminándolo como si fuera un ángel y de verdad creería que lo es si no me hubiera roto el corazón.
—¿Por qué estás empecinada en que te perdone si ya te he dicho muchas veces que no lo haré? —me obligo a romper el silencio para hacerle la pregunta que no deja tranquila a mi mente hace varios días.
—Porque si tu no me perdonas, yo no podré perdonarme a mí misma... y de verdad necesito perdonarme a mí misma.
—No entiendo qué quieres decir.
—Me odio a mí misma por haber arruinado lo que teníamos, por no haberte valorado lo suficiente y por no haber sido sincera cuando tuve que serlo —me responde y sus ojos se dirigen a los míos antes de continuar—... por eso necesito tu perdón. No es simplemente que quiera volver contigo. Quiero decir... sí, eso es lo que más quiero en este momento... pero también necesito tu perdón para estar en paz conmigo misma.
La entiendo perfectamente... yo tampoco estoy en paz conmigo mismo, pero no por los mismos motivos que ella. Yo no puedo soportar el hecho de que dentro mío se esté librando una lucha tan difícil de resolver. Por un lado, una parte de mi ser se niega a perdonarla, me hirió demasiado y el recuerdo de lo que me hizo, aun después de dos meses, duele demasiado como para ignorarlo... pero, por otro lado, otra parte de mí, un poco más grande que la anterior, necesita a la mujer que está a mi lado más de lo que necesito al oxígeno para poder vivir. Por eso me odio a mí mismo... porque todo sería más fácil para mi si lograra llegar a un acuerdo con mis sentimientos.
Veo que sus ojos comienzan a empañarse y decido cambiar de tema porque la intensidad de nuestra conversación no es algo fácil de soportar.
—Mientras estábamos en el coche me quisiste preguntar algo y yo no te lo permití... lo siento. Si estás de acuerdo, me gustaría saber de qué se trataba.
Eso es otra cosa que desde que sucedió no me deja tranquilo. No imagino qué quiso preguntarme, pero la curiosidad me está matando.
—Quería saber si en estos dos meses habías estado con otra mujer. Sé que no es de mi incumbencia y que es injusto para ti que yo te lo pregunte, pero mi mente no puede dejar de pensar en eso...
Pese a que esa era la última pregunta que esperaba que me hiciera, comprendo perfectamente de lo que habla porque yo estoy en la misma situación que ella una vez más. Mi cabeza no deja de jugarme malas pasadas imaginando a Josephine en los brazos de otro hombre.
—No... lo he intentado, sí —decido responderle con sinceridad—, pero no he podido. No hay mujer que esté a tu altura. ¿Y tú?... ¿tú has estado con otro hombre?
—No —me responde mirándome fijamente a los ojos—, en mi vida nunca va a haber otro hombre que pueda reemplazarte.
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