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XXIX

12 de junio de 2019

Aron

Josephine y su abuela se están tomando su tiempo para traer las tortitas así que decido ir a la cocina a comprobar que no necesiten algo. Su abuelo Roque me dirige una rápida mirada cuando me levanto del sofá, pero no me dice nada... está demasiado concentrado en el juego de los Dodgers como para distraerse conmigo.

Cuando llego a la cocina las encuentro a las dos con los ojos empañados y me arrepiento al instante de haber interrumpido este momento.

—Ohh, lo siento... no quise... —digo cuando las dos notan mi presencia—, regresaré al living...

—No, Aron —me dice Tita—. No es necesario. Ven, prueba una tortita.

Tita me acerca la bandeja con las tortitas y Josephine me mira con un destello de pena en sus ojos. No sé cómo interpretar su mirada... es como si se arrepintiera de haberme conocido.

Vale, quizás estoy exagerando y victimizándome demasiado. Es un poco egocéntrico pensar que su charla trataba de mí, cuando seguramente no fue así.

Tomo una de las tortitas y la meto directo en mi boca, quizás el sabor logre distraerme.

—Mhmmh —digo disfrutando semejante delicia—, las mejores que he probado alguna vez.

Josephine se acerca a mí y cruza sus brazos por mi cuello para poder abrazarme.

—Te dije que eran las mejores del mundo —me dice mientras se pone de puntitas para besarme la mejilla.

Roque aparece en el umbral de la puerta con cara de pocos amigos, es evidente que los Dodgers perdieron. Toma una de las tortitas y frunce el ceño antes de hablar:

—Ni siquiera ellas —dice señalando a la bandeja—podrán consolarme hoy.

Tita rompe en carcajadas y Jo y yo simplemente dejamos escapar una sonrisa. Roque instantáneamente nos fulmina a todos con la mirada, pero sé que solo lo hace para hacerse el duro.

—Jaaa —dice el abuelo de Jo luego de terminar de masticar—, quiero ver si se ríen tanto luego de que les patee el trasero en el tejo.

¿El tejo? ¿Qué es eso? Deduzco que es un juego, pero jamás oí hablar de él. Miro a Jo un tanto confundido y ella se apresura a explicarme:

—Es un juego de competencia entre dos equipos donde se arroja un disco pequeño al suelo y después tienes que arrojar otros seis discos un poco más grandes cerca del pequeño... quien esté más aproximado suma un tanto. El primer equipo que llega a diez tantos, es el ganador. Lo único que necesitas tener es puntería —antes de continuar, se acerca a mi oído para susurrar—. Tú no tienes problema con eso, siempre sabes dónde meterla.

Termina la oración guiñándome el ojo y mordiéndose el labio inferior. Si no estuviéramos frente a sus abuelos, la tomaría en esta misma cocina y la follaría el resto del día.

—Bien, muchacho, ahora que sabes de qué va el juego —me dice Roque—, es tiempo de formar los equipos. Yo iré con Jossie, me parece lo más justo.

Pero Tita no opina lo mismo...

—De ninguna manera, Jossie vendrá conmigo —replica la abuela de Jo—. No te ofendas, Aron —ahora se dirige solo a mi—, pero Jossie es la mejor jugadora de tejo que ha pisado esta casa, todos queremos formar equipo con ella.

Josephine se sonroja un poco cuando la miro sorprendido. Inevitablemente mi mente me transporta a cuando jugamos a los bolos la semana pasada... comenzamos perdiendo y luego Jo se encargó de hacernos ganar sin ningún esfuerzo, es obvio que es una experta en los juegos de puntería y solo quería sumarle adrenalina al momento.

—De acuerdo, que sea hombres contra mujeres entonces —concedo—, pero les advertimos que daremos pelea, no será fácil vencernos —digo pasando uno de mis brazos por detrás de los hombros de Roque.

—Así se habla, muchacho —me responde él al tiempo en el que me palmea el pecho.

Creo que mi atrevimiento hizo que al final no le molestara compartir equipo conmigo.

Tita toma los discos que necesitamos para el juego y todos nos dirigimos al jardín trasero. Josephine improvisa una cancha para que podamos jugar y mientras Roque y Tita comienzan a prepararse, ella se acerca a mi para besarme.

—Gracias por esto —me dice cuando nuestros labios se separan—, hace muchos años no jugaba al tejo con mis abuelos. La última vez que jugué, todavía era una niña... espero no haber perdido mi talento.

—No tienes nada que agradecerme, yo solo estoy aquí acompañándote.

—Haces mucho más que eso...

Una sonrisa escapa de mi rostro y beso la frente de Jo para demostrarle lo mucho que valoro sus palabras. Ella me abraza por la parte baja de mi espalda y apoya su mejilla en mi pecho. Permanecemos así unos segundos hasta que Roque me hace una señal para que me acerque a él. Me alejo de mi novia y camino hacia su abuelo. Roque me toma del hombro y me explica la mejor estrategia para ganar, yo intento fingir que entendí todo a la perfección, pero, aunque el juego es muy sencillo, no entiendo cuál es su punto. Me dice que lo más conveniente no es apuntar al disco más pequeño, sino dirigir nuestro tiro al disco del equipo contrario con la intención de alejarlo del pequeño. Su única otra instrucción es que intente controlar mi fuerza porque si nuestro disco sale del área de juego, es un tanto para el otro equipo.

Ok, creo que lo entendí. Estoy un poco preocupado, no quiero pasar vergüenza frente a los abuelos de Jo.

El juego comienza y en las primeras dos rondas, Jo y su abuela se llevan todos los tantos, pero de a poco comenzamos a igualar el tanteador y comenzamos a pisarles los talones. Después de todo, este juego no es tan difícil.

Pese a todos nuestros esfuerzos, las mujeres logran vencernos.

—Bueno, cariño —le dice Tita a Roque—, se ve que hoy no ha sido tu día...

—¿Qué dices mujer? Si has ganado gracias a Jossie —le responde medio bromeando.

Tiene razón, Josephine sí que sabe jugar.

Ambos se abrazan y se despiden de nosotros con la excusa de que irán a descansar un rato.
Jo se acerca a mí y toma mi mano para consolarme.

—Lo has hecho bien por ser tu primera vez —me dice mientras besa mi palma.

—Tus abuelos deben pensar que soy un inútil...

—Ni siquiera lo pienses... ellos te adoran.

Sin soltarme la mano, Jo nos lleva hacia adentro de la casa para luego dirigirnos hacia la habitación donde dormiremos por esta noche. Cuando cierra la puerta, me señala la cama para que me siente en el borde y así ella se pueda colocar a horcajadas sobre mí. Toma mi cara entre sus manos y comienza a besarme, pero la detengo. Hay algo que quiero decirle:

—Es mi turno de agradecerte, Jo.

—No tienes...

—Si, sí tengo —la miro a los ojos para que mis palabras lleguen hacia ella de la forma que quiero—. Nunca he tenido una familia, lo sabes. Bueno, supongo que mi padre cuenta como familia, pero no es una verdadera familia. Sé que es pronto para decirte esto, pero gracias por hacerme parte de tu familia y compartir a tus abuelos conmigo.

—De verdad, no tienes que agradecérmelo —me responde sincera—. Ellos te han invitado... ellos te consideran parte de su familia.

—Lo sé, pero eso es gracias a ti.

Josephine se aleja un poco y toma más fuerte mi cara entre sus manos para impedir que yo pueda desviar la mirada ante lo que está por decir.

—Deja de quitarte mérito. Si ellos te consideran parte de su familia es porque tú has logrado meterte en sus corazones. Ellos decidieron quererte independientemente de que seas mi novio. Te quieren por quién eres, no por tu relación conmigo. Cuando mi abuela me llamó esta mañana para invitarme, fue ella quien me pidió que viniera contigo... ellos querían compartir el fin de semana contigo.

Sus palabras me emocionan. Es la primera vez en mi vida que siento que puedo llegar a tener una familia de verdad, una familia de esas que están en las buenas y en las malas, una familia con amor de verdad.

—Te amo tanto —le digo y me acerco para besarla.

—Yo te amo más.

Es la primera vez que me responde con esas palabras y siento que soy capaz de ponerme a llorar de la felicidad.

—Eso es imposible —le respondo de manera desafiante.

—No me subestimes, Aron Montgomery.

¿Ya dije lo excitante que resulta mi nombre en sus labios? Si a eso le sumamos el hecho de que aún continúa a horcajadas sobre mí, el resultado va a ser una instantánea erección.

Josephine se acerca un poco más a mí de manera que nuestros pechos se rocen y comienza a mover sus caderas sobre mi entrepierna.

—Te amo así —me dice mientras me besa el lóbulo de mi oreja—. Te amo así —me dice mientras me besa la mandíbula—. Te amo así —me dice mientras me besa la comisura de mis labios, todo sin dejar de menear sobre mí.

La tomo de las caderas y la obligo a acelerar sus movimientos. Ella intenta oponerse para seguir con su tortura así que opto por otra estrategia. Coloco mis manos en sus costillas y comienzo a hacerle cosquillas. Josephine se retuerce sobre mí y chilla de la risa. En cuento logra recuperarse, presiona todo su peso sobre mí con la intención de recostarnos ambos sobre la cama. Cuando caigo de espaldas, ella se aparta rápidamente y se levanta para salir de la cama. Lo miro extrañado porque no sé qué pretende, pero en cuanto la veo rebuscando algo en su bolso, lo recuerdo.

Un amigo que vibra...

Josephine se gira para mostrarme lo que estaba buscando. En su mano yace una polla de plástico eléctrica. Me acomodo en la cama y me recoloco mi propia verga en mis pantalones. La expectación me está matando.

—Levántate —me ordena Josephine.

No tardo ni un segundo en obedecer su orden.

—Quiero que te quedes allí de pie —me dice mientras ella se arrodilla sobre la cama.

—¿Quieres torturarme? —le pregunto con picardía,

—Quiero que veas lo que hago cuando no estoy contigo.

Josephine se quita su ropa y me hace una señal para que haga lo mismo que ella. Ambos quedamos desnudos en cuestión de segundos. Jo decide darme la espalda para que pueda tener una vista perfecta de su coño y su culo. Empiezo a escuchar el sonido del aparato mientras vibra y veo como mi polla comienza a levantarse. Josephine ubica el satisfyer en su clítoris y comienza a mover sus caderas para aumentar el placer.

—¿Qué ves? —me pregunta gimiendo—. Dime qué es lo que ves.

—Veo a la chica más sexi que alguna vez he conocido masturbándose con un vibrador.

—¿Te gusta?

Envuelvo mi polla con mi mano y comienzo a bombear. Trato de concentrarme porque estoy demasiado tentado a acercarme a ella y masajearme a mí mismo hasta correrme sobre su culo.

—Me encanta. No sabes cómo me gusta —le respondo mientras aumento los movimientos de mi mano cuando la veo acariciar sus propios pechos con su mano libre.

—A mí también me gusta mucho, sobre todo porque lo hago pensando en ti. Pienso que tu lengua es la que vibra en mi cuerpo, que tus manos son las que me acarician los senos, que eres tú el que me provoca todo este placer.

Suficiente para mí. No lo soporto más.

Me acerco a la cama y me recuesto a sus pies. Le quito el vibrador de sus manos y comienzo a acariciarla yo con él. Josephine gira y se recuesta con su espalda sobre la cama. Paso el aparato por sus pezones y ella arquea la espalda. Lo vuelvo a colocar sobre su clítoris y meto dos de mis dedos en su interior. Veo como otra vez arquea la espalda y gime ante el placer. Josephine cierra sus puños sobre las sabanas y los dedos de su pie se retuercen sobre el colchón. La siento cerca del orgasmo así que comienzo a entrar y salir mis dedos de su interior con mayor rapidez. Me acerco para chupar sus pezones y con ese breve gesto, combinado con el resto, hago que se corra.

Josephine se gira para tomar del escritorio un condón. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba allí.

Es la segunda vez en el día que la veo rasgar el envoltorio con sus dientes y ese simple movimiento es la cosa más excitante que vi en mi vida.

—Déjame ponértelo con mi boca —me pide y me es imposible negarme.

Me arrodillo sobre la cama y Josephine ubica el condón en sus labios. Acerca su cara a mi entrepierna y toma mi polla con una de sus manos para sostenerla mientras comienza a adentrarla en su boca con la intención de que el condón la envuelva. La mitad de mi polla ya está cubierta por la protección y Jo se encarga con su mano de completar el resto. La sensación de su boca en mi dureza es exquisita.

Ya estoy completamente duro y necesito estar dentro de ella cuanto antes porque sé que no duraré mucho después de todos estos juegos preliminares.

Josephine vuelve a recostarse de espaldas al colchón y yo me ubico sobre ella. Con una repentina estocada estoy dentro de ella y comienzo a moverme a toda velocidad. El satisfyer todavía está en mi mano y lo ubico otra vez sobre su clítoris sin dejar de entrar y salir de ella.

—¡Ohhh, Aron! —gime Jo y continúo moviéndome aún más duro.

Su coño es tan estrecho que hace que la sensación sea increíble. La siento tensarse bajo mi cuerpo y la aliento a que se corra conmigo en su interior.

—Anda, nena, córrete para mí. Déjame ver cuando te gusta lo que te hago.

—¡Dios! —grita Josephine.

Ella levanta sus piernas y las flexiona en los costados de mi cuerpo para facilitarme el trabajo y poder ingresar completamente en ella.

Agradezco que sus abuelos estén durmiendo, sino esto sería demasiado inapropiado.

La siento venirse y eso es suficiente para hacer que yo también me corra en su interior.

Una vez que ambos estamos exhaustos, me dejo caer sobre su pecho ubicando mi cabeza en uno de sus senos. Trato de soportar mi peso con mis brazos para no aplastarla, pero ella me presiona más hacia su cuerpo.

Cuando nuestras respiraciones logran volver a la normalidad, ella decide hablar:

—Dios, ese orgasmo fue mortal.

—Ni que lo digas —le respondo besando su pecho justo donde está su corazón.

Ella comienza a acariciar mi cabello y esa simple caricia logra que termine de relajarme. Pasados varios minutos, ambos nos quedamos dormidos.

No sé cuánto tiempo pasó desde que yací entre los brazos de Jo, pero por lo cansado que me siento, sé que dormimos por varias horas.

Josephine acaricia mi espalda y me mira sonriendo.

—Nos quedamos dormidos por horas —me confirma—. Son las cuatro de la mañana, nos hemos saltado la hora de la cena.

Rápidamente intento levantarme preocupado porque no sé qué les parecerá eso a sus abuelos, pero Jo me lo impide.

—Jo, hemos venido a pasar el fin de semana con tus abuelos... ¿no crees que se enfadarán porque nos hemos quedado en la cama en vez de cenar con ellos?

—Descuida, fue mi abuela quien decidió no molestarnos, entendió que estábamos muy cansados y sabe qué hace mucho no dormíamos juntos.

Sus palabras me descolocan un poco. Entonces esta mañana en la cocina sí estaban hablando de nuestros problemas de pareja. No es que me moleste, es solo que me parece un poco raro e incómodo, pero ese pensamiento mejor me lo guardo para mí.

—Hace días no dormía así —le digo con una sonrisa—, eres aún más cómoda que cualquier colchón... y tus pechos son la mejor almohada.

Las mejillas de Jo se vuelven rosadas y me apremio a mí mismo por haber provocado eso.

—Anda, levántate —me pide empujándome sutilmente—, no quiero perdérmelo.

—¿No quieres perderte qué? —le pregunto confundido.

—Desde la terraza de esta casa puede verse el amanecer... anda, todavía estamos a tiempo.

Rápidamente me pongo un pantalón de deporte y Josephine se pone sus bragas y una de mis camisetas. Es tan sexy la forma en la que la prenda le cubre el cuerpo hasta justo debajo de su trasero...

Jo toma mi mano para salir de la habitación y dirigirnos juntos hacia la terraza. En cuanto llegamos a la parte más alta de la casa, ella toma una manta que hay en una de las columnas y la coloca en el suelo para que nos sentemos en ella. A lo lejos ya se logra ver un poco de la luz del sol. Josephine me hace una señal para que me siente y la obedezco. Abro mis piernas y se sienta entre medio de ellas con su espalda apoyada en mi torso. Cruzo mis manos sobre su vientre para abrazarla y ella apoya su cabeza en mi hombro.

Me pierdo en mí mismo disfrutando de esta sensación.

—¿En qué piensas? —me pregunta para sacarme de mi ensimismamiento.

Josephine se gira para mirarme.

—En lo feliz que soy... quiero decir, nunca creí que podría ser tan feliz.

La noto incomodarse un poco ante mi comentario y me arrepiento de haberlo dicho, pero antes de que pueda retirar mis palabras, ella decide hablar:

—Hace un poco más de un año viví el peor día de mi vida —dice y la miro con curiosidad, no sé a dónde quiere llegar, pero no interrumpiré la oportunidad de saber más de ella—. Ese día algo cambió en mi... dejé de creer en las personas, porque me di cuenta que no podía confiar en nadie a excepción de Leah.

—¿Qué sucedió? —le pregunto porque no imagino qué puede haber pasado para que ella reaccione de esa manera.

Necesito respuestas, no quiero presionarla, pero las necesito con todo mi ser... necesito que por fin sus muros se derrumben.

—Algún día, Aron... algún día prometo que te lo contaré, pero todavía el recuerdo es muy doloroso.

Sé que lo que pasó debe haber sido terrible, tan terrible que ni siquiera puedo imaginar qué fue, pero tampoco voy a presionarla para que me lo cuente, esa decisión le pertenece a ella.

—Está bien, puedes contármelo cuando estés lista.

Lo digo en serio. Por más de que muera de ganas por saber qué fue lo que la marcó tanto, puedo esperar, porque sé que tenemos toda una vida por delante para que me lo cuente.

—Gracias... pero el punto es que ese día marcó mi alma y supe que nunca más podría volver a ser feliz... o al menos eso pensaba hasta que... hasta que me enamoré de ti.

Una sensación extraña recorre mi espalda al escucharla decir esas palabras. Es como si al fin su corazón me perteneciera completamente.

El sol comienza a aparecer frente a nosotros y Jo se gira otra vez para apreciarlo sin darme tiempo para responder sus palabras. Aprieto mi abrazo sobre su cuerpo y ella coloca sus manos sobre las mías.

En ese momento lo entiendo: la sensación que recorre mi cuerpo es paz... siento paz por primera vez en mi vida al estar viendo el amanecer con la mujer que amo entre mis brazos disfrutando de la satisfacción de saber que ella también corresponde a mis sentimientos.


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