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XV

28 de febrero de 2019

Josephine

Oírlo decir esas palabras hace que se me rompa el corazón en mil pedazos.

Cada vez me cuesta más hacerle caso a la razón. Aron es el asesino de mi hermana y sin embargo yo no puedo evitar sentirme mal por él. La pena recorre todo mi cuerpo y no tengo más remedio que consolarlo, porque pese a todo, no puedo verlo tan herido y no hacer nada.

—No vuelvas a decir eso, ¿me entiendes? No debes sentirte así. Y jamás vuelvas a poner palabras en mi boca que yo no he dicho.

—Pero es lo que siempre pasa... todos tarde o temprano me terminan abandonando. Hasta mi propia madre lo ha hecho.

Tengo ganas de encontrar a esa mujer y hacerle pagar por lo que le hizo a Aron. ¿Cómo pudo herir de semejante forma a su propio hijo?

—Theo nunca te dejaría... —le digo tratando de rebatir su argumento.

—Él es el único.

—Yo tampoco lo haré.

Sé que le estoy mintiendo porque mis sentimientos no son reales, o por lo menos no pueden serlo, pero en este momento lo único que quiero es que Aron recupere la confianza en sí mismo.

—No sé qué hice para merecerte —me dice fijando sus ojos en los míos.

No puedo responderle a eso asique decido besarlo. Aron me devuelve el beso con demasiada intensidad y siento correr un calor inmenso por todo mi cuerpo, pero este no es el momento indicado para eso.

—Creo que lo mejor va a ser que vayamos a dormir. Ambos estamos todavía un poco alterados...

—Tienes razón, lo siento.

—Deja de disculparte por todo, Aron. No sé qué ha pasado en tu vida para que sientas que siempre tienes que estar disculpándote con las personas para que no te abandonen, pero no tienes que hacerlo conmigo. No eres mi perrito faldero, ni el mío ni el de nadie, ¿Entendido?

—Gracias por todo —me dice mientras me besa la nariz.

—Y también deja de agradecerme todo, hago lo que cualquiera haría.

—Tú no eres cualquiera...

—Lo sé.

Después de varios minutos, finalmente nos recostamos en mi cama y Aron logra conciliar el sueño. A mí me cuesta un poco más, pero me acurruco contra él y consigo dormir por lo menos dos horas.

Me despierto con un olor intenso a tostadas ingresando por mis fosas nasales. Supongo que Aron está preparando el desayuno porque no lo veo aquí en mi habitación.

Me dirijo al baño y me doy una ducha rápida... mi aspecto por la mañana suele ser terrible.

Mientras termino de enjabonarme, Aron golpea la puerta del baño.

—Mi amor, el desayuno ya está listo. Llegó el correo —me dice y mi corazón deja de latir—, lo deje sobre la mesada porque no sabía si era para ti o para Leah ya que no tiene destinatario.

—Descuida, luego lo reviso —le respondo con el corazón en la boca.

Pensé que la dichosa carta solo había sido una broma de mal gusto porque sólo recibí una, pero ahora que me ha llegado la segunda, empiezo a preocuparme.

Salgo de la ducha lo más rápido que puedo y corro envuelta en la toalla hasta el living, Aron está desayunando sobre la barra.

Me acerco y tomo la carta, pero antes de que pueda volver a esconderla en mi habitación, Aron se dirige a mí:

—¿A dónde vas? Se van a enfriar las tostadas —me dice con la boca llena de comida.

—Voy a guardar el correo y después vuelvo, no puedo desayunar vestida solo con una toalla.

—A mí no me molestaría...

—Pero a mí sí.

Sé que fue una contestación brusca y fría, pero ya me estaba cansando el tema.

Me visto con una remera de tirantes y un mini short y regreso con Aron, que ahora me mira con el ceño fruncido. No le pregunto qué le pasa porque ya sé la respuesta asique me limito a comenzar a desayunar.

Tras unos minutos de silencio incomodo y caras serias, Aron decide hablar.

—¿Se puede saber qué dice esa carta y por qué no quieres que yo la lea? No soy idiota, no tenía destinatario ni remitente y en cuanto te he dicho que había llegado, viniste corriendo a buscarla. Además, la dejaron en la puerta y no esperaron a que alguien la recogiera. Creo que me merezco una explicación.

—Es un asunto personal que no tengo por qué explicarte.

—Soy tu novio...

—Exacto, mi novio. Solo eso. No tengo por qué compartir absolutamente todos los detalles de mi vida contigo.

Estoy empezando a enojarme y por el bien de ambos espero que Aron lo deje estar.

Pero eso no va a pasar.

—¿Se puede saber qué es lo que te tiene así? ¿Qué dice esa carta, Jo?

—Te dije que no te metas en mis asuntos. No es tu problema lo que dice esa carta.

Dicho esto, me levanto de repente, tomo una última tostada y me encierro en mi habitación.

Estoy demasiado enojada como para pensar con claridad. ¿Quién se cree que es? Yo le contaré solamente lo que quiera contarle.

Me paso varios minutos mirando el techo hasta que un fuerte portazo proveniente de la puerta principal interrumpe mis pensamientos. Aron se fue. Mejor, no estoy de humor para compartir el resto del día con él.

Una vez que me aseguro que estoy sola, busco la carta y la leo.

Si no quieres tener problemas, te sugiero que tomes tus cosas y te largues otra vez a Miami.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal. Es evidente que el remitente de estas cartas sabe quién soy. ¿Acaso es Aron? Me cuesta creerlo, pero podría serlo. Él sabe que mi hogar está en Miami, pero no parece que quiera que me vaya, de hecho, todo lo contrario, parece que está enamorado de mí, ¿por qué querría que regrese a Miami?

Descarto a Aron de mi lista de posibles remitentes.

Pero entonces, ¿quién podría ser?

Necesito averiguarlo cuanto antes asique tomo mi computadora y mando un email a la administración del edificio explicando que recibí algunos paquetes sin remitente y que necesitaría las grabaciones de las cámaras de seguridad para saber a quién agradecerle la atención. Es una verdad a medias, pero espero que sea suficiente para que me envíen los videos. Pulso el botón de enviar y rezo para se lo crean.

Escucho una llave ingresar en la cerradura y otra vez siento miedo, pero me tranquilizo en cuanto veo una melena rubia entrando por la puerta principal.

Leah se acerca hacia mí para abrazarme.

—En cuanto vi a Aron llegar hecho una furia supe que era el momento de volver a casa, ¿qué paso?

—Nada, no quiero hablar de Aron. Tengo cosas más importantes en la cabeza.

—Jo, no voy a dejarte tranquila hasta que me expliques qué pasó —me presiona mi mejor amiga.

—Todo estaba bien. Anoche Aron tuvo un momento de debilidad después de lo que pasó con su padre, pero hoy todo estaba bien. Cuando me estaba duchando llegó una carta, una igual a la de la última vez —Leah abre los ojos como platos ante mis palabras—, la recogió él y me asusté. Decidí sacarla de su vista por si se le ocurría abrirla y sé dio cuenta que algo le ocultaba. Me preguntó qué decía la carta y me enojé porque no respetó que no quería contárselo. Solo eso pasó.

—Amiga, estuviste mal.

Las palabras de Leah me sorprenden y me enojan en partes iguales.

—¿Qué? Claramente no podía mostrarle el contenido de la carta, no tenía otra opción y lo sabes.

—Podrías haberte inventado algo o podrías haberle dicho que era mia, pero elegiste dar a entender que le estabas ocultando algo.

—Aun así, no tengo por qué compartir todo con él. Si hay algo que no quiero compartir con él, debería entenderlo.

—¡Es tu novio! Se supone que las parejas comparten todo.

—Necesito que él confíe en mí y me confiese la verdad. Solo es mi novio porque no tengo otra opción.

—¿Estás segura de eso? Engáñame a mí si quieres, pero no te mientas a ti misma.

Dicho eso, Leah se dirige a su habitación dejando sus palabras flotando en el aire.

No me dio tiempo a que la contradiga, pero sé que no hubiera podido hacerlo.

Últimamente estuve pensando mucho en eso. Si hiciera una lista de los motivos por los cuales estoy con Aron, el primero sería cumplir mi objetivo, pero también hay otros: Aron me hace sentir viva y me hace sentir que puedo amar. Me encantaría poder ser yo misma con él, pero sé que eso nunca va a ser posible. Aron es especial. A veces siento que existen dos personas en su cuerpo: por un lado, el asesino de mi hermana, y por otro, la persona dulce que me acompañaría hasta el fin del mundo si fuera necesario.

Pero lo que más me gusta de Aron es que no me juzga. Respeta mis decisiones, sean cuales fuesen, aunque me equivoque.

Cuando estuvimos en Miami le dije que, pese a la presencia de mi padre, quería contarle todo a mi madre. A él no le parecía buena idea, pero igual me respetó y me dijo que estaría conmigo en el momento en el que se lo dijera si yo así lo quisiera. Luego recapacité y me di cuenta de que Aron tenía razón: contarle a mi madre con mi padre allí hubiera sido un error. Todavía no sé cuándo se lo voy a contar, pero espero que sea pronto.

Quizás Leah tenga razón, quizás actué mal.

Sin pensarlo mucho, tomo mi iPhone y marco el número de Aron. No me responde así que decido mandarle un audio por Whatsapp:

—Aron, soy yo. Quería decirte que lo siento. En cuanto escuches esto, por favor llámame. Necesito explicarte lo que pasó. Te quiero.

Aguardo unos minutos mientras pienso una explicación falsa que sea creíble.

Al rato suena mi teléfono. Es él. Contesto al instante.

—Aron...

—Jo...

—Lo siento —le digo—, no tengo una buena excusa, pero no quiero estar peleada contigo. Simplemente me sentí un poco asfixiada cuando me preguntaste el contenido de la carta, ni siquiera decía algo importante, pero yo no estoy acostumbrada a las relaciones de pareja, tienes que entenderme, pensé que me estabas consumiendo. De verdad, lo siento.

—Está bien. Yo también lo siento, no tendría que haberme ido así.

—Te dije que dejes de disculparte. Esta vez, la culpa fue toda mia.

—Tienes razón. Déjame pensar si te perdono o no —me dice en broma.

—Espero que me perdones, últimamente conseguir novio es super difícil, ya no quedan más ofertas en Walmart...

Aron se ríe, pero rápidamente vuelve a su tono serio.

—Jo... necesito saber qué decía la carta. Si alguien te está acosando o...

—Aron —lo corto antes de que saque conclusiones precipitadas—, era una carta de los padres de Leah, por eso no tenía destinatario, ambas sabemos que las cartas son para ella, solo sus padres mandan cartas en el siglo XXI. No era el contenido de la carta lo que no quería que leyeras, me puso nerviosa el hecho de tener que compartir todo contigo, ya te lo expliqué.

—No volverá a suceder, te lo prometo.

—Es que tenías razón, tengo que compartir las cosas contigo... eres mi novio, ¿no?

Aron me responde lo que yo quiero escuchar y terminamos la conversación con un intercambio de te quiero's.

Logro dormir unas horas de siesta y cuando me despierto, encuentro a Leah estudiando en el living.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto mientras me froto los ojos.

—Estudiando, ¿a ti que te parece?

—Pero si tu no quieres estudiar Derecho...

—Se acercan los exámenes finales Jo, deberías estudiar tú también. Si no aprobamos las asignaturas nos atrasaremos y no podremos terminar el año con Aron y Theo.

Tiene razón. ¿Cómo no lo pensé?

—No sé ni por dónde empezar a estudiar. Esto no formaba parte del plan.

—¿Pensaste que la facultad sería una pavada? —me dice entre risas.

Asiento con la cabeza y tomo mi celular. Creo que ya tengo la solución.

Necesito un profesor particular, ¿conoces a alguno que esté dispuesto a darme clases?

Aguardo a que Aron me responda el mensaje mientras me preparo un café.

Su respuesta no tarda en llegar:

Si, hay un profesor muy conocido en el campus, pero debo advertirte que sus honorarios son bastante costosos porque es demasiado guapo, quizás te cueste concentrarte frente a unos esplendidos ojos azules.

Le sonrío a la pantalla del celular porque sé que se refiere a él.

No me subestimes, un día de estos puede que me canse de los ojos azules y mis favoritos pasen a ser los ojos verdes.

Aron me responde con un simple "jajajaja" y me pregunta en qué materia necesito ayuda. Le contesto que tengo dificultad en todas y me tranquiliza diciéndome que esta noche pasará por mi departamento para ayudarme a organizar mis apuntes así mañana podremos comenzar con las lecciones. Espero que sea suficiente. No puedo reprobar.

Una luz se enciende en la pantalla de mi computadora y me acerco para ver de qué se trata.

La administración me respondió el email:

Querida señorita Hastings, le enviamos una copia de los videos de las cámaras de seguridad correspondientes a los días y horas que nos ha solicitado. Por favor, ante cualquier consulta no dude en contactarse con nosotros otra vez.

—Leah, tengo los videos de cámaras de seguridad —grito desde mi habitación.

Mi mejor amiga corre hacia mí y se sienta en mi cama quitándome la computadora de las manos.

Ambas respiramos hondo a la vez y ella le da al botón de play.

El video está grabado en mala calidad. Nuestros padres gastan una fortuna en alquiler y la administración no es capaz de poner cámaras decentes.

Se logra distinguir una figura menuda encapuchada, toda vestida de negro con una gorra demasiado grande de la cual caen largos cabellos.

Eso nos lleva a una sola conclusión:

—¿Parece que es una mujer? —pregunta Leah.

—Definitivamente, es una mujer.


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