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XLII

11 de agosto de 2019

Josephine

Mi cuerpo duele. Absolutamente todo mi cuerpo duele. No hay ni un solo lugar de mi cuerpo que no duela. El dolor físico es insoportable, pero más insoportable son los recuerdos que comienzan a invadir mi cabeza.

Ian es quien asesinó a mi hermana.

También intentó violarme.

Luego amenazó con matarme.

Me arrojé por la ventana.

Creo que sobreviví... y lo confirmo cuando comienzo a abrir mis ojos. Mi vista está nublada, pero siento unas manos aferradas a la mia. Estoy recostada en la camilla de un hospital, uno de mis brazos está completamente enyesado y la parte inferior de una de mis piernas también. Casi el resto de mi cuerpo está vendado y supongo que es porque los cristales rotos de la ventana me dañaron.

Cuando finalmente mis ojos se abren, empiezo a reconocer a las personas que me rodean: Leah y Theo están parados en la esquina de la habitación, también escucho a mis padres discutiendo en voz baja al otro lado, pero lo que más llama mi atención es la persona que está sentada a en una silla pegada a la camilla con sus manos envolviendo la mía. Tiene la cabeza entre sus brazos ocultando su rostro de mi vista, pero por lo agitada que es su respiración, puedo darme cuenta que estuvo llorando.

—¿Aron? —susurro porque mi garganta parece quemar.

Aron levanta su cabeza y me observa. Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos y sin previo aviso estampa sus labios contra los míos.

—Lo siento —me dice cuando hago una mueca de dolor ante el leve impacto de su beso, pero ambos sonreímos.

—¡Está despierta! —grita Leah y suelta a Theo para acercarse a mí.

—¡Mi cielo! —ahora es mi mamá quien habla.

Todavía sigo un poco confundida... ¿cómo llegué aquí? Lo último que mi mente recuerda es mi cuerpo estrellándose contra el suelo.

—Mierda, Jo. Te ves fatal —bromea Theo.

Pese a que Leah lo golpea débilmente, todos ríen, menos yo, porque el dolor no me lo permite, así que me limito a simplemente asentir.

—Ian... —digo e intento levantarme, pero Aron me lo impide con suavidad.

—Está detenido en la comisaría —me aclara.

—Él es el asesino de Kate —le digo, pero ninguno se sorprende.

—Haré que ese hijo de puta pague —espeta mi padre.

—Cállate Garrett. Este no es el momento para hablar de eso, nuestra hija acaba de despertar —a todos nos sorprenden las palabras de mi madre—. Iré a buscar al médico para que la revise.

Luego de advertirle a mi padre con la mirada que no vuelva a abrir la boca, mi madre abandona la habitación.

—¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí?

Aron me explica lentamente todo lo que me perdí mientras estaba sedada.

—¿Y Spencer? —pregunto porque ni siquiera la mencionó.

—¿Spencer?

—Está con Ian... —es lo único que consigo decir.

—¿Quién demonios es Spencer? —pregunta Leah con frustración porque creo que nunca le hablé de ella.

—Una mujer con la que tuve algo —responde Aron por mí y se lo agradezco.

—¡Mierda! ¿Ella era la que estaba en las filmaciones de la cinta seguridad? —pregunta Leah.

Asiento levemente con la cabeza porque hasta ese pequeño movimiento es demasiado doloroso.

—Haré unas llamadas... informaré a la policía de esto. Cuanto antes comiencen a buscar a esa chica, antes la encontrarán —dice mi padre y sin esperar una respuesta, sale de la habitación igual que lo hizo mi madre antes.

Hago otra una mueca de dolor y todos me miran preocupados. No hay ningún músculo de mi cuerpo que no duela y hasta respirar me resulta una tarea casi imposible.

—¿Qué necesitas? ¿agua? ¿qué te acomode la almohada? —pregunta Aron y se pone de pie, pero yo tomo su mano con la mayor fuerza que puedo, que es demasiado poca, para transmitirle que no quiero que me suelte—. Está bien, está bien. Estoy aquí, Jo.

—Aron, yo...

—Shhh —me dice y ubica su dedo índice sobre mis labios—... ya hablaremos después.

Su tacto me tranquiliza muchísimo y hace que el dolor sea más soportable.

—Te amo tanto —me dice mirándome a los ojos—... si algo te hubiera pasado, yo...

Las lágrimas comienzan a deslizarse por mis ojos y, si pudiera, me abalanzaría hacia él para besarlo. Leah se aclara la garganta a mi lado y nos saca de nuestro trance.

Minutos después, mi madre entra a la habitación, seguida por mi padre y un doctor.

—Josephine, mi nombre es Javier —se presenta el médico—y soy el encargado de cuidar tu salud. Me gustaría hacerte unos exámenes rápidos para evaluarte, ¿te parece bien?

Yo asiento débilmente y el doctor se acerca a mi haciendo a un lado a Aron.

—¿Sientes esto? —dice golpeando la planta de mi pie enyesado.

—Si... —le respondo al tiempo en el que vuelvo a hacer una mueca de dolor.

Mierda. ¿Hay algo que no me haga sentir dolor?

—¿Y esto? —ahora hace una leve presión sobre mi hombro.

—Ajam —murmuro.

Repite el mismo proceso en el resto de mi cuerpo y, cuando finaliza, apunta a mis ojos con una pequeña linterna y la mueve hacia los costados. Luego me hace algunas preguntas básicas sobre mi vida del estilo "cómo te llamas", "dónde vives" y "cuántos años tienes" para examinar mi memoria.

—Todo en orden, muchachita —me dice—. Aún es pronto para descartar pequeños traumas, pero tu cabeza no ha sufrido grandes daños. Eso es una excelente noticia. Como les dije a tus seres queridos, has tenido mucha suerte.

—Gracias...

—Tu cuerpo, por otro lado, tardará en sanar. Tendrás que permanecer aquí algunos días para que tu recuperación sea la mejor... Puedo darte morfina para el dolor si quieres.

—No —respondo tajante y todos me miran sorprendidos así que me apresuro a explicar la idea que ocupa mi cabeza—. Quiero contar lo que pasó y hacer formalmente la denuncia, pero la policía no querrá tomarla si estoy drogada.

—Jossie, ahora sólo debes preocuparte por tu recuperación.

—Tu madre tiene razón —la secunda Aron.

—Soportaré el dolor todo el tiempo que sea necesario —replico convencida—. Solo, por favor, traigan a algún oficial que pueda tomar mi denuncia.

—Está bien. Garrett... ¿puedes encargarte o ni eso puedes hacer bien? —me sorprende lo dura que suena la voz de mi madre, nunca la había oído hablarle así a Garrett.

—Sí —responde él con voz severa y comienza a enviar mensajes con su teléfono.

—De acuerdo —vuelve a hablar el médico—. Esto es lo que haremos: te daré unas horas para que hagas tu declaración, y luego volveré y te inyectaré los calmantes. Es importante que tu cuerpo sufra el menor dolor posible así puede relajarse y sanar de la forma correcta.

—Muchas gracias —le responde Aron por mí y estrecha su mano.

Espero a que el doctor salga de la habitación antes de preguntar:

—¿Qué pasa aquí? —mi pregunta está dirigida a mis padres y ellos lo saben.

Aron, Leah y Theo se miran entre sí y, por alguna razón, sospecho que ellos ya saben la respuesta a mi pregunta.

—Nada de lo que tengas que preocuparte ahora, cielo —me responde Analisse.

—Mamá...

Pero antes de que alguien se digne a explicarme lo que está pasando, unos suaves golpes en la puerta nos interrumpen. Vemos a un oficial de policía asomarse por ella y yo intento sentarme, pero no lo logro. Aron se acerca y con su ayuda logro enderezar mi espalda sobre el respaldo.

El oficial de policía se presenta con mi padre y estrecha su mano. Se dicen algo, pero nadie más logra escucharlo. Mi padre tiene muchos contactos y no me sorprendería que estén hablando de eso teniendo en cuenta lo rápido que este señor llegó aquí... no habrá pasado más de media hora desde que pedí que lo llamen.

—¿Te importaría sentarte a mi lado? —le pregunto a Aron mientras me hago a un lado de la camilla.

—No creo que quepamos los dos allí sin tocarnos y no quiero hacerlo en algún lugar que te duela —me responde apenado.

—Por favor, te necesito a mi lado para lo que estoy a punto de hacer.

Aron asiente levemente y se sube a la camilla para acurrucarse a mi lado. Los demás nos observan un poco incómodos, pero nadie dice nada.

—Buenas tardes —nos interrumpe el oficial y recién en ese momento se me ocurre mirar hacia la ventana para observar la luz solar... ya es de día—. Soy el detective Castillo... me han informado que quieres hacer una denuncia en contra del detenido Ian Ribs.

—Así es —confirmo.

—De acuerdo, si te parece bien, así es como lo haremos: quiero que me cuentes todo, Josephine... desde el principio.

—¿Todo? —pregunto.

—Si, empezando por cómo llegaste aquí a Vermont.

Respiro lo más hondo que el dolor me permite y me tranquilizo cuando siento los dedos de Aron rozar mi hombro gracias a que su brazo está cruzado por detrás de mi cuello.

El detective Castillo se sienta en una silla que está libre y saca una libreta de su chaqueta para tomar nota de mi declaración.

—Hace aproximadamente nueve meses me inscribí en la misma universidad en la que asesinaron a mi hermana para descubrir al culpable...

—Oh, por Dios —me interrumpe mi madre y oculta el rostro con sus manos.

Cuando mis padres se fueron de la habitación hace unos momentos, Leah me confirmó que ella ya los había puesto al tanto de toda la verdad, pero supongo que escucharlo de mi boca debe ser duro para ella.

—Señora —le pide el detective—, debe recordar que este es un procedimiento oficial. No puede interrumpirlo. Le suplico que no vuelva a hacerlo porque si no tendré que pedirle que se retire.

—Lo siento —dice mi madre y se voltea para darnos la espalda con los brazos cruzados sobre su pecho observando hacia la ventana.

—Continúa, por favor —me insta Castillo.

Le cuento absolutamente todo... desde que Aron fue mi objetivo al principio hasta cada palabra que Ian me dijo ayer a la noche en mi departamento. Las partes en las que hablé de mi relación con Aron fueron un poco incomodas para todos, sobre todo para él, porque no mentí en ningún momento y aclaré que al principio solo me acerqué a él porque creía que había asesinado a Kate... pero Aron solo se limitó a abrazarme para transmitirme su apoyo. Leah y Theo solo asentían a medida que el relato avanzaba, al tiempo en el que mi madre negaba con la cabeza. Mi padre, por otro lado, mantenía su mirada dura sin transmitir ninguna emoción.

—¿Hay algo más que quieras agregar? —me pregunta el detective.

—Solo quiero saber qué va a pasar con ellos...

—El señor Ribs será elevado a juicio... con tu declaración va a ser muy difícil que logre salvarse. Si lo que tú dices puede comprobarse, que creo que así será, lo más probable es que le den prisión perpetua por asesinato e intento de violación —un escalofrío recorre mi cuerpo cuando dice la palabra violación, en todo mi relato yo usé sinónimos porque no me atreví a mencionarla—. En cuanto a Spencer... hemos ido a la cafetería de su padre, pero no saben nada de ella... actualmente se encuentra prófuga de la justicia. Es difícil asegurar qué va a pasar con ella si antes no la encontramos.

—Quiero que la encuentren —lo interrumpe mi padre—, y no lo estoy consultado. Utilicen todos los recursos que tengan, pero encuentren a esa mujer.

—Lo haremos señor Hastings, descuide.

Ambos asienten y se sostienen la mirada. Luego el oficial se despide de todos, estrecha la mano de mi padre y se retira de la habitación.

—¡¿Se puede saber en qué demonios pensabas?! —grita mi padre hacia mí.

—No te atrevas a juzgarme —digo manteniendo mi tono de voz porque, aunque quisiera, no puedo elevarlo—. Nada de esto hubiera pasado si tú te hubieras preocupado por Katherine... porque tu hija obtenga la justicia que se merece...

—¡Podrías haber muerto!

—¡Basta! —grita mi madre—. Jossie tiene razón. Esto es solamente tu culpa, Garrett.

Ahora entiendo por qué estaban discutiendo antes...

—Pero eso no justifica lo que has hecho —continúa mi madre dirigiéndose a mi—. Pusiste en riesgo tu vida... con esa chica todavía suelta, aun corres peligro. En cuanto los doctores te den el alta, volverás a Miami con nosotros para que podamos protegerte.

—¡¿Qué?! —gritamos Aron y yo al unísono.

—Lo que he dicho —nunca había escuchado a mi madre con un tono más autoritario.

—No —digo, pero quisiera gritarles.

—Josephine... —me advierte mi padre.

—He dicho que no. Aron está aquí... Leah está aquí... mi vida ahora está aquí. No volveré a Miami y soy mayor de edad, no pueden obligarme a hacerlo.

Mierda, necesito morfina urgente para que el dolor sea más soportable.

—Entonces nosotros nos mudaremos aquí —dice mi madre de repente haciendo que los ojos de mi padre casi escapen de su órbita.

—Annie, creo que deberíamos hablarlo antes de... —sugiere él.

—No hay nada que hablar. Si nuestra hija quiere quedarse aquí, nosotros también lo haremos. Es lo más importante que tenemos y fue un error separarnos de ella en un principio.

—No puedes tomar una decisión así de forma apresurada —mi padre intenta mantener la calma, pero lo conozco y sé que la idea no le agrada en lo absoluto—. Mis empresas se dirigen desde Miami, allí está la sede central... no puedo simplemente mudarme.

—¡Pues volarás hasta allí! ¡Sacrificarás los viajes para ver a tus amantes si es necesario!

Todos nos quedamos de piedra ante las palabras de mi madre. Aron traga grueso a mi lado porque ambos sabíamos que mi padre le era infiel, pero no sabíamos que ella lo supiera.

—Estaremos afuera —dice Leah tomando la mano de Theo para salir de la habitación.

—Annie... yo... —mi padre no sabe qué decir.

—O nos mudamos aquí o te pediré el divorcio —espeta mi madre segura.

Me siento tan orgullosa de ella... no le teme ni a mi padre ni a su dinero. Una sonrisa se escapa de los labios de Aron porque sé que a él nunca le cayó bien mi padre.

—De acuerdo, de acuerdo —concede mi padre sin dudar—... mañana mismo pediré que trasladen nuestras cosas si es necesario. Nos mudaremos aquí si es lo que ambas desean, pero por favor no me dejes, Annie.

Nunca había visto a mi padre tan desesperado, y aunque sé que no es el momento, una media sonrisa ahora también escapa de mi rostro. Al fin el cabrón recibió su merecido.

—Déjenme a solas con Jossie un momento —pide mi madre luego de asentir ante las palabras de Garrett—... será solo un momento —dice cuando ve a Aron dudar.

Él besa mi mejilla y me dice que estará esperando afuera hasta que mi madre termine conmigo. Mi padre abandona la habitación sin oponerse.

—Mamá... cuanto lo siento —le digo cuando por fin estamos solas—. ¿Cómo lo has sabido?

Mi madre se acerca a mí y toma mi mano sana.

—Que me haga la tonta no quiere decir que lo sea —me dice fingiendo una sonrisa—... tu padre viaja todos los fines de semana y no me responde el teléfono. Es una persona codiciosa, no creas que no lo sé, jamás se conformaría con una sola mujer... no me mires así —me dice cuando mis cejas se juntan—, en su momento me enamoré de él ciegamente y no quise ver nada más que a él y a mi formando una familia... luego naciste tú y pasaste a ser mi prioridad... si hasta hoy he decidido hacer la vista gorda es porque siempre quise preservar a nuestra familia por sobre todas las cosas, incluso por sobre mi orgullo personal.

El hecho de que mi madre sacrifique su honor por mi sólo logra hacerme sentir culpable, pero es un alivio que ella ya lo supiera hace mucho tiempo, porque ahora no me siento tan mal por no habérselo confesado cuando lo supe.

—Te juro que quise contártelo en cuanto lo supe, pero no encontré el momento...

—Aguarda, ¿tú lo sabias? —me pregunta confundida.

—Aron y yo lo hemos visto con su amante —confieso.

—Mierda, ¿Aron también lo sabe? —asiento con la cabeza—. Bueno, ahora sí me siento un poco humillada...

—No tienes por qué... Aron y yo estamos de tu parte —le digo intentando guiñarle el ojo, pero no lo consigo.

—Lo quieres, ¿verdad? —me pregunta refiriéndose a Aron.

—Madre, lo amo —decido ser sincera—. Estoy perdidamente enamorada de él. Me salvó... en el sentido metafórico de la palabra, quiero decir. Despertó sentimientos en mí que creí que jamás iba a volver a sentir luego de la muerte de Kate. Me recordó lo buena que puede ser la vida y cuánto vale la pena vivirla...

—Lo sabía... supe en cuanto vi cómo lo mirabas que él es el amor de tu vida... por eso le di los gemelos del abuelo...

Sonrío a recordar el día en el que Aron me obsequió los gemelos con las iniciales JH de mi abuelo. Mi madre se los dio para él, y él decidió dármelos a mi... y, si no hubiera sido fácticamente imposible, lo hubiera amado aún más por ese hermoso gesto.

—Gracias por mudarte aquí a Vermont... sé que es una decisión difícil también para ti... tus amigas están allí... nuestra familia está allí... toda tu vida está allí...

—Eres mi hija, Josephine Hastings, tú eres toda mi vida... —mis ojos comienzan a empañarse ante sus palabras, mi madre se acerca y besa mi frente—. Iré a hablar con tu padre para organizar los detalles de la mudanza. El médico dijo que estarás aquí aproximadamente una semana, eso será tiempo suficiente para organizar lo necesario. No volveremos a Miami, si tu vida está aquí, la nuestra también.

—Te amo, mamá.

—Y yo a ti, luz de mi vida —me dice antes de retirarse de la habitación.

La puerta no termina de cerrarse porque Aron la detiene para lograr entrar.

—Supongo que ha llegado mi turno —me dice medio en broma cerrando la puerta tras de sí.

—¿Tu turno para qué?

—Para decirte lo mucho que te amo... —mi corazón estalla ante sus palabras.

Muerdo mi labio inferior y Aron se aproxima a mi para liberarlo con sus dedos. Luego acerca su rostro al mío y me besa tiernamente para no hacerme daño, pero transmitiéndome mil emociones a la vez.

—Mierda, si esta es la recompensa por arrojarme de una ventana, lo haré más seguido —bromeo cuando nuestros labios se separan.

—No jodas con eso —me dice serio porque se ve que no le gustó mi broma—... ¿sabes lo que pensé cuando supe lo que pasó? —yo niego con la cabeza—. Pensaba cómo iba a lograr sobrevivir si tú te morías... pensaba en todas las veces en las que no aproveché la oportunidad de decirte que te amaba... pensaba en el tiempo que hemos perdido por mi culpa, por ser un estúpido y no querer perdonarte... pensaba en el futuro que nos espera juntos —lágrimas recorren mi rostro y Aron las limpia con las yemas de sus dedos—. Desde que te conozco, no he dejado de amarte ni un solo día —me confiesa—, y de lo único que me arrepiento es de no haber sido capaz de dejar mi orgullo de lado por ti. Lo siento tanto...

—No tienes nada que sentir —le digo entre sollozos—... todo fue mi culpa.

—Fue la culpa de ambos —concede—... pero si me lo permites, ya no quiero vivir mi vida si no es contigo... y no creas que me di cuenta de esto porque estuviste a punto de morir. En el instante en el que bajaste de mi coche, me arrepentí de haberte dejado ir. Eres la mujer de mi vida, Jo. ¿Qué estoy diciendo? Eres mucho más que eso... eres el amor, la felicidad, la luz, la alegría. Eres el motor de mi vida. Eres lo que le da sentido. Eres mi complemento. Solo soy yo, si estoy contigo...

Entonces así se siente el amor. Esto es lo que describen los libros.

La felicidad que estoy sintiendo adentro de mi ser es lo más hermoso que una persona puede llegar a experimentar. Sus palabras se clavan en mi interior y me aseguran una sola cosa: es imposible que vuelva a separarme de este hombre.

—¿Entonces estás dispuesto a borrarlo todo para reescribir nuestra historia? —pregunto solo por si entendí mal.

—No. Todo lo que vivimos nos ha traído hasta aquí y no quiero borrar nada de eso. No me arrepiento de nada de lo que viví contigo porque cada cosa que hicimos, nos hizo enamorarnos aún más uno del otro... quiero continuar desde donde nos quedamos. Tu misma lo dijiste: aún nos queda mucha historia por contar.


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