VI
8 de febrero de 2019
Josephine
Me levanto extremadamente de buen humor. Seguro se debe a que dormí muy bien después de mi sesión de masajes inferiores de anoche.
Hoy iré a desayunar con Aron asique me he puesto el despertador bastante más temprano de lo normal para poder arreglarme. Decido ponerme un vestido de flores combinado con una campera de jean y mis panchas favoritas en los pies. Si, son mis favoritas porque no existen otras más cómodas en este mundo. Trato de hacerme el make up más ligero que puedo, no quiero terminar pintada como una puerta. Y por último decido dejarme el pelo suelto, sé que anoche le gustó tomarme de él asique ¿por qué probar algo distinto si el pelo suelto fue un éxito?
Recibo un mensaje de Aron que dice que ya llegó y bajo corriendo. Antes de abrir la puerta me doy cuenta que bajé demasiado rápido y que eso quizás haga que piense que estoy desesperada por verlo, asique tomo el celular y me pongo a ver storys en Instagram. Una vez que ya las vi todas, abro la puerta y lo encuentro con un ramo de flores.
Dios. Debería darle un manual de feminismo contemporáneo.
Aun así, no puedo desperdiciar el gesto.
—Wow, muchísimas gracias. Pero yo no te compré nada.
—Es la idea. Hoy pago todo yo. La próxima será tu turno de traerme flores. Aunque, si de mi dependiera te hubiera traído bombones, pero estoy seguro de que no hubiera podido no comérmelos antes de llegar.
—¿Dulce o salado? —le pregunto.
—¿Qué? Los bombones son siempre dulces —parece no entender lo que quiero preguntarle.
—Me refiero a que si eres una persona que prefiere la comida dulce o la comida salada —termino la oración al borde de una carcajada porque para mí es una pregunta fundamental y todo el mundo debe pensar que estoy loca por eso.
—Dulce —responde Aron sin dudar.
—Perfecto. Si hubieras contestado salado, esto —digo señalando entre los dos—hubiera fracasado antes siquiera de comenzar.
Aron comienza a reír y luego me toma de la mano para que nos dirijamos juntos hasta el auto. Debe tener algún tipo de complejo con las manos, siempre está tomándomela.
Una vez en el auto nos dirigimos hacia donde sea que haya decidido invitarme. Le pregunté dos veces en el camino hacia donde íbamos, pero ambas veces me dijo que era una sorpresa. No sé por qué quiere meter tanto misterio, solo vamos a desayunar, no es la gran cosa.
Una sola cosa me preocupa... hoy no me beso.
En cuanto veo que pone las balizas y empieza a buscar para estacionar mis ojos no paran de mirar hacia la calle de los restoranes. Toda la cuadra tiene una ambientación antigua. Siento que estoy adentro de una película de época. Pese a que si hubiera querido lo hubiera podido hacer, nunca se me había ocurrido venir a alguna cafetería así, no puedo creer de lo que me perdía.
Aron logra estacionar su camioneta en un lugar minúsculo y no puedo evitar elogiar su capacidad para conducir:
—En serio, yo no hubiera podido estacionar ahí ni siquiera mi Fiat 600, no puedo creer como pudiste hacerlo con tu camioneta.
Llegamos a la entrada de la cafetería que eligió y me sostiene la puerta para que pase. Con cada minuto que paso con este hombre, atraso 5 años más de feminismo.
La cafetería está ambientada en 1930. Lo sé porque hay un cartel con forma de calendario en la vidriera. No dejo de asombrarme, es como estar en un sueño.
Cuando lo miro, Aron se da cuenta de que hizo una elección muy acertada y me aprieta la mano. En cuanto le sonrío para confirmar sus pensamientos se acerca y me da un beso en la mejilla. Es un gesto tierno e infantil, pero es suficiente para que algo pase dentro de mí. Por supuesto, la química sexual que tenemos no va a desaparecer solo por el hecho de que él sea quien es. Hubo magia entre nosotros anoche.
Cuando nos sentamos y nos dan la carta Aron parece pensar muchísimo sobre qué elegir.
—Debo elegir correctamente, todo acá es riquísimo, pero si mañana callera una bomba y este lugar dejara de existir, no quisiera haber desperdiciado esta oportunidad.
—Tienes razón —le contesto—, pero esperemos que eso no pase. Sería una pena que algo tan hermoso dejara de existir.
Un recuerdo atraviesa sus ojos y no me cuesta mucho adivinar cuál fue. Kate.
Cambio de tema rápidamente porque hoy no quiero que ninguno de los dos piense en ella. Hoy quiero ser yo, que él sea él, y que el plan siga en pie. No quiero otro tropiezo como el de ayer. Ayer... tengo que aclarar eso todavía.
—Aron, quiero explicarte lo que pasó ayer...
—Jo, no es necesario, está todo aclarado, de verdad.
—No, déjame que te explique, solo será un momento —aquí va la mejor mentira que se me pudo ocurrir en menos de 10 horas—. Resulta que mi primer novio fue un hijo de puta que solo me usó para tener relaciones sexuales. Una vez que pasó, me dejó. Fue horrible, pero lo superé. El punto es que me juré que nunca más iba a estar con un hombre sin antes confirmar que no me quiere solo para tener sexo. No fue tu culpa. Anoche me deje llevar por el momento —deslizo una mano sobre la mesa y tomo la suya—pero igual no me arrepiento, lo disfruté —termino la oración guiñándole un ojo.
Fue lo mejor que lo pude hacer, pero debo reconocer que fui bastante convincente.
—Jo, está bien. No tienes que justificarte conmigo. Yo tampoco acostumbro tener relaciones sexuales el primer día que veo a una chica, pero supongo que nunca había estado con una mujer tan hermosa en mi vida —antes de continuar se pone serio y me mira fijamente a los ojos—. Contigo no tengo prisa, al fin y al cabo, tiempo es lo que nos sobra.
La intensidad de sus palabras me marea un poco. ¿Me conoce hace dos días y ya se piensa que soy el amor de su vida? Por supuesto esto es muy conveniente para mí, pero no deja de ser intenso.
—¿Ahora es el momento donde se supone que me propones conocernos mejor y todas esas cosas triviales que hacen los adolescentes solo porque tienes miedo a que no volvamos a tener sexo? —trato de cortar con el momento de ternura antes de que me den ganas de vomitar.
Aron se ríe y automáticamente mi corazón da un vuelco. Ahora me arrepiento de haberme cargado el momento.
—No, no pienso proponerte ese estúpido juego de las veinte preguntas. No tenemos 15 años —sus ojos buscan confirmación en los míos antes de continuar—. A menos que tú quieras...
—Solo si yo pongo las reglas —por supuesto, siempre mando yo.
—Dilas entonces —me desafía—, pero recuerda que, aunque tú las pongas, también debes seguirlas.
Empezamos a reír y accedo.
—Primero, no vale mentir, ¿ok? Es algo obvio porque este juego no tiene sentido si mientes, pero aun así quiero aclarártelo. Segundo, no se puede preguntar lo mismo que preguntó el otro. Tercero, no puede haber dos preguntas sobre el mismo tema —no sé por qué esta última regla, pero se me ocurrió y no lo pensé mucho—. Por último, no serán veinte preguntas, serán tres para cada uno ¿Trato hecho?
—Trato —una media sonrisa soberbia escapa de sus labios y ahora me doy cuenta de que caí en su trampa... él quería jugar a esto. Ahora temo lo que me pueda preguntar.
—Tú primero —necesito saber qué estilo de cosas quiere hacerme para luego formular las mías.
—¿Qué es lo que más te hace feliz en este mundo? —empieza con una pregunta demasiado profunda que me descoloca.
—Esa pregunta es demasiado difícil. Hay muchas cosas que me hacen feliz, pero si tuviera que elegir una... creo que elegiría... —pienso demasiado mi respuesta—creo que elegiría bailar. Bailar es lo que más me hace feliz. Aunque también me apasiona cantar.
—¿Estudiaste danzas? —me repregunta.
—No infrinja las reglas señor Montgomery, no puede hacer dos preguntas sobre el mismo tema, está en el reglamento.
—Touché.
Nos traen nuestro desayuno y a mi automáticamente se me ilumina la cara. La torta de mouse de Nutella que elegí tiene pinta de que va a ser la mejor torta que probaré en mi vida. Tomo un pedacito y en cuanto me lo meto en la boca siento que mis papilas gustativas saltan de felicidad. Efectivamente esta torta se acaba de convertir en mi favorita.
Aron pidió para él una torta Lemon Pie y otra de mousse de chocolate. Lo miro con cara de asco. Por supuesto amo con todo mi corazón esas tortas, pero ni siquiera yo me animaría a comerlas juntas.
—¿Qué? —me dice cuando nota mi cara—. No podía decidirme asique he pedido las dos. Pero no te preocupes, no tenía pensado compartirte.
—¿Ni aunque te lo hubiera pedido con esta cara? —pongo mi mejor cara de puchero y parpadeo con coquetería.
—Nop, ni siquiera así. Aunque puedes poner esa cara cuando quieras, no me voy a quejar.
Me pongo colorada ante lo que acaba de cruzar por su cabeza. ¿Quiere que le haga puchero mientras tenemos sexo? Qué raro podría llegar a ser, pero jamás en la vida descartaría ningún tipo de morbo.
—Mi turno —necesito cambiar de tema antes de que el calor consuma todo mi cuerpo—. ¿Cuál es tu meta más grande en esta vida?
—Vivir de lo que me apasiona —responde sin dudar—, ser feliz con el amor de mi vida y poder dejar atrás todos los miedos que me persiguen.
—¿Los miedos? —no puedo evitar preguntar, jamás se me hubiera ocurrido que Aron Montgomery pudiera saber lo que es el miedo, tiene el mundo a sus pies.
—No infrinja las reglas señora Hastings puede hacer dos preguntas sobre el mismo tema, está en el reglamento, que, dicho sea de paso, usted redactó —me rio porque eligió exactamente mis mismas palabras.
Sigo comiendo mi torta. Creo que voy a pedirme otra porción antes de irme y volveré mañana por más. ¿Qué digo solo mañana? Todos los días de mi vida quiero comer esta torta.
—¿Por qué decidiste estudiar Derecho aquí en el Estado de Vermont? —utiliza su segunda pregunta—, siempre había pensado que las chicas como tu jamás dejarían Miami, mucho menos para venir aquí.
—Porque necesito hacer algo por mí misma para poder ser feliz —respondo de forma ambigua, técnicamente hablando no mentí, pero no puedo dejar que sepa la verdad, al menos no por ahora.
—¿A quién quieres más, a tu padre o a tu madre? —ahora es mi turno. Ya sé la respuesta a esta pregunta, pero necesito saber más del tema.
—Mi madre se largó cuando yo era un niño... asique supongo que la respuesta por descarte es mi padre. Aunque ni siquiera sé si reprocharle que se haya ido, ella nunca había querido ser madre, pero mi padre no la dejó abortar. Por eso la clase del aborto fue personal para mí... pese a que soy hombre, entiendo mejor que nadie que tener un hijo o no tenerlo depende solo de la decisión de la mujer. Supongo que no debería estar aquí después de todo.
Me quedo de piedra. Jamás hubiera pensado que ese es el comienzo de su historia.
Antes de que pueda profundizar en este asunto, Aron cambia de tema:
—¿Aceptarías una cita conmigo el sábado?
—Si me traes a más lugares como este no me va a quedar otra opción que decirte que sí, aunque solo con la condición de que la próxima vez pago yo —le respondo sonriendo.
—Está bien. Dios no quiera que tu precioso feminismo se avergüence de ti —me guiña el ojo y continua—. Bueno, es el momento de tu última pregunta. Aprovéchala.
—A ver, déjame pensarlo bien —me tomo de la barbilla con aire dramático, necesito que crea que mi siguiente pregunta es totalmente casual—. ¿Qué haces hoy por la noche?
Hace muchos meses que investigo a Aron. Todos los martes por la noche hace algo. Nadie sabe qué..., bueno, nadie no, estoy segura de que Theo si lo sabe, pero a él no se lo puedo preguntar. Llegue a esta conclusión hace un tiempo cuando vine a la ciudad a seguir sus movimientos, pero era imposible encontrarlo los martes a la noche, como si fuera un fantasma.
—Iré al Bar Bianchi.
Por una vez decido respetar las reglas y no repreguntar acerca de qué hace en ese bar todos los martes. No sé si quiero saberlo.
Cuando ambos terminamos el desayuno Aron pide la cuenta y paga. Luego de que deja una propina bastante generosa nos retiramos del local prometiendo que volveríamos.
Hacemos el camino hacia la universidad en silencio, pero ambos sonriendo. Aron posa su mano sobre mi muslo al lado de la palanca de cambios y ese simple gesto hace que el corazón me estalle en el pecho.
Debe ser todo el azúcar que acabo de comer.
Cuando llegamos me bajo yo primera y lo espero en la parte delantera del capot. Aron cierra el auto y pone la alarma antes de venir y pararse enfrente mío. Me tiene acorralada entre él y el auto y yo me muerdo el labio esperando que haga lo que ambos estamos deseando.
Apoya ambas manos en el capot y su cara queda a unos centímetros de la mia.
—Si no quieres que te bese deberías decir algo ahora —sus palabras producen un efecto que no puedo explicar.
Me mojo los labios con la lengua en respuesta y espero. De a poco su cara se va acercando a la mia.
—De verdad Jo, si esto te parece pronto podrías frenarme ahor...
Pero antes de que pueda terminar lo que sea que iba a decir, tomo su cara entre mis manos y le doy el mejor beso que le di a un hombre en toda mi vida.
Aron levanta sus manos del auto y las deposita en mi cintura. Cuando ambos nos fundimos en el beso, él me levanta de la manera más suave que puede y me sienta sobre el capot de su camioneta. Abro ligeramente las piernas para que él se meta entre ellas y pueda estar más cerca. Una de sus manos sigue en mi cintura, pero la otra se desliza por mi espalda hasta llegar a mi nuca. Su lengua busca a la mia y parece que estuvieran hechas la una para la otra. Ambos estamos jadeando cuando me doy cuenta que estamos en el estacionamiento del campus. Podríamos estar dando un espectáculo y, aunque ambos somos adultos y no estamos haciendo nada ilegal, no quiero ser el chisme corriente de la primera semana de clase.
Lentamente me separo del beso, pero mis manos continúan en su cara.
—Creo que deberíamos ir entrando. No queremos llegar tarde el segundo día de clases, ¿o sí?
—Suena tentador —responde con picardía—pero no quiero que pienses que soy una mala influencia.
Nos dirigimos al salón donde cursamos la primera clase y no veo a Leah por ningún lado. Decido sacar mi celular y mandarle un mensaje preguntándole por donde está, pero cuando abro la pantalla veo dos mensajes de ella diciendo que no va a venir porque sigue sintiéndose mal y que no puede esperar a que llegue a casa y le cuente como me fue con Aron. Supongo que hoy volveré sola en taxi al departamento.
Al llegar la última clase vuelvo a ver a Aron. Esta vez, a diferencia de ayer, decide sentarse al lado mío.
—Solo voy a quedarme cerca por si decides otra vez patearle el trasero a Ian Ribs.
No puedo evitar reírme ante el recuerdo de lo que hice ayer. Ese idiota sí que se lo merecía. Por suerte Ian esta vez se sienta lejos de mí.
—Estoy preparada por si ese idiota necesita que le ponga los puntos otra vez.
Aron y yo nos pasamos la clase dirigiéndonos miradas cómplices y sonriendo el uno al otro. Tengo que reconocer que no preste ni un poco de atención a nada de lo que dijo el profesor.
Cuando termina la clase, Aron se dirige hacia mí y, adivinen que... otra vez me toma de la mano. Esta costumbre ya empieza a ponerme nerviosa.
—He pensado que como Leah no vino hoy quizás necesites que yo te lleve hasta tu casa... digo como hoy vinimos juntos no tienes tu auto y sé que no te gustan los taxis... pero si no quieres está bien, era solo una idea —pareciera que Aron me lee la mente.
—Por supuesto que quiero, Aron, gracias.
Una vez que estamos frente a su camioneta no puedo evitar ponerme colorada ante el recuerdo de lo que pasó a la mañana.
—¿Un recuerdo húmedo eh? —me pincha.
Creo que ahora alcancé un nivel superior al color del tomate. Esto no puede estar pasándome, que vergüenza.
—¿Podemos irnos ya? —le grito con voz aguda mientras pongo los ojos en blanco.
Cuando llegamos a mi departamento espero para bajarme de la camioneta. No quiero que este momento termine. Increíblemente no quiero separarme de Aron.
—La pasé increíble hoy, fue un muy buen día —le digo mirándolo a los ojos.
—Yo también Jo. No puedo esperar a que llegue el sábado. Espero que me sorprendas con tu cita. Aunque dudo que supere a la mia, es difícil ganarle a esa torta de mouse de Nutella.
—No vuelvas a dudar de mis capacidades para sorprenderte —le digo fingiendo estar herida—, el sábado vas a tener la mejor cita de tu vida. Ya se me están ocurriendo varias ideas.
Se acerca a mí y me besa rápidamente, pero en cuanto se separa de mí, mi cuerpo necesita más. Tomo impulso y paso por arriba de la consola hasta su asiento, sentándome a horcajadas sobre él. Continúa sentado en la misma posición, pero ahora yo estoy sobre él con la espalda contra el volante. Empezamos a besarnos con más intensidad y, sin que yo pueda detenerlas, mis caderas empiezan a frotarse contra su entrepierna. Aron toma mi cabeza y me la gira, dejando el camino libre hacia mi cuello. Deposita besos debajo de mi oreja, en una de mis zonas más sensibles y yo siento que estoy a punto de derretirme. Así pasamos varios segundos y empiezo a notar como se le pone dura abajo mío. Sonrió con suficiencia porque sé que él también lo está notando. Lo que menos quiero es dejarlo así, sobre todo porque yo también me voy a quedar con las ganas, pero me preocupa Leah y quiero estar con ella cuanto antes.
Me separo bruscamente de Aron, pero continuo sobre él cuando digo:
—Debería irme, quiero ir a ver cómo está Leah, se siente mal y la dejé todo el día sola.
—No te preocupes, no estuvo sola, Theo se quedó con ella —me dice como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Qué? ¿de qué estás hablando?
—¿Leah no te lo contó? —cuando le digo que no con la cabeza, continua—. Bueno, supongo que ella tendrá sus motivos. Theo me mandó un mensaje, me dijo que estaba hablando con Leah y que ella le dijo que se seguía sintiendo mal asique se ofreció a quedarse con ella. No te preocupes, hace un rato hablé con él y me dijo que ella ya se siente bien, es más, se fueron a merendar juntos asique seguro ella no esté en el departamento ahora.
Es como si me sacaran un peso de encima. No puedo creer que mi mejor amiga se haya sentido mal todo el día y yo apenas este enterada.
—¿Desde cuándo esos dos hablan tanto?
—Veo que Leah tiene mucho que contarte. No te lo vas a poder creer, ayer a la madrugada después de la fiesta, Theo empezó a seguirla en Instagram y ella le devolvió el follow. Desde ahí no pararon de hablar ni un minuto por mensajes privados. Nunca había visto a Theo así por una mujer.
—Solo espero que Theo no meta la pata —le aviso en el tono más amenazante que puedo tener—, no quisiera tener que cortarle las pelotas a tu mejor amigo.
Ambos reímos, pero el momento cómico termina cuando Aron vuelve a besarme otra vez. Es increíble cómo podemos pasar de un segundo al otro a estar otra vez con esta tensión sexual entre nosotros.
Cuando Aron finalmente me suelta, me muerdo el labio porque todavía necesito más.
—Deja de mirarme así porque solo vas a conseguir que me explote el pantalón y no me quede otra que subirte a tu habitación, desnudarte y repetir lo que pasó ayer.
—Bueno... teniendo en cuenta que Leah no está... —digo tratando de no sonar desesperada para me folle.
—Me encantaría, uff no sabes cuánto me gustaría, pero hoy no puedo. Debo estar en una hora en el bar que te conté hoy. Pero no desaprovechare la próxima oportunidad, lo prometo —me dice guiñándome el ojo.
—Si es que hay una próxima vez... —ahora yo le guiño el ojo a él.
Le sonrío y nos despedimos.
Cuando estoy en el ascensor subiendo hacia mi departamento me suena el celular y veo una solicitud en Instagram. Es de Aron. Le devuelvo el follow sin dudarlo, aunque ya me sé su perfil de memoria de todas las veces que lo stalkié.
Una vez que llego a mi piso, toco el timbre solo para comprobar que Leah no esté. Efectivamente, todavía debe estar con Theo. No tengo pensado quedarme acá sola asique empiezo a revisar mi guardarropa en busca del outfit perfecto para la ocasión: Iré al bar en el que canta Aron. Sé que no me invitó, pero no puedo evitarlo, quiero escucharlo cantar.
Me decanto por un atuendo negro y una gorra. Todavía no decido si quiero que me vea o no, asique ir de negro es lo mejor para estar camuflada.
¿Cómo dijo que se llamaba el bar? Ah sí, Bar Bianchi. Busco en internet la dirección y la ingreso en mi GPS. Por desgracia, queda en las afueras del campus.
Una vez que estoy lista, tomo mi celular, mi cartera y mis llaves y me dirijo hacia la puerta, pero en cuanto la abro, mis ojos deparan que hay una carta en el piso del pasillo. No tiene destinatario, pero supongo que a Leah no le importará que yo la abra, aunque fuera de ella.
Pero no es para Leah.
Sé quién eres Josephine Hastings y también sé por qué estás aquí.
Se me detiene el corazón. Esto no era parte del plan.
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