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Después de unos tensos minutos, decidí salir de mi habitación. Estaba hambriento y además no escuchaba señal alguna de que Lexy siguiera en la casa.
Cuando pasé por la sala, escuché un pequeño sollozo.
Ahí la encontré a ella.
Con las mejillas sonrojadas y con rastro de lágrimas.
Apenas me vio, intentó disimular que había estado llorando.
—¿Necesitas algo? —ofreció amablemente.
—No verte nunca más.
Y ahí supe que había cruzado una línea.
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