107
—No.
Esa fue toda su respuesta.
Me levanté, enfurecido. No le permití ayudarme ni acercarse demasiado. Me sentía como un animal herido, de aquellos que enseñan los dientes para mantener a los demás alejados.
Ni siquiera podía sacarla a la fuerza de mi casa, tampoco tenía la voluntad para hacerlo.
—¿No me oíste? No quiero verte.
—No me importa. Voy a quedarme aquí.
—¿Dónde está mi madre? —pregunté con el ceño fruncido.
—Se fue.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro