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Epílogo


RENZO

—Estoy aburrido —se queja Stéfano a mi lado—, nos hicieron levantarnos temprano y ahora se tardan años en salir.

Toda la familia de Ámbar decidió que era buena idea venir a pasar el año nuevo a "la casa del lago", llegamos ayer, estamos a veintisiete de diciembre, y aunque estas fechas jamás han sido mis favoritas debo confesar que la navidad fue bonita, así que espero que el año nuevo también lo sea.

Obviando por completo lo de en medio, aunque estoy seguro de que podría ser diferente, por algún motivo elegí no decirlo.

—Sé que no eres de hablar mucho, y menos por la mañana, pero yo necesito hablar porque me va a colapsar el cerebro —continúa con su monólogo, y yo simplemente lo miro para que sepa que le pongo atención— Ámbar es muy chismosa, así que voy a asumir que sabes todo lo que pasó entre Luna y yo, ¿verdad?

—Mjmh —asiento y él sigue hablando:

—El punto es que llevo casi un año en Los Ángeles, y aún me faltan tres más. Me estoy divirtiendo mucho, está siendo una buena experiencia aunque extraño un poco a todos aquí. Pero, ¿sabes que pasa? Que la amo más que cuando me fui, y la extraño, y para mí no existe nadie más.

—Dile.

—No sería justo, no cuando estaré a miles de kilómetros por tres años más porque es lo que quiero, no puedo decirle "te amo, pero no cambiaré mi vida por ti".

—Si alguien me amara con tanta intensidad, yo querría saberlo, aunque nada vaya a pasar.

—Me muero por abrazarla, besarla y consentirla cuando vengo a casa, pero siento que solo son migajas lo que le ofrezco, un par de semanas cada cuatro meses…

Si me lo imagino, en realidad sí es una situación muy difícil. Yo no podría estar cuatro meses sin enrollar con el dedo el pequeño rizo que se le forma a Ámbar delante de su oreja. Ella es una gran parte de mi dosis diaria de serotonina, no quisiera que estemos lejos.

Pero al mismo tiempo es muy diferente, yo siempre estuve solo, y por eso busco alguien que esté cerca, que me dé seguridad todos los días.

Él estuvo siempre tan rodeado que terminó ahogado, y por eso se fue, para poder aprender a respirar solo y volver siendo independiente.

Lo está haciendo muy bien, me agrada en general, aunque me dé un poco de celos su relación con Ciro.

No son celos posesivos, solo pienso que me gustaría haber estado con él toda su vida como Stéfano. Me da un poco de envidia que hayan tenido toda la vida para construir un vínculo, y yo tengo que esforzarme constantemente porque no lo conozco lo suficiente.

No es culpa de nadie, obviamente, así son las cosas.

—Solo tú y ella saben cómo se sienten, solo ten presente siempre que el tiempo perdido no regresa.

—Sí, pero, ¿se considera tiempo perdido si lo uso para ser mejor?

—Claro que no.

Luna y Ámbar salen de la casa, vienen tratando de cargar una conservadora más grande que ellas. Me pararía a ayudar, pero Ámbar me mandaría a la mierda solo por insinuar que no puede.

Vamos al bosque, Isabella salió a correr temprano y llamó para contar que encontró un lugar hermoso para pasar el día. Por suerte hay un sendero para el auto, porque la verdad que una caminata al aire libre cargando una conservadora gigante no me apetecía para nada.

Volteo hacia Stéfano y observo la forma en la que mira a Luna, con nostalgia y anhelo, como si no hubiera nada en el mundo que deseara más y al mismo tiempo se odiara por haber roto su amistad.

—Es un conflicto de intereses lo que tienes. —Pestañea al escuchar mi voz, como si volviera a la realidad—. Una contradicción entre lo que quieres hacer, y lo que crees que debes hacer.

—Lo único que hago es generar dolor para los dos, no importa cuál sea la situación, nunca lo hago bien.

—Por suerte conservas la energía positiva, eso es genial.

Él se ríe de mi comentario sarcástico, así que me río también.

—¡Se ríen juntos! ¡Son amigos! —grita Ámbar con muchísimo entusiasmo— No se imaginan lo mucho que he deseado esta amistad, son el uno para el otro, la amistad ideal que…

—Claro que somos amigos, boba —la interrumpe Stéfano con los ojos entrecerrados.

¿Lo somos? Yo no lo sabía. No es que no quiera, de hecho sí, él me cae muy bien, pero nunca tuve un amigo antes y no sé cómo se hace.

—Pues Renzo parece que se acaba de enterar —se burla Luna, y Stéfano le lanza una pequeña roca como protesta.

—¿No somos amigos? —me interroga él fingiendo estar herido.

—Sí lo somos, claro.

—Qué lindo, ¡Qué lindo! —Ámbar se vuelve a entusiasmar— ¿De qué hablaban?

—¿Y a ti qué te importa? —le responde su primo, ella le saca la lengua y me mira buscando respuesta.

Es que no puedo, si Stéfano va a ser mi amigo tengo que mantener en privado las cosas que me cuenta, no soy tan desleal.

—Cosas de chicos, ¿vamos?

La cara de indignación de Ámbar es poética, intento calmarla con un besito en el cuello y parece que funciona porque sonríe en cuanto me aparto.

—Creo que Isabella está enamorada —chismosea Stéfano en cuanto nos subimos al auto.

—¿Cómo?

La forma casual de la pregunta de Luna y el hecho de que ninguna de ellas está sorprendida solo puede significar que es verdad y ya lo sabían.

—No me ha dicho nada, ni ha hecho nada raro, solo la veo y lo sé.

—Ni idea —miente Ámbar, y claramente sabe que todos aquí sabemos que miente.

Nadie hace más preguntas, y yo no sé absolutamente nada porque considero que Isabella es la más cerrada de toda la familia. Es buena onda, pero casi no cruzamos palabra más que cuando Ámbar está conmigo. No la conozco nada, solo sé lo que los demás dicen de ella.

Llegamos al lugar bonito en el bosque, Arianna está con Isabella ya, así que solo dejamos a los pequeños en la casa.

Ciro va a estar molesto, tal vez me llame para reclamar, y tal vez ceda yendo a buscarlo para que venga también.

Es un pequeño claro muy al borde del lago, parece bastante apto para bañarse y pasar el día.

Mientras los demás se adelantan hacia el lugar donde pondremos nuestras cosas, Ámbar se queda a mi lado, con la sonrisa más bonita que pueda existir en el universo.

—¿Te he dicho que te amo? —murmura como si fuera un secreto entre los dos.

Lo ha dicho muchas veces, pero no me acostumbro.

—Se siente como un privilegio ser amado por ti.

—¡Oh, lo es! Claro que lo es —Sonríe cerca de mis labios y me da un besito—. Pero un privilegio que es todo tuyo, porque te lo mereces.

Imposible, nadie lo merece, ni siquiera yo. Pero al parecer soy un tipo con suerte.

El día se pasa rápido porque nos divertimos muchísimo, jamás pensé que podía divertirme con gente de mi edad, pero estar con ellos se siente muy cómodo siempre.

Para cuando regresamos a la casa son casi las once de la noche, estoy cansado y tengo hambre.

El fuego está prendido, una gran hoguera en medio del patio, bordeada con rocas y con los bancos del jardín alrededor.

Se me hizo raro que Ciro no me llame en todo el día para saber a dónde fui. Me preocupa que se haya enojado, pretendo ir a buscarlo pero Ámbar sale de la casa antes y me lo impide.

—Hay que entrar por atrás porque mi padrino recién lavó el piso de la entrada y no quiere que lo ensuciemos. 

—¿Podemos bañarnos y dormir? Estoy cansado.

—Oh —junta sus cejas y saca un poquito su labio inferior—, es que prendieron el fuego e íbamos a comer malvaviscos, pero puedes dormir y dejarme sola si quieres.

Me río de su intento exitoso de manipulación y la abrazo por la cintura.

—Okay, solo un ratito y si me duermo sentado no te rías.

—Mañana dormiremos hasta tarde, te lo prometo.

Mañana querría dormir todo el día, para ser sincero. Algo dentro de mí me pide que hable, que le diga, porque algún día lo va a descubrir y se va a enojar porque no lo dije.

Supongo que si eso pasa de todos modos va a entender, ella siempre entiende mi silencio, casi no peleamos.

—Bueno, pero antes de bañarnos necesito hablar con mi hermano, no lo he visto en todo el día y tampoco me ha…

—Fue con Noah por los malvaviscos.

—Okay —suspiro dándome por vencido—. Al baño entonces.

Estoy cansado y con los ánimos bajos, de verdad quería dormir, pero no sé decirle que no, no me gusta.

Después de bañarnos y de que, luego de que me rogara por veinte minutos, la dejara elegir mi ropa, por fin bajamos a la fogata.

La mayoría ya están allí, se oyen voces, risas, ambiente familiar. Por lo general estoy en silencio cuando todos estamos juntos, pero no porque esté a gusto, en realidad es todo lo contrario. Me siento tan cómodo que me basta con sentarme y escuchar.

—¿Ciro? —le pregunto a Stéfano en cuanto me siento a su lado.

—Uhm… creo que… justo ahí.

Señala la puerta de la casa, me volteo apenas y entonces entiendo por qué todos estaban tan extraños.

Miro la hora en mi teléfono, son las doce en punto en cuanto veo a mi hermanito aparecer con un pastel con las velas encendidas.

Ellos lo saben, no les dije, pero de algún modo lo saben.

Cantan el feliz cumpleaños al mismo tiempo que lo interpretan en lengua de señas. Todos lo aprendieron, todos se esforzaron.

En cuanto Ciro se acerca puedo ver qué el pastel no es un pastel en realidad, es un tostado de jamón y queso gigante, con velitas arriba.

El simple gesto de saber que pensaron en mí, en lo que me gusta, se siente tan cálido dentro de mí…

—Feliz cumpleaños, mi amor —Ámbar me besa en la mejilla—. Perdón si no querías esto, no sé por qué no lo dijiste y quizás debí preguntarte, pero solo queremos que veas que… nos importas, te queremos.

Me siento muy querido en este momento, hay en mi pecho una tibia sensación de pertenencia, de comodidad, no encuentro las palabras para expresarles cuánto, de verdad, significa esto para mí.

—Es perfecto —murmuro, muy bajo por temor a que se me rompa la voz—. Gracias.

—Pide un deseo —me dice mi hermano, acercando el gran tostado de jamón y queso hacia mí.

Y justo en este momento, no se me ocurre absolutamente nada más que pudiera desear, así que simplemente pido saber cómo cuidar esto que he conseguido, y elegir siempre ser feliz.

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