Capítulo 26
RENZO
Necesitaba un momento a solas, las últimas horas fueron demasiado intensas, pasaron muchísimas cosas, y la mala gestión de mis emociones va a terminar por hacer que algo vaya mal.
Mi vida hace solo dos días atrás era absolutamente otra, yo mismo era otro, y aunque cambiar está bien y más si es para mejorar, de todos modos me encuentro perdido en mi nueva vida.
En la casa de los Romano siempre hay ruido, siempre hay alguien cerca, siempre hay un plan en el que me quieren incluir. De algún modo todos tienen un poquito de esa energía bonita que me atrajo de Ámbar, pero el contraste estaba siendo demasiado y no me daba tiempo a procesar todo lo que pasó.
—¿Volverás a la universidad? —se interesa Ámbar, en cuanto nos escapamos a mi casa un rato, para tener un poco de paz.
Obviamente, cuando hablaba de estar solo, la incluía a ella. Ella colabora con esa paz, estando juntos hemos encontrado una hermosa armonía.
—Creo que sí, tengo ganas de hacerlo.
—¿Tienes dinero para eso?
—Tal vez jamás necesitaré trabajar por dinero, no te preocupes —sonrío levemente.
—Supongo que es mejor no preguntar de dónde lo obtuviste… —murmura, y probablemente está en lo cierto.
Jazmín me lo dio, en realidad la ayudé a vaciar las cuentas de su padre así que me pareció justo obtener una parte. De todos modos no quiero hablar de eso, es parte de la vida que pretendo dejar atrás.
—Creo que… —murmuro mientras deslizo mis dedos por las suaves ondas de su cabello. Veíamos una película, pero creo que ninguno de los dos está realmente poniendo atención.
Solo disfrutamos de la cercanía, ella tiene su cabeza sobre mis piernas, su mano en mi muslo debajo de su rostro, todo se siente perfecto.
—¿Qué? —cuestiona volteando apenas, al ver que dejé la frase a la mitad.
—Creo que no sé quién soy.
—Es un buen momento para averiguarlo, entonces —responde de forma simple, como a todo siempre.
—Mi vida siempre fue dolor, traumas y un estancamiento constante en el pasado. Entonces, si suelto todo eso, ¿qué queda?
—Un chico inteligente, valiente, protector, desafiante y muy sarcástico, que tiene todo el tiempo del mundo para averiguar qué quiere hacer con su vida sin ningún tipo de prisa ni presión —responde con simpleza, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Quiero estar con mi hermano, y contigo. Ir a la universidad, regresar a casa y pensar qué cenar, quejarme de que hay mucha tarea pero igual hacerla, tal vez dejarme distraer por ti cada tanto. Quiero ver a mi hermanito crecer y estar para él, quiero verte triunfar y estar orgulloso de ti… Tal vez parezcan ambiciones simples, pero siempre sentí que esa era una vida que jamás podría tener.
—Suena bien… —murmura, cerrando los ojitos en cuanto acaricio su rostro— Hace un tiempo me quejaba de la armonía en mi vida, ahora la extraño. Este año desgastó muchísimo mi mente…
—Lo siento por eso.
—No fue tu culpa, solo era yo siendo una niñita caprichosa. Yo me acerqué a ti porque sabía que traerías caos, pero no sabía que había cosas que podían doler tanto, yo no… no conocía el dolor, tú me lo mostraste de otro modo, porque era tuyo pero yo lo podía sentir —hace una pausa, y luego de soltar un suspiro agrega—: Aún puedo…
—Tú me mostraste la paz, el amor y la esperanza. ¿Qué te di a cambio? Dolor —murmuro, consciente de que, por mucho que me esfuerce, lo que hay entre ella y yo jamás será equitativo.
—Realidad —me corrige ella—. Me estaba ahogando en mi burbuja feliz, al punto de que ya no lograba sentir nada que pareciera real. Conocer el dolor me ayudó a valorar los momentos felices, somos… el equilibrio que ambos necesitábamos.
—Lo haces sonar bonito —me quejo, negando con la cabeza.
—Porque lo es —sonríe y toca la punta de mi nariz con su dedo—. Tengo hambre, hazme de comer.
—¿Así? ¿Sin cariño de por medio? No, no, empezamos mal —me quejo juntando las cejas.
Ella se sienta, preparándose para un discurso en tono poético, aclara su garganta y finge concentración.
—Mi hermoso chico pastelito, dueño de los ojos más hermosos que han visto la luz del sol y los labios más besables que mis ojos han apreciado en su vasta existencia, ¿serías tan dulce, considerado y gentil, de alimentar mi maltratado y vacío estómago, teniendo la deferencia de recordar que no consumo animales muertos?
—Lo arruinaste al final —reniego poniéndome de pie—, todo estaba siendo muy poético, casi lloro de emoción, pero lo de los animales muertos no coincidía con el formato.
—Necesitaba aclararlo.
—¿Crees que lo olvidaría? —me ofendo siendo un poco dramático— Fui al mercado, compré cuatro tipos de tofu diferentes, ninguno se ve apetecible, pero va. También compré unas… ¿leches vegetales? Creo que así se llamaban, porque tienen vitamina B12, y leí que necesitas eso. Y luego compré un montón de cosas congeladas que…
—Gracias —me interrumpe ella, soltando una risita—. Eres ese tipo de novio que todo el mundo quiere tener.
—¿Soy? —cuestiono, sorprendido de que use esa palabra en específico.
—No presiones, chico pastelito —dice soltando una risa—. Nunca tuve un novio de verdad, me va a costar mucho la idea.
—Lo siento, al parecer me ilusiono fácil —me río también, camino hacia la heladera y la abro para buscar los ingredientes de lo que sea que vaya a hacer.
Una llamada nos interrumpe, dejé el teléfono en la mesita de la sala así que tengo que regresar sobre mis pasos. Ella lo toma y me lo alcanza, el nombre de mi hermano aparece en la pantalla junto con una foto que él mismo se tomó para poner allí.
Qué irreal se ha vuelto mi vida, jamás lo hubiera imaginado. Hasta parece normal…
—¿Qué pasa, enano? —pregunto llevando el celular a mi oreja.
—Un día seré más alto que tú, verás.
Es probable, se ve bastante alto para tener doce años.
—Tengo un… inconveniente. Necesito que vengas por mí.
—Espero que sea importante, estás interrumpiendo mi cena con Ámbar.
—Ajá, dejemos algo en claro: yo soy tu prioridad, no lo olvides —se queja, con mucha seguridad—. Primero yo, segundo yo, y después todo lo demás.
—¿Y qué lugar ocupo yo en las tuyas?
—Antes que cualquier chica, seguro.
—Pero es que ella no es cualquier chica, estoy enamorado —me defiendo, haciendo sonreír a Ámbar.
—Eso espero, porque si no la cuidas tendremos problemas.
—Ajá, claro, pequeño Al Capone, ¿Qué necesitas?
—¿Alca qué?
—No me hagas sentir viejo, ¿quieres? Lee un poco, ve películas o algo, inculto.
—No me concentro para leer y casi no veo televisión —se excusa rápidamente—. Necesito que vengas por mí, ya te lo dije.
—¿Dónde estás?
—En mi casa.
—¿Y a dónde vas a esta hora? Ya es tarde para ti.
—Eso dijo papá Frank, pero papá Dante lo convenció de que si tú me llevas y luego me vas a buscar, no hay problema. Ellos no pueden porque estaban tomando cervezas, es viernes de pizza y eso…
—A dónde, niño, a dónde —insisto por vez diez mil, ya que aún no tengo respuesta.
—A casa de Bianca.
—Ah… es que… —balbuceo de forma errante.
—¿Qué?
—Bianca vive con su hermana, y no sé si sabías pero ella es mi ex y no terminamos del todo bien que digamos.
—La engañaste con Ámbar, conozco la historia —se ríe, con un tonito demasiado burlón.
—Eso no fue taaaaan así…
—Ajá —ironiza—. Obviamente, tú no harías eso, desde luego te aseguraste de terminar con ella gentilmente antes de hacer el más mínimo avance con mi prima.
—Son cosas de grandes, enano, tú no…
—Me dejas en la entrada, no la tienes que ver, no seas dramático —interrumpe mis excusas.
—¿Y a qué vas a esta hora a la casa de Bianca?
—¿Ah? —inquiere, molesto por mi intromisión.
—Merezco saber por qué estás interrumpiendo mi cena.
—No es nada… no es que… ¡Agh! ¿Para qué preguntas?
—Soy tu hermano mayor, te estoy cuidando.
—Ni mis papás me joden tanto…
—Yo sí, ¿a qué vas?
—Tuvimos una pelea, probablemente fui yo el que la cagó y quiero arreglarlo en persona. Solo quiero disculparme… todavía estoy enamorado de Cami y no debí confundir sus sentimientos.
—Eso se llama responsabilidad afectiva, y está muy bien. Dame diez minutos y estaré allí.
—Avísame cuando estés a unas cuadras y saldré para ahorrar tiempo —pide, un poco ansioso.
—Está bien, lleva un abrigo.
—Confirmo, eres peor que mis padres —se queja con fastidio.
—Me amas —respondo con arrogancia.
—Te tengo un mínimo aprecio, solo por lastima —niega con la misma arrogancia, pero luego de una risa se corrige—: Me siento más feliz desde que me dijiste la verdad, me encanta que seas mi hermano.
—Te quiero, enano. Estaré allí en un momento.
—Date prisa, y ya no me digas enano.
Termina la llamada y me regreso hacia Ámbar.
—Le vas a generar una inseguridad sobre su altura, llámalo por su nombre —me regaña tierna y firmemente a la vez.
—Es el más alto de su clase, no voy a generar nada, solo es bullying de hermanos y eso está legalmente permitido —me defiendo arrugando la nariz—. Él se burla más de mí que yo de él.
Ámbar se ríe, meneando la cabeza en desaprobación.
—Entonces, ¿qué quería?
—Tengo que llevarlo a un sitio y tal vez esperarlo un rato allí. ¿Por qué no vienes conmigo y compramos algo rico para comer en el auto?
—No te preocupes, lindo —dice, rodeando la barra para darme un besito—. Ve tú, compartan tiempo a solas, yo te espero aquí y me encargo de la cena.
—¿De verdad? —pregunto haciendo un leve puchero involuntario.
—Sí, además Gala me envió un mensaje bien raro y quiero averiguar qué está pasando. Conduce con cuidado, te necesito sano para el postre.
Suelto una risita por su mirada cómplice y me encargo de darle un beso un poco más largo que el anterior. Podría quedarme a besarla toda la noche, sin dudarlo, pero el pequeño parecía apurado y no quiero fallarle.
Estoy a unos pocos minutos de la casa de los Romano, las calles están bastante vacías así que no me toma mucho tiempo llegar. Unas calles antes le envío un mensaje para que salga, pero no lo ve, ni siquiera le llega el mensaje, así que me va a tocar bajar del auto para entrar.
El chico de la entrada ya no está, así que bajo de mi auto y presiono el timbre. Dos segundos después, Dante responde por el interlocutor:
—¿Qué pasa? ¿Olvidaron algo?
—¿Eh? Vengo a buscar a Ciro, dijo que les pidió permiso.
—Sí, pero salió a esperarte, dijo que ya habías llegado.
Me volteo para ver a mi alrededor, pero la calle está completamente vacía.
—No hay nadie aquí, quizás pasó por la casa de alguno de sus primos antes.
El sonido que anuncia que el portón fue abierto suena, y de inmediato la reja se mueve lentamente para darme acceso. Regreso a mi auto y lo meto dentro del predio para volver a bajar
—No responde —avisa Dante, saliendo de su casa y en tono preocupado, mientras intenta llamarlo por teléfono—. Directo al buzón.
Frank va a golpear la puerta de la casa de su hermano, que queda justo al lado, y mientras espera que abran se dirige a Dante:
—Pídele a Noah que revise las cámaras —indica, señalando a la puerta de enfrente, para luego señalarme a mí—: y tú sigue intentando llamar.
Lo hago, tengo la esperanza de que solo sea un susto, pero yo sé que en realidad todos estamos nerviosos porque interiormente sabemos que algo pasa, y Ciro no está en la casa de ninguno de sus primos.
Quisiera decir que logro mantener la calma para controlar la situación, pero el miedo inminente de perderlo otra vez se adueñó de cada una de mis ideas.
Obviamente, todo iba demasiado bien, algo tenía que pasar para desestabilizarme y recordarme que no vine a esta vida a ser feliz.
Mi teléfono suena entre un intento y otro, es un mensaje de Ámbar que abro de inmediato.
Es un audio, su voz susurrada y asustada me acelera el corazón incluso más de lo que estaba.
"Probablemente no pueda volver a mandarte un mensaje, el tipo raro de la cafetería está aquí, las puertas están cerradas y necesito que vengas…"
Una voz se escucha justo antes de que el audio fuera enviado, "¿Qué haces?" pregunta, y el mensaje se corta.
Mi cerebro apenas logra procesar lo que está pasando, no entiendo, me quedo varios segundos mirando el celular, hasta que de un segundo a otro lo comprendo:
Las dos personas que le dan motor a mi vida están en peligro al mismo tiempo, y yo jamás me había sentido tan inútil.
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Hola Pollitos 🌻
Me tardé un mundo, i know, este es el primer capítulo del final y los próximos los voy a estar publicando esta semana :)
Los quiero mucho, perdón por la demora y gracias por el aguante.
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