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Capítulo 19

ÁMBAR

En cuanto abro los ojos me siento realmente confundida, no es mi habitación, no es mi cama, no es mi casa. Ni siquiera es mi ropa.

Fuerzo a mi cerebro dormido a reconstruir la noche anterior, y entonces llegan a mí las claras imágenes: la fiesta, el Renzo tierno, el viaje en taxi y dormir juntos. De hecho mi cuerpo recuerda con claridad sus brazos envolviéndome, se sentía bien y daban ganas de seguir durmiendo todo el día.

Pero él ya se despertó, y no está.

No tengo idea de qué hora es, pero necesito un cafecito, en todos los sentidos que esa palabra pueda tener.

¿Voy a robarle ropa a Renzo para tomar una ducha? Efectivamente sí, es fin de semana, la comodidad está primero. Además necesito bañarme porque mi cabello está asqueroso, y porque siempre me baño al despertar.

Finalmente me decido por usar solo una sudadera gigante que encontré, y me llega hasta la mitad del muslo.

En cuanto salgo del baño me invade el aroma a café recién hecho, lo cual es bueno, significa que él está en la cocina.

—Buenos días —saludo con una cortés distancia.

—Muy buenos —sonríe él, acercándome el café.

Al parecer no nos despertamos con el mismo humor.

—Ajá, ¿y por qué tan feliz? —lo cuestiono sentándome en uno de los bancos de la cocina.

—Dormí muy bien, ¿tú no?

—Sí, tu cama es cómoda...

—Mis brazos son cómodos —me corrige como si la situación en la que nos encontramos fuera lo mejor del mundo.

—También —cedo, de forma pensativa.

Sus ojos se centran en mi cabello, observa ladeando su cabeza los rizos que comienzan a formarse.

—No tienes secador —me quejo ante su atenta mirada.

—Por suerte.

—Sí, qué bonito, obviemos los cumplidos —respondo con ironía.

—¿Qué pasa? —se preocupa sentándose frente a mí—. ¿Por qué estás enojada?

—No entiendo qué pretendes... —respondo directa y sin rodeos—. Pensé que solo habías aceptado el trato porque querías mi ayuda, y ahora... ¿qué es esto? ¿A qué quieres llegar? ¿Qué pretendes abrazándome para dormir y diciéndome que me quieres? ¿Quieres que nos enamoremos y salgamos hechos mierda de esto? Porque tú no vas a cambiar de opinión y yo lo tengo claro...

—No lo sé... no lo he pensado —me responde con simpleza, como si la respuesta no fuera importante.

Es mentira, y recién entonces lo comprendo. Él sabe bien que no cambiará de opinión, lo que él espera es que yo lo haga. Tal vez piensa que si nos enamoramos le diré "Oye, sí, matemos a esa persona y huyamos de la justicia, te seguiré a donde sea".

No, no soy esa mujer abnegada, no haría lo que sea por amor, de hecho a veces dudo de hacer bien al ayudarlo a encontrar a ese hombre.

¿Estoy siendo muy estúpida si creo que no lo va a matar? Yo solo quiero ayudarlo a saber la verdad, porque todos tenemos derecho a nuestra historia.

—Nada de amor, Renzo. Cuando esto termine tú por tu camino y yo por el mío.

—De acuerdo —acepta cambiando su expresión por una más distante—. Tienes que entrar al sistema nacional de justicia, necesito las declaraciones del accidente.

Señala su computadora, que está al otro lado de la isla en la cocina.

—Lo dices como si fuera simple —protesto atrayéndola hacia mí—, deben tener mil encriptaciones, hablamos del gobierno.

—¿Puedes o no?

—¿Te enojaste? —cuestiono al ver su cambio de actitud.

—Sí, claramente sí, ¿no se nota? —responde con sinceridad frunciendo las cejas.

—Qué sensible...

—Te hice hasta el desayuno, ¿tú crees que yo hago eso por alguien? Entiendo que quieras conservar la distancia, pero entonces no envíes mensajes confusos. No duermas sobre mi pecho y me des besitos mientras duermes si luego me vas a mandar a comer mierda.

—No te mandé a comer mierda, y estaba dormida, no me di cuenta—niego de forma insegura, no esperaba el planteo, así que no sé qué decir.

—Ya me mostraste tu parecer, no amor es no amor, así que ahora no te quejes.

—Sí, pero tampoco para que me trates así, igual me puedes hablar bonito —protesto con molestia por su tono.

—Así trato al resto de las personas, tú misma te metiste en el general... ¿Puedes o no puedes?

—No —respondo a secas, para después agregar—: No desde aquí.

—¿A dónde hay que ir?

—Es un programa de uso general para las personas que tienen acceso, jueces, algunos abogados, fiscales, policías y administraciones del gobierno. Cualquier computadora que haya tenido acceso al programa me sirve.

—A ver... —dice extendiendo su mano para que le dé la computadora—. Deberíamos buscar el lugar más vulnerable, ¿Qué tal este?

Es un centro de asesoría jurídica del estado de un pueblito cercano, allí trabajan abogados de oficio que llevan casos de personas que no pueden cubrir los gastos de uno.

Es un lugar bastante precario, por lo que supongo podremos meternos sin grandes dificultades. Además, hoy es sábado, está cerrado.

—Déjame ver si logro acceso a las cámaras —digo volteando la computadora nuevamente hacia mí.

—¿Cuánto tiempo necesitas dentro?

—Unos minutos, solo buscaré el acceso y luego podremos entrar desde aquí siempre que haga falta.

—Ensayemos una mentira por si nos descubren —me pide volteándose hacia la cocina para dejar su taza vacía en la encimera.

—Claro, dame un minuto.

—¿Quién te enseñó todo esto? —se interesa mientras me observa.

—Mis padres, bueno... mi mamá, ella tiene un hermano que se llama Eric, él es un genio de la informática pero está un poco loco y nunca me han dejado estar cerca de él. Cuando eran pequeños le enseñó muchas cosas a mi mamá, ella le enseñó a mi papá, y los dos me enseñaron a mí.

—Nunca lo hubiera imaginado... —Se sorprende—. Tu mamá se ve tan... maternal.

—Lo es... de las que acarician el cabello y cantan canciones para dormir, y se quedan despiertas toda la noche contigo la primera vez que te rompen el corazón.

—¿Quién fue el cabrón? —pregunta, en tono divertido. Al parecer ya ha pasado bastante la molestia.

—Se llamaba Rafael.

—¿Se llamaba? ¿Murió? —se extraña.

—Para mí, sí.

—Isabella dijo que nadie había llegado a tu corazón... —puntualiza como sintiéndose estafado.

—Tenía catorce años, no tenía idea de lo que era el amor... Aún no estoy segura de saberlo.

—Ya me di cuenta... —murmura con un deje de rencor en su voz.

—No estés molesto... —le pido dejando de lado la computadora—. Lo lamento, ¿Sí? Es que no entiendo muchas cosas, y cuando no entiendo saco conclusiones que tal vez solo están en mi cabeza.

—Nunca pensé que tuvieras problemas comunicativos, pensé que ese era yo.

—Me cuesta mucho confiar en ti —asumo con toda la sinceridad que me queda—. Siento que todo lo que haces o dices tiene una intención oculta, que luego de todo quedaré como una estúpida, y con el corazón roto.

—Ámbar... no te he dicho mentiras, ni he intentado engañarte o manipularte. Solo he dejado salir las cosas como... como son.

—Pero, ¿Entiendes que vamos por caminos opuestos y nos vamos a lastimar?

—Sí, ya lo asumí. Por eso a veces todo parece precipitado, porque sé que el tiempo es corto y no volveré a verte —confiesa sonando muy sincero—. Sé que tú no estás sola, sé que tienes los recursos para superarme rápido y el apoyo de muchas personas, serás feliz sin mí aún si te enamoras, no puedo decir lo mismo de mí pero igual... igual quiero enamorarme de ti.

—¿Por qué? ¿Quieres sufrir? —pregunto sin comprender por qué sus palabras formaron un nudo tan grande en mi garganta que apenas puedo contener las ganas de llorar.

—Siento que vale la pena.

—¿Podemos al menos hablar de otras posibilidades? Es que el hecho de que estés tan determinado a... matar a alguien...

—Él mató a mi hermano... solo tenía seis meses.

—¿Sabemos al menos cómo fueron las cosas? Porque tú no lo recuerdas y...

—Nada de esto está en discusión, pero entiendo si no quieres formar parte. —Se voltea, volviendo a marcar una distancia que parece insuperable.

—¿Tu padre es nuestra única fuente de información?

—Y mi madre...

—¿Dónde está enterrado?

—¿Qué? —pregunta, sorprendido por mi falta de tacto.

—¿Dónde está? ¿Has ido a verlo?

—No lo sé... mi papá le llevaba flores a cada año del accidente, pero jamás me llevó con él.

—¿Es en serio? ¡Estamos hablando de matar a una persona! Una persona que tiene una familia, a la que también destruirás, y... ¿Cómo tomas una decisión tan importante sin tener siquiera la mitad de la información?

—¿Y por qué crees que buscamos las declaraciones del accidente? —me cuestiona—. No voy a matarlo hasta tener las cosas claras, pero...

—¿Has pensado en...? —dudo antes de decirlo, pero él se anticipa:

—¿Que esté vivo? Se me ha pasado por la cabeza, pero entendí que ilusionarme con algo así era cruel conmigo mismo.

Lo entiendo para él, pero para mí a partir de hoy será una de las tantas posibilidades, mi padre puede ayudarme a saber si eso es verdad demasiado rápido.

—¿Entonces podemos cambiar el enfoque de todo esto? Podemos centrarnos en averiguar a detalle toda la verdad de lo que pasó, y luego... luego si tienes razón, si tú consideras que es culpable y decides... eso, bueno, me hace sentir mejor pensar que solo buscamos la verdad y no una cabeza que cortar.

Él se acerca a donde estoy, dejando caer todos sus muros una vez más y me ve directamente a los ojos.

—Si algo de todo esto te está lastimando, solo olvídalo, olvida cualquier trato, yo puedo encontrar las respuestas de todos modos. Solo...

—¿Solo qué? —susurro sintiendo su cercanía otra vez.

—Cuidaré de ti mientras me dejes hacerlo.

—Es al revés en realidad, yo debo cuidar de ti, Renzo, tú eres el que está roto.

—No estoy roto... —niega intentando mostrar una fortaleza inexistente.

—Ni siquiera sabes lo que estás haciendo...

—Tú no entiendes... no sabes cómo se siente —murmura, haciéndome sentir que su voz va a quebrarse en cualquier momento.

Me acerco eliminando la poca distancia que queda, y justo cuando nuestras narices se rozan le digo en un susurro:

—Déjame intentar que se sienta mejor...

—Me encantaría... —asume— Pero no te corresponde, esta es mi carga, y no la pondré sobre ti.

—No está en nuestro control, cuando te unes a otra persona aceptas que llevarán las cargas juntos, y yo... ya me siento unida a ti.

—Te quiero cuidar... —susurra con los ojos aguaditos.

No sé cómo es que no estoy llorando, soy muy sensible, pero siento que ahora me toca ser fuerte porque él está sufriendo mucho.

—¿Y si mejor nos cuidamos los dos?

—¿Tú crees en nosotros? —pregunta haciendo notar la inseguridad en su voz.

—Siempre que elijas ser tan valiente como para decidir ser feliz, me tendrás a tu lado.

Él suelta un suspiro y asiente, dejando descansar su frente sobre la mía.

—Esa es una condición muy grande.

—Sí, pero valemos la pena.

Se acerca un poco más, como asegurándose de que puede besarme y al ver que no retrocedo termina de eliminar la distancia.

Dije que no besos porque estaba muy consciente de lo que él era capaz de generar en mí con solo uno. Y mucho más después de una conversación tan sincera y real.

¿Cómo hago ahora para no enamorarme de él? Si me besa como si lo hiciera con el alma...

Siento sus dos manos en mi cintura y segundos después me elevan hasta sentarme en la encimera, separa mis piernas y se acomoda entre ellas, para besarme un poco más intenso, un poco más rápido, un poco más...

Y la puta puerta se abre.

Es ella, Jazmín, justo regresó en el minuto menos oportuno. O no, tal vez si llegaba diez minutos después hubiera sido peor.

—Nunca imaginé que tendría que golpear la puerta de mi propia casa... —se queja en cuanto me bajo de la encimera.

—Lo siento —murmuro acomodándome la ropa.

—Oh, no, tú no lo sientas. Vaya a saber qué clase de mentiras te dijo este idiota. Pero no, aún no terminamos, aún ni siquiera sé qué está pasando. Pero al parecer sus hormonas no le permitieron esperar unos días para poder hablar conmigo antes de arrojarse sobre tu cuello.

Eso es lo peor, yo sé la verdad, él no me dijo ninguna mentira.

—Quiero hablar contigo —le dice a Renzo mostrando su distancia—. Te espero abajo.

Y sin poner ni un pie dentro de la casa, vuelve a cerrar la puerta dejándonos solos.

—Lo siento —se disculpa Renzo volviendo a acercarse a mí—. Le pondré fin a todo esto ahora, ¿Sí? Solo... espérame aquí, no te vayas.

—No me iré, pero me siento... muy incómoda.

—Es mi culpa, lo sé, ella tiene un poco de razón.

—Ve —indico haciendo un ademán con la cabeza hacia la puerta.

—No te enojes —pide dejando un besito pequeño sobre mis labios antes de caminar hacia la puerta.

Ni siquiera sé cómo me siento, todo está siendo muy confuso. De un momento a otro todo es vulnerabilidad, nos conectamos, parece que todo saldrá bien, y entonces ella está aquí y... no lo sé, ya no estoy segura de nada.

Mi teléfono suena distrayéndome de mi autocompasión, es mi papá, así que vuelvo a sentarme en el banco y respondo tomando la taza nuevamente.

—Hola, pa —saludo dando un sorbo.

—Hola, ¿Todo va bien? —pregunta intentando sonar casual, pero fallando miserablemente.

—Sí, estamos desayunando, ni sé qué hora es.

—¿Estás en casa de Renzo? ¿Él con quién vive? —curiosea.

—Vive solo, no se lleva muy bien con sus padres. ¿Me necesitas para algo?

—No... o bueno...

Por detrás del teléfono se escucha la voz de mi tía Olivia bastante determinada exigirle: "Ya dile..." y luego a mi papá refunfuñar algo difícil de comprender.

—Necesito hablar contigo de algo importante, pero no quería arruinarte ningún momento.

—¿Puede ser en la noche? Es que ya hice planes con Renzo y no le quiero cancelar.

—Claro, está perfecto. Cuídate y pasa lindo, te espero para cenar y hablamos.

No creo que pase lindo metiéndome en una oficina gubernamental, pero bueno, a veces los planes no son lo que esperamos.

—Gracias pa, te amo —saludo sintiendo un poco de curiosidad.

—También te amo —escucho que dice antes de terminar la llamada.

Renzo se demora un buen rato, el que yo aprovecho para cuadrar todo lo necesario para ir a esas oficinas. Para cuándo él regresa ya me ocupé de las cámaras y de buscar un lugar por el que entrar.

—¿Todo fue bien? —le pregunto en cuanto cruza la puerta, pero un asentimiento breve es todo lo que obtengo por respuesta.

Lindo momento para volverse mudito otra vez, justo cuando necesito que me cuente con detalle cada cosa que dijeron.

—Tengo todo listo para irnos, las cámaras estarán en loop las próximas tres horas, y puedo extenderlo de ser necesario. No tienen alarmas, de hecho tampoco tienen cámaras en las oficinas, todas están en el exterior. Por una de ellas pude ver una ventana pequeña que no tiene rejas, está en la parte de atrás así que creo que es la más adecuada.

—Vamos, entonces —cede con la misma seriedad.

Me molesta mucho cuando se pone así, ¿por qué no puede ser comunicativo? ¿Por qué tengo que estar preguntando tantas veces? No le preguntaré más nada, si así quiere las cosas así serán.

El trayecto hacia ese pueblo es completamente silencioso, él conduce y yo veo por la ventanilla, a veces veo mi celular y simplemente espero que el tiempo pase. Él parece muy sumergido en sus pensamientos, a veces voltea a mirarme y de inmediato vuelve a poner sus ojos al frente.

Sé que pasó algo, y que no me lo diga solo me enoja.

Meternos por esa ventanita fue sencillo, bueno, sobre todo para él, a mí tuvo que ayudarme a subir porque estaba bastante alta, pero en cuanto me atrevo a saltar el desafío está superado. Él entra detrás de mí, y al pasar por mi lado me deja un beso en la mejilla antes de adelantar mis pasos.

—¿No crees que debimos cubrirnos las caras? —pregunta abriendo cuidadosamente una puerta— Digo... en caso de que las cámaras...

—¿Desconfías de mi talento? —lo interrumpo.

Claro, ahora haremos como que nada pasó, así de simple resuelve todo.

—No dije eso, ¿estás enojada? —se defiende mientras entramos en una de las oficinas.

Dejo mi bolso sobre el escritorio, me siento frente a la computadora e ignoro su pregunta por varios segundos, no es momento de discutir, justo ahora hay que terminar rápido y salir.

—Ya terminamos, le expliqué las cosas y se lo tomó bien.

—Ajá, ¿Y qué más pasó? —interrogo sin quitar los ojos de la pantalla.

—Nada más, solo eso.

—Si me vas a mentir mejor ni me hables...

—Estoy intentando olvidar lo que dijo para poder hacer las cosas bien, y tú no estás colaborando —se queja volviéndose a alejar.

—Okay —murmuro concentrada en lo que hago.

—Siempre encuentras un motivo para estar molesta, ya está. Estoy soltero, le dije que estoy enamorado de ti. ¿Qué más quieres?

Eso sonó lindo, pero no deja de inquietarme la parte que me está ocultando.

—¡Regresaste raro! Me estás ocultando algo y no me gustan las mentiras. ¿Está embarazada?

Él rueda los ojos y me mira como si lo que acabo de decir fuera la más grande estupidez.

—Hace seis meses que no tengo sexo con ella, si estuviera embarazada no sería de mí. Deja la paranoia, Ámbar, regresé raro porque fue un momento difícil, nada más.

No estoy paranoica, tengo una buena percepción y estoy segura de que no me está fallando ahora. Él me está ocultando algo y me molesta mucho que me quiera hacer pasar por loca para no ser sincero.

—Estoy harta de esta mierda, de verdad ya no tolero estar todo el tiempo con dudas —me quejo alejando el teclado de mí cuando ya terminé con lo que tenía que hacer.

—¿Estás harta de mí? —me interroga en cuanto me pongo de pie.

—Sí, estoy harta de ti, de tus secretos, de tus mentiras y de tus estúpidos misterios.

—Y yo estoy harto de que siempre desconfíes de mí —se queja con el mismo énfasis que yo, como si mis palabras le dolieran.

Me paro frente a él de forma desafiante, él no aparta la mirada, solo se queda allí tan cerca como es posible.

—A ver, mírame a los ojos y dime la verdad. Sin rodeos y sin excusas.

—Está bien... —murmura con seriedad—. Yo tengo tu color verde limón.

—¡Lo sabía! —exclamo, perdiendo de eje el verdadero motivo de esta conversación por un instante—. Además de mentiroso también eres ladrón.

—Un segundo me quieres y al otro me odias, quieres que esto funcione y también te tengo harta. Ni tú sabes lo que quieres, eres una...

—¿Una qué? —lo desafío haciéndole frente.

—Una loca.

—Seré una loca, pero bien que te vuelvo loco —susurro muy cerca de sus labios, observando como de un segundo al otro el enojo se ha transformado en tensión.

Él da un par de pasos, haciéndome retroceder lo suficiente como para quedar contra la pared.

—¿Quieres volverme loco? —cuestiona tomando mis mejillas con una sola mano— Porque hay unas cuantas imágenes en mi cabeza que no me dejan dormir por las noches...

Estoy igual, las ganas de que esto pase de una vez por todas están nublando mi sentido común. Es obvio que no es el mejor lugar, ni el mejor momento, pero de todos modos pasará.

Levanto apenas mi rodilla y toco su miembro con mi muslo, haciendo que se ponga duro en solo un momento. Él aprieta mi rostro con más fuerza por el contacto, y mantiene su respiración muy cerca de la mía.

Pasa su lengua por mis labios y muerde el inferior como si eso lo ayudara a contenerse, pero al mismo tiempo lo provocara aún más.

—Solo di que sí —suplica cerrando los ojos.

—Sí —alcanzo a decir antes de que me voltee en un movimiento muy ágil, dejándome de frente a la pared.

Su mano se mete dentro de mi ropa hacia adelante, llegando a mis pechos muy rápido. El simple contacto los pone duros, y el roce de sus dedos me hace contener la respiración. Sus dedos suaves recorren la piel de mi abdomen, mientras presiona su dura erección contra mi trasero.

Lleva su boca a mi cuello y ladeo la cabeza para dejarle libre acceso, sentir su lengua dejar un rastro húmedo y tibio por allí me hace presionarme más contra él, consiguiendo una mordida en el cuello como reacción rápida.

Una de sus manos acaricia mis pechos mientras la otra llega hasta mi boca, buscando que chupe sus dedos. Los acepto enredando mi lengua en ellos, y luego de que los dejo suficientemente húmedos los mete sin cuidado dentro de mi ropa interior.

Sus caricias me hacen voltear los ojos, estoy presionando mis piernas con fuerza para aliviar el deseo, pero no está dando resultados.

Renzo me voltea sin previo aviso y, haciendo a un lado unas carpetas que había sobre una de las mesas, me toma por la cintura para sentarme sobre ella.

Separa mis piernas, y sin más rodeos, mete dos de sus dedos en mi interior de una sola vez.

El placer me invadió de repente, tan sorpresivamente que no controlé el sonido que salió de mi garganta, lo que lo obligó a usar su mano libre para cubrirme la boca.

—Cállate, loca. ¿O quieres que venga la policía? —susurra en mi oído al mismo tiempo que mueve sus dedos dentro de mí.

Mierda. Sí.

¿Cómo hace eso? Solo son dos dedos y tiene a mi cuerpo retorciéndose debajo de él.

Antes de que vuelva a gemir atrapa mi boca en un beso para callarme, pero no creo que baste, no sé qué es lo que él está haciendo, pero nunca nadie me lo había hecho antes.

Sin sacar los dedos usa su otra mano para quitarme la sudadera, no estoy pensando bien, así que lo dejo hacer lo que sea, mientras no deje de mover los dedos creo que estaré bien.

Su lengua pasa por mi pezón, su dedo pulgar comienza a hacer movimientos circulares en mi clítoris y el placer es tan grande que los besos no alcanzan para callarme.

—Siento... como si... —intento hablar, pero mi cuerpo está tan estimulado en todos lados que mi cerebro no logra conectar las palabras.

—Lo sé, solo relaja y déjalo salir —susurra él en mi oído, haciendo que su sexy voz llegue a cada rinconcito de mi cuerpo.

Es una sensación extraña, como entre placer y dolor, que viene con la sensación de que todo va a estallar. Mis caderas se elevan solas, y su mano vuelve a cubrir mi boca. ¿Estaba gimiendo otra vez? Es posible.

Todo en mi cuerpo se resume a lo que está pasando entre mis piernas, entonces de un segundo a otro él saca sus dedos y al instante el orgasmo estalla con un montón de líquido saliendo de mi interior con fuerza. Continúa rozando mi clítoris, y en cuanto el líquido deja de salir vuelve a meter los dedos para provocar que salga una vez más, observando con morbo como mi cuerpo se retuerce de placer frente a sus ojos.

En cuanto mis músculos pierden la fuerza lo observo sacar sus dedos de mí para meterlos en su boca, saboreando mis fluidos para limpiarlos. Quiero hablar, pero no encuentro las palabras así que simplemente señalo mi bolso esperando que comprenda que hay condones ahí dentro.

Él lo entiende, parece agradecido con el universo por no tener que quedarse con las ganas otra vez, así que ni siquiera me da un minuto para recuperar fuerzas, me baja de la mesa y me voltea poniendo mi trasero hacia él.

Escucho cómo su pantalón toca el suelo, y segundos después lo siento empujar dentro de mí lentamente, ya que a pesar de estar muy mojada no entró con tanta facilidad.

El suelo está resbaloso por los chorros que salieron de mí, así que me cuesta un poco de trabajo ponerme de puntitas para darle buen acceso. De todos modos él me sostiene con fuerza mientras comienza a embestirme, abrazando mi cuerpo por detrás y estrujando mis tetas en cada empuje.

Se mueve con una sincronía tan perfecta que no querría que se detenga jamás, su mano sigue cubriendo mi boca pero algunos soniditos se escapan de allí llenando la oficina al compás de mis nalgas contra sus piernas.

Vuelve a voltearme para ver mi rostro, me sienta en la mesa y separa mis muslos otra vez parándose en medio y llenándome nuevamente. Envuelvo mis piernas en su cintura y tomo su rostro para besarlo mientras lo siento abrirse paso en mi interior con mucha fuerza en cada embestida.

—Ámbar... —susurra de forma ahogada en mi oído en cuanto un segundo orgasmo se apodera de mi cuerpo sin aviso previo.

Mis uñas se entierran en su espalda mientras muerdo su hombro para contener el grito, y él presiona su agarre en mi cadera haciéndome sentir la fuerza de cada uno de sus dedos.

—Me voy a correr —avisa su voz ronca en mi oído una vez más.

—Córrete, Renzo... —susurro en el suyo con el resto de voz que me queda.

Y luego de un gemido grave y bajo, y de unos pocos y suaves empujes más, sus embestidas se detienen.

Siento los latidos de su corazón en mi pecho, su respiración en mi oído, su cuerpo caliente pegado al mío y amo cada una de las sensaciones.

Un beso más y se sale de mí, entonces recordamos dónde estamos y el desastre que hicimos. Me alcanza la sudadera, y solo alcanzo a pasarla por mi cabeza antes de que un sonido acelere mi corazón otra vez.

Las malditas sirenas de la policía. 

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Hola Pollos Fritos♥ 

Me demoré, pero creo que valió la pena♥

Los dejo disfrutar, que el próximo capitulo va a estar intenso :) 

Los quiero♥

Besos, mil besitos 💋

🐤🐤🐔


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