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Capítulo 14

ÁMBAR

—Tampoco es para tanto... —intenta consolarme Luna, pero sabe que no es verdad.

—¡¿No?! —Me indigno dejándome caer en la cama dramáticamente— ¿Entiendes que yo le estaba llorando por León? Y dos minutos después había una tensión sexual insostenible que yo misma puse allí, ¡Y lo besé!

—Él te besó.

—No, fui yo.

—Él sacó la lengua y la pasó por tu boca, eso suena como que fue él.

Sí, fui bien específica con los detalles, pero era muy, muy necesario. No podría entrar en una crisis existencial sin Luna aquí.

—Casi tenemos sexo en un estacionamiento, ¡y él tiene novia! Me siento mal por ella, soy muy mala persona.

—Casi, pero no pasó.

—Porque él se detuvo, yo no iba a parar, de hecho, me sentí molesta cuando lo hizo.

—Estabas caliente, fue una reacción instintiva, tampoco es...

—¡Deja de justificarme! —la interrumpo cubriendo mi rostro con ambas manos.

—Okay, eres una persona horrible, obligaste a un débil chico indefenso sin poder de decisión a serle infiel a su novia, es tu culpa, tú lo provocaste, él es hombre y no se pudo resistir.

—Tampoco así... —Me río de su ironía—. Él tiene la culpa y supongo que tendrá que asumir sus consecuencias con ella, al menos eso espero, que le diga, porque si no me voy a sentir peor. Pero eso no me deja libre a mí, ¿dónde queda la lealtad femenina?

—Fue un error, solo uno y lo aceptas, tampoco te tortures así.

—¿Qué pasa? —interrumpe mis lamentos mi tía Emma, entrando en la habitación de su hija.

Estamos en casa de Isabella, esperando a que ella regrese de la escuela de verano porque necesitamos salida de chicas.

—Se comió a un chico con novia y ahora tiene culpa —responde Luna por mí.

—¿Y tú sabías? —se interesa ella, sentándose en la cama.

—Veníamos desarrollando una extraña relación de amistad sobrecargada de tensión sexual, en la que yo jamás supe que él tenía novia, pero justo hoy me enteré y fue antes del beso.

—¿Un beso? —le resta importancia.

—Un beso, alguna mano por aquí o por allá, pero nada más.

—¿Y qué hará? ¿Se lo dirá a su novia? —continúa con el cuestionamiento.

—No lo sé, no volvimos a hablar...

Obviamente, todo esto sin que mi tía sepa de quién estoy hablando, ya que después del incidente con el disparo y que todos se pusieran locos, no he vuelto a mencionar a Renzo en casa más que a Luna, cuando sé que nadie nos escucha.

—Pues pregunta...

—Es que tal vez le hablé un poco mal... siento que no debería. En realidad estábamos peleando antes de besarnos, y continuamos haciéndolo luego de eso, estoy molesta por la pelea, aún pienso las cosas que le dije.

Mi tía sonríe, la moral nunca ha sido lo suyo y eso no va a cambiar jamás.

—Son los mejores besos...

—Sí, pero están mal.

—¿Hablamos de León? —se interesa con gesto confundido.

—No —murmuro un poco avergonzada.

—Oh... —se sorprende—. Es que Isa me contó lo de esta mañana y se me hacía raro que lo besaras luego de eso, pero veo que me perdí unos cuantos capítulos. Así que hay otro chico, que te gusta pero tiene novia, te besó aun estando con ella y no sabes si planea decirle...

—Espera —interviene Luna—, cuéntale lo que te dijo, de por qué se detuvo.

—Dijo que no me ve como a una aventura, y por eso no podía continuar.

—Suena noble... —se conforma.

—Noble pero infiel —vuelvo a protestar.

Mi tía se ríe, atrayéndome hacia ella para que me recueste en sus piernas y acariciar mi cabello.

—Extrañaba que hicieras berrinches —se enternece—, siempre hiciste los berrinches más insólitos, y de algún modo u otro convencías a tu papá de que tenías razón con tus argumentos demasiado rebuscados para una niñita de tu edad.

—No estoy haciendo berrinches —me quejo frunciendo mis cejas, y entonces noto que tal vez sí lo esté haciendo.

—Son berrinches distintos, ya no son a tu papá por galletas en el desayuno, ahora son contra ti misma, contra la vida o contra ese chico, pero tú sabes que no es para tanto...

—Lo que hicimos estuvo mal —sentencio de forma determinada.

—Mal o bien, correcto o incorrecto, esas son simplezas, linda. Cuando creces ves que en realidad nada es de un solo modo. Ni tú ni él actuaron de mala fe, ninguno quería dañar a nadie, simplemente las cosas pasaron así y a veces alguien tiene que salir herido...

—No es justo para ella...

—Como no fue justo para Ari cuando Stéfano eligió a Luna, pero tú viste todo desde afuera, y sabes que nadie quiso lastimarla... solo que a veces es inevitable. No te sientas mal por querer a alguien, ni siquiera cuando sea el momento y la situación menos indicada, tú te conoces a ti misma, sabes quién eres, y sabes que jamás dañarías a nadie si fuera evitable.

—Me gustaría no dañar a nadie jamás.

—Es inevitable, a veces las cosas ocurren de formas inesperadas, a veces dañamos incluso a las personas que más amamos, no puedes tener control sobre eso e intentarlo solo te generará frustración.

—Que te lo comas sin culpa, dice —simplifica Luna, y las tres nos echamos a reír.

—Mi verdadera yo, que no es tía, ni adulta, ni responsable, sin dudas te diría eso; pero la que tengo que ser, te dice que no sientas culpa por cosas que no hiciste con mala intención, y que de todos modos no estaban en tus manos.

La hermosa conversación es interrumpida por Isa, que acaba de llegar del colegio y se encuentra con tres personas en su habitación que llegaron sin invitación.

—Primero me robas el chico y ahora a mi mamá, no tienes límites —dice a modo celoso al ver la situación de complicidad más que evidente.

Todas se ríen, menos yo.

—No es gracioso —protesto haciendo un puchero.

—¡Claro que lo es! —contradice mi prima— León te está esperando en el jardín, quiere hablar contigo.

—No quiero hablar con él.

—Que vayas, primita hermosa... —Dice de manera forzada, me toma por la mano y me saca de su habitación, antes de cerrar la puerta agrega—: Yo en tu lugar me daría prisa.

Bueno, supongo que no voy a poder escaparme de él para siempre, además he oído por ahí que los Romano somos todo, menos cobardes.

Apenas salgo de la casa una mano me jala hacia el pequeño pasillo que hay entre mi casa y la de mi tía, me toma por sorpresa, lo que me asusta evidentemente, pero lo que termina por detener mi corazón un instante es encontrar a Renzo a dos centímetros de mi rostro.

—¿Qué haces a...? —intento preguntar, pero sus labios sobre los míos no me permiten seguir hablando.

Quisiera decir que soy fuerte, que mis ideales van primero y fui capaz de rechazar la tentación, pero tristemente esa no es la verdad. Apenas sus labios me tocan me pego a él como si siempre hubiera estado desesperada por hacerlo.

No entiendo por qué me tienta tanto el hecho de saber que estoy haciendo algo que no está bien, aun sabiendo que más tarde me sentiré culpable, aun sabiendo que saldré herida, me provoca mucho la situación.

Qué morbosa soy, me caigo mal ahora mismo.

Me toma unos cuantos minutos convencerme a mí misma de parar, pero finalmente lo consigo.

—¿Hablaste con ella?

Una negativa con la cabeza es lo único que obtengo como respuesta.

—¿Y entonces qué haces aquí? Pensé que yo no era una aventura.

—No lo eres.

—Aun no tengo respuestas, ni siquiera estoy segura de saber quién eres, tienes novia y mi familia no sabe que aún hablo contigo, así que va a ser mejor que te vayas.

—¿Quieres que me vaya? —pregunta de forma desafiante.

Se ve confiado, lo cual es confuso y problemático en partes iguales. Confuso porque no sé a qué se debe el repentino cambio de actitud, y problemático porque siempre me han gustado mucho los chicos seguros.

No respondo, debería decir que sí, solo que no puedo mentir tan descaradamente.

—Te diré la verdad, solo quería...

He notado que cuánto más intenso se pone todo entre nosotros, más difíciles son las palabras para él. Pero una y otra vez se esfuerza por terminar lo que intentaba decir.

—Te alejarás en cuanto lo sepas.

—¿Estás aprovechando el hecho de que desconozco una situación de suma importancia para obtener mi consentimiento?

—Tú sabes que lo que oculto no es bueno, sabes que no tienes que estar cerca de mí y lo supiste desde el comienzo, y aun así estás aquí, y quieres que te bese otra vez...

Tiene razón, y eso es lo peor de todo, que he manejado todas las posibilidades y de todos modos no me alejo de él.

—Creo que es mi decisión qué hacer con la verdad, de todos modos la merezco —sentencio finalmente después de unos segundos pensando en la respuesta.

—Te la daré, vayamos a otro sitio.

—Vayamos a... —mi propuesta se ve interrumpida por unos hermosos ojos grises que nos observan con curiosidad.

Una sonrisita burlona se apodera del rostro de Ciro, mi primo de doce años que de haber llegado dos minutos antes habría presenciado un espectáculo no apto para su edad.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin disimular mi nerviosismo.

—Jugábamos escondidas, ¿tú y el delincuente también juegan? Juli no me avisó.

Obviamente es sarcasmo, solo se burla de mí.

—No es un delincuente... —lo defiendo, aún sin estar segura de eso.

—Lo sé, solo bromeo.

—¿Entonces?

—León te estaba buscando, así que fui a tu casa y me dijeron que estabas en casa de la tía Emma, la tía Emma dijo que estabas hablando con León, pero yo sabía que no, así que usé el localizador familiar que el tío Noah nos hizo poner en los teléfonos y ¿Adivina qué? Es muy preciso.

Había olvidado por completo esa aplicación, muy mal de mi parte, debo apagar el celular cuando hago cosas indebidas.

—Recuérdame desinstalarla.

—Lo haré —asiente en complicidad—, ¿Imaginas que los encuentra el tío Noah, o Liam?

—No, no lo imagino, nos ayudarás a escapar.

—Claro, si me llevan con ustedes, tengo un interés particular por ir al parque hoy y no me dejan ir solo.

Renzo me dice algo por señas, pero evidentemente no lo comprendo, esto comienza a ser frustrante.

—¿Qué? —Arrugo la frente intentando descifrarlo.

—Dice que le agrado —responde Ciro para mi sorpresa.

Renzo también parece sorprendido, por lo que interpreto que está en lo correcto.

—¿Hablas lengua de señas?

—Sí.

—¿Cómo? —me intereso de inmediato.

—Cuando estaba en quinto grado entró un niño nuevo al colegio, cómo era sordomudo nos dieron la opción de aprender lengua de señas en clases extra, aunque él tenía una intérprete que lo acompañaba, yo fui a las clases y aprendí lo básico. Luego seguí incorporando vocabulario y... ¿Ya nos vamos?

—¿Aprendiste por un solo compañero?

—Claro, mira si era el amor de mi vida y me lo perdía por falta de comunicación.

—¿Te gustan los chicos? —me vuelvo a sorprender, siempre hemos sabido de las novias de Ciro o de las chicas que le gustan, pero jamás había mencionado a un chico.

—Tengo doce, aún no sé lo que me gusta —responde, y si me preguntan es una respuesta perfecta, yo tengo veinte y tal vez aún no lo sepa del todo—. ¿Podemos irnos ya? No podrás evitar a León porque está en la entrada, mejor que tu... ¿Amigo? No sé, que se esconda detrás.

—¿Por qué tan apurado? —me intereso acercándome al final del pasillo para fijarme que nadie nos vea.

—Tú me explicas qué hacías con el delincuente y yo te cuento por qué tengo prisa —propone, obviamente sabiendo que no aceptaré.

Salgo primera, me aseguro de que nadie esté viendo por la ventana y le hago una señal para que pase hacia el garaje, de algún modo lo conseguimos, aunque no podría saber con certeza que nadie nos vio, son demasiadas casas y todas con muchas ventanas.

—Entiendo que te guste más este chico raro, pero no deberías ser mala con León, él no está pasando por un buen momento desde hace un tiempo —opina Ciro en cuanto subimos a mi auto y levanto las ventanas hasta arriba para no tener que hablarle.

—¿Qué le pasó? —pregunto sin poder disimular mi interés.

—Al parecer alguien en su familia biológica estuvo buscando información sobre él, y las condiciones de su adopción. Entonces le avisaron a su mamá, se enteró de que tiene un hermano y... No sé, le sentó mal todo, que aparezcan y saber que lo abandonaron a él y no a su hermano.

—No me lo dijo —respondo simplemente.

Sé que es un tema sensible para él, pero aún no estoy lista para ser su amiga, la molestia sigue allí, y no creo que pase rápido.

Por lo tanto, al pasar por el portón mantengo mis ventanas en alto y simplemente salimos como dos primos que van a dar un paseo y no llevan ni llevarían un delincuente detrás.

Ay, Dios. Ya le dije delincuente, ya lo tengo asumido y de todos modos quiero acostarme con él.

¿Soy la decepción de mi familia? Probablemente.

¿Acaso eso me detendrá? Evidentemente no.

Ciro se baja en el parque y acordamos que regresará en dos horas. Tengo curiosidad por sus aventuras preadolescentes, cuando lleguemos a casa le sacaré la verdad como sea.

—Es un niño muy peculiar —observa Renzo en cuanto por fin nos quedamos solos.

—Todos nosotros lo somos, ahora no quiero rodeos, hablas poco, así que busca las palabras correctas.

Nos sentamos en una banca, exactamente la misma en la que hablamos aquella noche en la que también vine a acompañar a Ciro.

Espero pacientemente, pero no dice nada. Solo me mira a los ojos directamente, como si no quisiera hacer otra cosa en el mundo que verlos de esa forma.

—No puedo... —murmura por lo bajo.

—¿Es tan malo? —pregunto en el mismo tono que está usando él.

—Es sobre mi hermano, y me cuesta mucho hablar de él.

Voy a olvidar por un momento la situación tensa en la que nos encontramos, voy a olvidar las ganas que le tengo, voy a olvidar incluso que tiene novia. Solo seremos él y yo, como antes de confundir las cosas.

Recuesto mi cabeza en su hombro y deslizo mi mano sobre la suya, entrelazando nuestros dedos.

—Sé que piensas que voy a juzgarte, pero no lo haré, soy capaz de entender casi lo que sea porque a pesar de lo que hayas vivido sé quién eres, Renzo, y lo que siento por ti no cambiará.

—¿Y si lo que voy a decirte justo entra en ese "casi" que no eres capaz de comprender? —duda, recostando su cabeza sobre la mía.

—Tendrás que confiar en mí.

Suspira como respuesta y se toma su tiempo, pero finalmente comienza a hablar.

—Un hombre iba conduciendo un auto, estaba borracho, mi mamá llevaba a mi hermanito en los brazos y a mí tomando su mano. Yo... Me detuve, no recuerdo por qué, pero ella no... Y... Ahora no puede caminar.

—Oh... —alcanzo a murmurar.

—Yo lo vi todo, y desde entonces no puedo hablar. O no podía, hasta ti.

—Debe ser difícil vivir con ese recuerdo, lo siento mucho.

—No lo recuerdo —me contradice—. Hay como una especie de... trauma, no lo sé.

—Tengo entendido que es muy común, y más si eras un pequeñito.

—Sí...

Hasta ahora él no tiene nada malo dentro de esa historia que lo involucre, y dudo que haya encontrado un modo de culparse por eso, no tendría sentido.

—Mi papá absolvió al sujeto del juicio, por dinero. El anda libre por allí mientras mi hermano...

Ya, entendí, no necesité más que eso.

—Lo estás buscando...

—Solo tengo su nombre, Robert Vallejo.

Oh... Es el nombre del director de la universidad, las piezas encajan, aunque no del todo, las pocas dudas que tenía se aclaran en cuanto suelta sus siguientes palabras.

—Hay ochocientas siete personas con ese nombre en el país. Quitando a quienes no encajan por la edad, a quienes nunca tuvieron licencias de conducir y a algunos otros por motivos diversos, solo me quedaron cuatro.

—¿Eso haces en la universidad? ¿Averiguar si el director fue quien mató a tu hermano?

—Sí.

—¿Y cuando lo encuentres? ¿Qué harás cuando descubras quién es?

Se toma una eternidad para responder, de algún modo ya sé la respuesta, me pesa en el estómago igual que a él, también siento cómo ahoga mi garganta, también siento su miedo a que me aleje.

—Cuando lo encuentre, lo voy a matar.

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Hola Pollitos 🐣

Me muero por saber cómo va a reaccionar Ámbar a esto, así que voy a ponerme a escribir rápido para que todos lo sepamos♥

Los quierooooo♥

Besos, mil besitos 💋

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