Por una obra maestra, te doy mi corazon
La vida no se mide por el número de respiraciones que tomamos, sino por los momentos que nos quitan el aliento — Maya Angelou
La noche se cernía sobre el refugio, silenciosa y solemne, en la pequeña habitación que Namjoon y Seokjin compartían mientras estuvieran allí. Los cuerpos de ambos estaban entrelazados bajo las sabanas que los cubría.
El omega descansaba su cabeza sobre el pecho de Namjoon, sintiendo el latido constante que marcaba el ritmo de su conexión, un latido que también resonaba en su propio corazón.
—Podemos empezar de nuevo en Corea. Podemos construir una vida lejos de todo esto. Estoy dispuesto a dejarlo todo por ti —confesó Namjoon, con una determinación que Seokjin rara vez había escuchado en él.
Seokjin suspiró profundamente. Sus pensamientos se agitaban como las sombras que se arremolinaban en la habitación. Quería creer que las palabras de Namjoon podrían ser la clave para liberarse de las cadenas invisibles que lo ataban a su vida criminal, pero sabía que no era tan simple.
—No es tan fácil, alfa. Dejarlo todo atrás... no es fácil para mí —murmuró.
—No digo que sea fácil. Pero después de todo lo que hemos pasado, ¿cómo podría volver a una vida normal? Y de verdad que yo no quiero una vida sin ti —insistió Namjoon apoyando su barbilla de la cabeza del omega.
Seokjin quedó en silencio, dejando que el peso de la realidad se asentara entre ellos, pues las palabras de Namjoon resonaban con una verdad dolorosa. Era consciente que lo que el alfa ofrecía era lo que siempre había deseado en lo más profundo de su ser, pero las sombras de su pasado y la lealtad a su clan seguían reteniéndolo en el lugar que estaba.
—¿Te enamoraste así de mucho de mí? —preguntó Seokjin apenas en un susurro.
—Sí, lo hice —respondió Namjoon sin vacilar. No había dudas en sus palabras.
—Debo admitir que yo también y no estaba en el plan que lo hiciera —susurró Seokjin, apoyando su barbilla en el pecho del alfa, quien aún llevaba sus gafas puestas, aunque estaban ya en la cama.
Seokjin le quitó los lentes con cuidado, dejando que la luz tenue iluminara los ojos cansados de Namjoon, quien cerró los ojos por un momento, disfrutando de la suave caricia.
—Si te digo que te amo, ¿me lo dirías de vuelta? —preguntó Seokjin con suavidad, dejando las gafas en la mesita de noche.
—Inténtalo —respondió el alfa mientras su mano recorría la espalda desnuda del omega.
—Te amo —susurró Seokjin con una sinceridad que rara vez se permitía mostrar.
—Y yo a ti, omega —respondió Namjoon con una sonrisa—. ¿Acaso crees que arriesgaría mi carrera y mi vida por ti si no te amara?
Seokjin solo rio bajito ante su respuesta.
—Es cierto —murmuró antes de unir sus labios con los de Namjoon
Esa noche, durmieron abrazados, encontrando consuelo en la cercanía del otro.
Al amanecer, el refugio cobró vida con una actividad frenética. El clan estaba concentrado en los preparativos finales para la misión. Seokjin, con una expresión seria, daba las últimas instrucciones mientras Hoseok observaba con preocupación.
—Esta es la última oportunidad. No podemos fallar —expresó Seokjin con firmeza en su voz.
Hoseok se acercó a él, colocando una mano en su hombro.
—Ten cuidado, Seokjin. No subestimes a Minjun. Sabes lo que está en juego —le advirtió con seriedad.
—Lo sé. Por eso tenemos que asegurarnos de que nada salga mal —respondió el omega, sabiendo que las palabras de Hoseok tenía razón.
El refugio estaba lleno de una tensión imposible ignorar mientras el equipo se movilizaba. Cada uno de ellos sabía que esta misión no solo se trataba de recuperar una pintura; era una batalla por la supervivencia, por mantener lo que quedaba de sus vidas intactas y por supuesto de mantener el poder que perderían si dejaban aquella obra maestra en manos de alguien como Minjun.
La confrontación con Minjun fue rápida y brutal. El enemigo estaba preparado, pero no lo suficiente para anticipar la ferocidad de Seokjin y su equipo.
Cuando el polvo se asentó, Seokjin estaba de pie sobre el cuerpo sin vida de Minjun, su respiración era pesada, pero su mente estaba más clara que nunca. A pesar de que fue victorioso en su lucha contra del hombre que una vez su pareja, Seokjin no podía ignorar el sabor amargo que le dejó en boca.
De regreso en el refugio, Seokjin presentó la pintura a Namjoon, esperando el veredicto del experto. Pero al ver la expresión en el rostro de Namjoon, supo de inmediato que este se dio cuenta.
—Esta es una falsificación. La conozco perfectamente —concluyó Namjoon varios minutos después de evaluar la pintura.
Seokjin esbozó una sonrisa cínica que dejo en evidencia que ya lo sabía.
—Sabía que no podría engañarte. La verdadera está mejor guardada y te llevaré a verla —respondió, con algo más detrás de aquellas palabras que podrían llegar a escucharse algo frívolas: una petición silenciosa de comprensión.
—¿No me dejarás ir con la pintura tan fácil, verdad? —preguntó, sabiendo que la respuesta era obvia.
Antes de que Seokjin pudiera responder, la noticia de la traición de Jungkook sacudió el refugio en una algarabía entre felicidad y preocupación. El hermano de Minjun había traicionado a su propio clan, eliminando a Yoongi y huyendo a Corea. La situación, que ya era crítica, se volvía aún más peligrosa.
Seokjin y Namjoon intercambiaron una mirada cargada de significado. Sabían que lo que venía sería decisivo, no solo para su misión, sino también para su relación.
El destino los había unido por una obra maestra, pero era su corazón lo que realmente estaba en juego. Y en esa lucha, ambos estaban dispuestos a darlo todo.
Horas después de recibir la impactante noticia de la traición de Jungkook y la muerte de Yoongi, Taehyung se encontraba solo en su habitación, la luz tenue de la computadora iluminando su rostro pensativo. El sonido de su teléfono vibrando lo sacó de sus pensamientos y al ver el nombre de Jungkook en la pantalla, su corazón se aceleró. Dudó por un momento, preguntándose si debía contestar, pero finalmente deslizó el dedo para aceptar la llamada.
—¿Tae? —la inconfundible voz de Jungkook se escuchó a través del altavoz en cuanto se llevó el teléfono al oído.
Su voz estaba bañada de una calma bastante inquietante para Taehyung.
—¿Jungkook? ¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Taehyung casi en un susurro.
—Acabé con Yoongi, yo sé que todos creían que era su perro faldero, pero solo lo soy de un único alfa. Ya no tienes que preocuparte por él —respondió Jungkook con tanta frialdad en sus palabras como si simplemente estuviera informando de un hecho trivial.
Taehyung sintió un nudo en el estómago, sin saber cómo procesar lo que acababa de escuchar. La imagen de Yoongi, alguien que había sido una constante amenaza, desaparecido tan abruptamente y a manos de su jefe de soldados.
—¿Qué estás diciendo? —masculló Taehyung, luchando por comprender.
—Sabía que me estabas espiando a través de mi teléfono, mi querida alfa. No soy tan ingenuo como pensabas. Dejé que te divirtieras un poco, pero ahora esto ha terminado —expresó Jungkook con un tono tan calmado que parecía casi casual. No había rastro de reproche, solo una certeza tranquila, como si hubiera estado disfrutando de un juego secreto en el que él tenía siempre la ventaja, como si estuviera disfrutando del juego que le había permitido.
Taehyung se puso de pie algo sorprendido, se quedó en silencio mientras caminaba de un lado a otro dentro de la pequeña habitación, que él supiera todo el tiempo que lo estaba vigilando le quitaba ventaja porque en cualquier momento dejaría de tener ese poder sobre él y en ese momento podía sentir como ese poder se iba a desvaneciendo.
Y se preguntó: ¿para que querría tener ese poder sobre Jungkook si él en pocas palabras le estaba dejando la vía libre para que hiciera lo que quisiera?
Una sonrisa involuntaria se deslizó por sus labios de solo pensar que el alfa realmente estaba dispuesto a hacer lo que fuera por él, incluía matar a su propio jefe para quitárselo del camino, permitirle manipularlo.
—¿Qué?, ¿te he dejado tan atónito, alfa? —cuestionó Jungkook.
—No para nada —mintió Taehyung enderezando sus hombros y alzando su mentón como si Jungkook pudiera verlo.
Una chispa de asombro y para su propia sorpresa, de admiración se instaló en su interior al escucharlo reír con cinismo del otro lado de la línea.
Jungkook siempre había estado un paso adelante, controlando la situación desde las sombras, dejándole creer que tenía el control. Ese tipo de control, de astucia, era algo que Taehyung no había visto venir, y lo encontró irremediablemente atractivo.
Muy pocas cosas le parecían atractivos en un alfa, pero el que jugaran con sus propias reglas, a su mismo ritmo y astucia, le parecía simplemente fascinante y peligrosamente excitante.
—Puedo asegurar, debido a tu silencio, de que he causado mi primera verdadera buena impresión, no le mientas a tu alfa y admítelo, quizás te deje jugar por un rato más —declaró Jungkook.
La sonrisa de Taehyung se fue haciendo más grande mientras escondía su mano libre en el bolsillo de sus pantalones de chándal.
No había sentido nada por Jungkook más allá de una vaga lástima. El alfa parecía tan desesperado por complacerlo, tan dispuesto a hacer lo que fuera por él, que era casi patético. Pero ahora, al escuchar esa seguridad en la voz de Jungkook, al darse cuenta de que siempre había sabido todo y había jugado con él, sintió algo en su interior difícil de poder descifrar, algo que nunca había sentido antes, con nadie.
La idea de que Jungkook realmente estaba dispuesto a hacer lo que fuera por él, incluso matar a su propio jefe para quitárselo del camino, era tanto aterradora como fascinante. Pero lo que más lo sorprendía era el hecho de que Jungkook le había permitido manipularlo, había dejado que se sintiera en control, solo para luego decirle: "Deje que justarás un poco y puedo dejaste jugar por un rato más".
Había algo en esa mezcla de fuerza y vulnerabilidad en la forma en que Jungkook lo protegía mientras le daba la libertad de hacer lo que quisiera, que lo atraía de una manera que no había anticipado. Quizás había subestimado al alfa, había pensado que solo era un peón más en su vida, alguien que podía usar y descartar. Pero ahora, mientras esa sonrisa juguetona se instalaba en su rostro, Taehyung supo que las cosas estaban cambiando.
Jungkook no era solo un peón; había demostrado ser un jugador en su propio derecho, alguien que podía igualar su inteligencia y astucia. Y eso, más que cualquier otra cosa, lo intrigaba profundamente.
—Ahora quiero jugar de otra manera —señaló Taehyung casi entre dientes.
—¿Ah sí?, ¿a qué quiere jugar mi alfa? —cuestionó acercándose el móvil a la boca de manera que ahora su voz se escuchaba más ronca—. ¿Al gato y el ratón?
—Deja de llamarme alfa.
—Es lo que eres, como yo soy el tuyo, pensé que con eso no me habías mentido —consideró.
—Me excita cuando lo haces y no te veo en frente de mi ahora, así que, si no te harás cargo, mejor cállate.
—Siempre dando órdenes, joder, como me encantas Kim Taehyung —señaló dejando salir un suspiro—. Soy increíblemente patético por ti y eso te encanta, ¿cierto?
—Cierto.
El silencio volvió a ellos y esta vez fue Taehyung el que continuó la conversación.
—Te vas a Corea... —dijo más como una afirmación que una pregunta.
—Así es, quisiera quedarme a hablar contigo hasta el amanecer, pero tengo que irme ahora, alfa —señaló haciendo que Taehyung se mordiera el labio inferior al escucharlo llamarlo de esa manera con su voz ronca—. Cuando quieras verme, ya sabes dónde encontrarme —concluyó Jungkook, antes de colgar sin esperar respuesta.
Taehyung se quedó mirando la pantalla aún sonriente. Ahora Jungkook lo desafiaba a seguirlo, a tomar la decisión de ir a buscarlo. De jugar con al gato y el ratón.
Después de que el caos se calmara y la noticia de que ya no tenían enemigos en el camino más que la misma policía, Seokjin decidió que era el momento adecuado para mostrarle a Namjoon lo que realmente había estado protegiendo.
Con un gesto decidido, lo llevó a un lugar oculto, un rincón secreto donde la verdadera pintura estaba resguardada, lejos de cualquier peligro.
Al llegar, Seokjin se giró hacia Namjoon con el orgullo y la vulnerabilidad brillando en su rostro mientras retiraba el paño que cubría la obra maestra.
—Aquí está. La verdadera pintura —anunció Seokjin, sus ojos brillando mientras revelaba la pintura con un gesto teatral.
Namjoon se quedó en silencio, observando la obra con asombro y respeto. Todo lo que pasaron desde q la primera vez que vio a Seokjin en el museo, le medio confesó lo que quería y quien era, el robo de la pintura y todas las decisiones que tomaron, los habían llevado a ese momento crucial.
Con todo eso en mente, Namjoon tomó una decisión.
—Dame la réplica. Le haré una mejora para entregarla al consejo —indicó Namjoon.
Seokjin lo miró, perplejo. Sin poder creer lo que le estaba pidiendo.
—¿De verdad harías eso? —preguntó apenas en un susurro, tratando de comprender lo que Namjoon estaba sugiriendo—. ¿Me estás dejando la pintura original?
El alfa solo asintió lentamente.
—Considéralo una muestra de amor por ti y de que puedes confiar en mí también.
La felicidad que inundó a Seokjin fue tan intensa que apenas podía contenerla. Con una sonrisa radiante, lo abrazó, cubriendo su rostro con besos apresurados.
La pasión que estuvo contenida durante tanto tiempo finalmente explotó y antes de que se dieran cuenta, se encontraron en el suelo, rodeados por la grandeza de la obra maestra, entregándose el uno al otro con urgencia y devoción.
Namjoon no perdió tiempo. Sus manos, fuertes y seguras, desabotonaron la camisa de Seokjin, exponiendo su piel suave y tersa. El omega, con la respiración acelerada, se aferraba a sus hombros.
—Alfa... —gimió Seokjin, mientras sus labios apenas rozaban el oído de Namjoon, dejando que su necesidad se filtrara en cada palabra.
El sonido de su voz, tan vulnerable y entregado, encendió algo profundo en el alfa y con una sonrisa posesiva, Namjoon deslizó sus manos por la espalda desnuda de Seokjin, acariciando la curva de su columna con delicadeza y algo de posesividad.
—Mi omega... —murmuró con sus ojos oscuros ardiendo mientras lo miraba con adoración y deseo.
Seokjin, ya perdido en el torbellino de emociones, arqueó la espalda, invitando a Namjoon a tomarlo, a reclamarlo como suyo. Los dedos del alfa bajaron por su abdomen, desabrochando sus pantalones con una eficiencia que hablaba de su urgencia, pero sin perder la sensualidad del momento.
Cada caricia, cada roce, estaba cargado de una mezcla de amor y pasión que solo ellos dos podían entender. Namjoon se tomó su tiempo, explorando cada rincón del cuerpo de Seokjin, disfrutando de la forma en que su omega temblaba bajo su toque.
Cuando Namjoon finalmente lo penetró, el omega dejó escapar un gemido profundo, arqueando su cuerpo hacia el de su alfa, quien se movía con un control absoluto, cada embestida calculada para arrancar gemidos más fuertes de los labios de Seokjin.
Namjoon inclinó la cabeza para capturar sus labios en un beso profundo. Sus movimientos dentro de él se vivieron aún más intensos, más demandantes, mientras que la voz de Seokjin, susurros y gemidos llamándolo "alfa", resonaban en sus oídos, empujándolo más allá de cualquier límite.
—Mi omega... —gruñó Namjoon.
Sus labios apenas rozaban la piel sudorosa de Seokjin mientras aumentaba el ritmo, llevándolos a ambos al borde del clímax.
Con una última embestida poderosa, llevó a Seokjin al clímax, quien gimió su nombre en una súplica rota, aferrándose a él como si fuera su ancla en medio de la tormenta de sensaciones.
Namjoon lo siguió poco después, su propio cuerpo convulsionando mientras alcanzaba el orgasmo, su nombre y el título de "omega" cayendo de sus labios con una intensidad que sellaba la profundidad de su conexión.
Ambos quedaron exhaustos, sus cuerpos enredados en el suelo, la respiración entrecortada mientras la obra maestra brillaba sobre ellos. Sin decir una palabra, Namjoon envolvió a Seokjin en sus brazos, diciéndole con aquella acción que estaba allí para el y que siempre lo estaría.
Yoongi ya no era un estorbo en él, camino, recuperaron la pintura y una réplica será entregada al consejo del museo por las propias manos del curador que estaba encargado de velar por dicha obra. Nada pudo haber salido mejor de lo que estaba en ese momento.
El aire estaba cargado de tensión en la sala del consejo del museo. Los miembros, todos ellos eran figuras influyentes en el mundo del arte que ahora esperaban en silencio a que Namjoon hablara. Él estaba de pie frente a ellos, con la réplica de la pintura en sus manos,
La expresión del alfa era seria y decidida. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo.
—La pintura fue robada por un hombre Coreano llamado Jeon Minjun, se dice que era de la mafia, fue encontrado muerto junto a la pintura que pudimos recuperar en estado intacto —señaló mostrando la obra junto a él—. He hecho una evaluación y la misma puede ser colgada como se tenía previstos
Los murmullos sorprendidos comenzaron a llenar la sala, pero Namjoon levantó una mano para pedir silencio, su mirada fija en los rostros incrédulos de los miembros del consejo.
—Renuncio a mi posición en este museo —anunció con claridad y sin titubeos—. He decidido dejar atrás mi carrera en Italia, volveré a Corea con alguien que he conocido en este mismo museo. Creo que es lo mejor después de haber fallado al no cuidar la obra y permitir que fuera robada por segunda vez. Sin embargo, no me iré hasta verla colgada donde Febe estar.
La sorpresa en los rostros de los consejeros fue evidente. Namjoon, uno de los curadores más respetados y con mayor potencial, estaba dispuesto a sacrificarlo todo por un hombre.
A pesar de que lo hacía por un criminal, el alfa ya no dudaba. Estaba decidido a seguir a Seokjin, a pesar de las sombras que envolvían su vida.
Se quedó en el museo durante todo el día, entregó su carta tratado de mantener la compostura, pues por primera vez en su vida ataba mintiendo respecto a la autenticidad de una pintura que él mismo alteró para hacerla parecer lo más posible a la original.
Se quedó expectante en la tribuna hasta ver que colgaran la pintura dentro del cristal que la protegería, donde estaría protegida por mucho tiempo, sin que nadie se diera cuenta de que solo era una réplica.
Tras asegurarse de que la pintura estaba perfectamente cuidada y que nadie sospechara de él, salió del museo y fue directo a recoger sus maletas cuidadosamente empacadas en el apartamento que también dejaba atrás y se fue al hangar donde lo esperaba Seokjin.
Al llegar vio a los miembros del clan preparándose para su partida a Corea. El rugido distante de los motores se mezclaba con el sonido de su corazón latiendo con fuerza. Estaba a punto de dejar todo lo que conocía para empezar de nuevo en un mundo desconocido.
Namjoon respiró hondo antes de subir al avión, con la resolución clara en su mente: no había vuelta atrás.
El vuelo a Corea fue tranquilo y la presencia de Seokjin a su lado le daba la calma que necesitaba. La pintura original iba protegida frente a ellos, misma que había sido la causa de tantos problemas, Namjoon se sintió extrañamente en paz. Ya no importaba tanto el arte en sí, sino lo que simbolizaba para ambos: el comienzo de algo nuevo.
Cuando llegaron a Corea, Namjoon no pudo evitar notar el respeto que Seokjin recibió de todos a su alrededor. A pesar de ser un omega, Seokjin era tratado con una deferencia que no había visto antes hacía alguien de su casta.
No era solo su poder dentro del clan lo que inspiraba respeto, sino también la manera en que Seokjin se llevaba con los demás: era una combinación de autoridad innata y carisma natural.
Después de una noche de descanso, en la que ambos recuperaron fuerzas tras la tormenta que atravesaron en Italia, Seokjin y Namjoon se embarcaron en la búsqueda de un nuevo hogar. Querían un lugar modesto, lejos del caos que siempre parecía seguir al lider de la mafia.
Finalmente encontraron una casa rodeada de naturaleza, un refugio perfecto para comenzar de nuevo. La casa estaba situada en las afueras de la ciudad, con un jardín amplio y árboles que les ofrecían la privacidad que tanto anhelaban.
Namjoon podía imaginarse fácilmente su vida allí, tranquila y lejos de las complicaciones que habían marcado su relación hasta ese momento. Aunque sabía que el mundo criminal seguiría siendo parte de la vida de Seokjin, también sabía que ese lugar les ofrecía una oportunidad para encontrar algo de paz y construir su vida juntos.
Mientras observaban el jardín desde la ventana, Seokjin tomó la mano de Namjoon, apretándola con fuerza.
—Este es nuestro comienzo —masculló Seokjin reposando su cabeza de los hombros del alfa.
Namjoon asintió, sintiendo cómo todas las piezas de su vida encajaban finalmente en su lugar.
Con el tiempo, Seokjin tomó la decisión de alejarse gradualmente de su vida criminal. Sabía que no sería fácil, que siempre habría hilos del pasado tratando de tirar de él hacia el abismo, pero también sabía que tenía algo mucho más valioso ahora: una vida con Namjoon, construida sobre el amor y la confianza que habían desarrollado a pesar de todo.
Empezó por liquidar algunos de sus negocios más turbios, redirigiendo sus habilidades y recursos hacia actividades legales.
Seokjin utilizó su astucia y experiencia adquirida en el mundo criminal para establecer varios negocios que operaban dentro de la ley. Comenzó con una pequeña cadena de cafés y tiendas boutique, usando su red de contactos para asegurarse de que tuvieran éxito desde el principio.
Su mayor logro fue la apertura de una pequeña galería de arte en el corazón de Seúl. La galería se convirtió en una tapadera legítima para su pasión por el arte, un espacio donde podía exponer y vender obras tanto de artistas emergentes como de renombrados. Usando su conocimiento y contactos en el mundo del arte, Seokjin hizo crecer este negocio, no solo como un refugio para su pasión sino también como un puente hacia el mundo que Namjoon amaba.
Namjoon, por su parte, había adoptado una nueva identidad para protegerse y distanciarse del escándalo asociado con la pintura robada. Reinventarse no fue fácil, pero lo vio como una oportunidad para redefinir quién era en el mundo del arte. Aunque su carrera como curador de museos fue comprometida por los eventos pasados, su pasión por el arte no se extinguió.
Decidió mantenerse involucrado en el mundo del arte, pero en roles que le permitieran mantener un perfil bajo.
Comenzó curando pequeñas exposiciones en galerías privadas y eventos especiales, donde su nuevo nombre y discreción eran clave. Estas actividades, aunque menos públicas, le permitían trabajar en proyectos que realmente le apasionaban, manteniendo al mismo tiempo su nueva identidad en secreto.
También empezó a ofrecer servicios de consultoría en el mundo del arte. Su vasta experiencia lo convirtió en un experto valorado por coleccionistas privados y pequeñas galerías que buscaban asesoría en la adquisición de obras o en la organización de exposiciones. Este trabajo le dio la libertad de trabajar en lo que amaba, con la flexibilidad de manejar su propia agenda.
Cada día, mientras trabajaban en sus respectivos proyectos, Namjoon y Seokjin encontraron un nuevo ritmo en su vida juntos. El omega se sorprendía a menudo al descubrir cuánto disfrutaba de la rutina de su vida más tranquila y a medida que pasaba el tiempo, su galería de arte se convirtió en un éxito respetable en el círculo de coleccionistas y artistas.
Por otro lado, Namjoon encontró satisfacción en el anonimato. Su nueva identidad le permitía moverse con libertad y trabajar sin la presión de su antiguo nombre. Ni Alessandro, tampoco Kim Namjoon.
Juntos, lograron encontrar un equilibrio entre sus pasados y el futuro que estaban construyendo. Sus días se llenaron de conversaciones sobre arte, caminatas por el jardín y noches tranquilas en la casa que ahora llamaban hogar.
A pesar de las sombras que aún podían acechar en la distancia, ambos sabían que habían encontrado algo sólido en su vida juntos: la promesa de una nueva oportunidad, construida sobre las ruinas de un pasado complicado, pero que, finalmente, les pertenecía solo a ellos.
Aquella tarde era cálida, con la luz dorada del sol bañando el jardín que Namjoon y Seokjin habían hecho suyo.
Las flores que comenzaban a brotar en un estallido de colores primaverales, parecían reflejar el renacimiento que ambos habían experimentado desde su llegada a Corea. El aire estaba lleno del suave zumbido de las abejas y el crujido de las hojas bajo las patas del pastor alemán que corría alegremente por el patio, persiguiendo a Namjoon mientras este lanzaba una pelota, riendo a carcajadas.
Seokjin estaba sentado en una silla de madera, observando la escena con una sonrisa serena en los labios. Su corazón se llenaba de una profunda gratitud al ver a Namjoon tan despreocupado, jugando con su mascota como si no hubiera un peso en el mundo que pudiera quebrantar su felicidad.
Namjoon, sudoroso y sin aliento, finalmente se detuvo, inclinándose para acariciar al perro que había colapsado de felicidad a sus pies. Levantó la vista hacia Seokjin y su sonrisa se transformó en una expresión de ternura y se acercó lentamente, con pasos deliberados.
—¿Sabes? —dijo Namjoon, rompiendo el silencio con una voz suave—. Siempre pensé que una obra maestra era algo que debía encontrarse en un museo, algo intangible y fuera de nuestro alcance.
Seokjin levantó una ceja con intriga y se inclinó hacia adelante para escuchar mejor. La luz del sol acariciaba su rostro, resaltando la calidez en sus ojos que solo Namjoon podía provocar.
—Por una obra maestra, di mi corazón —continuó deteniéndose frente a Seokjin, fijando su mirada en el omega—. Y en ese proceso, encontré la verdadera obra maestra que estaba buscando: tú, nosotros, esto que hemos construido juntos. No hay nada más valioso que estoy, que el amor que compartimos, que la vida que hemos creado.
Las palabras de Namjoon resonaron en el aire, tan claras y sinceras que Seokjin sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. La profundidad del amor que Namjoon le ofrecía, tan simple y a la vez tan inmenso, lo dejó momentáneamente sin palabras.
—Tú transformaste mi vida, alfa —respondió Seokjin, mientras tomaba suavemente la mano de Namjoon entre las suyas—. Antes de ti, mi mundo estaba lleno de sombras y mentiras. Pero ahora... ahora veo que todo lo que hemos pasado, cada sacrificio, nos ha llevado aquí, a este momento, donde hemos creado algo hermoso y real.
Namjoon apretó la mano del omega y le sonrió. Sabían que la vida no siempre sería fácil, que habría desafíos y recuerdos del pasado que podrían intentar volver, pero en ese instante, nada de eso importaba. Lo único que tenía importancia era el presente, la paz que habían encontrado juntos, y el amor que habían cultivado como una obra maestra, trazo a trazo, día a día.
Esa tarde dl sol comenzó a descender lentamente, tiñendo el cielo de un dorado suave que se reflejaba en las flores del jardín. El pastor alemán, exhausto por la diversión, se tumbó a los pies de Namjoon y Seokjin.
Ellos permanecieron sentados en su jardín con el sol poniéndose en el horizonte, rodeados de paz, de amor y de un nuevo comienzo. No era un fin, sino el preludio de un nuevo capítulo en sus vidas, uno que ellos mismos habían creado.
Y así, por una obra maestra, entregaron sus corazones. Y lo que descubrieron fue que la verdadera obra maestra no era una pintura en un museo, sino el amor que los unió y la vida que construyeron juntos.
Un amor que, como un lienzo en blanco, fue pintado con los colores de la redención y la esperanza. Mientras el sol desaparecía en el horizonte, su luz dorada fue reemplazada por la tranquilidad de la noche, pero en ese jardín, bajo las estrellas, Seokjin y Namjoon sabían que el viaje que iniciaron juntos apenas comenzaba.
Un final que no es un fin, sino el comienzo de un nuevo capítulo en sus vidas, uno que ellos mismos crearon, por una obra maestra.
Bueno solecitos, este fue el último capítulo. Espero que les haya gustado mucho.
No dejen de contarme que les pareció el capítulo, la historia en general, ¿fue de su agrado?, ¿cumplió con sus expectativas? Espero que haya sido así.
Nos seguimos leyendo pronto en un nuevo capítulo de Show Me.
Besos.
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