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Capítulo 5



L U N A

Nunca imaginé que ver una escena como esta podría doler tanto. ¿Que pasa conmigo? ¿Por qué soy tan mala amiga?

Me duele verlo casi besarse con esa chica, me duele haberlo interrumpido aun sabiendo que está mal y me duele la carita de molestia con la que me mira en cuanto se aparta de ella.

—No quieres, pero interrumpes... —murmura Arianna con ironía, bajando de la tabla de skate con la ayuda de Stéfano.

—Lo siento mucho —se disculpa él pasándole el pulgar por la mejilla—. ¿Le llevas las cosas a mi mamá? Te alcanzo enseguida.

La chica asiente y toma unos paquetes y botellas que hay sobre un lado, para luego irse sin mirarme y dejarnos a solas.

—¿Qué pasa contigo? —me pregunta elevando una ceja sin ocultar su molestia.

—Lo siento... Tengo que ir a trabajar, solo venía a esperar a Liam en el auto en lo que se despedía de Olivia.

—No me tomes por tonto, pudiste ver la situación y solo voltear e irte. Tú querías interrumpirnos.

—Perdóname, no pensé que fuera tan importante... —le digo bajando la mirada al suelo.

Stéfano nunca se molesta conmigo, a veces finge que sí, pero yo sé que no es verdad. Sin embargo, esta vez es diferente.

—¿Ah no? ¿Acaso no sabes lo mucho que me cuesta llegar a ese punto con una chica?

Si lo sé, aunque esta vez no parece haberle costado tanto.

—¿Te gusta ella?

—Pues por algo iba a besarla ¿No crees?

—Tampoco me hables así, que ya te pedí perdón —respondo recuperando mi orgullo al ver que él no afloja.

—¿Sabes qué pasa? Que de nada sirve pedir perdón si luego vuelves a comportarte del mismo modo.

—¿Qué parte de que no fue intencional es la que no estás captando? —Le hablo del mismo modo en el que él me está hablando a mí.

—La parte en la que me mientes en la cara como si fuera un desconocido. —Su mirada carga una mezcla entre enojo y tristeza que me hace sentir muy culpable— Cuando quieras ser sincera me buscas.

Me esquiva en la puerta y sale al jardín, camina a su casa cuando mi voz lo llama de vuelta:

—Estoy celosa —confieso mordiendo mi labio—, no entiendo qué pasa, pero cuando te veo con ella me hierven los celos.

—¿Qué tipo de celos? —pregunta conteniendo la respiración.

—No lo sé.

—Pues cuando lo averigües me vuelves a hablar —sentencia volviendo a voltearse y yéndose por fin.

¿Qué tipo de celos? ¿A qué se refiere? Él no estaba sugiriendo que él y yo podríamos... No, claro que no. Solo estoy confundida y malinterpretando las cosas.

Quiero llorar, de verdad acabo de pelear con él. Creo que nunca habíamos peleado, y yo tengo la culpa porque él tenía razón en las cosas que me decía.

—¿Qué pasa Luni? —pregunta Liam con ternura al ver mis ojos vidriosos.

—Nos peleamos —respondo señalando a Stéfano que acaba de entrar a su casa.

—¿Qué pasó? —quiere saber en lo que caminamos a su auto.

—Él iba a besarse con una chica, y yo los interrumpí... —Hago una pausa antes de confesar lo siguiente—: A propósito.

Liam se ve confundido en cuanto subimos al auto, arruga su frente mientras acomoda el espejo retrovisor que Olivia siempre le desacomoda y enciende el motor.

—¿Y por qué harías algo como eso?

—No lo sé, no lo pensé demasiado, solo vi que iban a besarse y no quería que lo hicieran.

—¿Te gusta Stéfano? —pregunta como si eso fuera algo demasiado extraño.

—No —respondo rápidamente— ¿Nunca te ha pasado con Emily, sentir celos porque está con alguien?

Emily, la mamá de Ámbar, es su mejor amiga desde que eran adolescentes.

—Jamás, ni por un segundo. Yo la ayudaba con los chicos, y la cubría cuando salía con Matteo y Noah no lo sabía.

—¿Significa que soy una mala amiga? —pregunto sintiendo la inseguridad abordarme.

—Significa que tal vez te gusta un poco.

Ruedo los ojos negando otra vez.

—Es un niño.

—Eso decía yo de Olivia, lo usé de excusa por años. 

Me río y vuelvo a negar con la misma seguridad que antes.

—Es mi amigo, se tira pedos frente a mí.

—Mentira, estoy seguro de que no lo hace —se ríe y está en lo cierto, todos conocemos bien a Stéfano, al menos lo que nos muestra, que es poco.

—Ya, pero ese no es el problema, el problema es que no me hablará hasta que le dé un buen motivo.

—Que estás celosa porque te gusta me parece un buen motivo —simplifica con un encogimiento de hombros.

—¡Por Dios, Liam! Quita esas ideas de tu cabeza.

Aquí la pregunta es: ¿Yo las puedo quitar de la mía? Nunca he pensado en Stéfano de ese modo, porque en realidad siempre lo vi como un niño.

Ahora ya no se ve como un niño. Para nada, de hecho, me he encontrado mirándolo en más de una ocasión.

¿Con otros ojos? Esto era lo único en el mundo que no podía pasar. Stéfano es el vínculo más fuerte y real que tengo, él y Ámbar son mi familia. No tengo recuerdos en lo que ellos no estén, desde el día que Emma y Noah llevaron a sus bebés recién nacidos al hogar en el que yo vivía.

Me dejaron tomarlo en mis brazos, yo tenía cinco años y me sentía muy feliz. ¿Entienden? No puedo fijarme en él, recuerdo cuándo nació, le llevo cinco años.

¡Ni siquiera es mayor de edad! Dios, ¿Qué mierda pasa conmigo?

Además, obviamente yo no le gusto.

Si nosotros hasta dormimos juntos, y jamás lo he notado mirarme de otro modo, jamás me ha dado ni la más mínima señal de que podría, aunque sea, parecerle un poquito atractiva.

—No digo que me guste... —le comento a Liam en cuanto llegamos al colegio en el que trabajo— Pero en ese caso, nunca se lo diría. No arruinaría lo que tenemos por un experimento.

—No digo que te guste, pero si lo hiciera no podrías ocultarlo por mucho tiempo, y mucho menos de él, que te lee solo con una mirada.

Es un problema, uno muy grande. Además, tengo que mentir para decirle por qué me estoy comportando así, no me gusta mentirle, eso no hacen los amigos.

Intento dejar mis cargas personales antes de entrar a trabajar, suelto el aire lentamente y lucho por poner mi mente en blanco.

Trabajo con niños, y tengo que darles mi mejor energía siempre porque ellos notan hasta lo más mínimo.

———————

Un par de horas más tarde es mi hora del almuerzo, voy a la sala de maestros que a esta hora suele estar bastante vacía porque los niños aún están en clases.

No tengo hambre así que no pierdo tiempo en ir hasta la cafetería por algo que comer, solo pongo a preparar café y me siento allí a mirar por la ventana.

Seguro ya la besó, y yo debería estar feliz por eso. Lo estaré, porque quiero a ese chico como a nadie en el mundo, y si no quiero que las cosas cambien tengo que esforzarme por proteger lo que lo hace feliz.

Y al parecer esa chica está incluida.

Busco mi teléfono y le envío un mensaje a mi psicóloga, para preguntar si podemos pasar la sesión de mañana para hoy.

Ella me responde que sí, así que le envío otro mensaje a Thiago para cancelar lo que sea que haríamos esta tarde.

Él también trabaja aquí, es profesor de deportes. Sin embargo, aquí dentro solo somos compañeros de trabajo.

Enseguida que envío el mensaje escucho su teléfono sonar en el pasillo. Si tuviera dónde esconderme lo haría, pero ya, ni modo, dos segundos después atraviesa la puerta mirando su teléfono.

—¿Estás bien? —pregunta tiernamente.

—Mas o menos, tuve una pelea con Stéfano.

Va a venir a saludarme, pero me pongo de pie para buscar el café y lo evito elegantemente.

—Que raro —se extraña enarcando una ceja— ¿Te hizo algo malo?

—No, fue mi culpa.

—Siempre dices eso, de todas las situaciones.

Es verdad, es que prefiero pensar que soy yo la que se equivoca antes que pensar que las personas que amo lo hacen.

—Esta vez es verdad. —Encojo mis hombros, me siento frente a él y estirando una taza con café le digo—: Necesito hablarte de algo.

—También yo... —murmura él mirando su taza con detenimiento.

—Tú primero —cedo rogando que no sea lo que pienso.

—Lo siento... Es que estaba hablando con mi mamá y sin querer te mencioné. Ahora quiere conocerte.

Mierda, no solo es una mentira, si no que me está presionando con algo que sabe que no quiero hacer.

—No somos novios, no iré a conocer a tu mamá —respondo de inmediato dejando que la seriedad me invada rápidamente.

—Lo sé, eso le dije, que solo somos amigos, pero ella insiste en que...

—Mira, Thiago... —lo interrumpo poniéndome de pie con incomodidad— Nos conocemos bien, sabes cómo soy, y también sabes que no puedo hacer estas cosas. Entiendo que tus necesidades son otras, pero no estoy buscando una relación real, ni una boda, ni una historia de amor.

—Llevamos saliendo seis meses Luna, no puedo estar en suspenso para siempre. No somos niños.

Creo que este es el momento oportuno para que no sea más que eso, seis meses es demasiado.

—Pues esto es todo lo que tengo para ofrecer —respondo con determinación.

—No te enojes, linda. Hablemos con calma, ¿qué era lo que querías decirme?

—Es que era sobre eso que quería hablarte, siento que tú solo sales conmigo porque piensas que un día querré algo serio contigo, y eso no pasará.

—Que mala eres... —murmura arrugando brevemente su nariz como si mis palabras le hicieran daño.

Eso no era lo que yo pretendía, se lo dejé claro al comienzo, le dije que no me enamoraría de él y me molesta que ahora me diga que soy mala.

—Estoy confundida, así que será mejor que ya no salgamos —continúo con mi cruda sinceridad.

—Está bien —dice mientras se pone de pie—, espero que algún día entiendas que mereces que te amen.

Deja un beso en mi mejilla y sale de la sala de maestros sin mirar atrás.

Bien, sin dudas no ha sido mi mejor día. Por suerte veré a mi psicóloga hoy.

————————————

S T É F A N O

Es tarde ya, estuvimos jugando videojuegos y pasando el rato con los chicos hasta recién, que mis primos se fueron a sus casas al igual que Park y Paulina.

Le dije a Ari que se quedara un rato más para intentar compensar la incomodidad y el hecho de que le pedí que me dejara a solas con Luna.

—¿Qué quieres hacer? —le pregunto en cuanto nos gana el silencio.

Ella señala la cancha de básquet que hay en el jardín observándola por la ventana.

—¿Juegas?

Se voltea viéndome con sus ojos grandes y brillantes, me hace sonreír brevemente y asiento.

—Un poco, tal vez, sí... —respondo un poco dubitativo.

—Dijiste que podías enseñarme lo que yo quisiera —insinúa mordiendo tiernamente su labio inferior.

Tomo la sudadera que traía puesta hace rato del sofá y se la extiendo antes de abrir la puerta.

—Toma, hace frío fuera.

La carita dulce e inocente con la que me mira no se parece en nada a su actitud en general, y eso me genera un poco de desconfianza.

Vamos en la misma clase desde que comenzó la secundaria, y aunque nunca he hablado con ella la he visto comportarse arrogante y presumida con las otras chicas, y fría y manipuladora con los chicos.

Sé que es muy probable que solo sean percepciones, tampoco es que he prestado tanta atención, pero sin dudas nunca la había visto ser tan linda con alguien como lo es conmigo.

Lo más extraño es que se ve cien por ciento sincera, no creo que sea posible fingir el rubor en sus mejillas y el brillo en sus ojos cuando le digo algo que estaba esperando escuchar.

—¿Cuáles son las reglas? —pregunta rebotando el balón en el suelo con sus dos manos.

Lleva la capucha de la sudadera, y la brisa nocturna hace bailar su cabello por delante de su rostro.

Mentiría si dijera que ella no me gusta; me pone nervioso, me hace sonreír y me gusta estar con ella. Pero no sé si sea justo ilusionarla cuando me paso el día entero pensando en otra persona.

—Puedo darte una larga explicación sobre aburridas reglas, o podemos simplemente jugar. —Estiro mi mano y le arrebato el balón en uno de los rebotes, para luego alejarme corriendo hacia el tablero.

Ella corre detrás de mí, y siento sus manos en mis hombros justo cuando toma el impulso para subirse sobre mi espalda. Intenta quitarme el balón con una mano, mientras se agarra de mi pecho con la otra, pero soy más rápido y lanzo al aro antes de que logre tocarla.

—¡No es justo! —se queja bajando de un salto— Eres mucho más alto y tus brazos son más largos.

Cruza los brazos sobre su pecho viéndose muy adorable, me encantan sus rabietas, así que voy por el balón y lo pongo en sus manos.

Sus ojos se encienden otra vez, le doy unos segundos para salir corriendo y salgo tras ella alcanzándola sin mucho esfuerzo cuando está por lanzar la pelota.

Entonces la tomo por la cintura y la levanto para que esté más cerca, primero se ríe, luego lanza y encesta estando apenas a unos centímetros del aro.

—Mejor si somos equipo —murmuro en cuanto la dejo en el suelo.

—Dices eso porque no quieres que te humille, ya viste que aprendo rápido —presume con arrogancia y luego se vuelve a reír.

—También vi que tienes cosquillas...

Se prepara para el ataque levantando ambas manos, pero no logra frenarme, y la lleno de cosquillas en el abdomen haciendo que los dos caigamos al suelo y que su risa llene por completo el vacío jardín.

Todos nos deben haber escuchado, mañana me harán muchas preguntas.

Las luces de un auto nos encandilan, seguro es mi tío Matteo que llega a esta hora.

Y seguro también viene con Luna.

Salvo por este momento, no he dejado de pensar en nuestra discusión en toda la tarde.

"Estoy celosa."

"¿Qué clase de celos?"

"No lo sé."

Su respuesta ha estado rondando en mi cabeza una y otra vez. Y aunque estoy molesto, y esta vez de verdad, también estoy muy confundido.

—No tenías que pelear con ella —me dice Ari al verla bajar del auto—. No creo que fuera intencional.

—Lo sé —miento, porque yo sé que sí lo fue.

Regreso evitando mirar hacia el garaje, pero Ari continúa mirando y entonces volteo para ver por qué y me encuentro con Luna frente a nosotros.

Se ve... triste. Cómo si hubiera llorado muchísimo y luego se hubiera recompuesto.

—Solo quería disculparme con los dos por lo de hoy. —Baja sus ojos al suelo y sigue hablando como si lo hubiera pensado demasiado—: Lo siento si he sido grosera contigo, Arianna, no sé qué pasa conmigo, pero yo no soy así. Prometo que no volverá a pasar.

Ari le da una sonrisa y asiente.

—No te preocupes, también tengo un hermanito y sé cómo se siente que te quieran quitar a tu bebé.

—Gracias —le dice buscando mi respuesta, pero no digo nada, hablaré con ella luego—, los dejo tranquilos entonces, no te descuides que es muy tramposo en todos los juegos.

—¡Oh! ¡Ya lo noté! —responde Ari con complicidad.

La observo caminar por el jardín hasta la casa de Ámbar, y luego regreso a buscar el balón.

—¿Quieres ir con ella? Se veía triste, y ya se hizo tarde de todos modos.

—No —respondo rápidamente—, quédate un rato más.

Cuando éramos más pequeños, con Luna acordamos que cada vez que peleáramos esperaríamos a estar tranquilos para hablar, para así no decirnos cosas que pudieran herirnos.

Aún no estoy tranquilo, aún no sé cómo me siento, aún no sé qué decirle, aún no sé nada.

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Hola Pollitos 🐣

El caos se huele desde aquí, se aproxima, ya está haciendo de las suyas.

No sé ustedes, pero yo lo disfruto 🤣

Los quiero, síganme en mis redes, que aparecen en este hermoso banner que me hizo dilulevel 💜

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