Capítulo 12
S T É F A N O
Llevo como dos horas mirando a la nada, los pensamientos contradictorios rondando mi mente de forma caótica y la inmensa cantidad de emociones que conflictúan entre sí haciendo que, a pesar de que el tiempo corra, aún no tenga idea de que hacer a partir de este momento.
Ayer fue un día loco, no soy una persona que tome alcohol habitualmente, lo he hecho contadas veces en mi vida y en muy pocas cantidades. Pero ayer por la tarde todos tomamos un poco, un poco que se transformó en bastante y fue por eso que decidimos ir a tirar huevos a la casa de la profesora.
Nunca me había sentido así, es desagradable no tener el control sobre tu cuerpo, y aunque no puedo culpar al alcohol por mis acciones obviamente hizo su trabajo al desinhibirme, y ahora no me da la cara para mirar a Luna.
Estaba seguro de haber esperado a que se me bajara el alcohol para ir a hablar con ella, pero la adrenalina de haber estado detenido, y el alcohol que aún afectaba mi corteza cerebral prefrontal —que es la que regula las inhibiciones, el juicio y la toma de decisiones—; hicieron que no solo me comportara de forma descarada con Luna, sino que terminara por besarla.
Después de años esperando ese momento, lo vengo a hacer de una forma tan ridícula y cobarde.
Ni siquiera le dije algo, ni ella a mí.
Al menos puedo recordarlo... si no pudiera me sentiría el triple de mal. Fue mas perfecto de lo que había soñado tantas veces, y no sé como haré de ahora en más para verla y no pensar en eso repetitivamente.
De hecho, no sé como haré para mirarla a la cara, la dejé allí, durmiendo, sola, como el cobarde que soy.
Luego está Ari y mi conciencia que me exige que le diga que esto sucedió.
—Llega hasta abajo —dice mi hermana entrando en el altillo de la casa de mi abuelo, donde me he estado ocultando desde que me desperté.
Era la biblioteca de mi mamá en cuanto vivía aquí, y mi abuelo la mantiene exactamente igual desde que ella se mudó justo al lado. Me gusta pasar tiempo aquí, me entiendo bien con mi abuelo y es la casa mas tranquila de todas, siento que siempre tengo mi espacio aquí.
—¿Lo qué? —pregunto sin poner mucha atención.
—El olor a quemado de tu cerebro —se burla sentándose a mi lado.
—Lo lamento por lo de ayer —digo haciéndome el tonto—. Sigo pensando lo mismo que te dije, pero no debí hablarte de ese modo.
—Eres el único que no me trata como si fuera de cristal, estoy harta de darle lástima a la gente.
Isabella y yo jamás nos molestamos, a veces peleamos y luego es como si nada.
—No es lástima... —Niego con la cabeza y ella me ve con gesto descreído.
Obviamente no querrá hablar sobre ella, demasiado que lo hizo ayer.
—¿A qué le das tantas vueltas? —pregunta cambiando el tema sin disimulo.
—Ayer me emborraché —comento y suelta una risita.
—Lo sé, y estuviste en una comisaría. —Se vuelve a reír, esta vez con más fuerza— Aquí lo que me interesa saber es: ¿te regañaron? ¿Estás castigado?
—Mamá intentó regañarme, pero le dio un ataque de risa y papá se molestó con ella, así que él me dio una larga charla sobre lo peligroso que es el exceso de alcohol y me regañó un poco por lo de los huevos, pero no, no estoy castigado.
Isabella no deja de reírse, por lo que también termino haciéndolo yo. En estos momentos en los que tomo conciencia de lo afortunados que somos en realidad, y me cuestiono un poco por lo agresivo que fui con Martín, por muy mal que esté al meterse con Ciro; es fácil juzgar a otros cuando te tocó nacer rodeado de amor, de comprensión y donde siempre te tienen en cuenta.
No lo justifico, pero debería buscar otra solución que no sea hacerle a él lo que le estoy exigiendo que no le haga a Ciro.
—Entonces ¿con qué te quemas la cabeza hoy? —regresa al tema principal sacándome de mis pensamientos culposos— Tienes pensamientos recurrentes, me pones inquieta.
Estoy comenzando a creer en su conexión invisible conmigo, nunca falla.
—Pensé que el alcohol ya se me había bajado... y fui a hablar con Luna porque había quedado con ella en la tarde y nunca llegué.
—¡Oh por Dios! —exclama con entusiasmo esperando a que continúe con los ojos muy abiertos.
—Labesé... —murmuro de un modo muy difícil de entender.
—¿Qué? —pregunta conteniendo la risa, sé que sí me escuchó, pero quiere obligarme a repetirlo.
—¡Que la besé! —repito con fastidio— La besé y no solo eso, fui muy descarado... la miré, y me vio hacerlo y luego lo asumí.
—¿Qué le miraste? —pregunta en tono insinuador.
—No me hagas decirlo, ya se entendió... —Mi voz denota fastidio y vergüenza en partes iguales, pero eso no detiene a mi hermana.
—¿Le miraste el trasero?
—Sí —gruño por lo bajo.
—Tiene un muy buen trasero, es pequeño, pero bien definido ¿Lo tocaste?
—¡No! Ya cállate... —exijo cubriéndome el rostro con ambas manos mientras ella continúa riendo.
—¿Y te lo siguió? ¡Ya habla! Odio sacarte las cosas a cucharadas —se queja recostando la cabeza en el estante de atrás.
—Sí, me lo siguió. La cosa se puso un poco... caliente. Pero luego no dijo nada, ni una sola palabra, no preguntó, ni reclamó, ni... nada. Solo silencio.
—Le gustas, y tú eres el único que no se da cuenta —asegura como si fuera totalmente obvio.
—¡Claro que no! Solo le dio pena rechazarme, está con Thiago y yo con Arianna, todo está mal.
Es que de verdad no sé qué le diré, y por eso me estoy ocultando. Creo que mi mejor opción es pedir perdón y decirle que solo fui impulsivo porque había tomado.
—Bah, aquí todos son ciegos —responde mi hermana con desgano y ya no vuelve a insistir con el tema.
Un completo cobarde, eso soy.
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L U N A
¿Qué debería pensar al despertarme sola por la mañana? Ayer mismo le dije que es feo para una chica dormirse acompañada y despertar sola, así que no se me ocurre una mejor manera de demostrarme que le valgo mierda.
¿Me merecía una explicación? ¡Claro que sí! Pero su teléfono estaba apagado —y aún continúa así—, no lo encontré en ninguna de las casas y me tuve que ir al trabajo.
Me siento una estúpida.
¿Cómo es que un chico de diecisiete años está jugando conmigo de este modo? ¿Dónde ha quedado la frialdad de mi corazón? Es tonto pensar que tengo que ser de ese modo con Stéfano, pero al parecer así serán las cosas.
No puedo decirle que me gusta, no mientras esté con Arianna porque prometí que no me metería en medio. Sin embargo, esperaba que estuviera aquí, que me dé una respuesta, que diga algo que no me haga sentir tan estúpida.
Es que no entiendo, nada tiene sentido, primero se molesta conmigo por meterme en medio de lo que tiene con Arianna, yo le doy la razón, le pido perdón y lo apoyo aunque me duela; luego viene y me besa de la nada, y ahora se desaparece de nuevo.
No volvió a hablarme en todo el día, ya no intenté llamarlo, demasiado he perdido mi dignidad con los quince mensajes que le dejé. Si no me ha hablado es porque no quiere.
Definitivamente no es mi día, siempre regreso a casa con Liam ya que no tengo auto, a veces me toca esperarlo, pero nunca me ha molestado; sin embargo, hoy tuve sesión de terapia con mi psicóloga, y le dije a Liam que fuera a casa que yo luego tomaría un taxi.
Adivinen qué...
No tengo dinero para un taxi, y no tuve en cuenta que ya no vivo en el departamento del centro, por lo que no solo debo tomar dos autobuses para llegar a casa, sino que de todos modos me deja demasiado lejos y tengo que caminar sola por el parque en la noche.
Lo de los dos autobuses no está mal, estoy muy acostumbrada a trasladarme así y aprovecho ese tiempo para escuchar música, mirar por la ventanilla y simplemente pensar. El problema es el trayecto que tengo que caminar, podría llamar a Liam, pero me va a regañar por decirle que tomaría un taxi y no hacerlo; así que simplemente bajo, me pongo mi abrigo y camino rápido sin mirar demasiado a los lados.
Si dejo fluir mis pensamientos antes de que lo note estaré en casa y no me dará miedo, pero todas mis ideas fluctúan al rededor de Stéfano y eso me da ganas de llorar, y si hay algo peor que ir sola por el parque a esta hora es hacerlo llorando.
En otras circunstancias lo hubiese llamado para que viniera por mí, él siempre me reclama que no vaya sola por la calle a estas horas, pero al parecer ahora ni siquiera puedo decir que somos amigos.
Yo voy a mitad de camino, hay algunas personas en el parque bebiendo y fumando, se escuchas sus voces y risas a lo lejos, ninguno ha notado mi presencia. No soy de las que vive con miedo, pero hoy particularmente me siento muy vulnerable.
Luego del parque me quedan otras cuatro cuadras para por fin llegar a casa, y es justo cuando estoy a nada de terminar de cruzarlo cuando diviso una figura conocida sentada en un banco bajo una farola.
Es Arianna, y está llorando.
Me detengo por un momento, dudo si acercarme o no porque si ella está llorando porque Stéfano le dijo lo que pasó no debo ser la persona mas adecuada para estar cerca justo ahora.
Sin embargo, mi empatía puede más, el parque a estas horas no es un sitio para que una chica de diecisiete años esté sola.
—¿Qué pasa? —pregunto de forma tierna sentándome a su lado.
Por favor, que esto no sea mi culpa.
—Ah, hola... —murmura por lo bajo limpiando las lágrimas con su abrigo.
Voltea su rostro hacia mí, y aunque la luz de la farola no sea buena puedo ver claramente la hinchazón de un golpe en su mejilla derecha.
—¿Quién te hizo eso? —muestro mi preocupación y olvidando las distancias tomo su mentón para verla mejor.
—Nadie, fue un accidente —dice rápidamente haciendo su rostro a un lado.
—Sé que no somos amigas, pero puedes confiar en mí, no le diré a nadie.
Sus ojos están muy irritados y hay manchas negras de maquillaje por todo su rostro.
—No tengo a dónde ir... —Sorbe por la nariz y respira profundamente antes de que las lágrimas broten otra vez— A mi papá no le agradó nada lo que sucedió ayer.
—No por eso puede tratarte así —aseguro dando por obvio que fue quien la golpeó.
—Tiene razón, pongo en vergüenza a la familia, no sé qué pasa conmigo.
Desde los ojos de cualquier persona normal, lo que hicieron Stéfano y sus amigos ayer arrojando huevos a la casa de su profesora fue una simple travesura, sé que terminaron detenidos —aunque me parece una exageración— y eso requiere un regaño, pero que ella piense que su padre tiene derecho a golpearla por eso me rompe el corazón.
Se ve tan vulnerable y herida... Importa poco Stéfano y las diferencias que podamos tener, es una chica que piensa que su papá tiene derecho a golpearla y que ella tiene la culpa; llámenme inoportuna, pero no puedo simplemente mirar hacia otro lado.
—¿Por qué no vienes conmigo? —ofrezco, aunque hay un millón de cosas que me gustaría decir sé que ahora solo necesita contención.
—No quiero que Stéfano me vea así, me da vergüenza.
—No tienes nada de qué avergonzarte, tú no has hecho nada malo —insisto tomando su mano helada.
—Recién nos estamos conociendo, no quiero adentrarlo en todos mis dramas —vuelve a negar con mucho énfasis—. Además, si Isabella llegara a mencionarle algo a mi hermano... la última vez que me vio así fue a buscar a mi papá y se golpearon muy feo, no quiero generar mas problemas.
No tengo ni idea de sus pormenores familiares, ni de que tiene que ver Isabella con su hermano, solo quiero ayudarla a salir de esta situación.
—No vivo con Stéfano y estamos un poco peleados ahora así que no creo que se aparezca por mi casa, no le diré nada, puedes pasar la noche con nosotros y luego mañana veremos que hacer.
Veo la duda en su mirada, tampoco es que tenga tantas opciones. Ni siquiera pregunto por sus amigos, por lo poco que sé de ella es una de esas chicas que aparentan una vida perfecta, y de seguro sus amigos ni se imaginan que esta es su realidad.
—¿Vives con tus padres? —cuestiona con timidez.
—No, no tengo padres. Vivo con... es una historia larga, pero vivo con Ámbar que es mi mejor amiga y con sus padres.
—Oh... —Deja su mirada perderse en la noche oscura y en unos segundos las dos nos ponemos de pie— ¿Qué pasó con tus padres?
Para cualquiera sería una pregunta demasiado personal, pero nunca me ha avergonzado hablar de mi pasado, sobre todo porque no recuerdo nada antes del hogar; no recuerdo a mi mamá ni a ningún otro miembro de la familia, mi recuerdo más antiguo es estar jugando en el jardín del hogar cuando Matteo y Emily llegaron a presentarnos a Ámbar, tal vez tenía tres años.
—No sé nada de mi papá, y mi mamá murió cuando yo tenía cuatro años, estuvo un año en coma antes de eso así que crecí en un hogar.
—Mi mamá también... —murmura con la voz quebrada— No pensé que podíamos tener algo en común.
Además de que nos gusta el mismo chico, realmente yo tampoco lo hubiera imaginado.
—Las personas solemos centrarnos en las diferencias —es la única respuesta que puedo darle.
Caminamos en silencio por casi todo el trayecto, ella está completamente perdida en sus pensamientos y solo me ha hablado para preguntarme si los padres de mi amiga no tendrían problema con que se quede allí; le aseguré que no, y que les pediría que no se lo mencionen a Stéfano.
—¿Por qué haces esto por mí? Lo haces por Stéfano, ¿verdad? —habla en cuanto estamos a punto de llegar.
—No, para nada —respondo con sinceridad—. Lo haría por cualquier otra chica.
Me voy a ahorrar el discurso feminista, porque justo ahora sería muy hipócrita hablar de cuidarnos entre nosotras cuando sé que Stéfano le está ocultando cosas.
Luego de llegar a casa, hablar con Matteo y Emily sobre lo que sucedió y pedirles que no le cuenten a los demás, regreso a mi habitación para prepararle una cama.
—Es una casa hermosa —comenta Ari sentándose al borde de mi cama—. Tu habitación se ve tan... pacífica.
—Ámbar la decoró para mí, ella siempre quiso que viviera aquí...
Tres golpes en la puerta interrumpen mi respuesta, llevo un dedo a mis labios para pedirle silencio porque conozco claramente esa forma de golpear.
—Sé que estás ahí —asegura la voz de Stéfano al otro lado de la puerta—. Perdóname, no sé qué pasó conmigo, ni en ese momento ni después...
No me queda mas remedio que abrir la puerta y salir rápidamente para que no siga hablando, lo guío lejos por el pasillo de una forma un poco evidente.
—¿Qué pasa? —interroga confundido— ¿Estás con alguien?
—Algo así... —respondo rápidamente.
De inmediato noto que eso puede malinterpretarse, no quiero que piense que estoy con otro chico, pero no puedo darle demasiadas explicaciones.
—No es lo que piensas... solo... no pudo hablar ahora, ¿Qué pasa?
—Estás molesta —afirma sin dudas llevando su mirada a mis ojos esquivos.
¡Claro que estoy molesta! Y me molesta más que se sorprenda por eso, ¿acaso no es obvio?
—¿Por qué debería? —Me mantengo seria y distante, no quiero aceptar cuanto me dolió esto ni siquiera para mí misma.
—Lo siento... sé que lo arruiné, de una forma muy estúpida. Había tomado, sabes que yo nunca tomo y de verdad estaba seguro que se me había bajado en cuanto vine a hablarte, pero no... Perdón, nunca fue mi intención faltarte el respeto, y mucho menos arruinar nuestra amistad de una forma tan inmadura.
Auch.
Solo me besó porque estaba borracho y ahora se está disculpando. No pensé que la humillación dolería tanto, aunque no estoy segura qué es lo que duele más; si la humillación de pensar que de verdad podría gustarle o que la amistad que teníamos ha desaparecido por completo.
Mi parte más fría hace su acto de presencia, nunca pensé que me iba a sentir tan vulnerable como para tener que levantar mis estructuras frente a él, pero me está haciendo más daño del que es consciente.
—Está bien —digo de forma distante—, solo fue un beso, no tienes que disculparte porque no tiene mas importancia que esa.
—¿De verdad? —Su voz sale extraña, no sé si está triste o se siente aliviado.
No soy capaz de mentirle en la cara de ese modo otra vez, así que evito responder y tragando el nudo en la garganta aparto mis ojos de los suyos para marcar nuevamente la distancia.
—Hablamos luego, no me gusta hacerlo esperar.
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Hola Pollitos 🐣
Dramas por aquí, dramas por allá, un drama te saludará 💔
La falta de comunicación de estos dos a veces me estresa un poco *se lavaba las manos*
Los quiero, y aunque el mundo arda aquí seguimos trabajando 😎
Estoy con un proyecto nuevo en el que espero que me apoyen como siempre, síganme en Instagram para más novedades 👀
Besos, mil besitos 💋
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