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Capítulo 9 [Maratón]

Vika Titarenko partió de regreso a su casa cargando recipientes con muestras de pastel para su hijo, su marido y su suegra, quien también vivía con ellos. Desde la ventana de la recepción, Kitty observó a la mujer perderse entre las sombras, como deseó horas atrás, cuando recién puso un pie en la posada.

Ya había pasado el primer peligro, sólo quedaba un par de ojos demasiado saludables bajo ese techo, ojos que la conocían de pies a cabeza y de adentro hacia afuera. Notaría el palpitar de sus labios, el rubor en sus mejillas y la incapacidad de invocar a la cordura, después de todo, ¿qué persona cuerda se agasajaba con un completo extraño —guapísimo, eso sí— teniendo a la vuelta de la esquina su boda? ¿Quién lo hacía en Novka?

«Es suicidio social», se recordó una y otra vez, así como evocó a cada rato los escasos pero ricos encuentros con Nikolai. Había sucedido de la nada, sin aviso, voraz. Un relámpago en el firmamento, eso, un relámpago.

Kitty se ocupó de recoger los trastes y retirar los restos comestibles de las charolas, envolvió los bloques de pastel y los almacenó en la panera de cristal. Limpió sus manos en el delantal antes de rescatar la fibra y sumergirla en el botecito con jabón para lavar los trastes. Intentó concentrarse en sus manos sobre el frío metal de las charolas, en el susurro del viento y el canto de los grillos.

Oyó a la perfección los pasos de Nikolai, que se fueron tornando más lentos conforme se acercó a la cocina. Kitty tragó saliva y urgió tranquilidad a sus manos, fallando un poco en el tema de los hombros.

—Kitty... —empezó Nikolai apoyando las manos en el borde de la isleta que ocupaba gran parte de la cocina, recinto hecho de ladrillos y madera oscura.

—Aquí no, Nikolai. —Indicó sin retirar la vista de la espuma rodeando sus manos, ¿la fibra? Bien, gracias. Perdida.

—Hay que hablar —insistió el joven. Sus manos se convirtieron en puños antes de extenderse de nuevo y pasárselas por el rostro.

Aquí no —dijo Kitty en un susurro que se amortiguó cuando abrió el grifo y comenzó a correr el agua.

"No" era una respuesta que Nikolai difícilmente aceptaba, y eso que intentaba ser tratado en palacio como una persona normal y acostumbraba escabullirse por las noches ataviado hasta el punto de no reconocimiento de los ciudadanos de su país, por lo que las negativas existían.

—¿Salimos? ¿Damos una vuelta a la redonda? Kitty, di un lugar —pidió Nikolai acelerando las palabras e intentando mantener la voz en buen nivel.

—No.

—Prácticamente me urgiste salir corriendo hace rato —señaló la mesa que se alcanzaba a ver más allá del marco de la puerta—. ¡Con la mirada, Kitty! Necesitamos hablar. No puedes andar escondiéndome de todos. Por Dios, no deberíamos estar en esto.

—¡SHHH! Vas a llamar la atención —le dedicó una mirada suplicante.

—Vayamos afuera a hablar.

—No.

Kitty cerró el grifo y se limpió las manos en el delantal, todavía de espaldas a Nikolai. Lo último que deseaba era girarse y ver la prisa de Nikolai por hablar, por resolver lo que había iniciado con un beso y los estaba consumiendo.

—Ki...

—¡Si nos ven y tenemos un desliz, me van a linchar! —dio un paso adelante y se quedó a medias de un segundo. La punta del zapato meneando contra el suelo.

—Entonces hablemos aquí. No hay necesidad de exponernos, tú estás limpiando y yo puedo hacerme un chocolate caliente o lo que sea —Kitty lo miró por encima del hombro con dos balas por ojos—. Yo limpio.

La sonrisa cosquilleó en los labios de Kitty, pero él no lo vio, ya había regresado a su posición anterior. Se veía las manos arrugadas por lavar platos, más tarde se pondría crema. No quería dañarlas.

Kitty relajó los hombros y soltó un suspiro.

—¿Qué quieres? —dijo finalmente. Se apoyó en el borde de la barra contraria a la isla, quedando en diagonal a Nikolai.

—Quiero saber qué quieres.

—Quiero más de lo que puedo pedir. ¿A qué quieres llegar, Nikolai? —Kitty soltó el lazo de su delantal y lo colgó en los ganchos en la pared.

Nikolai fue detrás de ella, siempre manteniendo una distancia prudente.

—A una respuesta —Kitty resopló—. ¿Quieres seguir? ¿Qué quieres tanto que te arriesgas?

—¿Todavía lo preguntas? Nos viste, Nikolai, ¡nos viste...! Es bastante obvio que no lo quiero a él.

Se le hizo un nudo en la garganta al recordar San Valentín y en cuanto sintió la cálida mano de Nikolai en su hombro, otro nudo se le formó en el estómago.

«No voltees, no voltees. Kitty, no lo hagas», escuchó su consciencia susurrarle, pero como bien hacen las protagonistas, lo hizo. ¿Qué tipo de plática era esa si le daba la espalda? ¿Qué diría eso de ella? Cobarde.

—Ya sé que no lo quieres a él, ¿pero yo qué papel tengo en esto? ¿Valgo tanto para un engaño?

—Y-y-y-o... —Kitty se encogió de hombros y Nikolai se derritió un poquito con el color en sus mejillas—. No quiero engañar a nadie, ¿sabes? Por más que no quiera a Ígor, lo aprecio como un amigo y sé que debo respetar mi compromiso, aunque desearía no estarlo... comprometida, me refiero —Nikolai sonrió, entendió a la primera a qué se refería—. Pero llegaste tú... y he fracasado en respetarlo... —mantuvo el contacto visual con él unos instantes, enseguida bajó la mirada a sus pies—. He perdido mi dignidad, ¿no? —rio con amargura.

—No creo, Kitty —Nikolai colocó el pulgar debajo del mentón y elevó el rostro de Kitty hacia él—. Un error no te condena, sólo convierte en pecador y, arrepentido, cualquiera puede expiar sus pecados.

Nikolai sonrió, con una pizca de pérdida en sus ojos. Ya había recolectado la información que necesitaba, entre líneas creyó encontrar el deseo último de Kitty así como su intención de seguir por el camino que marcaron para ella. Quizá de tener la conversación más adelante en su extraña relación, le hubiese propuesto una salida, en cambio, en ese momento no se atrevió. La conocía tan poco, sólo era su corazón rogando por estar cerca de ella. Podría cometer un error.

—¿Nikolai? —preguntó trayéndolo de regreso de su pensamiento.

Ese segundo que se mantuvieron la mirada fue el segundo más largo de la noche. Intercambiaron ideas, leyeron en los ojos del otro una pizca de los sueños que afloraban al dormir. Se entendían tan bien... ¿por qué se habían cruzado en tal momento desafortunado?

—Kitty —dijo finalmente sosteniendo su mejor sonrisa.

«Tan bella, mi Kitty...»

En un último acto, Nikolai hizo la reverencia más elegante y delicada ante una Ekaterina que desconocía qué hacía o por qué lo hacía. Retrocedió un paso ligeramente atemorizada y dudosa de cómo reaccionar, mientras que él bajó hasta que su rodilla derecha tocó el piso. Nikolai elevó la mirada, que mantuvo baja todo ese tiempo, y tomó su mano.

Sin despegar la vista de Kitty, le dio un cálido beso.

***

La luna había sido cómplice de muchos en Novka. ¿Cuántas veces no miró al otro lado para evitar condenas? ¿Cuántas sonrió ante dos amantes escurriéndose en los brazos del otro? ¿Cuándo no iluminó para que abrieran los ojos y viesen el oro rojo? Esa noche de luna llena brillaba con la intensidad de cien soles, sus estrellas la escoltaban con orgullo.

La luz que condena a unos, a otros los guía, les da una salida. Todo depende del ángulo y él bendijo a la luna por brindarle un torrente de luz para ver cuando las velas se apagaron. Entraba por la ventana tocándolos, cubriéndolos de una luz blanquecina que se agotaba a unos metros de distancia. Apenas podrían ver el enredo de las cobijas cayéndose del colchón.

No tenían ojos para eso, o tiempo. Pretendían robar hasta el último suspiro al sueño, que sucesivamente había luchado contra ellos y perdió por insistencia de los sentidos que despertaban con las caricias tanto de él como de ella.

Había probado ser una aprendiz veloz. La había sentado a horcajadas de él y la movió por la cintura en círculos hasta que agarró el ritmo. Sus manos dejaron de mover para presionar su tersa carne. Cerró los ojos y dejó que su cuerpo reaccionara, que hirviera y bombeara.

***

El sastre salió de la pequeña casa frotándose los brazos. Oyó ruidos de placer sin saber muy bien de dónde provenían. Miró a su alrededor y vio prendidas las luces de la choza de madera que sus vecinos tenían en el linde del bosque, supuso que habían buscado privacidad de sus hijos. Él también lo hizo una vez, cuando Danika era una niña y no quería sorpresas.

***

—Jóvenes —masculló el sastre negando con la cabeza.

Sus vecinos recién se habían mudado casi un año atrás por el descubrimiento de su bendición de San Valentín. Había sido un varoncito.

Atravesó su patio rumbo al granero.

***

—Sshh... —siseó tapándole la boca a la jovencita cuando sus gimoteos se volvieron más fuertes, él mismo luchó para contenerse.

Tiró del peló y estrelló sus bocas, acunó la cara de la chica.

Sintiéndose llegar a un punto sin retorno, se abandonó a él y pronto la embistió una ola de placer que la hizo estremecerse y callar fue una odisea imposible.

***

Recogió unos cilindros de leña destinados a la chimenea de su atelier, en el primer piso de la casa. El hijo del alcalde había pasado por allí esa tarde y las instrucciones que le dio, órdenes expresas de Vika Titarenko, requerirían más horas de trabajo que para otros trajes de novio. Al igual que leña de más para mantener el recinto acogedor, como le gustaba al sastre.

Primero oyó un tenue gemido, luego otro más fuerte acompañado de objetos moviéndose arriba. Polvo cayó del techo.

—Putísima madre —masculló sintiendo la cólera ascender por su pecho—. Maldito hijo de su reputa madre.

Reconoció los gemidos femeninos entre los ruidos masculinos y, empapándose la imaginación, no tardó en sentir la atmósfera del placer en cada rincón.

***

Habrá durado unos segundos, pero la dejó exhausta. Las ondas fueron disminuyendo, mientras se dejó caer sobre el pecho de su amante, igual de cansado y lleno que horas atrás.

—Te amo —susurró plantándole un beso en la frente cubierta por gotas de sudor.

Le arrancó una sonrisa, que al instante siguiente se convirtió en un lejano recuerdo. 


***

¡Hola~! Mi última semana ha sido una locura. Tarea, ajustes para grabar el corto final de cine, grabar el corto final de cine, cubrir la FILEY, tarea... escuela, dentista. En fin, espero me puedan perdonar la tardanza, jejeje. Habrá maratón, esperen el siguiente en unas horitas (lunes), maybe menos si veo que "wow, necesito el siguiente". 

Seguro ya se imaginan lo que va a suceder... ¿qué tal?


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