Capítulo 5
—Max.
—Nadie, no soy supersticiosa como ustedes.
Kitty se encogió de hombros, bajó la mirada a sus manos e intentó pensar en cualquier cosa ajena a su beso de San Valentín. Su reacción sería interpretada como una timidez por revelar lo que había hecho, la primera en atar cabos —erróneamente— fue Vera. Casi se cae del taburete por la emoción.
—¡Ekaterina! —Vera entrecerró los ojos y desplegó su sonrisa gatuna—. ¿Qué cosas hiciste? ¿Por fin surgió el amor entre Ígor y tú?
Se ganó una cara de terror no sólo de Kitty, sino de Anya.
—¡Claro que no! Obviamente tendré mi suerte, pero no por él.
—¿Quién te hizo el favor? —Anya se tapó la boca para menguar su risa.
—Alguien.
—¿Alguien quién? —Vera, siendo lo más cercana a la socialité que se lleva con todos, volvió a armar su telaraña mental tachando nombres y uniendo otros. Eliminando a Ígor, había pocos candidatos, si es que Kitty no iba por la vía «alterna»—. Tengo tres posibilidades, pero son tan poco probables que apuesto por el que nadie ha dicho... porque nadie lo ha dicho, duh.
—El forastero. —Le ganó Anya con poca emoción.
Haciéndose a la indiferente, Kitty tomó un sorbo de su té de menta y asintió con la cabeza.
—¡Por Dios! —Exclamó Anya por encima del grito de Vera.
La emoción provenía más por las mejillas sonrojadas de Kitty, que habían despertado incapaces de contener el recuerdo de la noche anterior y el cosquilleo en su piel. La joven no era un témpano de hielo, sin embargo, tampoco acostumbraba tirarse a los desconocidos. Esa era Vera en los festejos de primavera.
—¿Y se está quedando aquí? —se apresuró a preguntar, mientras se quitaba el cabello del rostro con un gesto veloz. Sus ojos resplandecieron, ¡chisme! ¡Lo amaba!
—¿Dónde más se estaría quedando? —Kitty rodó los ojos. Todos sabían que la única posada en el pueblo era la que sus padres tenían, y apenas tenían inquilinos—. Es una pregunta muy tonta, Vera.
Vera prosiguió como si no hubiese sido reprendida.
—¿Y qué vas a hacer?
—¿Cómo que qué voy a hacer?
—¡Te besó!
—¡Porque mi suerte dependía de ello?
—¿Por qué suena a pregunta? —Tomó una papa frita del tazón que tenían al centro y le dio una mordida sonriente. Sus ojos insinuaban la falta de seguridad de Kitty.
—¡Calla, Anya!
—Sí, Anya, no ayudas.
—Eres una estúpida, Vera.
Se escucharon ruidos en el pasillo. De inmediato, Kitty levantó la mano y la cerró en puño. Una conocida seña para que se callaran. Raudo cual alma que persigue el diablo, Nikolai cruzó por su campo de visión sosteniendo libros y un pequeño montoncito de hojas. Lo más curioso fue la pluma fuente que yacía cautiva entre sus dientes.
Tan sólo se alejaron los pasos de Nikolai, Vera estalló en emoción anticipada por un hecho que su mente pasional rápido forjó.
—¡Se está quedando aquí!
—Si Ígor se entera... —replicó Anya con especial chispa en sus ojos.
—Lo que piense Ígor no es de mi interés.
—Debería. —Señaló Vera, una vez más se quitó el cabello de encima, pero se movía demasiado. En segundos volvería a fastidiarla.
—Pero no...
—¿Por qué no lo quieres? Es muy lindo. —Interrumpió Vera.
—Dilo después de su constante insistencia con tener sexo.
—¿Le dijiste que no?
Anya rodó los ojos y murmuró un «niña estúpida». Kitty, en cambio, tuvo una reacción un poco más explosiva. Así eran de distintas.
—Obviamente le iba a decir que no, ¡si le digo que no todas y cada una de las veces que quiere poner su polla en mi boca! —resopló—. No iba a dejar que la pusiera en mi coño.
—¡Kitty! ¡Baja la voz! —refunfuñó Anya.
Acentuó el regaño con una papa frita voladora, que cayó justo en su cabeza. Kitty frunció la nariz, se inclinó al suelo por la papa y se la comió. Cinco segundos no dañan a nadie, es la regla.
—¡Te va a escuchar tu mamá!
—¡Que me escuche! —se chupó un dedo—. Es su culpa por venderme al diablo.
—Bueno —Vera se encogió de hombros—, digamos que las otras opciones de matrimonio tampoco son tan numerosas...
—Desventajas de pueblo chico... —continuó Anya.
—Y mayoría femenina... —Finalizó la más joven.
—Uh... estamos jodidas.
—Ay, niñas. Aspiren a algo más que ser esposas.
—¿Como tener una aventura con un extranjero? —Preguntó Vera haciéndole ojitos a la única con altas posibilidades de cometer tal acto.
—¡Oh, Dios! ¡No! —Kitty se levantó negando con la cabeza y tocándose las cejas con los dedos.
—No todo es hombres.
—¡Pero sí parte!
—Estas nuevas generaciones... —Anya y Kitty intercambiaron una mirada que revelaba toda la desesperanza que cargaba esa frase.
—De verdad estamos jodidas. —Agregó Kitty.
***
¡Espero les haya gustado! Mil disculpas por la tardanza, sucede que me enfermé bien feo de catarro y se me juntó con los exámenes.
Por si las dudas, sí, Nikolai estaba bajando a escribir la carta a su madre :)
Eh... un poco de rollo cronológico, pero nunca será un brinco tan feo (y sólo en cartas).
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