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Capítulo 30

ÚLTIMO CAPÍTULO ANTES DE EMPEZAR CON EL MATERIAL 100% NUEVO. Se encontrarán comentarios que no cuadren porque #cambios.

Ekaterina hubiese agradecido esa respuesta plagada de convicción tiempo atrás. En el fondo deseó que Nikolai la hallara, que no la dejara sola y le explicara todo lo sucedido en los últimos días. Desde el secretismo en torno a su identidad hasta su repentino cambio de corazón. En cambio, la soledad la abrazó y la voz en su cabeza la llenó de ideas; tan constante que había dejado de cuestionarse su procedencia. Venía del interior, ¿quién más podía ser?

Con la llegada de Nikolai, la voz calló, simplemente se esfumó. Kitty por fin se enfocó en calmar su respiración y liberar su mente de cualquier rastro negativo. Respiró profundamente, mientras imaginaba que su mente era un lienzo blanco, brillante. A lo lejos, oyó a Nikolai. Kitty, la llamaba con una voz tan vacilante como dulce. Como ella, Nikolai desconocía la forma para acercarse a desenredar lo que la omisión creó.

El recuerdo avivó la llama que Ekaterina luchaba por mantener al margen. No quería verle la cara, ese simple hecho conseguía que su sangre borboteara, quizá le soltaría un golpe por mero impulso. Oh, Dios. Kitty apretó su rostro contra el edredón y volvió a esforzarse. Quería una explicación, conseguiría su explicación... en cuanto calmara sus impulsos. ¡Santo berrinche armó! En ese momento quiso tirarle la casa de ser posible, pero a su alcance solo tenía un frasco. Nikolai esquivó el frasco de cristal, este se estrelló contra la pared, a un costado de la puerta; el frasco se convirtió en añicos.

—Vete.

El príncipe volvió a negar, hablaba en serio cuando decía que no la dejaría sola, mucho menos en ese estado mental tan destructivo. Jamás la había visto así, tan dolida. Para él, Kitty era risas y alegría... ¿no había notado el cambio?

—¡Vete de una vez! —chilló. Las lágrimas volvieron a atacar, Nikolai dio un paso al frente con la intención de abrazarla. Kitty se limpió las lágrimas con la mano libre—. De todas formas te vas a ir, ¿para qué quedarte más? Solo vete.

—Porque no te quiero dejar.

Kitty se quedó atónita, la declaración hizo que por fin lo voltease a ver. Nikolai aprovechó para acortar la distancia. Para cuando Kitty salió de su asombro, Nikolai ya estaba en el borde de la cama. Entonces, la joven retrocedió para evitar ser alcanzada, atrapada. Se conocía, terminaría deshecha en los brazos de Nikolai; su corazón martilleaba a favor de sus sentimientos, era su razón la que intentaba salvarla.

—Me mentiste. —Kitty se escudó con sus brazos.

—Y lo lamento.

Esa carita de cachorro perdido... ¡era injusto! Nikolai se veía inocente, como si no cayese ni una gota de culpa sobre él. Sin embargo, sólo era un acto para que Kitty bajase la guardia; a lo que ella respondió con una cachetada, aunque Nikolai la interceptó antes de tener que explicar un moretón en la mejilla.

—¡Suéltame! —gritó, pero con su forcejeo Nikolai colocó suficiente fuerza para que no se soltara.

—Siento mucho que las cosas resultaran así —empezó Nikolai sosteniéndole la mirada a Kitty, el verde en sus ojos lucía más oscuro, como si respondiese a su estado de ánimo—. Te mentiría de decirte que te iba a confesar que soy un príncipe, pero la verdad es que no estaba en mis prioridades. Quería quedarme aquí y en Novka no hay motivo para ser un príncipe, no hay nada por lo que deba ser un príncipe.

De una manera u otra, sólo empeoró las cosas.

—¿Y qué si estaba en tus prioridades? —Lo agarró del cuello de la camisa y lo obligó a bajar a su altura, que no era mucha la diferencia. Nikolai notó su respiración acelerada, también una tenue capa roja cubriendo áreas de su piel—. ¿Aprovecharte de la pobrecita atrapada en un compromiso indeseado e ilusionarla con un romance perfecto?

Un relámpago de dolor cruzó por la cara de Nikolai, sus cejas subieron y bajaron veloces. ¿Así pensaba de él? Su corazón se estrujó. Kitty supo que había dado en la diana, donde a Nikolai más le dolía. ¿Pero por qué no sentía un ápice de regocijo? En cambio, se convirtió en el vivo reflejo de Nikolai, de su dolor.

—¿Una conquista más? Seguro tus amigos te aplaudirán. —Sus palabras solo sirvieron para clavarse más dagas en el pecho. A ese paso terminaría lastimándose más por su propia lengua que por las acciones de Nikolai.

Kitty bajó la mirada de los ojos de Nikolai a sus labios y finalmente a la mano que lo sostenía por el cuello de la camisa.

—De regresar a Minsk no te presumiría —Kitty volvió a subir la vista, un poquito de claridad se asomó—, no como una conquista, Kitty. No eres ni media conquista, porque las conquistas son pasajeras y tú no.

«¿Qué tienes tú que el príncipe no pueda encontrar en una más bella y rica que tú?»

—¡No! ¡Cállate!

Kitty cerró los ojos y se tapó las orejas con las manos. Un impulso más, un mecanismo de protección, aunque ya sabía que no ayudaría a escuchar menos la voz. La confianza que tenía Kitty en sí misma era frágil, producto de la voz en su interior, de sentirse muñeca, un juguete. Nikolai comprendió que necesitaría calmarla antes de poder dialogar con ella, en ese estado sería en vano.

—Sí, soy príncipe —murmuró Nikolai arrodillándose frente a Kitty. Una mano le pedía ser posada en la mejilla de la joven, asegurarle con un suave gesto que allí estaba para ella—. Y no te lo dije...

—¿Por qué? —cuestionó Kitty igualando el volumen de Nikolai, era un diálogo entre susurros a escasa distancia uno del otro. El cabello de Kitty casi rozaba a Nikolai, quien podría tomar el borde de su vestido con solo estirar un poco los dedos, pero los mantuvo aferrados a las sábanas—. ¿Por qué nunca me dijiste? Así... así... al menos ya estaría preparada para tu partida, porque te irás. ¿No es así? —se quitó el cabello de los ojos, y dejó que Nikolai colocara un mechón detrás de su oreja—. Te vas a ir, ¿verdad?

La respuesta llegó en un silencio, después afirmó con la cabeza y una triste sonrisa apareció en su rostro.

—Sí... —Era la primera vez que lo aceptaba. Sí, se iría, no tenía otra opción. Era su único deber con la Corona y su país, nunca le pidieron nada ni le impusieron trabajos. Había sido criado con la idea de servir a su nación cuando lo necesitara, hasta entonces debía prepararse y Nikolai había aprendido todo lo existente en los campos de entrenamiento, las aulas y las bibliotecas—. Todavía no sé cuándo será. En un par de días, quizá... tengo cosas que arreglar. Hice muchas cosas en este mes y medio, ¿puedes creerlo? —sonrió, esta vez con emoción en los ojos.

Para Kitty fue imposible reprimir la sonrisa. Nikolai decía la absoluta verdad, mucho había sucedido desde su llegada. Catorce de febrero, ni siquiera era mes y medio.

«Me enamoré de ti tan rápido...»

Ekaterina contempló las facciones de Nikolai, detalle a detalle, para grabarlo en su memoria. Sin darse cuenta, el enojo de Kitty aminoró. Ese era el encanto de Nikolai, no había forma de permanecer molesta, irritada o dolida frente a él. Sin embargo, había una pregunta atorada en la garganta de Ekaterina, una única pregunta oscureciendo su horizonte.

—¿Hiciste todo consciente de tu eventual partida? —le dolió, su corazón se estrujó—. ¿Así es como termina?

—Yo quería... yo quería más contigo, Kitty, mucho más —intercambió su lugar en el suelo por un pequeño espacio al lado de Ekaterina, tomó su mano y se la llevó a los labios—. Pero todo eso tendrá que esperar. Créeme, por favor, cuando te digo que no estaba en mis planes. Nunca estuvo. Nunca cruzó por mi mente la idea de dejarte. Yo... yo no quiero irme. No quiero que me traten como príncipe de nuevo... —elevó la vista al techo—. Quién sabe cómo me tratarán ahora.

Un cálido silencio se posó entre ellos, cada uno absorto en sus propios pensamientos. ¿Qué pasaría a continuación? Ninguno lo sabía y la incertidumbre los corroía a su modo. Kitty se llenó de preguntas, un par muy alejadas del inicio; Nikolai, de imágenes y posibles escenarios en el Palacio. Su hermano —el rey— yacía comatoso y su esposa no se apartaba de su lado. Regresaría para encontrarse un mundo nuevo, este sí que sería nuevo. Sabía todo en teoría, nunca en la práctica. Si bien había una maldición corriendo por su familia, una que al final ponía al segundo príncipe en el trono, poco lo involucraron en cuestiones de gobernanza.

«Siempre fue Ivan...»

—Que extraño...

—¿Qué es extraño? —inquirió Ekaterina, sus palabras sonaron lentas y somnolientas.

Ese era el momento, la ventana perfecta para revelarle el último de sus secretos y enmendar por completo el camino de la relación que quería mantener con Kitty.

—Cuando dije que mi familia está maldita... bueno, es una realidad —Kitty frunció el entrecejo, ¿qué? ¿Maldición? ¿Era eso posible? Novka tenía tradiciones y fuertes relaciones con ideas sobrenaturales, ¿también en el exterior?—. Llevamos ciento veinte años con esta maldición... que nadie sabe cómo romper.

—Pero tú luces... normal, no hay nada raro...

Nikolai sonrió.

—No es una maldición visible, enmaraña nuestras relaciones y nos conduce por caminos que nunca imaginamos para llegar al mismo punto... —sin la voluntad para cambiar sus impulsos, le dio un suave beso en la comisura de los labios mientras la rodeaba con un brazo. Entonces, Nikolai se dejó caer de espaldas arrastrando a Kitty consigo—. ¿No es extraño? La maldición dicta que habrá dos príncipes Sumarkov, el mayor será coronado y el menor desaparecerá sólo para regresar siendo rey. A mí no me prepararon para ser rey, no tuve la misma educación que Ivan. A comparación de él, yo crecí con la libertad de mi lado.

—¿Por qué? ¿No se supone que por la maldición tú serás rey? ¿Por qué no te prepararon igual?

—No me lo pregunté hasta ahora.

—¿Será que no vas a ser rey?

—Oh, ojalá. Me vine al fin del mundo para no regresar. Una región difícil de alcanzar, difícil de salir. —Kitty se giró para quedar sobre su estómago y verlo de nuevo a los ojos.

—El tren no venía tanto porque el clima no lo permitía. Ilya tampoco navegaba tan seguido, el mar no estaba en calma. ¿También es parte de la maldición?

—Quizá cuando está en marcha ustedes aparecen en el mapa y el clima cambia.

—No quiero eso... —Kitty calló tras sumirse en sus pensamientos, solo para regresar unos segundos después—. Tu maldición... ¿es solo ser rey?

—Y que mi hermano muera, sí.

—¿Por qué alguien les pondría una maldición así?

Las palabras del Archiduque acudieron a la mente de Nikolai, ¿por qué le había dicho eso?

—Venganza, quizá. No sé, no creo que alguien entienda del todo lo que sucedió o está sucediendo. Mi mamá parece saber y el Archiduque también, pero ninguno habla. El Archiduque habla en clave, acertijos.

—Quizá es parte de la maldición... el no poder hablar.

—¿Ya estamos bien? —Ekaterina parpadeó.

Pasaron unos minutos en los que Nikolai aceptó que eran utilizados para evaluar la situación. Kitty estaba en su derecho, solo ella sabía cómo se sentía y si podía seguir así, a su lado.

—¿Quién era la mujer que abrazaste en la ceremonia de ayer?

Oh... ahora fue Nikolai el que se llevó las manos a la cara, soltó un largo suspiro. Así que eso había desencadenado el último arrebato de Ekaterina... la cereza del pastel. Kitty lo vio abrazar a una mujer desconocida después de escuchar que era un príncipe y se iría. Una desgracia detrás de otra, con razón la encontró tan mal... aunque desconocía el gran tormento: la voz.

—Es mi madre, Ekaterina. No me digas que estabas celosa de mi madre...

—Sí, no parecía tu madre.

Y le sonrió, por fin, Kitty le dedicó una de sus bonitas sonrisas con todos los dientes en evidencia y los ojos entrecerrados por gracia de sus mejillas.

—Hay algo que quiero mostrarte. 

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