Capítulo 28
ME ALIMENTO DE COMENTARIOS. XOXO
Los rumores vuelan, ¿dónde no? Novka se enteró de la llegada de Natalia en cuanto se vislumbró su cabellera dorada bajando de barco solitario en el puerto. Una mujer rondando los cincuenta años que en definitiva no los aparentaba, era bellísima hasta las estrellas. Los creyentes fervorosos dirían que alguien había recibido la bendición de la primavera. Si no, ¿por qué estaría semejante mujer en Novka? ¡Y acompañada de Katharina! ¡La Duquesa de Usovo en Novka! ¡En definitiva era una bendición! Otra como Nikolai, pero para los hombres jóvenes. Se hicieron rumores, corrieron y pasaron de boca en boca. Novka un pueblo de románticos empedernidos o personas con una seria obsesión por el amor, una de las dos... ¿o ambas?
Llegaron a tiempo para presenciar el inicio de los eventos en celebración del equinoccio de primavera, una de las tantas festividades de Novka. Unos fiesteros natos, ¡cualquier cosa se convertía en fiesta del pueblo! San Valentín por el origen, bueno, ¿pero el equinoccio de primavera? Nikolai no lo comprendía, en cambio, su madre y Katharina sí. La primavera coincidía con el inicio de la siembra y como pueblo rodeado de plantaciones y abundancia de producción agrícola, significaba el inicio de una temporada de arduo trabajo para posteriormente disfrutar de los alimentos. La Primavera era el inicio de la vida en Novka.
Para Natalia caminar por las calles de Novka era como viajar en el tiempo. En su juventud, décadas atrás, había sido el motivo de cientos de visitas con Dante y la Duquesa de Gérolstein. Pasar el verano en Novka era obligatorio, o al menos un par de semanas. Ya allí, sin necesidad de recurrir a sus recuerdos, Natalia contempló los adornos florales en las ventanas de las casas, los banderinas de tela con figuras doradas y vibrantes colores que anunciaban el verano. Un par de casas presumían fachadas recién pintadas, seguramente para el festejo.
—Pensé que nunca regresaría —murmuró la madre de Nikolai recorriendo una calle estrecha que desembocaba en la plaza principal. La gente fluía a su alrededor marcando un camino invisible que las mujeres decidieron seguir.
Katharina sonrió a su lado.
—Cosas inesperadas suceden en momentos inesperados.
Sus palabras detuvieron a Natalia en seco, mas Katharina siguió su camino con una amplia sonrisa y las manos entrelazadas detrás de su espalda. Frases certeras como la del muchacho al que se debía tan largo viaje y de él ni rastro. ¿Sería momento de emprender la búsqueda? Natalia lo consideró, aunque su atención yacía en la Duquesa. La joven le recordaba a su hijo mayor, muy elegante y consciente de su posición, una joven de la realeza y si el juego corría de nuevo, si ella era la protegida del Archiduque... ¿de dónde era ella? ¿Cuál era su pasado? La Duquesa de Gerólestein no sería su verdadera abuela, era imposible.
Natalia sabía muy bien el papel de las Duquesas protegidas por el Archiduque, sus historias eran similares. Una historia más trágica que otra. La reina madre suspiró y rezó para dejar la preocupación en segundo plano por unas horas. Prometió disfrutar el baile al que todos se dirigían, sólo el baile. Después buscaría a su hijo, él estaba bien; seguro. Además, sabía que si se había acoplado al pueblo —de estar en él, claro—, lo hallaría ahí.
***
No muy lejos de donde el Nobraska tiraba el ancla cuando Nikolai bajaba a tierra por fresas de Berrie Farm, había una bahía con una plataforma edificada en piedra negra con diminutos caminitos blancos y dorados. A los costados se alzaban dos pilares desde el lecho marino. Incluso viéndolas desde la plaza, un extraño cuadro con vista al mar, daba la impresión de ser columnas de agua en perpetuo movimiento.
—No veo una sola nube —comentó Vera husmeando al borde de la carpa, con una mano sostenía parte de la lona que fungía como pared—. Hay gente, eso sí.
La plaza comenzó a llenarse. Había espectadores sentados en los botes viejos desperdigados alrededor de la plataforma ceremonial, niños ocupando el espacio justo enfrente, parados y sentados por igual. También comenzaban a ocupar las gradas de metal que colocaron para el evento.
—¡Bendito sea! —Exclamó Kitty colocándose los últimos invisibles en su arreglo. Como el resto de las chicas, se hizo un recogido trenzado que formaba un chongo. Le caían dos mechones al costado del rostro—. ¿Qué tal se ve? Ando adivinando, sólo traje un espejo... no sé por qué —palpó su cabello cobrizo con la mano.
—Quedó muy bien. —Señaló Anya después de darle un vistazo veloz, pues le ataba las cintas del cabello a Danika.
Vera se volteó y fue a sentarse delante de Kitty, la sonrisa que tenía en el rostro no presagiaba nada bueno.
—¿Escucharon? La Duquesa Katharina y una rubia tan elegante como ella llegaron a Novka.
—¿De verdad? —inquirió Danika—. Que curioso... de repente nos llega gente. Primero Nikolai —Kitty bajó la vista a su fino pantalón azul rey con pedrería dorada, era hermoso y abombado, aunque marcaba sus caderas y dejaba a la vista su estrecha cinturita—, ¿y ahora ellas? Quizá ya estamos en el mapa, por fin.
—Oh, ni lo digas —masculló Kitty, cerró las manos con la tela de por medio—. ¿Más forasteros? Siempre se van, ¡siempre! —chilló.
—Uno no tiene que andar detrás de ellos, Kitty, pueden ser simples turistas... —señaló Anya severa, la voz de la razón como siempre. Se ganó una mirada de pocos amigos, pero no le importó—. Vienen, están uno o dos días... y adiós.
—Ni siquiera son forasteros en forma, es la Duquesa de Usovo y una amiga seguramente. —Replicó Danika.
Kitty no respondió, el breve intercambio de palabras fue suficiente para que la sospecha se convirtiera en certeza. Los tórtolos se habían peleado, ¿pero hasta qué grado? Suficiente para mantener a Kitty perdida en sus pensamientos, errando a cada rato en los ensayos y frustrada por su incapacidad de mantener el ritmo. Vaya problema que era. Antes se habían preocupado de que Danika las dejara mal, ahora Kitty.
Restaba un milagro.
***
Nikolai era una de las personas sentadas en una lancha vieja volteada. En definitiva, no tendría a Kitty tan cerca como la primera vez que la vio bailar, pero podría distinguir sus facciones. Además,era un sitio cómodo, se había quitado los zapatos y su piel se estremecía con la textura de la arena húmeda y el ir y venir de las olas.
Nadie le preguntó si iba a ir o le informó que era persona non grata para efecto de la celebración. Kitty ni siquiera había hecho referencia al evento entre las breves palabras que intercambiaron desde ese horrible día que salió a la luz su bendito título de príncipe. En realidad, sólo servía la comida —porque no dejaba que él lo hiciera— y retiraba los platos para lavarlos —tampoco permitía que pisara la cocina.
«Como si tuviese que servirme», pensó Nikolai con un nudo en la garganta.
Los tambores empezaron a sonar seguidos del resto de los instrumentos, marcando un paso suave que se unía a la armonía de las olas que rompían contra la plataforma. Las bailarinas terminarían empapadas esa noche, seguro. Con el inicio de la música, los asistentes se acercaron a la plataforma. Solo dejaron el pasillo reglamentario para la entrada ceremonial del cuarteto.
El príncipe se irguió y estiró el cuello para ver por encima de la gente. Halló a Kitty de inmediato, partía plaza con la mirada en alto, segura y elegante; sin un solo rastro del cúmulo de emociones que aún la atormentaban. Era la última en la fila y nuevamente destacaba por su vestimenta de color único entre las cuatro. Las telas de su traje eran de una rica gama de azules adornados con bordados dorados, mientras que el resto de las chicas bailarían en rojo y plateado.
«Que hermosa se ve.»
Las chicas se acomodaron en la plataforma, intercambiaron miradas y en cuanto la música cambió para dar inicio a la danza, se transformaron en las flores que coqueteaban al viento, al sol y el agua. Notó que Kitty había cerrado los ojos, una fase que correspondía a la entrega total a la música y su propio cuerpo.
Había escuchado tantas quejas de Kitty que esperó ver su energía atenuada a comparación de sus compañeras, pero todos esos "mamá, no me sale nada bien", "me atraso" y "hoy tuve dos pies izquierdos" parecieron palabras carentes de significado. Sus movimientos tan precisos como siempre, sensuales y llenos de la elegancia que la caracterizaba. Tenía una chaqueta corta a juego con su pantalón, pero nunca se pasó con el tamaño de los pasos, así que esa chaqueta jamás mostró un centímetro más de lo debido.
Nuevamente, hechizado, no pudo quitar la mirada de Kitty. Menos cuando esta abrió los ojos y los clavó en él, tal como si hubiese notado la adoración que transmitían. Tragó fuerte, fue el único segundo que perdió la concentración. El baile prosiguió y hacia el final... las preguntas comenzaron a bombardearla.
«¿Por qué? ¿Por qué, Nikolai?»
Los últimos rayos de sol marcaron su silueta, Nikolai deseó ser esos rayos de sol. Separó los labios e inhaló incapaz de tragar tanta belleza por los ojos.
«¿En qué estaba pensando? Un príncipe... ¡Un príncipe! ¿Qué tenía en el pecho?»
A Nikolai le dolió el pecho. Por el rostro de Kitty había pasado un repentino grito silencioso, una recriminación más por su error. Una gota de dolor, genuino y contagioso. Se levantó dispuesto a interceptarla cuando bajara de la plataforma, no le importaba ser visto o el protocolo. No podía pasar más tiempo sin explicarse, ¡no podía! Kitty ya había hecho todo lo posible para no pasar un segundo sola con él y lo aceptó, lo aceptó muy consciente de su error, pero ya no podñia más. Era su turno de hacer algo.
«¿Qué fui?», continuaron las preguntas de Kitty, atormentándola.
—Nikolai —oyó una voz femenina tan conocida que su piel se heló y el corazón se le detuvo—. ¿Nikolai?
Giró a la derecha y la vio a escasos metros de él. Su madre. Estaba allí, en Novka. Aunque tenía marcas de cansancio en el rostro, ojeras pronunciadas y una palidez inusual, la reina madre sonreía. ¿Qué tanto había pasado?, se preguntó Nikolai y de inmediato vio lágrimas en los ojos de su madre.
—Mi Nikolai —estrechó a su hijo más pequeño entre sus brazos—. Oh, Kolya. Te encontré.
Lo abrazó como una madre que teme que su hijo se le escurra entre los dedos, porque hasta unos segundos antes tenía a un hijo desaparecido y a otro postrado en una cama. Nikolai acarició su cabello y le aseguró, con una sonrisa en los labios, que todo estaría bien. ¿Realmente sería así? Sabía que no, una mentira piadosa.
Nada estaba bien, menos cuando la gente aplaudió y se separaron. Nikolai volteó y quedó tan petrificado como Kitty ahí arriba. Pálida y con los brazos cayendo a sus costados. A unos metros de ella veía a una mujer en los brazos del hombre por el que estaba en crisis gracias a un engaño, porque así lo había nombrado, un engaño.
A la distancia, cualquier mujer de espaldas se veía igual... ¿y Natalia? Siempre bella, siempre joven... no ayudaba.
***
NOS LEEMOS EN LOS COMENTARIOS.
PREGUNTA, ESTOY PENSANDO EN ACTUALIZAR UN DÍA A LA SEMANA (BICOS WORK & OTHER PROJECTS IN LIFE), LES PARECE EL FIN DE SEMANA?
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