Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26

LES LEVANTARÉ UN MONUMENTO SI COMENTAN. SON UNOS SOLES.


Sí, eso era todo lo que había en esa persona que Nikolai luchaba por mantener ahí, en Novka. En el individuo que él quería ser en Novka no cabía espacio para un príncipe proveniente de un país más allá de las montañas. Un príncipe que no quería ser príncipe, un príncipe cuyo único fantasma era la condena de una corona que no quería, una maldición que puso a su padre en el trono.

Y si no veía a la persona en el espejo, si nadie sabía título y maldición, no existía. Quedaba en el pasado. Era lo único que Nikolai quería, dejar atrás al joven que creció en el Palacio Zhar-Ptitsa, rodeado de lujos y la tormenta cerniéndose sobre él constantemente.

Lejos del origen de la maldición, de la corona, se creía libre.

Lejos de su hermano, no había distracción que lo matara, porque esa había sido la constante en todas las generaciones.

Y sin embargo... el príncipe que era acechaba en los rincones de su mente.

«Aquí estoy, mentiroso.»

—No hay más —insistió sosteniendo a Ekaterina de las mejillas. Ojos verdes, nunca los había visto tan intensos, como veneno líquido. Tragó fuerte, lo mataría de saberse engañada—. Tengo un pasado, como todos, pero...

«Debería decirle... debería», y la duda corría de nuevo. ¿Y si dejaba de ser Nikolai y comenzaba a correrle el trato que se le da a un príncipe? No quería ser "Su Alteza Real" para Ekaterina.

—¿Pero? —dijo Kitty posando sus manos encima de las de Nikolai.

—No quiero ser ese Nikolai de nuevo, aquí no necesito ser esa persona. ¿De qué me sirve un título? —Levantó la vista al cielo y tarde se percató de lo que acababa de decir, si seguía por el mismo camino, terminaría por soltar la sopa sin darse cuenta.

—¿Qué título?

Nikolai regresó la mirada a Ekaterina, confundida y deseosa de entender de qué hablaba. Por un segundo, pensó que podía decirle, que podía confiarle su secreto y convertirse en lo que fuese que le tocara. ¡Capaz se lo decía y no le creía! Después de todo, ¿cuál es la posibilidad de enamorarse de un príncipe? Nikolai quiso reír, sonaba improbable y sin embargo ahí estaban. Un príncipe y una pueblerina... ¿qué tipo de cuento estaban viviendo?

—¡Ekaterina! —se oyó el grito de su madre.

—Oh, mierda.

***

Hay lugares que incluso para una reina son un sueño. Para Natalia, Reina madre, regresar a Usovo representaba su sueño, un anhelo del alma. Desde el momento que partió, deseó regresar. Lo tomó como un sacrificio por el amor, primero, hacia su esposo y posteriormente hacia una nación que la acogió.

Sin embargo, nunca quiso regresar en los términos que la llevaron a subir al viejo tren con el corazón en la garganta y el pensamiento dividido en dos personas distintas, su primogénito accidentado y su segundo desaparecido. En ningún lugar había la certeza de bienestar y seguridad.

«El paradero de Nikolai es sólo una sospecha», se dijo contemplando la oscuridad detrás de la ventana del tren.

Más allá de las montañas, y una eternidad de horas de camino, sabía que encontraría su refugio, Usovo, y el rincón de sus veranos favoritos, Novka. Sólo esa certeza tenía. Quizá, de ir en unas vacaciones, hubiese tomado unas horas para un té con la duquesa de Gérolstein o asistiría a un brunch en Casa Pravda con Dante y Penélope.

«Personas... ¿personas? Personas tan peculiares en mi juventud.»

El tren paró en Novka.

La figura solitaria esperando en el andén llamó la atención de Natalia. Era un hombre alto, robusto por el trabajo que conllevaba su oficio de marinero, bronceado y con el vello facial de varios días. Imposible que Natalia no lo reconociera de inmediato. Sonrió cortés y se acomodó en su asiento cuando el hombre subió al tren, cortando el contacto visual hasta que fue necesario.

—Ilya —dijo Natalia cuando éste atravesó la puerta del vagón.

—Los años han pasado, Natasha —saludó Ilya absorbiendo la apariencia de la reina madre. Los años habrán pasado, pero ella seguía luciendo tal y como él la recordaba, si acaso... una arruga y el cansancio de una madre en pena— y sigues siendo la flor de primavera.

—Y tú te has convertido en todo un marinero, pero eso fue lo que siempre deseaste. ¿No es así? —Ilya cruzó el pasillo y se sentó enfrente de Natalia. No hubo reverencia, nada.

—Querías ojos y oídos en el Corredor. —Recordó Ilya con severidad.

Natalia esbozó la sonrisa que Ilya tanto había temido en Zhar-Ptitsa, la sonrisa de una reina que tiene todo el juego de ajedrez planeado. Por más amigos que fueron, él su jefe de guardias, su papel siempre estuvo delineado.

—Para que me mantuviesen al tanto del avance de cierta maldición.

—Tu hijo está donde debe estar, ya conoces la maldición. —Ilya suspiró. ¿Para qué accedió a la petición de Natalia? Pudo hacerse pendejo y no mostrar ni la nariz por allí, en cambio, ahora estaba siendo regañado—. Necesitarás a alguien más que suelte la sopa.

—Iván está en coma, necesito a Nikolai en casa. ¿Dónde está? —exigió Natalia entrelazando las manos en el regazo, los ojos afilados de un tigre en acecho.

—¿Para instaurar una regencia? —Ilya se inclinó con las manos entrelazadas. Fue entonces cuando Natalia notó el cansancio marcado en las líneas circundantes a sus ojos, pero también residía una chispa de conocimiento que no había estado antes, así como de rebeldía—. Nikolai no es como Konstantin, gracias al cielo tampoco como Iván. —Natalia tensó la mandíbula, molesta, en definitiva. Su jueguito no le estaba resultando—. No puedes anclar a Kolya a Minsk. Lo he visto, Natalia, no es para la Corona.

El silbato del tren sonó por primera vez, una llamada de atención, pronto partiría y quien fuese a abordar, o bajar, ya le quedaba poco tiempo.

—Se enamoró ¿verdad? —Preguntó Natalia viendo a Ilya ponerse de pie, él no iría con ella a Usovo. Había sido un hilo de voz, su mirada era más suave, más maternal.

Ilya hizo un movimiento afirmativo con la cabeza.

—¿Quién es?

—Déjalo ser, por favor —suplicó el capitán en favor de su pupilo—. No es la Duquesa, como siempre deseaste, pero es mejor y buena para Nikolai.

El tren volvió a silbar.

—Los has visto.

Ilya volvió a hacer el mismo gesto, acto seguido, bajó del tren.

***

Kitty tuvo suerte de recibir un regaño y "horas de trabajo en la cocina". El regaño pudo ir peor. Cuando vio a su madre aparecer en las aguas termales temió que la regresaría jalándola de los cabellos, en cambio, la hizo caminar al frente y solita clavó sus ojos al suelo. Pálida, pálida, pálida; Kitty tuvo cara de muerte el resto de la noche.

En vista de los castigos e ideas tradicionales —en ciertos temas— que reinaban en Novka, Nikolai esperó golpes y lloriqueos hasta el amanecer. Vaya sorpresa se llevó cuando la regañiza se hizo en voz baja, posteriormente un silencio estridente se apoderó de la pensión. Aunque se preocupó de Kitty, no se atrevió a visitarla esa noche.

«Con las aguas tan turbias mejor me quedo al margen», pensó durante la ducha nocturna que tomó por los ruegos de su cuerpo. Había quedado helado tras la caminata en el bosque, un chocolate caliente no había sido suficiente y con la posibilidad de un baño hirviendo... bueno, el sueño pudo esperar.

***

Toc, toc, toc.

Se removió en su cama; en su sueño miró en distintas direcciones intentando descifrar el origen del ruido. Toc, toc, toc. ¿Quién osaba interrumpir su sueño reparador habiéndose dormido en la madrugada? Nikolai recién abrió sus ojos, dos rendijas absorbieron la habitación y la puerta frente a él.

«¿Eeehh...?»

Toc, toc...

—Creo que está muy dormido. —Dijo Grigori detrás de la puerta, su voz chillona no se confundía. ¿Con quién hablaba?

—Siempre está despierto a esta hora. —Farfulló su hermana de paso.

«¿Kitty?»

Nikolai se incorporó, paseó la vista por la habitación y se arrimó al borde de la cama. Un pinchazo en la cabeza le dio los buenos días, masculló una palabrota y se pasó las manos por el cabello.

—¿Qué pasó? —Levantó la voz adormilada lo suficiente para hacerse escuchar de un extremo a otro de la habitación, y más allá.

—¡Nikolai! ¡Perdón! —se imaginó a Grigori avergonzado, quizá buscando la ayuda de su hermana, quien seguramente terminaba de bajar los últimos escalones—. Ilya te está buscando.

«¿Ilya?»

—Dice que es urgente...

—Bajo, gracias.

La verdad, Ilya no había dicho que era urgente, tampoco mandó despertar a Nikolai. En realidad, sólo había preguntado por Nikolai. Su cara de "no he dormido en días" —cuando sólo fue problema de una noche— causó ruido al más pequeño de la familia Vólkov y corrió por el príncipe.

Nikolai recién se puso un pantalón y una camisa blanca con ese corte de mangas anchas que era común en Novka. Intentó domar su cabellera, intentó, porque no supo qué hacer con los rizos que comenzaban a aparecer en las puntas acariciando su cuello y varios mechones no se quedaban quietos en su cabeza.

—Buenos días. —Saludó Nikolai haciendo una entrada triunfal en el lobby de la posada.

Ilya se levantó del sillón por la simple costumbre de seguir el protocolo, recibió una sonrisa de Nikolai y una indicación para que tomara asiento.

—¿Mala noche? —Preguntó Ilya. La respuesta fue un simple movimiento de cabeza, después Nikolai se pasó las manos por el rostro y ocultó en el proceso un bostezo—. Te comprendo, marinero.

—¿Les ofrezco un café? —interrumpió Aleksandra asomándose por la cocina, detrás de ella, fregando los platos, Kitty comenzaba su jornada del día. Nikolai levantó una mano, como había aprendido que hacían en Novka cuando alguien ofrecía—. Que sean dos, por favor, Aleksandra.

—Con gusto.

La mirada de reojo que Ilya le dio a Aleksandra hizo sospechar a Nikolai de la confidencialidad de la conversación. ¿Qué le diría? ¿Qué era tan urgente para buscarlo a temprana hora de la mañana? El reloj marcaba las ocho y fracción, restaba una hora para subir al barco y llevar la carga del día a alguno de los puertos de la región, aunque usualmente era Usovo.

Una vez que Aleksandra les entregó los cafés, volvió a internarse en la cocina y prendió la música que Nikolai ya se había acostumbrado a escuchar cada mañana al salir. En los últimos días había aprendido que Aleksandra no escuchaba nada por cantar a lo grande sus canciones favoritas, todos los discos regalos provenientes de los viajes de su esposo por el mundo.

—Asienta el café en la mesa, Nikolai, que te vas a quemar.

—¿Tan grave es el asunto?

El capitán le dio un sorbo a su café.

—Una cosa lleva a la otra...

Unos segundos de silencio pasaron mientras Nikolai meditaba las palabras de Ilya, posó el dedo índice en el borde de su taza y marcó el círculo un par de veces. Inició con la pregunta de siempre, una pista para saber qué tan duro sería el golpe, qué tanto podría alterar el orden de su vida ese personaje.

—¿Cómo te enteraste?

Ilya resopló, ¿por dónde empezaba?

—Usovo es... —Nikolai alzó una ceja y dejó su taza en la mesa entre ellos— un nido de información alimentada por exiliados, nobleza y realeza por igual. Todos tienen ojos ahí, oídos. Siempre hay alguien que sabe.

—No me has respondido.

—Lo hice, por Usovo me enteré y tu madre, Kolya, ha mandado a sus arañas.

—¿El oficial bielorruso? —aventuró Nikolai recordando la conversación de los hombres en la cantina.

—Agradece que ese maldito no se detuvo en Novka porque ya tendrías a tu madre regresándote a Bielorrusia en este preciso instante —Nikolai tragó fuerte, ¿tan rápido habían dado con su paradero? ¡Hizo todo para mantenerse fuera de radar! Cartas que pasaban por distintas manos, cartas sin una dirección real.

—¿Quiere que regrese así nada más o hay una razón válida?

—¿Ubicar a tu hijo desaparecido no es razón válida? —Nikolai, avergonzado, bajó la mirada a su bebida. El espejo café le reveló un joven con el entrecejo fruncido y ojos consternados—. Kolya... ojalá fuese eso —Nikolai regresó la atención al capitán—. Tu hermano se accidentó, está estable, pero en coma.

«¡¿Qué?!», su rostro se descompuso por completo.

Nikolai se detuvo en seco con la taza recién tocando la mesa de madera, palideció ante la información. El accidente tuvo que ser grave si su madre lo buscaba, si había mandado a un oficial al fin del mundo.

—Pero... Iván... ¿cómo? —fue lo único con sentido que pudo decir.

—Iban rumbo al aeropuerto de Kiev cuando ocurrió el percance —Nikolai inhaló profundamente, su corazón golpeaba su pecho cual martillo y la voz de Ilya, por más que se aferraba a ella, se iba alejando—. Ya sabes las leyes.

—Siempre debe haber un Sumarkov protegiendo la Corona—Nikolai se dobló, jaló sus cabellos y gruñó—. Coño —se tapó la boca con una mano, tenía los ojos abiertos de par en par—. Obvio debo ir —Ilya asintió la cabeza, un poco de pena por él en la expresión—, pero no puedo, Ilya. No puedo.

El príncipe desvió la mirada a la cocina, a Kitty. Mientras él se sumía una ola de caos, ella secaba platos con una enorme sonrisa en los labios, acompañando a su madre en la canción en turno. El sol entraba a raudales por la ventana y sus rayos envolvían a Kitty en una aureola rojiza. Cachó a Nikolai, éste sonrió y ella se sonrojo.

—Ay, Nikolai —murmuró Ilya cruzándose de brazos.

—Y-ya hice planes, Ilya. Ya gasté en Novka —Ilya pidió una explicación con la simple mirada. Tras un pesado suspiro, le dio lo que quería—: Una casa, pequeña pero una casa al final de cuentas. Está en el linde del bosque, cerca del camino que lleva a Berrie Farm.

Ilya negó con la cabeza sucesivas veces. De la bolsa en su camisa sacó un cigarrillo, lo estiró y, con el encendedor que sacó de otro bolsillo, lo prendió.

—¿En qué demonios estabas pensando?

—¡Que merezco una vida!

Kitty dejó el trapo a un lado e ingenua se acercó a la puerta por la escoba, desde allí la conversación apenas era audible. Alcanzó a escuchar un par de palabras.

«¿De qué hablarán?»

—No puedo vivir esperando que la maldición me haga matar a mi hermano para ser rey, aquí estoy lejos...

Una palabra, sólo una quedó en la mente de Kitty. Rey. Retrocedió un paso con la escoba atrapada entre sus manos. Su Alteza, recordó que dijo el Loco; fue como un latigazo en su mente.

—Y sin embargo la maldición actuó, Nikolai.

—No hay rey cuando es una maldición la que mueve los hilos. —Replicó el príncipe, su café le supo más amargo y frío.

Hubo un ruido en la cocina, un golpe y un grito. Ambos hombres se voltearon y la vieron en el suelo con la escoba rodando frente a ella. Los labios separados, los ojos abiertos, incrédulos ante lo que acababa de escuchar. Kitty no emitió otro sonido, no se movió cuando se encontró observada, no pudo despegar la atención de Nikolai.

A la muñeca le habían reventado su burbuja con un alfiler que cayó sin querer. Lo pudo evitar la noche anterior, pudo haber evitado el color en su rostro por saberse engañada, por no saber quién era él, Nikolai.

Kitty había pedido, casi rogado, que le dijera si había algo más que le ocultara.

Kitty, quien nunca pedía.

Kitty, la que no soportaba el engaño.

Kitty... salió corriendo por la puerta trasera de la cocina, sus dedos limpiando las lágrimas que empezaban a caer.

No comprendía el nudo en su garganta o la sensación de haber sido traicionada. Había burlado su confianza, se había presentado como uno más, sonriente y educado. Fue tan fácil creerle a todo lo que dijo... ¿es que el amor la cegó? ¿Evitó que mirase las señales? ¡Ni siquiera sabía si hubo señales! Kitty quiso gritar, en cambio, se fue de bruces contra el suelo.

«¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?», se cuestionó una y otra vez.

«Porque somos juguetes para el príncipe», oyó que dijo la misma voz de su pesadilla.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro