Capítulo 21
1 de marzo de 2018.
Querida madre:
¿Sabes lo que se siente querer algo que no puedes tener? Y no porque sea prohibido, porque esté mal, sino por el riesgo que representas para su futuro. Entiendo mi papel en la familia, sé nuestro pasado y me aterra que la maldición toque a nuestra puerta. He tenido sueños, pesadillas. De esas que mutan y asustan. Despierto agitado, con dolor de cabeza y un enorme peso en mis hombros, como si alguien me sostuviera para que no me levante.
Si la desgracia cae sobre nosotros, los Sumarkov, no quiero que le toque a ella. No quiero que porte una corona con el peso que representa. Es un alma libre, es como tú fuiste en tus veranos. Kitty es... Kitty, no sabría cómo definirla.
Oh, madre. Por más que me repito que no soy lo que ella merece, un futuro marcado por muerte, me es imposible mantenerme lejos. Me voy por las mañanas en el barco y la añoranza de ver su carita a veces se vuelve un martirio, ¿cuándo me había sucedido eso? Regreso y nuestras pláticas tienen de dos sopas: muy largas o brevísimas. Nada ayuda, nada. Entre más me lo repito, menos me lo creo. ¿No debía sucumbir a mi propio engaño o varias personas lo tienen que decir para que crea que no soy digno y ponga distancia?
Debería alejarla, pero soy yo el que corre detrás de ella. Es el tipo de atracción que se vuelve más fuerte cuando te dices lo contrario, quizá por capricho. No sé. Un capricho del corazón. ¿Sólo soy yo o todos en la familia nos pasan por ésto? Quiero sentirme acompañado en mi desgracia. Oh, supongo que lo sabré cuando regrese, si es que regreso... creo que podría quedarme aquí por el resto de mi vida.
Por primera vez, sentar cabeza ya no suena descabellado, quizá lo disfrute.
Te quiere y necesita tu compañía,
Niki.
***
Un día largo, pesado en más sentidos de los que Nikolai enumeró en un inicio, y seguía despierto con la lámpara de lectura prendida, su pluma fuente en la mano izquierda y los ojos apenas abiertos. Imposible dejar la carta sin finalizar, más con las ideas rondando por su cabeza, las que fácil triplicaban la cantidad que plasmó en su carta.
«Pero mamá no necesita saber los detalles de mi enamoramiento», se aseguró estirando las piernas debajo de la mesa, y se plantó tanto que los huesos de la columna le tronaron. Se sintió delicioso.
—Hmph. —Exhaló.
Nikolai se permitió apreciar la temperatura de su habitación, misma que caía según entraba el viento por la ventana. Corría un airecito fresco, rebotaba de una pared a otra hasta chocar con él. Apenas revolvió unos mechones extraviados que colgaban por su frente. Tras cerrar los ojos, Nikolai curvó los labios.
A la lejanía oyó los últimos vestigios de la fiesta, los últimos de pie estarían reunidos en una fogata menguante. ¿Cómo se mantenían despiertos? Nikolai lo desconocía, a él le pesaban los párpados y luchar contra los bostezos terminaba por cansarlo más. En unos minutos se cambiaría por su cómoda pijama y cruzaría la habitación rumbo a la cama.
Se antojaba delicioso, un poco más que pensara en su cama y sentiría la suavidad del mullido edredón debajo de sus dedos. Un poco más dormido... en el mundo de los sueños, donde todo era posible, y quedaría rendido a la cama antes de poner un pie sobre ella. Un segundo más... un grito menos.
Ese grito desgarrador, el tipo que te arranca la paz y te provoca un salto involuntario. El tipo de grito que te despierta, que te acelera el corazón, incluso amenaza con detenerlo. Fuerte, retumbó por las paredes de la escalera y se abrió paso peldaño a peldaño. Al primero, le siguieron dos más con el dolor quebrando el aire.
Antes de comprender lo que hacía, Nikolai se levantó con tanta fuerza que la silla se tambaleó. No lo vio, ya estaba atravesando el marco de su puerta. Pese a nunca haber escuchado un grito así, reconocería la fuente aun dormido.
Trastabilló en la escalera, que se le hizo más larga que horas antes. Terminó impulsándose con las manos los últimos dos escalones, peleó con la perilla de la puerta. Detrás oía quejidos, grititos y murmullos incomprensibles. Empujó la puerta. No aguardó a que su vista se ajustara a la oscuridad, únicamente quebrantada por la tenue luz de luna.
—Kitty —murmuró dando largas zancadas para acortar la distancia entre ellos.
La joven yacía enredada por los pies entre sus sábanas verde oliva y se revolcaba con un ente invisible con toda la intención de quitárselo de encima. Nikolai se acercó y se percató de la fina capa de sudor que la cubría, gran parte de la bata estaba pegada a su piel, al igual que el cabello a su frente y cuello.
—¡Kitty, despierta! —urgió tomándola de los hombros, pero fue empujado entre gritos. Bajo los párpados de Kitty, sus ojos se movían frenéticos—. ¡Kitty!
Lejos, en el interior del mundo de sus sueños —o pesadillas, quizá— Kitty luchaba contra los primeros trazos de una maldición corriendo por sus venas.
***
Un tétrico bosque y la tempestad en el cielo. Relámpagos cruzaban el firmamento, densas nubes oscuras se cernían sobre Kitty. Los árboles se inclinaban sobre su diminuta figura, troncos robustos y delgados por igual, con ramas amenazando la estadía de las esferitas oliva en las cuencas de su rostro. ¡Cuervos picoteando aquí y allá! Kitty movía los brazos por encima de su cabeza, mientras mantenía la mirada baja, los ojos cerrados.
—¡No! —chillaba tan agudo que su garganta sufría cada grito.
Crack, crack. La leña consumiéndose de nuevo. Crack, crack.
—¡Basta! —rogó Kitty cayendo de rodillas al suelo—. ¡Por favor! ¡Basta! —lloriqueó, las primeras lágrimas rodaron por su rostro.
«Sssss...», susurró el viento rozando sus oídos, «ssssss...»
Crack, crack.
—¡Nooo! ¡Ya, por favor! ¡Basta! —gritó cubriéndose los ojos con las manos, elevando el rostro al cielo.
Los graznidos se mezclaron con los truenos y el murmullo del viento. Era aterrador. Kitty hubiese sufrido de escalofríos de no ser víctima ya de ellos. No supo el motivo, tampoco sabía que había allá afuera, pero abrió los ojos. Fue un movimiento involuntario, quizá la respuesta instintiva a una fuerza meciéndose en el ambiente. Emanaba poder y un peligro alimentado por una venganza venenosa.
Sin embargo, cuando los ojos de Kitty absorbieron lo que tenían enfrente, no vieron nada mas que la basta oscuridad. La boca del lobo. Una oscuridad eterna y más densa conforme uno se internaba en ella. Entró por sus ojos y se infiltró en su boca, tenía un sabor amargo y metálico. Esa oscuridad que la envolvió, que la engullo de afuera hacia adentro, sabía a sangre.
Kitty comenzó a ahogarse cuando no pudo inhalar ni exhalar el aire que quemaba en sus pulmones, se dobló sobre su estómago y se llevó una mano al cuello, mientras las otra palpaba el suelo. Un intento inútil de encontrar salvación.
«Voy a morir, voy a morir, voy a morir», oyó decir a una voz masculina, aterrada. Y más lejos... una risa gélida propia de una fémina chiflada.
—¿Sentencia o salvación? —canturreó la mujer entre trueno y trueno, el viento entregó intactas las palabras a los oídos de Kitty.
Intentó inhalar y sólo ingirió más oscuridad.
—¿Cuál de las dos eres? —Siguió la mujer.
«El último atisbo de un pecado, su viejo y fatídico pecado», dijo la mujer, esta vez dentro de la mente de Kitty. Sus dedos largos de uñas filosas acariciaron la fragilidad de la mente de Kitty. Le provocaron una arcada que la dejó tendida en el suelo, manchada de tierra y con el pijama a la mitad de los muslos.
—Nikolai, Niki, Kolya... —siguió la mujer su canto.
Ya no tenía energía, el aire se extinguía gota por gota... y el oxígeno con él.
«¿Eres su libertad... o una sentencia de muerte?»
«Vete...», consiguió pensar al borde de la consciencia. Una lágrima hirviendo rodó por su mejilla, quemó cada centímetro de piel que tocó. De no haber quedado privada del aire por la oscuridad, Kitty hubiese tronado un grito.
Una carcajada más.
«¿Quién podría amar a un...?»
Kitty ya no pudo oír el final de la frase, sucumbió a la total oscuridad y su silencio mortal.
***
Regresó a la realidad tomando una bocanada gigante de aire para llenar sus pulmones llorando por vida. Recobró el control de su cuerpo y se aferró a lo que tuvo a su alcance, sin saber que era Nikolai. Buscó protección en su pecho, mientras su respiración luchó por recuperar la velocidad usual.
Se sentía débil y mareada, a su vez, sus brazos los sentía agarrotados, como si hubiesen estado tensos durante largo tiempo.
—Oh, Dios... Kitty —dijo Nikolai posando su mentón sobre la cabeza de la joven, dejó que la preocupación huyera en forma de suspiro y acunó a Kitty.
La había sentido tensarse bajo el toque de sus manos y por más que la sacudió, Ekaterina no regresó. Pensó que la perdía, su cuerpo se había helado después de una fuerte sacudida y su respiración bajó hasta que fue difícil percibirla.
—Ya pasó —le aseguró sucesivas veces—. Tranquila, aquí estoy.
—Nikolai, Nikolai, Nikolai —dijo Kitty sin cesar. Una vez más, las lágrimas rodaron por sus ojos—. Había una mujer —murmuró—. Decía tu nombre... Kolya. Te voy a matar, te voy a matar. ¡Nikolai! —lloriqueó clavándole los ojos a la cara.
Nikolai le quitó los mechones sudorosos de la cara.
—No me vas a matar.
—¿Y si fue un aviso?
—No me vas a matar —le plantó un beso en la mejilla antes de arrastrarla consigo al rincón de la cama que se juntaba con la pared, se pegó a ella y Kitty se acomodó a su lado—. Duerme, la noche es joven.
—No quiero —susurró Kitty, sus manos se aferraron a su bata. Lo único que imaginaba era la posibilidad de continuar el sueño, sólo pensarlo ahuyentaba las ganas de dormir. La pesadilla la dejó sumamente cansada.
—Vamos... Kitty.
—Mañana.
—Ahorita.
Casi como si de un hechizo se tratara, un beso de Nikolai bastó para regresar a Kitty al mundo de los sueños, esta vez muy lejos de las pesadillas. Lo único que la acompañó fue la melodía que Nikolai tarareó, una canción antigua, perteneciente a otra época. Una melodía que evocaba una historia de príncipes y princesas, brujas y hechizos.
—Aquí estaré... —dijo más para sí que para la joven durmiente, acariciando su cabello con delicadeza.
En algún rincón, la melodía prosiguió. Lo único dentro de la blanca vastedad. Y pronto... una voz puso letra a la melodía, que dejó de ser un tarareo para adquirir instrumentos de viento y cuerdas. Una vieja nana, demasiado tétrica para niños, más cercana a un viejo cuento de hadas... asustar y enseñar lecciones... Kitty durmió escuchándola una y otra vez.
Dos príncipes,
El más joven será el amado rey,
El mayor, el que pague por él.
¿El precio? ¡Es un secreto!
Una bruja sin magia y una princesa sin tierra,
El último atisbo de un pecado, su viejo y fatídico pecado.
Ama a la chica, cásate con la chica.
Libertad o una sentencia de muerte.
¿Cuál es cuál?
Y su mente... su mente, entre sueños, le dio vueltas con una única pregunta: ¿de dónde le sonaba? Se antojaba conocida, como esa melodía de la infancia que cosquillea en la punta de tu lengua y eres incapaz de pronunciar su origen o letra.
Pero Kitty no la conocía, al menos, no era un recuerdo suyo.
***
Me dormí tarde por terminar este capítulo, espero les haya gustado. Ante ustedes, la maldición. Estoy esperando interpretaciones ;)
Se avecina una temporada de exámenes, las actualizaciones se quedan los fines de semana. Los maratones regresan a partir de que termine mis entregas. Los adoro.
últimamente he estado muy, muy feliz con la historia. No sé si les agrade tanto como a mí el curso que está tomando pero a mí me tiene en la luna. Es una historia muy querida con temas que tenía miedo tocar, así como personajes de zonas que amo y tampoco había situado historias, aunque lo deseaba con fervooooooooooor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro